Mensaje 22
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Lectura bíblica: 1 P. 3:1-6
En 1 Pedro 2:18-25 encontramos cinco asuntos importantes, los cuales son cinco aspectos de Cristo: la gracia, el modelo, el Salvador, el Pastor y el Guardián. Cristo es la gracia que está en nosotros y también es el modelo que marca nuestra dirección espiritual. Además, Cristo es también nuestro Salvador, nuestro Pastor y nuestro Guardián. Él nos salva, pastorea y cuida, y de este modo lleva a cabo una obra en tres aspectos con respecto a nosotros. Todos necesitamos esta triple obra de gracia que Cristo realiza a nuestro favor, es decir, necesitamos que Él nos salve, nos pastoree y vele por nuestra condición.
Pedro no escribió esta epístola meramente según el conocimiento doctrinal que tenía, sino según las ricas experiencias que había tenido de Cristo. Él experimentó a Cristo como la gracia y como el modelo, y también como el Salvador, el Pastor y el Guardián. Él experimentó la motivación ejercida por la vida divina dentro de él y también el hecho de que la expresión de dicha vida en su vivir llegara a ser algo agradable y aceptable delante de Dios y de los hombres. Como hemos dicho, cuando otros ven tal expresión en nuestro vivir, podrán decir: “Esto es gracia; algo que es digno de que se le dé gracias a Dios”.
En 2:21 Pedro dice: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un modelo, para que sigáis Sus pisadas”. El propio Cristo que es la gracia que reside en nosotros llegó a ser un modelo, el documento original, que ha de usarse en el proceso del fotocopiado espiritual. Como hemos señalado, por medio de este proceso, nosotros llegamos a una reproducción de Cristo.
En 2:24 encontramos un cuadro de Cristo como nuestro Salvador, y en el versículo 25 Pedro dice: “Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras almas”. Cristo murió a los pecados para que nosotros viviéramos a la justicia, es decir, para que viviéramos rectamente bajo el gobierno de Dios. Además, por la herida de Cristo, un sufrimiento que le causó la muerte, nosotros fuimos sanados de nuestra muerte, a fin de vivir en Su resurrección.
Ahora Cristo es para nosotros el Pastor y Guardián que se ocupa de nuestras almas. El pastoreo de Cristo no atiende principalmente las necesidades de nuestro cuerpo ni de nuestro espíritu, sino las de nuestra alma. No obstante, como el Pastor y Guardián, Cristo nos brinda Su cuidado desde nuestro espíritu; es decir, Él no nos pastorea ni nos cuida desde los cielos. Hoy nuestro Pastor y Guardián está en nuestro espíritu, pues Él mora en nosotros como Espíritu vivificante. El pastoreo y cuidado que Él ejerce sobre nosotros empieza primero en nuestro espíritu y luego se extiende a toda nuestra alma. Esto significa que partiendo desde nuestro espíritu, Cristo llega a las diferentes partes de nuestra alma —a la mente, a la parte emotiva y a la voluntad— y se hace cargo de todos nuestros problemas, necesidades y heridas. ¡Qué maravilloso! ¡Éste es nuestro Cristo!
En este mensaje llegamos al capítulo 3 de 1 Pedro, que es uno de los capítulos más difíciles de entender en toda la Biblia. Lo que hace que este capítulo sea tan difícil de entender es lo que Pedro dice respecto a la proclamación que Cristo hizo a los espíritus que estaban en prisión (vs. 19-20) y también lo que dice acerca del bautismo (vs. 20-21). A lo largo de los siglos ha habido mucha discusión sobre estos dos asuntos que Pedro trata en este capítulo. Incluso hasta el día de hoy continúa la discusión, ya que al parecer los problemas de interpretación no han sido resueltos. Además, ambos asuntos son muy profundos.
