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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Samuel»
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Estudio-vida de 1 y 2 Samuel

Mensaje 1

INTRODUCCION

  Lectura bíblica: 1 S. 1

  Al estudiar la Biblia, el libro de libros, debemos entender claramente que ella no es un libro de doctrinas. De hecho, ni siquiera es un libro de verdades. Entonces, ¿qué es? La Biblia es la revelación divina. La palabra griega traducida revelación significa descubrir algo que estaba oculto. La Biblia es la revelación que Dios hace de Sí mismo, del universo y del hombre. Es por eso que, cuanto más la estudiamos, más nos convencemos de que Dios es el autor de la misma, no el hombre. Las Escrituras contienen frases que sólo Dios podría expresar.

  Si vamos a entender la Biblia como revelación divina, es importante tener un espíritu de sabiduría que nos permita conocer, y de revelación que nos capacite para ver. Por esta razón, Pablo pide “que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria”, nos dé “espíritu de sabiduría y de revelación” (Ef. 1:17). Esto indica que necesitamos la sabiduría divina para entender la revelación divina. La mente humana natural y el conocimiento humano común no pueden comprender la revelación de Dios; para ello necesitamos el espíritu. ¡Gracias a Dios que nos creó con dicho órgano! En Job 32:8a dice: “Ciertamente espíritu hay en el hombre”. Dios creó un espíritu en nosotros específicamente para que lo conozcamos a El. Necesitamos un espíritu de sabiduría y de revelación para conocer y ver lo que está encubierto.

  Es importante reconocer que no conocemos la Biblia. El único que la conoce es el Dios Triuno procesado y consumado. Cuanto más comprendamos esto, más oraremos: “Señor, te necesitamos. Necesitamos Tu misericordia y Tu bendición. Te necesitamos como el Espíritu y como la Palabra. Sin Ti, aunque leamos la Biblia, no la entenderemos”.

  La Biblia es la revelación divina y como tal devela la economía eterna de Dios, la cual gira en torno a una persona: Cristo. Cristo es el Dios eterno, quien se hizo hombre. El es el Dios completo y el hombre perfecto; El es el Dios-hombre. Sólo en El se puede ver a Dios. Fuera de Cristo, nadie puede conocer a Dios. Asimismo, sólo El posee una humanidad íntegra. Aparte de El, no existe ningún hombre que sea verdadero, íntegro y genuino.

  Cristo vino con el propósito de cumplir la voluntad del Padre (Jn. 6:38; 4:34; 5:30), de llevar a cabo la economía de Dios. El vivió en la tierra y experimentó la vida humana en todos sus aspectos. Luego, fue a la cruz y sufrió una muerte que lo incluyó todo, y después de tres días se levantó en Su humanidad. Por medio de la resurrección, El introdujo la humanidad en la divinidad y la hizo parte del Hijo de Dios (Ro. 1:3-4). De esta manera El llegó a ser el Hijo primogénito de Dios, y nosotros Sus muchos hijos (Ro. 8:29; 1 P. 1:3).

  El era Dios y se hizo hombre, y nosotros somos hombres y llegamos a ser Dios en vida y naturaleza, mas no en ser objeto de adoración. El es el origen, y nosotros el producto. El producto debe ser semejante a su origen, así que, nosotros, los hijos de Dios (Jn. 1:12), somos semejantes a El en vida y naturaleza, mas no en Su persona, no como objeto de adoración. En conjunto, nosotros somos el Cuerpo de Cristo. Cristo es la Cabeza, y nosotros el Cuerpo, y juntos conformamos el nuevo hombre (Ef. 4:24; Col. 3:10-11). Por ser creyentes de Cristo, todos nosotros somos parte del nuevo hombre. Esto constituye un breve esbozo de la revelación divina en cuanto a la economía de Dios.

