Mensaje 55
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Lectura bíblica: 1 Co. 11:17-34
En 11:17-34 Pablo habla de la cena del Señor. Examinemos los diferentes puntos que él abarca en estos versículos.
En los versículos 17-23 del capítulo once, Pablo reprende a los corintios por el desorden que existía entre ellos con respecto a la cena del Señor. En el versículo 17, escribe: “Pero al anunciaros esto que sigue, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor”. El vocablo “pero” muestra un contraste entre las palabras “no os alabo” de este versículo, y la expresión “os alabo” del versículo 2. A partir de este versículo y hasta el final del capítulo, el apóstol afronta el octavo problema, el problema relacionado con la cena del Señor.
Pablo es sincero y franco. Cuando los creyentes merecen ser alabados, los alaba. Pero cuando no deben ser alabados, no los alaba. Aunque en el versículo 17 Pablo no dice: “Os reprendo”, sí les habla en un tono reprensorio.
La razón por la cual Pablo no los alaba era que ellos no se congregaban para lo mejor, sino para lo peor (v. 17). Esto indica que existe la posibilidad de que la reunión de los creyentes sea una pérdida en lugar de un beneficio. Las palabras “no para lo mejor, sino para lo peor” significan que las reuniones de los corintios no les traían beneficio, sino pérdida; en lugar de ganar algo, perdían. Algunos corintios se debilitaron, otros se enfermaron y otros incluso murieron. Esto demuestra que perdieron bastante.
En el versículo 18 Pablo añade: “Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo“. Pablo hablaba con un tono bastante moderado. El no dijo que creía todo lo que oía, sino que creía en parte. Esto revela el tono moderado con el que reprende a los corintios. La expresión “en la iglesia” significa en la asamblea de la iglesia (14:34-35).
El versículo 19 dice: “Porque tiene que haber entre vosotros partidos, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados”. La palabra griega traducida “partidos” significa sectas, diferentes escuelas de opinión, como en Gálatas 5:20. La palabra “aprobados” significa ser puestos a prueba y satisfacer los requisitos. Este versículo enseña que aun los partidos, las sectas, son útiles para manifestar a los que son aprobados, es decir, no sectarios.
En el versículo 20 Pablo escribe: “Cuando, pues, os reunís vosotros en el mismo lugar, no es la cena del Señor la que coméis”. En 10:21 Pablo habla de la mesa del Señor. Como vimos, el énfasis de la mesa del Señor es que participemos de Su sangre y de Su cuerpo (10:16-17), que tengamos comunión en el Señor, que le disfrutemos en mutualidad; mientras que el énfasis de la cena del Señor es que hagamos memoria de El (11:24-25). En la mesa del Señor, recibimos Su cuerpo y Su sangre para nuestro disfrute; en la cena del Señor, lo recordamos a El para Su disfrute.
En el versículo 21 Pablo expresa: “Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga”. En la época del apóstol, los creyentes solían congregarse para cenar, que era la comida principal del día. Los ricos traían más comida y de mejor calidad para el disfrute mutuo, y los pobres traían menos. Esto era llamado un ágape, o sea, un banquete de amor (véase 2 P. 2:13; Jud. 1:12) y se derivaba de la fiesta de la Pascua (Lc. 22:13-20). Al final de este banquete de amor, los creyentes tomaban la cena del Señor con el pan y la copa, para recordar al Señor (1 Co. 11:23-25). Pero los corintios no lo hacían ordenadamente. No se esperaban los unos a otros (véase el v. 33), sino que cada uno se adelantaba a tomar su propia cena, y los ricos se embriagaban y los pobres se quedaban con hambre (v. 21). Esto causó divisiones y partidos entre ellos (v. 18), y dañó la cena del Señor. Por consiguiente, lo que comían no era la cena del Señor (v. 20). En el versículo 22 Pablo les dijo: “Pues, qué ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo”.