En 3:19 y 20 Pedro nos dice algo acerca de la muerte de Cristo que Pablo no aborda en sus escritos. Como sabemos, Pablo tiene mucho que decir respecto a la muerte todo-inclusiva de Cristo; sin embargo, hay un aspecto de la muerte de Cristo que él no menciona en sus epístolas. Esto no significa que Pablo desconociera este aspecto. No me atrevería a decir esto de Pablo, pues la revelación que él recibió era universal y completa. Él conocía las cosas de la tierra y, según 2 Corintios 12, fue llevado al tercer cielo y también al Hades, al Paraíso. Por consiguiente, Pablo tenía una visión completa de las tres secciones del universo: el cielo, la tierra y la región que está debajo de la tierra. Pero, por alguna razón, él no menciona en sus escritos la proclamación que Cristo hizo a los espíritus que estaban en prisión.
De igual manera, Pablo en sus epístolas enseña mucho acerca del bautismo. Pero Pedro, en 3:20-21, habla del bautismo de manera excelente, expresando cosas que no se encuentran en las epístolas de Pablo.
Más adelante en otro mensaje estudiaremos lo que Pedro dice en cuanto a la proclamación que Cristo hizo a los espíritus que estaban en prisión, y lo que dice acerca del bautismo. Ese mensaje marcará un verdadero hito en el estudio-vida de 1 Pedro. En este mensaje y en el siguiente estudiaremos 3:1-13.
Los versículos del 1 al 13 del tercer capítulo de 1 Pedro también forman parte de la sección que nos habla de llevar una excelente manera de vivir ante todos los hombres en todo asunto (2:11—3:13). En esta sección ya hemos hablado del vivir que llevan los creyentes como peregrinos entre los gentiles (2:11-12), y vimos también que los creyentes deben someterse a toda institución humana (vs. 13-17), que los criados deben estar sujetos a sus amos (vs. 18-20) y que Cristo es un modelo para nosotros (vs. 21-25). Ahora, en 3:1-7 Pedro se centra en la vida matrimonial, y en 3:8-13 en la vida cotidiana.
En Efesios 5 Pablo hace una exhortación relacionada con la vida matrimonial, la cual conocen muy bien todos aquellos que han leído el Nuevo Testamento. Pero lo que Pedro escribe en cuanto a la vida matrimonial en 3:1-7 también contiene unos elementos muy buenos; de hecho, allí se nos presenta un asunto de suma importancia. Lo más sobresaliente es lo que Pedro dice en cuanto a que el marido y la mujer son “coherederos de la gracia de la vida”. Pablo en ninguno de sus escritos nos habla de la gracia de la vida, mucho menos de que los casados son coherederos de la gracia de la vida. En cambio en 3:7 Pedro dice: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. Pedro quería que los maridos y sus esposas se percataran de que eran conjuntamente herederos, no de propiedades o posesiones materiales, sino de la gracia de la vida.
Tal vez ustedes tengan muchos años de ser cristianos y, a pesar de ello, no entiendan en absoluto lo que Pedro quiere decir cuando habla de la gracia de la vida. Quizás algunos ni siquiera sepan que existe tal expresión en el Nuevo Testamento. Los cristianos están familiarizados con expresiones como la gracia de la salvación o la gracia del perdón. De hecho, ni siquiera se requiere leer la Biblia para tener el concepto de la gracia del perdón. Pero la frase, “la gracia de la vida”, es una expresión única en la Biblia. El problema es que cuando leemos esta frase, es posible que nuestra mente esté velada, o no le prestemos la debida atención. Por la misericordia del Señor, queremos recalcar debidamente este asunto para que todos podamos apreciarlo. Espero que todos veamos el maravilloso asunto de la gracia de la vida. La gracia de la vida es algo muy real y concreto que podemos heredar. No es simplemente un favor inmerecido, sino una propiedad sólida, concreta y espiritual que puede heredar el marido y la mujer. ¡Aleluya por la gracia de la vida!
Como ya hemos visto, Pedro en esta epístola tiene mucho que decirnos acerca de la gracia. En 1:2 él dice: “Gracia y paz os sean multiplicadas”. Pedro no simplemente deseaba que la gracia fuera con los santos, sino que la gracia les fuera multiplicada. Es basado en este pensamiento que Pedro habla en 4:10 acerca de la multiforme gracia: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros como buenos mayordomos de la multiforme gracia de Dios”. Todos debemos ser buenos mayordomos de la multiforme gracia, la cual se presenta en diferentes aspectos y categorías. Luego, en 5:10 Pedro habla del Dios de toda gracia. Por lo tanto, en 1 Pedro encontramos cuatro expresiones únicas relacionadas con la gracia: la gracia multiplicada, la gracia de la vida, la multiforme gracia y toda gracia. Aunque Pablo tiene mucho que decirnos acerca de la gracia, él no usa expresiones tan especiales como las que usa Pedro en su primera epístola. Yo valoro muchísimo lo que Pedro dice en este libro en cuanto a la gracia y, en particular, lo que dice acerca de la gracia de la vida.
