Mensaje 19
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Lectura bíblica: 1 Jn. 2:12-27
La epístola de 1 Juan se compone de tres secciones principales: la comunión de la vida divina (1:1—2:11), la enseñanza de la unción divina (2:12—27) y las virtudes del nacimiento divino (2:28—5:21). En los mensajes anteriores abarcamos la primera sección de esta epístola y el primer asunto básico revelado en este libro, a saber: la comunión de la vida divina. En este mensaje llegamos a la segunda sección y al segundo asunto básico: la enseñanza de la unción divina.
Si bien la comunión de la vida divina es divina y misteriosa, la unción divina es aún más misteriosa. Es muy difícil definir adecuadamente la unción divina. La unción es la función que cumple el Espíritu vivificante todo-inclusivo y compuesto, quien es el Dios Triuno procesado. En esta definición podemos ver los diferentes elementos, o ingredientes, de la unción. La unción es la función, el mover, del ungüento compuesto.
La primera vez que se menciona la unción en la Biblia es en Éxodo 30. En este capítulo se nos revela el ungüento compuesto que se usó para ungir el tabernáculo y el sacerdocio.
En principio, los escritos de Juan se basan en lo que está escrito en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, Juan usa, en su evangelio, la expresión fijó tabernáculo en 1:14 y la frase el Cordero de Dios en 1:29. Además, en Juan 1:51 se hace alusión al sueño que tuvo Jacob acerca de la escalera celestial en Betel. Más aun, muchas de las señales del libro de Apocalipsis se encuentran en el Antiguo Testamento. Conforme al mismo principio, la primera epístola escrita por Juan se basa en el Antiguo Testamento. En conformidad con este principio, la palabra unción usada por Juan en el capítulo 2 se refiere al ungüento de Éxodo 30. En el Estudio-vida de Éxodo, en los mensajes del 157 al 163, examinamos los elementos básicos del ungüento compuesto y las medidas de estos elementos. El ungüento de Éxodo 30 es un tipo completo del Espíritu vivificante, todo-inclusivo y compuesto, quien es el Dios Triuno procesado. La unción es de hecho la función, el mover, de tal Espíritu.
La unción es muy misteriosa; no obstante, también es real y se puede experimentar. Juan, en vez de usar el sustantivo ungüento, usa el sustantivo unción que tiene una carga verbal. Esta palabra se refiere al mover del Espíritu todo-inclusivo en nosotros. Si leemos 2:12-27 detenidamente, descubriremos que la unción es, de hecho, la personificación del Espíritu vivificante, todo-inclusivo y compuesto, quien es el Dios Triuno procesado.
La sección de 1 Juan 2:12-27 trata de la Trinidad Divina en el contexto del crecimiento de los creyentes en la vida divina. En estos versículos se habla de la Trinidad de una manera muy positiva y muy significativa. Sin embargo, si no tenemos una perspectiva espiritual y celestial de estos versículos, no veremos que ellos tratan de la Trinidad. La enseñanza de la unción divina tiene que ver con la Trinidad Divina, pero esta enseñanza está relacionada con nuestro crecimiento en la vida divina. Esto significa que cuanto más crezcamos en la vida divina, más interés sentiremos por la Trinidad.
El Nuevo Testamento en su totalidad está estructurado con la Trinidad. En Efesios, por ejemplo, cada capítulo está estructurado con la Trinidad. En 2 Corintios 13:14 leemos: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Este versículo, que es el último de 2 Corintios, nos muestra que todo el libro de 2 Corintios trata de la gracia de Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo. En el libro de Apocalipsis también vemos la Trinidad: “Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de Su trono; y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, y el Soberano de los reyes de la tierra” (1:4b-5a). Aquí vemos que el misterioso libro de Apocalipsis comienza hablándonos de la Trinidad, pues en este libro la Trinidad también constituye la estructura básica.
Quisiera recalcar el hecho de que la Trinidad Divina constituye la estructura básica de toda la revelación hallada en la Biblia. Si quitáramos la Trinidad Divina de las Escrituras, la revelación divina contenida en ellas quedaría sin realidad.
En 1 Juan solamente dieciséis versículos han sido dedicados a la misteriosa unción compuesta y todo-inclusiva (2:12-27). Si estudiamos estos versículos con detenimiento y profundizamos en ellos, veremos que la Trinidad Divina está presente en ellos, y que en ellos se nos presenta la Trinidad en el contexto del crecimiento de los creyentes en la vida divina.
