Mensaje 9
Lectura bíblica: 1 Co. 1:26-31
En este mensaje examinaremos 1:26-31.
En el versículo 26 Pablo dice: “Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento, que no hay muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles”. Entre los creyentes no hay muchos sabios según la carne. En el versículo 27 Pablo dice: “Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios”. Ser sabio tiene que ver con la mente, mientras que ser fuerte, con la voluntad.
En el versículo 27 Pablo escribe también: “Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte”. Cuando leí estos versículos hace muchos años, me pregunté cómo un Dios de amor podía avergonzar a la gente. Me preguntaba cómo El podía usar lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil para avergonzar a lo fuerte. No obstante, Pablo dice claramente que Dios avergüenza a los sabios y a los fuertes.
En este versículo Pablo usa la palabra escogió dos veces. El llamamiento de Dios (vs. 24-26) se basa en Su elección, y ambos concuerdan con Su propósito (Ro. 9:11; 2 Ti. 1:9). Dios lleva a cabo la elección antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4) y en el transcurso del tiempo realiza el llamamiento para cumplir Su elección. La salvación del pueblo que Dios predestinó se origina en el llamamiento y elección que Dios efectúa. Nosotros no lo escogimos a El; El nos escogió a nosotros. Nosotros no lo invocamos sino hasta que El nos llamó. El lo inició todo. ¡Toda la gloria debe ser para El!
En el versículo 26 Pablo hace notar que entre los creyentes de Corinto no había personas prominentes, y en el versículo 28 añade: “Y lo innoble del mundo y lo menospreciado, lo que no es, escogió Dios, para deshacer lo que es”. En el griego, la palabra traducida nobles en el versículo 26 significa de buen linaje, es decir, nacido de una familia noble o real. La iglesia de Dios no se compone principalmente de la clase alta, sino de personas de origen humilde y de los menospreciados. Tener en alta estima a la clase alta va en contra del pensamiento de Dios y es una vergüenza para la iglesia.
En el versículo 28 la palabra innoble significa bajo, vil, que es nacido de gente común. Vil también significa despreciable. La expresión cosas que no son se refiere a los innobles y viles, a personas que aparentemente no tienen existencia. Los que son de origen humilde y los menospreciados son de poca importancia a los ojos del mundo.
La repetición triple de la frase escogió Dios en los versículos 27-28, revela la manera soberana en que Dios se relaciona con las tres clases de personas del mundo que se mencionan en el versículo 26: los sabios, los fuertes (los poderosos) y los nobles. Los nobles, “lo que es”, tienen mucha importancia para el mundo, pero Dios en Su economía los deshace.
A los ojos de los hombres, lo vil, lo menospreciado, no existe. Los desprecian a tal grado que no parecen tener existencia. Por consiguiente, son lo que no es. Pero Dios usa esto precisamente para reducir a nada las cosas que son, es decir, a los nobles que tienen mucha importancia para el mundo. Dios escogió lo innoble, la clase baja, para avergonzar a los nobles, la clase alta.
Por una parte, en los versículos 26-28 Pablo se refiere a todos de manera general. Por otra parte, se refiere a los griegos de manera específica. Entre los griegos que habían sido salvos, algunos todavía se creían sabios. En estos versículos Pablo muestra que ésta es una actitud equivocada. Parecía decir: “Creyentes de Corinto, no se crean sabios. Dios no escoge a los sabios. Si se consideran sabios, esto significa que Dios no los ha escogido. Del mismo modo, Dios no escogió a los fuertes ni a los de alta alcurnia”.
¿Cómo se considera usted? ¿sabio o necio? ¿fuerte o débil? ¿noble o innoble? Dudo que en nuestro interior nos consideremos necios, débiles, e innobles. Simplemente no nos vemos de esta manera.
Reitero una vez más que debemos conocer el espíritu con el que Pablo escribía esta epístola. Lo que pesaba en su espíritu era que los creyentes corintios no vivían como personas salvas. Pablo parecía decirles: “Queridos santos de Corinto, ustedes son personas salvas, escogidas de Dios, pero no viven como escogidos. Por el contrario, viven como si Dios no los hubiera escogido. Su vida no muestra en absoluto que Dios los haya elegido, pues siguen pensando que son sabios, fuertes y nobles. Hermanos, deben estar conscientes de que Dios no escoge a tales personas. Si se creen sabios, esto indica que Dios no los ha escogido. Recuerden, El escogió a los necios para avergonzar a los sabios, a los débiles para avergonzar a los fuertes, y a lo innoble para avergonzar a los nobles. Por consiguiente, no se consideren sabios, fuertes ni nobles”.
