Mensaje 17
Lectura bíblica: 2 R. 13; 2 R. 14
En este mensaje estudiaremos los reinados de Joacaz, Joás y Joram sobre Israel y el reinado de Amasías sobre Judá.
Joacaz, hijo de Jehú, comenzó a reinar en el año veintitrés de Joás, y reinó diecisiete años (13:1).
Joacaz hizo lo malo ante Jehová y siguió en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, con los cuales hizo pecar a Israel. Joacaz no se apartó de ellos (v. 2).
El enojo de Jehová se encendió contra Israel y El los entregó en manos de Hazael rey de Siria y de su hijo Ben-adad por mucho tiempo. Ellos destruyeron a Israel dejándolo como el polvo para la trilla; no dejaron a Joacaz más de cincuenta jinetes, diez carros y diez mil hombres de a pie (vs. 3, 7, 22-24).
Joacaz oró en presencia de Jehová, y Jehová le dio a Israel un salvador. Con todo y eso, no se apartaron de los pecados de la casa de Jeroboam, sino que en ellos anduvieron y mantuvieron la imagen de Asera en Samaria (vs. 4-6).
Joacaz durmió con sus padres y fue sepultado en Samaria (vs. 8-9a).
Joacaz empezó a reinar en el año treinta y siete de Joás rey de Judá, y reinó dieciséis años en Samaria (vs. 9b-10).
Joacaz hizo lo malo a los ojos de Jehová y no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, con los cuales hizo pecar a Israel, sino que anduvo en ellos (v. 11).
Los versículos 14-21 narran el fin glorioso de la vida y ministerio de Eliseo. Eliseo fue un tipo maravilloso de Cristo.
Eliseo realizó milagros de sanidad divina a favor de otros, pero, conforme a la voluntad de Dios, él mismo no fue sanado por un milagro (v. 14a).
Eliseo fue reconocido por Joás rey de Israel como los carros y gente de a caballo de Israel (v. 14b). Esto significa que se le reconoció como la defensa nacional de Israel.
Eliseo profetizó a Joás por medio de la parábola del arco y las saetas, según la cual Joás derrotaría a los sirios y los consumiría tres veces (vs. 15-19).
Eliseo murió en cuerpo pero siguió ministrando en el espíritu y revivió a un muerto (vs. 20-21). Cuando él murió, su cuerpo fue sepultado. Un día, un hombre murió y su cadáver fue arrojado en el sepulcro de Eliseo. Cuando el cuerpo de este hombre tocó los huesos de Eliseo, el hombre revivió. Aun después de muerto, Eliseo pudo vivificar a la gente. Este es un cuadro del Cristo que opera en resurrección. Todo aquel que lo toca es vivificado. D. L. Moody dijo una vez que el milagro más grande es la regeneración. La regeneración se produce cuando las personas que están muertas espiritualmente tocan al Cristo que murió y resucitó. Todo aquel que toca a este Cristo es regenerado, vivificado. Puedo testificar que hace sesenta y nueve años le toqué y fui vivificado y llegué a ser una persona totalmente distinta. Desde aquel momento, la vida vivificante de Cristo me ha guardado en Su mano.
Con su triple victoria sobre los sirios, Joás recobró las ciudades de mano de Ben-adad, las cuales éste había arrebatado en tiempos de guerra, de mano de Joacaz (v. 25).
Joacaz durmió con sus padres y fue sepultado en Samaria con los reyes de Israel. Le sucedió al trono su hijo Jeroboam (vs. 12-13; 14:15-16).
Amasías, el hijo de Joás rey de Judá, empezó a reinar en el segundo año de Joás hijo de Joacaz rey de Israel, a la edad de veinticinco años, y reinó veintinueve años en Jerusalén (14:1-2).
Amasías hizo lo recto ante Jehová, conforme a todo lo que había hecho Joás su padre, aunque no como David su padre. Sin embargo, los lugares altos no fueron derribados, y el pueblo siguió sacrificando y quemando incienso ahí (vs. 3-4).
Cuando hubo afirmado su reino, Amasías mató a los siervos que habían dado muerte a su padre, el rey (v. 5). Sin embargo, no mató a los hijos de los asesinos, conforme a lo que está escrito en el libro de la ley (v. 6).
Amasías dio muerte a diez mil edomitas en el Valle de la Sal, y tomó a Sela (v. 7).
Amasías luchó contra Joacaz rey de Israel, y fue derrotado y capturado por Joás. Joás vino a Jerusalén, derribó el muro y tomó todo el oro, la plata, los utensilios de la casa de Jehová y los tesoros de la casa del rey, y tomó consigo rehenes y los llevó a Samaria (vs. 8-14).
Amasías sobrevivió a Joás rey de Israel (vs. 17-18).
