Mensaje 3
(1)
Lectura bíblica: 1 R. 2:12-45; 3:1-28
Los mensajes que desarrollaremos de 1 y 2 Reyes no se centrarán en los hechos históricos, sino en la revelación intrínseca contenida en estos libros. Para conocer los eventos históricos basta simplemente la lectura de estos libros, pero si buscamos captar la revelación intrínseca implícita en la Palabra santa, necesitamos un espíritu de sabiduría y de revelación (Ef. 1:17). El espíritu de revelación nos capacita para ver el contenido intrínseco de la Palabra santa, y el espíritu de sabiduría, para entenderlo, interpretarlo e incluso para presentarlo a los demás.
En este mensaje veremos el reinado de Salomón. Los que conocen la Biblia e incluso la gente del mundo, tienen a Salomón en alta estima, y en cierto sentido, yo también lo aprecio. Pero en otro sentido, al ver la revelación intrínseca en las Escrituras, siento lástima por él, ya que experimentó un terrible fracaso. El fue un rey tan sabio que todas las naciones venían a escuchar sus palabras de sabiduría. Por tanto, su reino tuvo un tiempo de gloria y esplendor. Sin embargo, Salomón amó a muchas mujeres extranjeras; llegó a tener setecientas esposas y trescientas concubinas, a las cuales les edificó lugares altos para que adoraran a sus ídolos (1 R. 11:1-8). Tales acciones, que van más allá de nuestra comprensión, propiciaron que el pueblo de Dios perdiera la buena tierra.
Salomón reinó en Jerusalén por cuarenta años, desde 1015 hasta 975 a. de C. (2:12—11:42).
Salomón fue engendrado por el rey David (2 S. 12:24).
Salomón nació de Betsabé, esposa de Urías heteo, por lo que se deduce que probablemente ella misma era hetea (Mt. 1:6b), una mujer gentil.
Salomón tuvo un origen muy pecaminoso; con todo, Dios lo perdonó (2 S. 11:1—12:15a).
Salomón tenía dos nombres. El primero se lo dio David, y era Salomón, que significa “apacible” o “pacifico” (12:24a), e indica que David anhelaba la paz, aunque de hecho nunca la tuvo. En la historia de la humanidad es difícil encontrar un caso como el David, en el cual su propio hijo se rebeló contra él. Esto muestra la disciplina que Dios ejerció sobre David. Por una parte, Dios lo perdonó, y por otra, lo disciplinó, lo castigó conforme a Su justicia gubernamental.
El segundo nombre se lo dio Dios, y era Jedidías, que significa “amado de Jehová” (v. 25). Por una parte, Dios es justo en cuanto a Sus juicios gubernamentales; pero por otra parte, El ama, es misericordioso, lleno de bondad, gracia y perdón. El segundo nombre de Salomón indica que Dios lo amaba.
En 1 Reyes 1:32-48 se narra la manera en que Salomón fue hecho rey.
Salomón fue hecho rey mediante la ordenación legítima de su padre, el rey David (vs. 32-37). En cuanto a Salomón, David declaró: “Después iréis vosotros detrás de él, y vendrá y se sentará en mi trono, y él reinará por mí; porque a él he escogido para que sea príncipe sobre Israel y sobre Judá (v. 35).
Los que oficialmente proclamaron rey a Salomón fueron el sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benaía el capitán del ejército (vs. 38-39).
La investidura regia de Salomón fue aceptada públicamente por el pueblo (vs. 40-47a).
Finalmente, su padre David bendijo la entronización de Salomón ofreciendo adoración a Dios, y dijo: “Bendito sea Jehová Dios de Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono, viéndolo mis ojos” (v. 48).
En 2:12-46 vemos que Salomón acabó con la rebelión y estableció su reino.
Adonías intentó usurpar el trono de David, pero fue sometido y después perdonado por Salomón (1:5-10, 41-53). Pasado algún tiempo, él pidió a Salomón que le diera cierta mujer por esposa, y Salomón lo rechazó y lo sentenció a muerte (2:13-24). Salomón aprovechó esa oportunidad para acabar con la vida de Adonías.
Por haberse Abiatar unido a la rebelión de Adonías, Salomón lo destituyó del sacerdocio (vs. 26-27).
Según los versículos 28-34, Salomón sentenció a muerte a Joab. Este era el capitán del ejército, quien ayudó a Adonías en su intento por usurpar el trono de David, y que también había dado muerte a dos capitanes inocentes: Abner y Amasa (1:7; 2:32). Así que, Salomón ejecutó a Joab conforme al mandato de David su padre (vs. 5-6, 28-34).
Luego, Salomón reemplazó al capitán del ejército y al sumo sacerdote, favoreciendo a la familia de David, pues puso a Benaía como capitán del ejército en lugar de Joab, y a Sadoc como sumo sacerdote en lugar de Abiatar (v. 35).
Finalmente, Salomón acabó con los factores que provocaron la rebelión, sentenciando a muerte a Simei (vs. 36-46a). Simei maldijo a David cuando éste escapaba de la rebelión de su hijo Absalón (2 S. 16:5-13). Más tarde, Simei se arrepintió ante David cuando éste puso fin a la rebelión de Absalón, y David le perdonó (19:16-23). Salomón hizo con él según el mandato que había recibido de David su padre (8-9, 1 R. 2:36-38). Simei violó el juramento que hizo a Salomón, y éste le dio muerte (vs. 39-46a).