En cuanto al repaso de lo que significa la mesa del Señor, Pablo dice en el versículo 23: “Porque yo recibí del Señor”.
Pablo transmitió a los creyentes corintios lo que él recibió de parte del Señor. En el versículo 23 él les dice: “Que el Señor Jesús, la noche que fue traicionado, tomó pan”. Luego, “habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: esto es Mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de Mí”. El pan es partido para que lo comamos (Mt. 26:26). El objetivo por el cual tomamos la cena del Señor es hacer memoria de El.
Leamos el versículo 25: “Asimismo tomó también la copa, después de que hubieron cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto establecido en Mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de Mí”. El pan es de vida (Jn. 6:35), y la copa es de bendición (1 Co. 10:16). Esta copa es el nuevo pacto, que contiene todas las ricas bendiciones del Nuevo Testamento, incluyendo a Dios mismo. El nuevo pacto fue establecido por la sangre del Señor, la cual El derramó en la cruz por nuestra redención (Mt. 26:28).
Hacer memoria del Señor auténticamente es comer el pan y beber la copa (11:26), es decir, participar y disfrutar del Señor, quien se nos dio mediante Su muerte redentora. Comer el pan y beber la copa es recibir al Señor redentor como nuestra porción, nuestra vida y nuestra bendición. Esto es recordarlo de manera genuina.
El versículo 26 añade: “Pues, todas las veces que comáis este pan, y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que El venga”. En este versículo, la palabra “anunciar” significa proclamar, declarar, o exhibir. Tomar la cena del Señor no es recordar la muerte del Señor, sino anunciarla y exhibirla. Recordamos al Señor mismo al anunciar y exhibir Su muerte. Observe que lo que recordamos es la persona del Señor, y lo que anunciamos y proclamamos es Su muerte. Recordamos Su persona al proclamar Su muerte a todo el universo: a los demonios, a los ángeles y a los seres humanos.
Conforme al versículo 26, hemos de anunciar la muerte del Señor hasta que El venga. Debemos tomar la cena del Señor para memoria de El al anunciar continuamente Su muerte redentora hasta que El regrese.
En el versículo 27 Pablo escribe: “De manera que cualquiera que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor”. Comer o beber indignamente equivale a no valorar el significado del pan y de la copa del Señor, que representan Su cuerpo quebrantado por nosotros y la sangre que El derramó por nuestros pecados al morir para redimirnos. Al ser culpado el creyente del cuerpo y de la sangre del Señor, trae juicio sobre sí mismo (vs. 29-30).
En el versículo 28 Pablo continúa, diciendo: “Pero pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa”. Uno se prueba a sí mismo examinándose, poniéndose a prueba y aprobándose, cumpliendo así con las especificaciones prescritas.
Leamos el versículo 29: “Porque el que come y bebe, sin discernir el cuerpo, juicio come y bebe para sí”. Comer el pan y beber la copa del Señor indignamente acarrea juicio sobre nosotros. Este juicio no es la condenación, sino una disciplina temporal de parte del Señor (v. 32).
No discernir el cuerpo del Señor es no distinguirlo, es decir, no hacer ninguna separación, diferencia o distinción entre el pan que representa el cuerpo del Señor y el alimento común y corriente. Equivale a no valorar el significado del pan que tomamos en la cena del Señor. Esto acarrea juicio, disciplina, sobre nosotros de parte del Señor.
Pablo usó la expresión el cuerpo en lugar de el cuerpo del Señor, lo cual puede indicar que tenía en mente el Cuerpo místico de Cristo (Ef. 4:4), además del cuerpo físico del Señor (1 Co. 11:24). Por lo tanto, cuando participamos de la mesa del Señor, debemos discernir si el pan que está en la mesa representa el Cuerpo de Cristo o una división humana, una denominación. Al discernir el Cuerpo de Cristo, no debemos participar del pan en división ni tampoco con un espíritu sectario. Nuestra participación de la mesa del Señor debe ser la comunión única de Su Cuerpo único, sin ninguna división en práctica ni en espíritu.