Examinemos ahora 3:1-7, versículo por versículo. El versículo 1 dice: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros propios maridos; para que aun si algunos no obedecen la palabra, sean ganados sin la palabra por la conducta de sus esposas”. La palabra asimismo hace referencia a la sujeción de los criados para con sus amos, lo cual se menciona en 2:18. Por tanto, así como los criados deben estar sujetos a sus amos, de la misma manera las mujeres deben someterse a sus propios maridos. Estas palabras ciertamente son contrarias a lo que recalca el llamado movimiento de la liberación femenina. Este movimiento es contrario a la Biblia, ya que se opone a lo que Dios ordenó en Su creación con respecto al varón y a la mujer. Usando la expresión de Pedro (3:7), Dios creó a la mujer como un vaso más frágil. ¿Qué país emplearía a la mujer como la principal fuerza de combate del ejército? Las mujeres son más frágiles tanto física como psicológicamente. Es por eso que ellas derraman lágrimas con facilidad, lo cual a menudo es una señal de fragilidad. Además, las mujeres fácilmente se turban en su mente y en sus emociones. Todas éstas son señales que indican que la mujer es un vaso más frágil.
Al igual que Pedro, Pablo también enseña la sumisión de las mujeres para con sus maridos. Sin embargo, a diferencia de Pedro, él no nos dice que las mujeres son vasos más frágiles. Pedro una vez más usa una expresión particular al indicar que las mujeres son vasos más frágiles.
En el versículo 1 Pedro exhorta a las mujeres a que estén sujetas a sus propios maridos. Pablo también hizo esta exhortación. Al parecer, a algunas mujeres se les hace más fácil sujetarse al marido de otra mujer, que a su propio marido. Asimismo, valoran más el marido de otras mujeres que el suyo. Incluso en la vida de iglesia, a las hermanas se les hace más fácil sujetarse a cualquier otro hermano que no sea su marido. Esto se debe a que las mujeres, por el tiempo que han convivido con sus esposos, conocen todos sus defectos y fallas, mas no conocen los defectos ni las fallas de otros. Ésta es la razón por la cual ellas aprecian a otros hermanos más que a sus propios maridos.
Una vez que una hermana llega a conocer los defectos y fallas de su marido, es posible que se sienta engañada. Después de haber pensado que su marido era casi perfecto, ella empieza a preguntarse si habrá cometido un error al haberse casado con él. En el mundo, cuando las esposas llegan a este punto, el resultado, por lo general, es el divorcio. Pero por la gracia del Señor, las mujeres cristianas deben sujetarse a sus propios maridos.
Pablo dice que los maridos deben amar a sus propias mujeres. Sin embargo, Pedro, al hablar sobre la vida matrimonial, él no exhorta a los maridos a amar a sus propias mujeres, sino que primero exhorta a las esposas a que estén sujetas a sus propios maridos. Luego, les encarga a los maridos que vivan con sus mujeres sabiamente (v. 7).
En el versículo 1 Pedro dice a las mujeres que si ellas se sujetan a sus propios maridos, los maridos serán ganados sin la palabra por la conducta de sus esposas. El término palabra se refiere aquí a la palabra de Dios (1 P. 1:23, 25; Ro. 10:8; Ef. 1:13). Un marido puede ser ganado por la conducta ejemplar de su esposa. Hermanas, ninguna otra persona puede ganar a sus maridos con su conducta mejor que ustedes. Ustedes deben vivir de tal manera que sus maridos se sientan motivados a seguirlas. Si él desobedece a la palabra, será ganado por la conducta suya, y no por la predicación.