Hablar de vivir a Cristo es fácil, pero resulta difícil practicarlo. Si todavía pensamos que somos sabios, no vivimos a Cristo. Todos los que en verdad viven a Cristo se consideran necios, débiles e innobles. No se creen nada y están conscientes de que su existencia en la tierra no significa nada. Pueden decir de sí mismos: “Estoy entre las cosas que no son. Vivo en cierta localidad, pero mi existencia no significa nada. Pero aunque no soy nada, Dios me escogió”. Repito, Dios no escoge a los sabios, a los fuertes ni a los nobles. Si usted se considera sabio, fuerte y noble, rechaza la elección de Dios. La vida que lleva muestra que renuncia a la elección de Dios. Dios avergüenza a los sabios, a los fuertes y a los nobles. Todos nosotros debemos decir: “Señor, confieso que no soy sabio ni fuerte. En cambio, soy necio, débil, e innoble”. Esto ocupaba el espíritu de Pablo mientras escribía este pasaje de 1 Corintios.
Pablo percibía en su espíritu la necesidad de rebajar a los arrogantes creyentes griegos. Quizás algunos de ellos hayan sido muy inteligentes y sabios, pero a Pablo no le interesaba eso. El procuraba hacerles ver que el simple hecho de haber sido escogidos por Dios demostraba que eran necios y no sabios; débiles y no fuertes; innobles y no nobles. Así que, los creyentes corintios estaban equivocados al pensar que eran sabios y fuertes.
Hemos visto que en el versículo 28 Pablo dice que Dios deshará las cosas que son. La palabra deshacer en el griego significa destruir; es la misma palabra que se usa en 2 Tesalonicenses 2:8 y en Hebreos 2:14. En realidad, ser deshecho por Dios significa ser destruido. Si estudiamos la historia nos daremos cuenta que Dios deshizo a mucha gente distinguida. El ha destruido a muchas personas de alto rango social. Nunca debemos tener una alta estima de nosotros mismos, porque si lo hacemos, Dios nos reducirá a nada.
En el versículo 29 Pablo dice: “A fin de que nadie se jacte delante de Dios”. Esto expresa la razón por la cual Dios nos muestra un favor especial al escogernos: que ninguna carne, ningún ser humano, se jacte en Su presencia.
Pablo comienza el versículo 30 con las palabras: “Mas por El estáis vosotros en Cristo Jesús”. Lo que nosotros los creyentes, como nueva creación, somos y tenemos en Cristo, proviene de Dios, y no de nosotros mismos. Fue Dios quien nos puso en Cristo, trasladándonos de Adán a El. Fue Dios quien hizo que Cristo nos sea sabiduría. Dios nos trasladó de Adán a Cristo (2 Co. 5:17) mediante Su crucifixión y Su resurrección (Gá. 2:20) y al creer y ser bautizados en El (Jn 3:15; Gá. 3:26-28).
La palabra Mas al principio del versículo 30, implica un contraste importante con los versículos anteriores. Además, estar en Cristo implica que ahora somos sabios, fuertes y nobles en El. Sin embargo, son pocos los creyentes que se consideran sabios, fuertes y nobles en Cristo. Si las hermanas se dieran cuenta de que son sabias y fuertes en Cristo, no llorarían tanto. A ellas les resulta muy fácil derramar lágrimas, lo cual indica que no son sabias ni fuertes en Cristo en su experiencia. Nuestra experiencia nos enseña que con demasiada frecuencia somos sabios en la carne, pero necios en Cristo; fuertes en la carne, pero débiles en Cristo. Esto significa que en nuestra vida cristiana, tal vez no existe el mas que Pablo insertó en el versículo 30. Nuestra experiencia debería reflejar este mas. Aunque nacimos necios, débiles y viles, deberíamos decir: “Mas por Dios estamos en Cristo”. Ahora que estamos en Cristo, somos sabios, fuertes y nobles en El.
La regeneración nos hace nobles, y nos proporciona una condición muy elevada, la condición de un hijo de una familia real. Como creyente de Cristo, ¿se había dado cuenta de que tiene una condición divina, que es hijo del Rey de reyes? ¡Usted ha nacido en la familia de Dios! Esto significa que nuestra condición es más elevada que la de los ángeles. Somos miembros de la casa de Dios, y los ángeles son nuestros siervos. En Cristo, tenemos verdaderamente una condición más elevada que los ángeles. Dios nos escogido a nosotros los necios, débiles y viles y nos puso en Cristo. ¡Qué maravilloso es esto! Esta no es nuestra obra, ni tampoco la de otra persona; el hecho de que estamos en Cristo proviene completamente de Dios.
