Mensaje 8
Lectura bíblica: 1 R. 11:9-13, 29-37; 12:1-33; 13:1-34; 14:1-31a
Hay varias maneras de entender la Biblia. El hermano Nee dijo que cada quien entiende la Biblia según la clase de persona que sea. Cada denominación y cada grupo tiene su propia manera de entender las Escrituras. Los Pentecostales las entienden a su manera; las interpretan sin regirse por ningún principio. Los católicos conocen la Biblia según las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana. Los que hacen énfasis en la vida interior también tienen su propia manera de entender la Biblia. Hace cincuenta años, al hermano Nee y a mí nos parecía que las enseñanzas de las Asambleas de los Hermanos eran las mejores, y por muchos años he consultado a menudo la sinopsis de los libros de la Biblia escrita por John Nelson Darby. Pero en estos últimos años, al preparar los estudio-vida de Job y de los libros históricos, no consulté sus enseñanzas. En estos años, el Señor nos ha mostrado algo aún más elevado y profundo, a saber, la economía eterna de Dios, la cual tiene como centro y realidad a Cristo, quien es la corporificación del Dios Triuno procesado, y a la iglesia, que es el Cuerpo orgánico de Cristo. Dios lleva a cabo dicha economía impartiéndose en nosotros.
El libro de Efesios revela que Dios se imparte en el hombre. Partiendo del capítulo uno, los Hermanos recalcan que Dios nos escogió y nos predestinó, pero no mencionan que la elección y la predestinación son asuntos orgánicos. El versículo 4 declara que Dios nos escogió en Cristo para que fuésemos santos. Ser santos equivale a ser Dios en vida y naturaleza, mas sin ser objeto de adoración. En todo el universo, sólo Dios es santo, y la única manera de hacernos santos es impartiéndonos Su naturaleza santa, Su elemento santo. Cuando Dios nos regeneró, El se impartió a Sí mismo en nuestro ser, o sea, nos impartió Su naturaleza. El versículo 5 dice que Dios nos predestinó para filiación, es decir, para que fuéramos Sus hijos, lo cual logra al impartirse en nosotros. Según Efesios 1, la iglesia se produce como resultado de que el Dios Triuno se imparta en nosotros y que el Cristo ascendido se infunda en nuestro ser. En los últimos diez años, el Señor me ha llevado a entender la Biblia de esta manera.
Casi todas las enseñanzas fundamentales que se enseñan actualmente son correctas. Las valoramos mucho y ellas han sido nuestro fundamento. Sin embargo, éstas también nos han atrasado, e incluso velado. Muchos de los que las enseñan piensan que eso es todo y ahí se han quedado, y hasta cierto punto, a nosotros nos ha pasado lo mismo en cuanto a la manera en que entendemos la Biblia. Si las enseñanzas fundamentales se convierten en una tradición para nosotros, no nos esforzaremos más por mejorar nuestro entendimiento de la Biblia. El hermano Nee nunca estuvo completamente satisfecho con estas enseñanzas y siempre se esforzó por ver algo más.
La visión que hemos recibido de la Biblia consiste en que Dios desea hacernos de nuevo. La creación del hombre no cumple cabalmente el propósito de Dios; fue un paso solamente. Dios creó al hombre con Su mano, pero hoy lo vuelve a hacer con Su propia vida. Después de crear al hombre, Dios lo puso frente al árbol de la vida, lo cual indicaba que El deseaba hacerlo de nuevo, regenerándolo. Finalmente, el hombre regenerado se convierte en la novia de Cristo, Su aumento (Jn. 3:29-30). Muchos cristianos entienden que Juan 3 revela la regeneración, pero no se dan cuenta de que el objeto de la misma es producir la novia, el aumento de Cristo. Esto muestra que el entendimiento de la Biblia tiene varios niveles.
Con esta perspectiva, examinemos la división que se dio en el reino de Israel, y analicemos los reinados de Roboam sobre Judá y de Jeroboam sobre Israel.
En 1 Reyes 11:9-13, 29-37 consta la división que experimentó el reino de Israel.
Esta división la provocó la caída y la corrupción de Salomón (vs. 9-13). En el versículo 11, Jehová le dijo: “Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo”.
El reino de los elegidos de Dios fue dividido en dos: el reino del sur, el de Judá, compuesto de una sola tribu (vs. 13, 36), y el reino del norte, el de Israel, conformado por diez tribus (v. 35). Judá era el reino verdadero, mientras que Israel era una división, una apostasía.
Roboam reinó sobre una sola tribu, la tribu de Judá (v. 43b; 12:1-24; 14:21-31a).
Roboam, hijo de Salomón, nació de una amonita (14:21, 31).
Roboam reinó después de Salomón (11:43b).
En 12:1-24, vemos que Roboam sufrió la división del reino y perdió diez tribus.
La división del reino y la pérdida de diez tribus fueron provocadas por la rebelión de Jeroboam. En el corazón del pueblo hubo algunos factores que causaron su rebelión, y Jeroboam se aprovechó de ellos para instigar la rebelión (vs. 1-3).
Jeroboam tomó la vida lujosa de Salomón y la leva pesada que éste impuso sobre el pueblo como pretexto para rebelarse (vs. 4-5).