  Sin esta visión de la economía de Dios, no se puede entender la Biblia. Si leemos la Biblia sin esta perspectiva, la entenderemos equivocadamente. Es por eso que en los mensajes sobre Josué, Jueces y Rut dije que es crucial ver la economía de Dios. Estos tres libros no son solamente libros de historia, sino que forman parte de la revelación divina tocante a la economía de Dios. Además, estos libros contienen muchos tipos, los cuales son representaciones que nos muestran cómo participar de la economía de Dios. Este principio se ve también en 1 y 2 Samuel. Estos libros forman parte de la revelación en cuanto a la economía de Dios y contienen cuadros relacionados con nuestra participación en dicha economía.

  Al examinar el estudio-vida de 1 y 2 Samuel necesitamos un espíritu de sabiduría y revelación para poder ver lo que revelan estos dos libros. En ellos se destacan cuatro personas: Elí, Samuel, Saúl y David. Permítanme decir algo acerca de cada una de ellas, resumido en cuatro aspectos, los cuales son extractos de 1 y 2 Samuel:

  1. El fracaso de Elí durante la degradación del pueblo provocó la caída del sacerdocio decadente.

  2. El ministerio de Samuel, por medio del voto nazareo, acabó con el gobierno de los jueces y trajo el sacerdocio, destinado al oráculo de Dios, y el reinado, destinado a la administración de Dios.

  3. Con su vida carnal, Saúl insultó el reinado en el gobierno divino, y por ende, lo perdió.

  4. La vida piadosa de David afianzó el reinado en la economía de Dios, y su lujuria contaminó el reinado en cuanto a la santidad de Dios.

  Al comienzo de 1 Samuel se expone el fracaso de Elí. Este fracaso sucedió en el tiempo de la degradación del pueblo de Israel. Elí fue el sacerdote responsable por el deterioro del sacerdocio ya por sí decadente.

  El ministerio de Samuel trajo la vocación profética que restauró el oráculo de Dios, y el reinado que estableció la administración divina. La vocación profética, según lo ordenó Dios, debía cumplir dos funciones: comunicar la palabra de Dios y establecer Su administración, es decir, Su relación gubernamental con Su pueblo. Así que, por una parte, los sacerdotes eran los portavoces de Dios y, por otra eran Sus representantes. Ellos expresaban la palabra de Dios, y representaban a Dios en Su administración. Debido a que durante el tiempo de Elí el sacerdocio se hallaba decadente y deteriorado, Samuel fue levantado para reemplazarlo. Samuel no tuvo ningún fracaso; él desempeño un ministerio conforme al voto nazareo, el cual puso fin a la época de los jueces e introdujo la vocación profética, que trajo el oráculo de Dios e introdujo el reinado que estableció la administración de Dios.

  Aunque tal vez nos sea difícil entender la vida de Samuel, es fácil entender la que llevó Saúl, pues él y nosotros padecemos de la misma enfermedad. La vida de Saúl era carnal, y la nuestra lo es también. Sin importar cuál sea nuestra nacionalidad, todos somos Saules. La vida carnal de Saúl insultó, ofendió y deshonró el reinado en el gobierno divino, y esto lo llevó a perderlo. En cierto sentido, muchos creyentes han hecho lo mismo, y han perdido el reinado.

  David es lo opuesto a Saúl. Mientras que la vida de Saúl fue carnal, la de David fue piadosa. La palabra carnal denota al hombre caído, mientras que la palabra piadosa alude a una persona que está con Dios. La vida carnal de Saúl le llevó a perder el reinado, pero la vida piadosa de David protegió el reinado en la economía divina. Sin embargo, la lujuria de David contaminó y dañó el reinado en cuanto a la santidad de Dios. Aunque David no perdió el reino en su totalidad, sí perdió gran parte de él. Una sola tribu, Judá, se quedó con él.

  Examinemos otros puntos relacionados con la introducción.

I. LOS LIBROS DE 1 Y 2 SAMUEL SON UN SOLO LIBRO EN LAS ESCRITURAS HEBREAS

  En las Escrituras hebreas, 1 y 2 Samuel forman un solo libro.

II. LOS ESCRITORES

  Samuel escribió los capítulos del uno al veinticuatro, y el profeta Natán y el vidente Gad escribieron los capítulos restantes y todo el libro de 2 Samuel.