En estos dieciséis versículos también se sostiene una polémica. De hecho, estos versículos constituyen la sección de esta epístola donde se sostiene la mayor polémica. Como ya mencionamos, los escritos de Juan son polémicos, pues él luchaba contra herejías, tales como el gnosticismo, el cerintianismo y el docetismo. Estas herejías tenían que ver con la persona de Cristo, y causaron mucho perjuicio y confusión a la vida de iglesia. Por lo tanto, era necesario que el apóstol Juan entablara una polémica al respecto y combatiera en contra de estas herejías, al vacunar a los santos contra el veneno de las herejías relacionadas con la persona de Cristo.
En estos dieciséis versículos Juan dice algo acerca de la profunda verdad de la Trinidad. Pero la manera en que Juan escribe se basa en el crecimiento de los creyentes en la vida divina. Es por ello que Juan clasifica a los creyentes en tres grupos: niños, jóvenes y padres.
En el versículo 12 Juan se refiere a los destinatarios de su epístola como “hijitos”. Aquí él se dirige de forma general y no a ninguna clase específica de creyentes. Como ya mencionamos, según el versículo 1 del capítulo 2, el apóstol, ya entrado en años, consideraba a todos los destinatarios de su epístola sus queridos hijitos en el Señor. Más adelante, en los versículos del 13 al 27, veremos que Juan escribe a los niños, a los jóvenes y a los padres; pero aquí se dirige a todos los creyentes como a hijitos, sin importar cuál sea su edad espiritual. Por un lado, todos los creyentes son hijos de Dios; por otro, en la vida de iglesia, los hijos de Dios también eran hijos de Juan.
Juan consideró a los creyentes sus hijos, no sus estudiantes o sus seguidores. Ser un estudiante tiene que ver con el hecho de recibir conocimiento, y ser un seguidor, con el hecho de participar en ciertas actividades, pero la palabra hijitos hace alusión a la vida. En esta epístola Juan se dirige a los creyentes de una manera en que se alude a la vida. Aun más, vemos que Juan en lugar de decir: “Mis queridos hijos”, más bien usó una expresión mucho más íntima al llamarlos “hijitos”.
Hay padres ancianos que usan el término “hijito” para referirse a uno de sus hijos ya maduros. Por ejemplo, tal vez el padre tenga ya ochenta años, y su hijo sesenta, y aun así, se refiera a él llamándolo “hijito”. Esto es señal de la relación tierna e íntima que tiene con él. Asimismo, Juan en esta epístola, siendo ya un padre anciano, se dirige a todos los creyentes llamándolos hijitos. Él les escribe de una manera íntima, diciendo: “Os escribo a vosotros, hijitos”. Esta manera de dirigirse a ellos también indica que Juan, al escribir estos versículos, se preocupaba por el crecimiento de los creyentes en la vida divina.
En el versículo 12 Juan dice: “Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por causa de Su nombre”. El perdón de los pecados constituye el elemento básico del evangelio de Dios (Lc. 24:47; Hch. 5:31; 10:43; 13:38). Por medio de esto, los creyentes que reciben a Cristo llegan a ser hijos de Dios (Jn. 1:12-13).
Juan sabía bien que el perdón de los pecados era un factor básico para poder llegar a ser hijos de Dios. Es por eso que en el versículo 12 Juan les dice a sus hijitos que sus pecados les han sido perdonados por causa del nombre del Señor. Ellos habían creído en este nombre precioso y habían recibido el perdón de los pecados. El perdón de los pecados es el primer elemento básico del evangelio. Cuando creemos en el nombre del Señor e invocamos Su nombre, la primera bendición que recibimos es el perdón de los pecados. Gracias a este perdón, fuimos justificados y vinimos a ser hijos de Dios. Por consiguiente, la regeneración se basa en el perdón de los pecados. Ésta es la razón por la cual el apóstol Juan considera el perdón de los pecados el factor básico para llamar hijitos a los destinatarios de su epístola.
En el versículo 13 Juan añade: “Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis a Aquel que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, niños, porque conocéis al Padre”. Así, pues, vemos que algunos de los hijitos de Juan son padres, otros, jóvenes, y otros, niños.
Los padres son aquellos creyentes que son maduros en la vida divina. El apóstol los clasifica en el primer grupo entre los destinatarios de su epístola. Estos creyentes son padres porque conocen “a Aquel que es desde el principio”. El verbo griego traducido “conocéis” está en el presente perfecto, lo cual denota cierto estado o condición que sigue siendo vigente. Estos creyentes maduros conocían; es decir, estaban en un proceso continuo de conocer. Tal conocimiento vivo es fruto de la experiencia de vida.