El contexto nos enseña que la expresión en Cristo implica que somos sabios, fuertes y nobles en El. Es crucial que nos demos cuenta de que estamos en Cristo. Hasta deberíamos jactarnos por este hecho. Además, podemos testificar que al estar en Cristo dejamos de ser necios, débiles, e innobles. Hermanas, si en su experiencia ustedes son fuertes en Cristo, experimentarán un anticipo de la Nueva Jerusalén y no derramarán lágrimas tan fácilmente, pues allí ya no habrá más lagrimas. A veces, en la mesa del Señor, le damos gracias por el anticipo de la Nueva Jerusalén venidera. Cuando experimentemos el disfrute total, ya no habrá ninguna lágrima. En lugar de lágrimas, fluirá el agua de vida. Hermanas, cuando estén propensas a llorar, recuerden las palabras de Pablo: Mas por Dios estáis vosotros en Cristo. En Cristo, ustedes son sabias y fuertes. ¡Alabado sea el Señor porque en Cristo somos nobles, somos hijos de la familia real! ¡Qué condición más maravillosa!
En 1:30 Pablo dice que Cristo Jesús “nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Pablo no dice que Cristo es sabiduría para nosotros; dice que Cristo nos ha sido hecho sabiduría. Esto indica que en un tiempo Cristo no era sabiduría para nosotros, y que más tarde nos fue hecho sabiduría. Por ejemplo, decir que yo soy su amigo no es lo mismo que decir que me he convertido en su amigo. Esto último implica que anteriormente no lo era, pero que ahora he llegado a ser amigo suyo. Cristo no podía convertirse en sabiduría para nosotros antes de que estuviésemos en El. Pero una vez que creímos en Cristo, Dios nos puso en El. Entonces Cristo nos fue hecho sabiduría.
Supongamos que una doncella pobre se casa con un millonario. En el mismo día de la boda ella se convierte en una persona rica. Anteriormente era pobre, pero ahora llega a ser rica. De manera similar, anteriormente, debido a que todavía no estabamos en Cristo, El no era sabiduría para nosotros. Pero una vez que creímos en El y que Dios nos puso en El, nos fue hecho sabiduría.
Observe que en el versículo 30 Pablo no dice que Cristo llegó a ser nuestra sabiduría; él dice que Cristo nos fue hecho sabiduría. No es lo mismo que Cristo nos sea hecho sabiduría a que El sea nuestra sabiduría. Día tras día necesitamos que Cristo nos sea hecho sabiduría. Usemos de nuevo el ejemplo de la electricidad. Decir que la electricidad es nuestra no es lo mismo que decir que la electricidad es para nosotros. Que la electricidad sea para usted, significa que usted recibe una descarga eléctrica. Que la electricidad sea suya significa que pertenece a usted, pero que sea para usted significa que le es transmitida para que la experimente. Del mismo modo, cuando decimos que Cristo es nuestra sabiduría, hablamos de algo general, y no experimental; pero cuando Cristo nos es hecho sabiduría, le experimentamos.
Pablo no sólo tenía el conocimiento espiritual sino también mucha experiencia. Además, él conocía la condición de los creyentes. Como cristianos, tal vez digamos: “Tenemos a Cristo como nuestra sabiduría”. Sin embargo, eso no tiene mucho significado en nuestra experiencia. Es como si dijéramos: “Tenemos la electricidad como nuestra energía”, pero que no tengamos luz ni calefacción, porque la electricidad no ha llegado todavía a nosotros. También podemos tener a Cristo como nuestra sabiduría sin que El nos sea hecho sabiduría. Necesitamos que Cristo sea hecho sabiduría para nosotros.
En el versículo 30 valoro mucho las dos frases nos ha y de parte de Dios. Cristo nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría. La expresión nos ha sido hecho de parte de Dios indica algo presente, práctico y experimental en forma de transmisión. Cristo nos debe ser hecho de parte de Dios sabiduría continuamente. Esto alude a una trasmisión activa y constante. Las palabras nos ha y de parte se refieren a una trasmisión presente, activa y práctica que se lleva a cabo de Dios a nosotros.
Pablo compuso el versículo 30 de tal manera que los creyentes de Corinto pudiesen ver que Cristo continuamente debe serles hecho de parte de Dios sabiduría. Cristo como sabiduría debe fluir incesantemente de Dios a ellos. No obstante, la verdadera situación era otra. Tal vez Cristo era su sabiduría, pero El no estaba fluyendo a ellos proveniente de Dios. Una vez más quiero hacer notar que Pablo no dice: “Cristo es la sabiduría de Dios” ni “Cristo es vuestra sabiduría”. Lo que dice es: “Cristo ... nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría”. Esto indica que Cristo debe fluir continuamente de Dios a nosotros y ser nuestra sabiduría presente y práctica en nuestra experiencia.
Es muy importante que aprendamos a aplicar la Biblia a nuestra experiencia. La Biblia no es principalmente un libro de doctrina, sino de vida, y la vida tiene que ver con la experiencia. Lo que revela la Biblia debe ser algo viviente para nosotros y aplicable a nuestra experiencia.