El pueblo en Jerusalén conspiró contra Amasías, y él huyó a Laquis, pero enviaron hombres tras él y lo mataron allí (v. 19).
Amasías fue traído sobre caballos y sepultado en Jerusalén con sus padres, en la ciudad de David; y todo el pueblo de Judá, tomando a Azarías, quien tenía dieciséis años, lo hizo rey en lugar de Amasías su padre (vs. 20-21).
Jeroboam, hijo de Joás rey de Israel, empezó a reinar en Samaria en el año quince de Amasías rey de Judá, y reinó cuarenta y un años en Samaria (v. 23).
Jeroboam hizo lo malo ante Jehová, no apartándose de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, con los cuales hizo pecar a Israel (v. 24).
Jeroboam restauró los límites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar de Arabá, conforme a la palabra de Jehová, la cual El habló por boca de su siervo Jonás. Jehová había visto la amarga aflicción de Israel, porque no había ni siervo ni libre ni quien ayudara a Israel, y El no había determinado raer el nombre de Israel de debajo del cielo; por tanto, los salvó por mano de Jeroboam (vs. 25-27).
Jeroboam durmió con sus padres, los reyes de Israel, y su hijo Zacarías le sucedió al trono (vs. 28-29).
A estas alturas me gustaría decir algo acerca de la relación entre la historia del Antiguo Testamento y el cumplimiento de la economía de Dios en el Nuevo Testamento. La historia antiguotestamentaria es un tipo y su cumplimiento se encuentra en el Nuevo Testamento.
Con respecto a esto, debemos ver que los libros proféticos van a la par de la historia de Israel. Por ejemplo, Isaías ayudó a Ezequías. En Isaías tenemos dos versículos sobresalientes. El primero es Isaías 7:14, que dice: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. Emanuel significa “Dios con nosotros”. Esto habla de que el Dios Triuno vendría a ser un niño. Al mismo tiempo que Isaías fortaleció y ayudó a los reyes de Israel, profetizó que el Dios de Israel vendría a ser un niño nacido de una virgen.
El otro versículo es Isaías 9:6, que lee: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”. Este versículo da a entender que Dios se haría hombre con el propósito de llevar a cabo Su economía, que consiste en hacer al hombre Dios en vida y naturaleza (mas sin ser objeto de adoración). Se encarnó con el fin de hacer al hombre Dios en vida y naturaleza, mediante el proceso de encarnación, vivir humano, crucifixión, muerte y resurrección. En la resurrección, El, el postrer Adán en la carne, fue hecho Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Este Espíritu es el Dios que se hizo hombre, llevó en la tierra una vida humana durante treinta y tres años y medio, murió en la cruz y entró en la resurrección, en la cual fue hecho Espíritu vivificante.
El es una persona maravillosa. Primero, El era Dios, y luego se hizo un niño. Como resultado de esto, ya no era solamente Dios, sino un Dios-hombre en la carne. Pablo le llama: “el postrer Adán”, que implica que El es la conclusión de la humanidad. Como postrer Adán en la carne, El fue hecho el Espíritu vivificante en resurrección. Jesucristo, quien lo es todo, es el Espíritu vivificante que nos regeneró, es el Dios que está en nosotros y que no sólo mora en nosotros, sino también se forja en nuestro ser para constituirnos Su morada. Aquellos que creemos en Cristo, ahora debemos vivir, actuar y centrar nuestro ser en este Espíritu y configurarnos a El (Ro. 8:4; Gá. 5:25; Col. 2:6).
Mediante estos pasos, que conforman el proceso de transformación (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18), Dios nos transforma en El mismo en vida y naturaleza. Incluso el Señor Jesús pasó por un proceso de transformación. Su humanidad se transformó en divinidad mediante Su muerte y Su resurrección. Y nuestra transformación supone los mismos pasos. El Señor Jesús pasó por la muerte y la resurrección en menos de tres días, pero nuestra transformación dura toda la vida. Todos seremos transformados, ya sea en esta era o en la próxima.
Dios está haciendo de nosotros Sus redimidos, El mismo en vida y naturaleza. Nos está haciendo Su agrandamiento y Su expresión al transformarnos con un elemento orgánico, que es El mismo como vida. Esto significa que el Dios Triuno nos transforma con el elemento de Su vida, la vida divina. Hoy la vida divina es el Espíritu vivificante.
A fin de ser verdaderos creyentes, no es necesario que nos ocupemos de tantas cosas; lo único que debe ocupar nuestra atención es vivir, andar y centrar nuestro ser en el Espíritu y configurarnos a El. El Espíritu que lo es todo, el cual contiene todo lo que Cristo es, todo lo que logró y todo lo que obtuvo, está mezclado con nuestro espíritu regenerado. Simplemente debemos vivir y andar conforme al espíritu mezclado.