Juan dice que los padres conocen a Aquel que es desde el principio. Aquí “desde el principio” se usa en un sentido absoluto. Aquel que es desde el principio es el Cristo eterno que existe desde antes, quien desde el principio es el Verbo de vida (1 Jn. 1:1; Jn. 1:1). Conocer como vida a tal Cristo eterno es la característica de los padres maduros y experimentados, quienes no fueron ni podían ser engañados con las herejías que decían que Cristo no era eterno. Como Aquel que es eterno y existe desde antes, Cristo existe desde la eternidad. Esta persona eterna existía aun antes de que existieran todas las cosas. Verdaderamente Él es Aquel que es eterno y existe desde antes.
Aquí Juan no dice que los padres conocen al Hijo de Dios o a Jesucristo; más bien, dice que conocen a Aquel que es desde el principio, que conocen a Cristo como Aquel que es eterno y existe desde antes. Este conocimiento depende de la experiencia, y no meramente del conocimiento doctrinal. Si queremos conocer a Cristo como Aquel que es eterno y existe desde antes, tenemos que experimentarle. El apóstol Juan no atribuyó esta característica requerida a los jóvenes. Fue a los padres que atribuyó dicha característica, la de conocer por experiencia a Aquel que es desde el principio.
Entre nosotros hay algunos padres, aquellos que han llegado a conocer al Señor por experiencia. Para conocer al Señor de esta manera, o sea, por experiencia, se requieren muchos años. Ésta es la característica de aquellos que pueden ser llamados “padres”. El criterio con el cual puede determinarse quién es un padre es el conocimiento del Señor, quien es Aquel que es eterno, un conocimiento que se tiene sólo por experiencia y que se adquiere a través de muchos años, durante toda la vida.
En el versículo 13 también se menciona una segunda categoría de creyentes: los jóvenes. Éstos son los creyentes que han crecido en la vida divina. Una característica de estos jóvenes crecidos y fuertes es que vencen al maligno. Esto es posible porque los jóvenes han sido nutridos, fortalecidos y sustentados con la palabra de Dios, la cual permanece y opera en ellos en contra del diablo, el mundo y las concupiscencias del mundo (vs. 14b-17).
Vencer al maligno es una clara evidencia de que un creyente ha crecido y se ha convertido en un joven. Puedo testificar que hoy en día en la vida de iglesia hay un grupo de jóvenes que vence al maligno y vence también las cosas malignas.
La tercera categoría de creyentes que Juan mencionó es la de los niños. Éstos son los creyentes que recientemente han recibido la vida divina. El apóstol los clasifica en el tercer grupo entre los destinatarios de su epístola.
Juan dice que los creyentes que son niños conocen al Padre. El Padre es el origen de la vida divina, de quien han renacido los creyentes (Jn. 1:12-13). Conocer al Padre es el resultado inicial de haber sido regenerados (Jn. 17:3, 6). Por lo tanto, tal conocimiento obtenido por experiencia durante la juventud de la vida divina, es la característica requerida básica de los que son niños, quienes son los más jóvenes según la clasificación de Juan.
Tal como en la vida humana un hijo conoce a su padre, asimismo en la vida divina los creyentes que son niños conocen a su Padre. El Nuevo Testamento nos dice que hemos recibido el Espíritu filial, con el cual clamamos: “Abba, Padre”. Todos los creyentes que son niños conocen a su Padre; conocen a Aquel que los engendró con la vida divina.
En el versículo 13 Juan dice: “Os escribo a vosotros, niños”. Aquí la palabra griega es egrapsa, he escrito; en otros manuscritos, es grafo, escribo. Aunqueegrapsa, según los manuscritos más recientes, es más auténtica, grafo, la cual se usa en la versión King James y en la New Translation [Nueva Traducción] de J. N. Darby, es más lógica de acuerdo con el contexto. En este versículo el apóstol dirige su escrito a cada una de las tres clases de destinatarios, siempre en tiempo presente. En los versículos siguientes, del 14 al 27, nuevamente se dirige a cada una de estas tres clases de personas, pero siempre en el tiempo aoristo (v. 14, a los padres y a los jóvenes, y el v. 26, cfr. v. 18, a los niños).
En el versículo 14 Juan añade: “Os he escrito a vosotros, padres, porque conocéis a Aquel que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno”. Aunque la palabra griega traducida “he escrito” está en el tiempo aoristo, no se puede deducir que el apóstol haya escrito alguna epístola previa a los mismos destinatarios; más bien, significa que él les repite lo que les acababa de escribir en el versículo anterior para fortalecer y desarrollar lo que ya había dicho. Al repetir ciertos asuntos, Juan estaba confirmando lo que ya había escrito.