En el versículo 2 Pedro dice además: “Viendo con sus propios ojos vuestra conducta pura en temor”. La palabra griega traducida pura también significa “casta”. En el griego, éste es un término derivado de la misma raíz de la palabra santas del versículo 5 y santo en 1:15. Así que la manera de vivir pura y casta debe de ser la santa manera de vivir, la excelente manera de vivir (2:12) y la buena conducta (3:16). Aquí Pedro nos dice que los maridos verán la conducta pura de sus esposas.
La frase “en temor” modifica a la frase “vuestra conducta pura”. La palabra temor, según se usa en este versículo, denota un temor santo (véase Filipenses 2:12). Ésta es una advertencia sana y seria que nos anima a conducirnos de manera santa. Esta clase de temor se menciona varias veces en esta epístola porque lo que Pedro nos enseña en ella tiene que ver con el gobierno de Dios. La conducta pura de una hermana casada debe ir acompañada de un temor santo y piadoso.
El versículo 3 dice: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos”. Dios dispuso que el cabello de las mujeres fuera la gloria de ellas y una señal de sumisión (1 Co. 11:15; Cnt. 4:1; 6:5; 7:5). Sin embargo, muchas mujeres, especialmente las que llevaban la vida lujosa y corrupto característica del Imperio Romano en los tiempos en que se escribió esta epístola, se arreglaban el cabello indebidamente para embellecer su carne llena de concupiscencias, adornándolo de forma extravagante con oro y otros artículos costosos. Las esposas cristianas, como mujeres santas, deben abstenerse totalmente de esta práctica, la cual Dios condena.
Hace muchos años, una joven empezó a asistir a las reuniones de la iglesia en Chifú. Ella era una estudiante de derecho; era muy inteligente y le gustaba estar a la moda. La primera vez que ella asistió a una de nuestras reuniones, vino con el cabello peinado como una torre alta. Sin embargo, noté que después de algún tiempo de estar viniendo a las reuniones, la torre empezó a bajar cada vez más. Finalmente, después de asistir a algunas reuniones más, la torre desapareció por completo. La joven se arrepintió y fue salva, y el Señor le habló con respecto a la manera en que se arreglaba el cabello.
En el versículo 4 Pedro añade: “Sino el del hombre interior escondido en el corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu manso y sosegado, que es de gran valor delante de Dios”. El hombre interior escondido en el corazón es un espíritu manso y sosegado. Nuestro corazón está compuesto por todas las partes de nuestra alma —la mente, la parte emotiva y la voluntad— y de la parte principal de nuestro espíritu: la conciencia (He. 4:12). Nuestro espíritu está en el centro de todo esto, y es por ello que es el hombre interior escondido en nuestro corazón. El hombre escondido en el corazón se menciona aquí en contraste con el atavío externo de peinados ostentosos, de adornos y de vestidos, de lo cual se habla en el versículo 3; y el espíritu manso y sosegado está en contraste con el cabello, el oro y los vestidos. El atavío que las esposas deben tener delante Dios debe ser el de su ser interior: el hombre escondido en su corazón, que es su espíritu manso y sosegado. Éste es el incorruptible ornato que está en contraste con el cabello, el oro y los vestidos, todo lo cual es corruptible. Éste es el ornato espiritual que es de gran valor delante de Dios.
Pablo en ninguno de sus escritos usa la expresión “el hombre escondido en el corazón”. ¿Cuál es este hombre escondido en el corazón? Es un espíritu manso y sosegado. Un espíritu que ha llegado a ser manso y sosegado es el atavío que deben poseer todas las esposas cristianas.
No hay duda de que Pedro escribió esta epístola conforme a su experiencia y también según su observación. Tal vez él usó las palabras manso y sosegado porque sabía que a menudo el espíritu de las esposas cristianas no es ni manso ni sosegado.
Siempre que nos enojamos y perdemos la paciencia, se altera nuestra parte emotiva. Este tipo de alteración afecta nuestro espíritu. Es por ello que nos es fácil liberar nuestro espíritu cuando nos enojamos. Cuando una persona se enoja, es cuando verdaderamente libera su espíritu. Lo que comúnmente llamamos “liberar el espíritu” no es algo genuino la mayoría de las veces. Es cuando una persona pierde la paciencia por completo que podemos percibir fácilmente lo que es liberar el espíritu. Es en esos momentos cuando se hace manifiesto su espíritu. Sin embargo, es probable el espíritu que se manifieste no sea un espíritu manso ni sosegado.