III. LA EPOCA

  Estos libros se escribieron aproximadamente entre los años 1171—1017 a. de C.

IV. EL LUGAR

  El lugar donde se escribieron fue Efraín y Judá.

V. EL CONTENIDO

  En 1 y 2 Samuel se presenta la historia de Samuel, Saúl y David, la cual continúa la historia de los jueces y constituye una parte crucial de la línea central de la historia de Israel. Samuel era levita de nacimiento, y nazareo por consagración, para ser sacerdote, profeta y juez. El inició su vocación profética como vocero de Dios para reemplazar el sacerdocio decrépito; terminó la era de los jueces; e introdujo la era de los reyes. En el aspecto negativo, Saúl fue el primer rey de Israel; y en un sentido positivo, David fue un rey conforme al corazón de Dios.

  Dios tiene en Su corazón llevar a cabo Su economía. El no desea que simplemente le complazcamos y lo hagamos feliz, ni tampoco que seamos buenos, espirituales, piadosos o victoriosos. El no desea ni un hombre bueno ni un hombre malo, sino un Dios-hombre. El nos creó a Su imagen y quería que ingiriéramos Su vida, la cual estaba representada por el árbol de la vida. Debido a que caímos, Dios se hizo hombre para salvarnos, para redimirnos. El sufrió por nosotros una muerte que lo incluyó todo, y resucitó para engendrarnos e impartirnos la vida y la naturaleza divinas, y hacernos así Dios en vida y naturaleza, mas sin ser objetos de adoración.

  La Biblia no es un libro que nos enseña a ser personas buenas o espirituales; mas bien, revela el deseo de Dios de que seamos un Cristo-hombre. Ser cristiano equivale a ser un Cristo-hombre, un hombre de Cristo.

  Cuando algunas personas escuchen esto, posiblemente objeten aseverando que hay diversos pasajes de la Biblia que nos exhortan a ser pacientes, humildes y perfectos; y, efectivamente, esta clase de exhortaciones se hallan en el libro de Proverbios y en las epístolas de Pablo. Sin embargo, para entender estos pasajes es necesario tomar la Biblia en su totalidad. El libro de Proverbios es un libro de sabiduría, y esta sabiduría es Cristo (1 Co. 1:30). Cristo es nuestra sabiduría en nuestra vida cotidiana. Además, las epístolas de Pablo acentúan reiteradas veces que en todo lo que somos y hacemos, debemos estar en Cristo.

VI. EL PENSAMIENTO CENTRAL

  El pensamiento central de 1 y 2 Samuel es que el cumplimiento de la economía de Dios requiere la cooperación del hombre, como lo ejemplifican la historia de Ana, madre de Samuel, de Samuel mismo y de David, en un sentido positivo; y la historia de Elí y Saúl, en un sentido negativo. Esta cooperación está relacionada con el disfrute personal que tenemos de la buena tierra, la cual tipifica al Cristo que lo es todo y que lo incluye todo. Por consiguiente, 1 y 2 Samuel son la continuación de los libros de Josué, Jueces y Rut, y detallan el disfrute que tenemos de la buena tierra dada por Dios. La misma buena tierra que disfrutaron los que cooperaron con Dios, llegó a ser el reino de Dios, en el cual ellos gobernaron en calidad de reyes. Esto tipifica el disfrute de Cristo que experimentan los creyentes neotestamentarios, por el cual ellos reinan en la vida eterna (Ro. 5:21).

  Nos debe impresionar profundamente el hecho de que el cumplimiento de la economía de Dios requiera nuestra cooperación. Cooperar con Dios significa atarnos a El. Podemos asemejar esto a una carrera en la que se participa en equipos de dos personas. En esta carrera se ata la pierna de un corredor a la de su compañero. Para que ellos puedan correr, deben cooperar uno con el otro sin desplazarse de manera independiente. Así es la vida cristiana. Ser cristiano es estar atado a Cristo y compartir una sola vida y llevar un solo vivir.