En el versículo 14 Juan nuevamente se refiere a los padres como aquellos que conocen a Aquel que es desde el principio. Puesto que los padres han acumulado muchas experiencias, no se menciona que ellos sigan avanzando.
Con respecto a los jóvenes mencionados en el versículo 14 Juan no sólo dice que ellos han vencido al maligno, sino que también son fuertes y que la palabra de Dios permanece en ellos. Estas palabras, que finalizan con la frase permanece en vosotros, refuerzan las palabras habéis vencido, dirigidas en el versículo anterior a los jóvenes. Muchos de entre nosotros son jóvenes fuertes que han vencido al maligno y en quienes permanece la palabra de Dios. Por medio de la palabra de Dios, que permanece en ellos, son fortalecidos, nutridos, sustentados y vigorizados.
Hemos visto que en el versículo 13 Juan se dirige a los padres, a los jóvenes y a los niños, y que en el versículo 14 nuevamente se dirige a los padres y a los jóvenes. ¿Dónde se dirige Juan a los niños por segunda vez? En el versículo 18, que dice: “Niños, ya es la última hora; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora se han presentado muchos anticristos; por esto conocemos que es la última hora”. Aquí la expresión “Niños” se refiere a los niños mencionados en el versículo 13, quienes forman la tercera clase de destinatarios de esta epístola. En los versículos subsiguientes Juan prosigue a hablar acerca de la unción a los creyentes que son niños.
Hemos visto que en 2:12-27 Juan escribe acerca de la Trinidad Divina en el contexto del crecimiento de los creyentes en la vida divina. En primer lugar, él se dirige a todos los creyentes como hijitos suyos, aquellos cuyos pecados han sido perdonados por causa del nombre del Señor. Luego, Juan se dirige a los padres, quienes son maduros en la vida divina. Por medio de la unción divina, estos creyentes han conocido a Aquel que es desde el principio, es decir, al Cristo eterno que existe desde antes y que es el Verbo desde el principio. Los jóvenes son creyentes que han crecido en la vida divina. Por medio de la unción divina, ellos han vencido al maligno. Además, ellos son fuertes y la palabra de Dios permanece en ellos. Otra característica de los jóvenes es que no aman el mundo. Por su parte, los niños son los creyentes que recientemente han recibido la vida divina. Por medio de la unción divina, ellos han conocido al Padre. También han escuchado que el anticristo viene; sin embargo, tienen la unción del Santo y conocen todas las cosas.
Los padres, los jóvenes y los niños tienen diferentes grados de crecimiento en la vida divina. Juan clasifica a los creyentes según la edad espiritual de ellos, y no según otro criterio. Algunos son padres, y otros son jóvenes o niños. El uso de estos términos indica claramente que el apóstol Juan escribió en particular estos versículos basándose en el crecimiento en la vida divina.
El hecho de que los escritos de Juan estén basados en el crecimiento de los creyentes en la vida divina debiera ayudarnos a comprender que si hemos de entender la Trinidad, especialmente en la manera en que se presenta en este pasaje, debemos estar en el proceso de crecer en la vida divina. Eso significa que debemos estar en la línea de la vida. Si no estamos en la línea de la vida procurando crecer en la vida divina, no podremos entender nada con respecto a la Trinidad Divina.
Cuando el Dios Triuno, según se revela en este pasaje, es ministrado a creyentes que no están creciendo en la vida divina, ellos no entienden ni valoran nada de lo que escuchan. Pero cuando es ministrado a personas que buscan más del Señor y que están creciendo en la vida divina, ellas entienden lo que se les ministra y reciben ayuda. Aprecian la “música” que se “toca” respecto al Dios Triuno, y responden cuando hablamos acerca del Espíritu vivificante, compuesto y todo-inclusivo, quien es el Dios Triuno procesado. Pero los cristianos que no están en la línea de la vida ni están creciendo en la vida divina quizás se pregunten qué queremos decir con términos tales como todo-inclusivo, compuesto, vivificante y procesado. ¡Alabado sea el Señor porque tenemos al Espíritu vivificante, compuesto y todo-inclusivo, quien es el Dios Triuno procesado que vive, se mueve y opera en nosotros! Cuando escuchamos la melodía celestial en cuanto a este maravilloso Dios Triuno, nos regocijamos y nos sentimos muy contentos en el Señor.