A menudo el espíritu de las esposas cristianas no es manso. Hermanas, cuando ustedes discuten con sus maridos, ¿tienen un espíritu manso y sosegado? El que las esposas discutan con sus maridos es un fenómeno muy común y universal. Por ejemplo, es posible que el marido proponga hacer algo, y que la esposa no esté de acuerdo. El marido quiere ir en cierta dirección, y la esposa quiere ir en la dirección opuesta. Tales desacuerdos los llevan a discutir.
Como una persona anciana que tiene mucha experiencia en la vida humana, puedo testificar que el hecho de que la mujer discuta con su marido es una señal de rebelión. De manera subconsciente, ella tiene en lo más profundo de su ser un espíritu rebelde. Debido a que ella tiene un espíritu rebelde, rehúsa sujetarse a su marido. Si una esposa estuviera dispuesta a sujetarse a su marido, ¿por qué habría de discutir con él? Quizás ella piense que conoce mejor la situación y que es capaz de prever los problemas. Con todo, no hay necesidad alguna de que ella discuta.
Una importante lección que las esposas deben aprender es la de no discutir ni altercar con sus esposos. Las hermanas deben comprender que cada vez que ellas discuten con sus maridos, no exhiben un espíritu manso y sosegado. Sin embargo, si como esposas cristianas, las hermanas conservan un espíritu manso y sosegado, ellas no se enojarán ni tendrán altercados con su marido. Pedro, conociendo la vida matrimonial por experiencia y por observación, encargó a las mujeres que se ataviaran con un espíritu manso y sosegado.
Como hemos señalado, este espíritu manso y sosegado es el hombre escondido en el corazón. Nosotros los creyentes, de hecho, tenemos dos hombres. El primero está en nuestra alma con nuestro cuerpo; éste es el hombre exterior. El otro es el hombre escondido en el centro de nuestro corazón. El hecho de que el hombre escondido en el corazón sea un espíritu manso y sosegado indica que nuestro espíritu es el núcleo de nuestro ser, que está escondido en el centro de nuestro corazón, el cual se compone de la mente, la parte emotiva, la voluntad y la conciencia. Nuestro espíritu, por tanto, está rodeado de la mente, la parte emotiva y la voluntad. Si nuestro espíritu es manso y sosegado, éste afectará nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Sin duda alguna, si nuestro espíritu es manso, nuestra mente, parte emotiva y voluntad también serán mansas. Y si somos mansos, también podremos ser personas sosegadas. Un espíritu manso y sosegado es un hermoso atavío delante de Dios.
Lo que se nos dice en 3:1-6 no es simplemente una enseñanza o razonamiento humano, sino, más bien, un cuadro de lo que Dios estableció en cuanto al varón y a la mujer. Ni siquiera nuestra experiencia de la regeneración hace que cambie lo que Dios ha establecido. Hoy en la vida de iglesia Dios sigue guardando el orden que Él estableció en Su creación. Dios estableció que las mujeres se sujetaran a sus maridos. Además, como hemos visto, el atavío de una mujer no debe ser “el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos, sino el del hombre interior escondido en el corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu manso y sosegado, que es de gran valor delante de Dios”.
En los versículos 5 y 6 Pedro dice: “Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus propios maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin amedrentaros por ningún terror”. Las hermanas deben ser las “Saras” de hoy. Sin embargo, es posible que muchos hermanos casados se sientan incómodos con lo que Pedro dice en el versículo 6; quizás piensen que no son dignos de que sus esposas los llamen así. Esto se debe a que la situación de nuestros días no se conforma a la Biblia en lo más mínimo.
Al final del versículo 6 Pedro les dice a las esposas que hagan el bien y que no se amedrenten por ningún terror, es decir, que no tengan susto ni agitación nerviosa.
En este mensaje hemos examinado las palabras que Pedro dirigió a las esposas (3:1-6). En el siguiente mensaje veremos lo que Pedro dice a los maridos (v. 7) y también lo que dice acerca de la vida cotidiana.