  El nacimiento de Samuel requirió que Ana cooperara con Dios. El viejo sacerdocio se había vuelto decadente y menguaba cada vez más, y Dios quería establecer un nuevo comienzo. Dios preparó secretamente las circunstancias que rodearon el nacimiento de Samuel. Por una parte, El cerró la matriz de Ana, y por otra, El le suscitó una rival (1 S. 1:6). Esto obligó a Ana a orar que el Señor le diera un hijo varón. En su oración, Ana hizo un voto a Dios, diciéndole: “Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acodares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza” (v. 11). Esta oración no la inició Ana, sino Dios. Dios escogió a Ana porque ella estaba dispuesta a cooperar con El. Dios contestó su oración y abrió su matriz, y Ana concibió y dio a luz un hijo (v. 20). Luego, en conformidad con el voto que había hecho, ella ofreció a su hijo a Dios, y lo puso bajo la custodia de Elí. Esto muestra que Ana, la madre de Samuel, cooperó con Dios. Su ejemplo muestra la clase de personas que Dios busca hoy.

  Hace poco, mientras pensaba en esto, me acordé de la experiencia de Hudson Taylor, el fundador de la Misión al interior de la China. En su biografía, escrita por su nuera, la señora Howard Taylor, leemos que un día Hudson Taylor le dijo al Señor que él estaba dispuesto a dar su vida y todo lo que tenía por el pueblo chino. Dios honró este voto y como resultado se formó dicha misión, una misión espiritual que Dios usó bastante.

  Aunque no me comparo con Hudson Taylor, puedo testificar que mi experiencia es muy similar. En el último año de mi adolescencia, mientras me esforzaba por obtener mi educación, Dios me atrapó, y fui salvo. Inmediatamente después, mientras caminaba por la calle, elevé mis ojos al cielo y le dije al Señor que sólo lo quería a El, y que quería servirle y viajar de lugar en lugar llevando la Biblia y predicando a Cristo. Aunque no me di cuenta en ese momento, lo que estaba haciendo en realidad era ofrecer un voto al Señor, y El lo ha honrado.

  Hoy muchos continentes y países están abiertos al recobro del Señor. Así que es menester que los santos hagan un voto, como lo hizo Ana. Espero que muchos jóvenes hagan dicho voto. Usted debe decir: “Señor, soy Tuyo. Me entrego a Ti”. Dios honrará el deseo que usted tiene en su corazón y hará algo para cumplir el voto que le haya hecho.

VII. LAS SECCIONES

  Los libros de 1 y 2 Samuel tienen tres secciones: la historia de Samuel (1 S. 1—8), la historia de Saúl (1 S. 9—15) y la historia de David (1 S. 162 S. 24).

  Estos libros de historia describen cómo Dios desea que Su pueblo disfrute la buena tierra. En el Antiguo Testamento, Dios repartió la buena tierra a Israel. Y en el Nuevo Testamento, Dios nos repartió a Cristo como porción para que lo disfrutemos (Col. 1:12). En cuanto a Elí, su fracaso le costó el disfrute de la buena tierra, mientras que en el caso de Samuel, él disfrutó la buena tierra al máximo, y al final fue establecido como profeta, como sacerdote y como juez.

  Los tipos contenidos en 1 y 2 Samuel constituyen un cuadro que muestra cómo podemos y debemos disfrutar a Cristo, quien es la tierra que Dios nos otorgó, con el objetivo de que se establezca el reino, el cual es la iglesia. El estado de nuestra relación con Dios es una condición que determina el disfrute que tenemos de Cristo. Estar bien con Dios, nos da la posición de disfrutar a Cristo. Debemos disfrutar a Cristo a tal grado que nuestro disfrute llegue a ser el reino de Dios, en el cual reinemos en vida con Cristo. El reino hoy es la vida de iglesia apropiada (Ro. 14:17). En el reino reinamos con Cristo en Su vida eterna. Este es el contenido y el pensamiento central de 1 y 2 Samuel.

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