Para el apóstol, el hecho de cubrirse la cabeza está relacionado con la Cabeza (v. 3), y la cena del Señor (la mesa del Señor) tiene que ver con el Cuerpo. En cuanto a la autoridad de Cristo, la cual representa a Dios y es representada por el varón, debemos guardar el orden gubernamental divino que Dios estableció, y no permitir ningún desorden. En cuanto al Cuerpo de Cristo, es preciso que seamos regulados debidamente por las instrucciones del apóstol, sin confusión ni división. La Cabeza es Cristo, y el Cuerpo es la iglesia. Cristo y la iglesia son los dos factores que controlan y dirigen la manera en que el apóstol instruye a la confusa y desordenada iglesia de Corinto. En los capítulos del uno al diez, él afrontó los problemas de la iglesia subrayando primeramente que Cristo es el centro de Dios y porción nuestra. Luego, en los capítulos del once al dieciséis, él hizo hincapié en que la iglesia es la meta de Dios y que debe ser nuestro único interés. En los capítulos del uno al diez, él presenta a Cristo como el antibiótico que sana los males de la iglesia enferma. Luego, a partir del capítulo once, pasó al tema de la iglesia, y usó la iglesia, el Cuerpo, para contrarrestar el desorden que había en la iglesia. Cristo y la iglesia son cruciales para llevar a cabo la administración de Dios en Su economía neotestamentaria.
En los versículos 30-31 Pablo escribe: “Por lo cual hay muchos debilitados y enfermos entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados”. En el versículo 30 Pablo usa la expresión “por lo cual” para referirse al hecho de no discernir el cuerpo. En este versículo, el estado débil y enfermo de algunos es el resultado de la disciplina, el juicio temporal, infligida por el Señor sobre los que participan indignamente del cuerpo del Señor. En primero lugar, el Señor los disciplinó de modo que se debilitaran físicamente. Luego, puesto que no se arrepintieron de su ofensa, recibieron más disciplina y se enfermaron. Ya que ni aun así se arrepintieron, el Señor los juzgó con la muerte. Morir de esta manera equivale a quedar postrado en el desierto como se menciona en 10:5. En el versículo 30, la palabra dormir significa morir (1 Ts. 4:13-16).
En el versículo 31 Pablo dice que si nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados. Examinarnos a nosotros mismos significa discernir todo lo que tenga que ver con nosotros, tener una justa apreciación de nuestra condición. El propósito del juicio es traernos de nuevo a la administración de Dios. Los extraviados necesitan que el juicio de Dios los lleve a estar bajo la administración divina.
En el versículo 32 Pablo escribe: “Mas cuando el Señor nos juzga, nos disciplina para que no seamos condenados con el mundo”. Si permanecemos sumisos a la administración de Dios, no será necesario que se nos juzgue, corrija ni discipline, para hacernos volver a ella. En el versículo 32, la disciplina también está ligada a la administración de Dios. Esta disciplina es temporal y su objetivo es que no seamos condenados con el mundo, es decir, que no se nos condene para siempre.
En los versículos del 33-34a, Pablo escribe: “Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros. Si alguno tiene hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio”. Pablo les manda que se esperen unos a otros debido a la condición descrita en el versículo 21. Para esperar se requiere paciencia, así que esto indica que si nos esperamos los unos a otros, estamos verdaderamente bajo la administración de Dios.
En el versículo 34b, Pablo concluye, diciendo: “Las demás cosas las pondré en orden cuando yo vaya”. Esto indica que el apóstol no nos dejó todas las instrucciones que tienen que ver con la práctica de la iglesia. Por lo cual, para “las demás cosas”, nos toca buscar la dirección del Señor, basándonos en los principios establecidos en el Nuevo Testamento y dejándonos gobernar por ellos.