Los versículos 6-15 muestran la necedad de Roboam al enfrentar la situación. El pidió consejo de los ancianos que habían ayudado a su padre Salomón; sin embargo, hizo caso omiso de ellos y siguió el consejo de los jóvenes que habían crecido con él, rechazando la petición que le hizo Jeroboam de aliviar el yugo que Salomón había puesto sobre ellos.
Los versículos 16-20 revelan el estallido de la rebelión. Israel se rebeló contra la casa de David (v. 19) e hicieron a Jeroboam rey sobre todo Israel (v. 20).
Roboam trató de guerrear contra Jeroboam, pero Dios lo detuvo (vs. 21-24).
Roboam subió al trono a los cuarenta y un años de edad y reinó diecisiete años sobre Judá (14:21), e hizo lo malo ante Jehová, más que todos los pecados que habían cometido sus padres, provocando así el celo de Dios (vs. 22-24). En el quinto año de su reinado, Roboam fue derrotado por el rey de Egipto, quien lo despojó (vs. 25-28).
Roboam luchó constantemente contra Jeroboam. Cuando Roboam murió, lo sepultaron con sus padres en la ciudad de David (vs. 29-31a; 15:6).
Jeroboam reinó sobre las diez tribus de Israel (11:26-40; 12:1-20, 25-33; 13:1—14:20a).
Jeroboam fue un siervo hábil de Salomón (11:26-28).
Dios ordenó que Jeroboam reinara sobre diez tribus de Israel (vs. 11-13).
El profeta Ahías habló de antemano del reinado de Jeroboam (vs. 29-39). El tomó la capa nueva que llevaba y la rompió en doce pedazos. Entonces le dijo a Jeroboam: “Toma para ti los diez pedazos; porque así dijo Jehová Dios de Israel: He aquí que yo rompo el reino de la mano de Salomón, y a ti te daré diez tribus” (v. 31).
Salomón intentó matar a Jeroboam, pero éste huyó a Egipto y se quedó allí hasta la muerte de Salomón (v. 40).
Como dijimos antes, Jeroboam instigó la rebelión contra el rey Roboam, hijo de Salomón (12:1-19).
Jeroboam ascendió al trono con el respaldo de las diez tribus de Israel (v. 20).
En 1 Reyes 12:25-33 y 13:33-34 se relata la apostasía de Jeroboam.
Jeroboam hizo dos becerros de oro, poniendo uno en Bet-el y el otro en Dan, para distraer al pueblo e impedir que subiera a adorar a Dios en Jerusalén (12:25-30). Dios había ordenado que Su pueblo viniera a Jerusalén tres veces al año, pero Jeroboam temía que las diez tribus regresaran a su rey legítimo si subían a adorar a Dios en Jerusalén. Por eso estableció dos centros de culto, declarando que era inconveniente viajar a Jerusalén. Hoy se usa también el pretexto de la conveniencia para justificar la existencia de las denominaciones. La apostasía de Jeroboam quebrantó el precepto estipulado por Dios de que debía haber un solo centro de adoración en la tierra santa a fin de preservar la unidad de los hijos de Israel (Dt. 12:2-18). Esto se convirtió en un pecado grave e incitó al pueblo a adorar ídolos.
Jeroboam construyó un templo en los lugares altos y nombró sacerdotes a personas que no pertenecían a la tribu de Leví (1 R. 12:31). Dios había ordenado que de la tribu de Leví salieran los sacerdotes, pero Jeroboam tomó a personas comunes y corrientes y las puso por sacerdotes.
Jeroboam instituyó una fiesta solemne en el octavo mes, el día quince, conforme a la fiesta que se celebraba en Judá (v. 32a), lo cual él concibió en su corazón. Es probable que haya dicho al pueblo que no era necesario subir a Jerusalén para tener una fiesta solemne.
Jeroboam ofreció sobre el altar de Bet-el a los dos becerros que había hecho, y puso también en Bet-el a los sacerdotes de los lugares altos (vs. 32b-33a).
En su apostasía, Jeroboam hizo fiesta a los hijos de Israel, y aunque no era sacerdote, subió al altar para quemar incienso (v. 33b).
La apostasía de Jeroboam en los cinco aspectos antes mencionados es un tipo de la apostasía del cristianismo moderno.
En 1 Reyes 13:1-32 se narra el juicio que Dios ejecutó sobre el altar que Jeroboam hizo en Bet-el. Este juicio fue llevado a cabo por medio de un hombre de Dios que vino de Judá (vs. 1-10). Después este hombre fue engañado por un viejo profeta y tomó un camino distinto al que Dios le había indicado; y como resultado de ello, un león lo despedazó (vs. 11-32).
En 14:1-18 se narra lo que profetizó Ahías acerca del trágico fin de Jeroboam. Jeroboam envió a su esposa disfrazada para que viera al profeta Ahías en Silo, esperando oír buenas noticias acerca de su hijo Abías (vs. 1-5). El profeta Ahías, en vez de darle buenas nuevas, habló de parte de Dios y le declaró a la esposa de Jeroboam que por los males y la apostasía de éste, Dios lo destruiría a él y a toda su familia así como se barre el estiércol hasta no quedar nada (vs. 6-18).
Jeroboam reinó sobre las diez tribus de Israel veintidós años, y su vida terminó como resultado del severo castigo de Dios (vs. 19-20a).