Después de acabar con todos los factores de rebelión, Salomón confirmó su trono. Así que, el reino fue confirmado en la mano de Salomón (vs. 46b, 12).
Salomón se casó con la hija del rey de Egipto (3:1). Al hacer esto, siguió el ejemplo de su padre, pues se entregó a la concupiscencia con el fin de tener una esposa gentil.
Esto eliminó la separación entre el pueblo santo de Dios y el pueblo del cosmos satánico, el mundo maligno.
Al casarse con la hija del rey de Egipto, Salomón no se dejó regir ni restringir por la ley de Dios. En Exodo 34:16, Deuteronomio 7:3 y Josué 23:12 Dios mandó a Israel que no se casara con los gentiles, porque los gentiles les incitarían a adorar ídolos, pero Salomón quebrantó públicamente esta ordenanza de Dios.
En esto, Salomón desobedeció a Dios y no cumplió Su economía, la cual incluía erradicar de la buena tierra a todos los gentiles, quienes eran adoradores de ídolos. Así que, era ilógico que Salomón se casara con la hija de un rey gentil.
El casamiento de Salomón con una egipcia era una señal de su entrega a la lujuria carnal.
El matrimonio de Salomón con una egipcia también puso el fundamento de su futura corrupción y ruina.
Un aspecto muy positivo de Salomón era que él buscaba a Dios (1 R. 3:2-4). El amó a Jehová y anduvo en los estatutos de David su padre (v. 3a).
Por una parte, Salomón buscaba a Dios, y por otra, ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares altos (vs. 3b-4; cfr. Dt. 12:5-14). En el Antiguo Testamento “lugares altos” es una expresión negativa, pues se refería a los lugares donde los gentiles, los cananitas, adoraban a sus ídolos. En este asunto, Salomón fue insensato y le faltó visión.
En 1 Reyes 3:5-15 vemos que Salomón buscaba sabiduría.
Jehová se le aparece a Salomón en un sueño y promete darle todo lo que pidiera (v. 5).
Salomón pidió a Jehová que le diera sabiduría y un corazón entendido para juzgar al pueblo de Dios (vs. 6-9). La sabiduría tiene que ver con nuestro espíritu, mientras que el entendimiento, con nuestra mente. La expresión “un corazón entendido” (v. 9) se refiere a una comprensión mental, pues la mente es la parte principal del corazón. A menudo tenemos sabiduría en nuestro espíritu, pero carecemos de capacidad mental para entender. Así que, necesitamos la sabiduría que nos da Dios en nuestro espíritu, y el entendimiento que El nos da en la mente.
Salomón no pidió prosperidad ni longevidad sino sabiduría para saber cómo comportarse entre el pueblo de Dios para el beneficio del reino de Dios. La petición de Salomón agradó a Dios, y Dios prometió darle un corazón sabio y entendido (vs. 10-12); y además, le dijo que le daría riquezas, gloria y longevidad, cosas que él no había pedido (vs. 13-14).
Por medio del sueño en el que Dios se le apareció, Salomón entendió dónde debía ofrecerle sacrificios a Dios. Y él lo hizo así al regresar a Jerusalén, donde organizó una fiesta para todos sus siervos (v. 15).
En los versículos 16-28, Salomón juzgó el caso de dos rameras que altercaban sobre quién era la madre de un hijo (vs. 16-22). Salomón decidió cortar al hijo en dos pedazos y darles la mitad a cada una (vs. 23-25). Con esta sentencia quedó claro quién era la verdadera madre y quién no lo era (vs. 26-27). Este juicio tan sabio convenció a todo Israel e hizo que respetaran a Salomón, pues se comprobó que la sabiduría de Dios estaba con él (v. 28).
Salomón llegó a ser un hombre muy sabio y entendido; pero por haber tomado muchas mujeres paganas, por haber adorado a los ídolos de ellas y establecido lugares altos para que la gente los adorara, perdió la sabiduría y el entendimiento que Dios le había dado, se hizo insensato y perjudicó su reino.
Esta historia muestra que Dios disciplina a Su pueblo de manera estricta y detallada. No debemos olvidar que todo lo que hacemos es una semilla que un día tendrá un resultado, una consecuencia. Inclusive la menor negligencia produce un resultado. Así que, debemos aprender a temer Dios.
Es cierto que Dios ama y está lleno de gracia y perdón, pero El también es el Dios justo, y lo es de una manera precisa. Si no actuamos como El desea, no podrá hacer Su hogar en nuestro corazón. Nuestras acciones y comportamiento afectan nuestra relación con Dios. Por consiguiente, debemos tener mucho cuidado de cómo nos conducimos. Debemos aprender la lección de no hablar descuidadamente ni decir palabras ociosas. Tengamos presente que estamos en las manos de Dios, incluso en El mismo, y El nos disciplinará si lo merecemos. Así que, debemos ser cuidadosos aun en las pequeñeces.
Puesto que los reyes hicieron lo malo, perdieron el disfrute de la buena tierra. Hoy nosotros también somos reyes, que reinan con Cristo, y nuestras intenciones, deseos, carácter, hábitos y conducta afectan el disfrute que tenemos de El. Perder el deleite de Cristo equivale a perder el disfrute especial que tenemos de El, y esto hará que perdamos el reinado. Así que, debemos ser cuidadosos, aun en lo más insignificante. En todo lo que hacemos debemos andar conforme al espíritu (Ro. 8:4).