En el versículo 30, tanto la puntuación como la gramática son importantes. Después de la frase de parte de Dios hay dos puntos, lo cual significa que la sabiduría incluye las tres cosas que se mencionan después, a saber, la justicia, la santificación y la redención. En este versículo Pablo dice claramente que Cristo “nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Esta sabiduría implica la justicia, la santificación y la redención.
Cristo nos fue hecho de parte de Dios sabiduría en tres aspectos vitales de la salvación de Dios: (1) justicia (en cuanto a nuestro pasado), por la cual Dios nos justificó a fin de que renaciéramos en nuestro espíritu y recibiéramos así la vida divina (Ro. 5:18); (2) santificación (en cuanto a nuestro presente), por la cual somos santificados en nuestra alma, es decir, transformados por la vida divina en nuestra mente, parte emotiva y voluntad (Ro. 6:19, 22); y (3) redención (en cuanto a nuestro futuro), es decir, la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23), por la cual éste será transfigurado por la vida divina para que llevemos la semejanza gloriosa del Señor (Fil. 3:21). Dios nos brinda esta salvación tan completa y perfecta, la cual hace que todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— sea orgánicamente uno con Cristo y que El sea el todo para nosotros. Todo esto proviene absolutamente de Dios, y no de nosotros, para que nos jactemos y nos gloriemos en El, y no en nosotros mismos.
Decir que Cristo es justicia para nuestro pasado, santificación para nuestro presente y redención para nuestro futuro es absolutamente correcto. Después de creer en el Señor Jesús y ser justificados, debemos llevar una vida santa, una vida santificada. La experiencia subjetiva de la santificación implica la transformación, un proceso que se produce en nuestra alma. La redención de nuestro cuerpo ocurrirá en el futuro. Por consiguiente, fuimos regenerados en nuestro espíritu cuando creímos en el Señor, estamos en el proceso de ser transformados, santificados, en nuestra alma, y en el futuro, nuestro cuerpo será redimido, o sea, transfigurado.
Aunque este entendimiento es correcto, cabe señalar que éste es una interpretación del versículo 30, y no debemos permitir que ella limite lo que Pablo quiere decir ahí. Por supuesto, para que un pecador sea plenamente salvo, debe pasar por tres pasos: la regeneración del espíritu, la santificación del alma, y la transfiguración, la redención, del cuerpo. Cuando se complete este proceso, seremos como el Señor Jesús. Según 1 Juan 3:2, seremos semejantes al Señor porque le veremos tal como El es. Ahora no somos semejantes al Señor en nuestro cuerpo, pero cuando éste sea transfigurado, plenamente redimido, seremos semejantes a El de manera completa.
La justicia, la santificación y la redención no sólo están relacionadas con nuestro pasado, presente y futuro. Cada día necesitamos a Cristo como justicia, santificación y redención. Diariamente debemos ser justos, santificados y redimidos, no solamente en un aspecto, sino en todos. Por ejemplo, al relacionarse con sus hijos, es posible que los padres aún se conduzcan según la vieja manera de vivir. Por consiguiente, estos padres deben ser justos, santos y redimidos con respecto a sus hijos.
Recientemente, en el estudio-vida de Exodo, hicimos notar que la redención incluye tres puntos: ser aniquilados, ser reemplazados y ser devueltos a Dios. Cuando Dios nos redime, El nos elimina, nos reemplaza con Cristo y nos hace volver a El.
En todos los aspectos de nuestra vida, es preciso que se nos ponga fin, que se nos reemplace con Cristo y que seamos devueltos a Dios. Si la manera en que nos relacionamos con nuestros hijos todavía es conforme a la vieja creación, debe dársele fin, ser reemplazada por Cristo y ser llevada a Dios. Entonces seremos redimidos con respecto a la manera de relacionarnos con nuestros hijos.
En la vida de iglesia necesitamos también la redención ya que en muchos aspectos todavía somos muy naturales. Tal vez algunos santos sientan antipatía para con cierto hermano o hermana. Otros carecen de interés para con los jóvenes o para con las personas mayores. Tal vez un tercer grupo tenga preferencia por determinado anciano. Todo esto está relacionado con la vida natural y manifiesta la necesidad de ser redimidos. Por consiguiente, en la vida de iglesia necesitamos ser eliminados, reemplazados por Cristo y devueltos a Dios. En todo debemos ser justos, santificados y redimidos. Cuando Cristo nos sea hecho sabiduría de parte de Dios, El llegará a ser nuestra justicia, santificación y redención en todos los aspectos. ¡Cuán profundo es el pensamiento de Pablo en este versículo!
En el versículo 31 Pablo concluye: “Para que, como está escrito: ‘El que se gloría, gloríese en el Señor’ ”. Dios nos puso en Cristo, y éste nos fue hecho de parte de Dios sabiduría para suplir todas nuestras necesidades. Por consiguiente, debemos gloriarnos únicamente en El.