Mensaje 26
Lectura bíblica: 2 S. 7:12-14a; 2 Co. 3:17-18
En este mensaje seguiremos hablando acerca de 2 Samuel 7:12-14a. Muchos de los que leen la Biblia no entienden el significado de estos versículos. Como veremos, en ellos se alude a lo que Dios desea forjar en Sus elegidos. Así que, mi carga en este mensaje es hacer notar que estos versículos, los cuales presentan una profecía a manera de tipología, hablan de que Dios en Cristo se forja en nuestro ser por medio de un proceso de transformación metabólica.
El Nuevo Testamento revela claramente que el Señor Jesús realiza Su ministerio en dos etapas. Primero, El ministró en la tierra hasta que murió en la cruz por nuestros pecados y para acabar con la antigua creación. Luego, resucitó y ascendió a los cielos. Allí El fue hecho el Ministro que nos comunica las cosas celestiales. En esta condición, El ya no está en la carne, pues en la resurrección, como postrer Adán, fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Ahora El no sólo es nuestro Redentor y Salvador, sino también el Espíritu vivificante que lo es todo. Por esta razón, 2 Corintios 3:17 dice: “El Señor es el Espíritu”.
Dado que Cristo es el Espíritu, El puede habitar en nosotros, y nosotros podemos tener comunión con El en nuestro espíritu. Debemos mirarlo y reflejarlo poniendo a la disposición de El las tres capas de nuestro ser: nuestro espíritu, nuestro corazón y nuestra boca. Entonces, espontáneamente lo reflejaremos como espejos y seremos gradualmente transformados en Su imagen gloriosa, de gloria en gloria. Como resultado de esto, tendremos Su misma imagen. Esto proviene totalmente del Señor, el Espíritu (2 Co. 3:18).
Es así como el Señor Jesús nos hace como El, e inclusive, nos hace El mismo. Cada vez que lo miramos, El imprime Su persona en nuestro ser. Entonces nos convertimos en Su reflejo. Lo que reflejamos es nada menos que al propio Señor. A esto el Nuevo Testamento llama transformación.
La transformación es un proceso metabólico que nos cambia al añadirse en nosotros un elemento nuevo y eliminarse el elemento viejo. Esto lo ejemplifica una persona que tiene un aspecto saludable como resultado de llevar una nutrición, digestión y asimilación apropiadas. Su apariencia saludable no es el resultado del uso de cosméticos, sino de una nutrición balanceada, la cual induce un proceso metabólico que introduce elementos nuevos y desecha los elementos viejos. Asimismo, necesitamos recibir la nutrición espiritual continuamente. Esta nutrición nos proporcionará los nuevos elementos y eliminará los viejos. Entonces creceremos, cambiaremos y maduraremos gradualmente. Esto es la transformación. La economía de Dios consiste en forjarse en nosotros para que experimentemos este proceso metabólico de digestión y asimilación espirituales, el cual produce un cambio orgánico gradual e intrínseco.
El hecho de que Dios se forja en nuestro ser es algo totalmente orgánico, y si queremos experimentarlo debemos recibir, digerir y asimilar un elemento vital. El alimento y la bebida espirituales que ingerimos son el Cristo orgánico y pneumático (Jn. 6:51, 57; 7:37-39), el Cristo que es el Espíritu vivificante.
Este Cristo no es un Cristo histórico. Si Cristo sólo fuera un Salvador físico e histórico, cuya historia narra la Biblia, no podría relacionarse con nosotros de manera orgánica. Muchos cristianos sólo conocen a Cristo de una forma objetiva. ¡Qué tragedia! La Biblia revela que Cristo vino y permaneció por algún tiempo con Sus discípulos. Luego pasó por la muerte y entró en resurrección, y por medio de este proceso fue hecho el Espíritu vivificante. Ahora, como Espíritu, El es real, genuino, vivo y disponible. Así que, podemos afirmar que El es el Cristo “de ahora”.
Cuando disfrutamos al Cristo “de ahora” comiéndole, bebiéndole y respirándole, se produce en nosotros un proceso metabólico, una digestión y un metabolismo espirituales, por medio de los cuales Cristo se forja en nuestro ser. Esta infusión produce la edificación. De esta manera Cristo se forja en nosotros y llega a ser nuestra constitución interna, y como resultado de ello, llegamos a ser una estirpe muy especial: miembros del Cuerpo de Cristo. Siempre que nos reunimos, somos la iglesia de Dios.
En Mateo 16:18, el Señor Jesús expresa: “[Yo] edificaré Mi iglesia”. Ahora podemos ver cómo edifica Cristo la iglesia. El la edifica supliéndonos la bebida espiritual, y alimentándonos con la comida espiritual, la cual es en realidad El mismo como Espíritu. Cuanto más lo disfrutamos comiéndolo, bebiéndolo y respirándolo, más edifica El Su iglesia.
En cuanto a la edificación de la iglesia, no confiamos en la organización; más bien, centramos toda nuestra atención en la transformación que toma lugar interiormente, por medio de un metabolismo espiritual. En los diversos tipos de reuniones, nos esforzamos por ministrarle a los santos a Cristo como comida y bebida espiritual. Cuanto más ingiramos a Cristo de esta manera, más experimentaremos el metabolismo interior y espiritual. Este metabolismo es la transformación, y la transformación es la edificación.
Los miembros del Cuerpo de Cristo, al igual que los miembros de nuestro cuerpo físico, son orgánicos. La iglesia se compone de un grupo de personas transformadas que han llegado a ser un organismo, el Cuerpo orgánico de Cristo. Llegamos a ser dicho organismo creciendo, y crecemos comiendo, bebiendo y respirando a Cristo. Sin importar cuál sea nuestro linaje o nacionalidad, todos estamos pasando por el mismo proceso metabólico que día a día produce la transformación, la cual equivale a la edificación. Esto es el crecimiento espiritual y también la edificación espiritual.
Cada miembro de nuestro cuerpo físico no sólo es orgánico sino que también está conectado al cuerpo, pues todos los miembros han crecido juntos orgánicamente y han llegado a ser una sola entidad. El principio es el mismo con relación al Cuerpo de Cristo. Después de llevar más de sesenta años en la iglesia, puedo testificar que no puedo separarme de ella. Sin la iglesia, no podría vivir; sin ella la vida no tendría sentido.
La edificación orgánica de la iglesia como Cuerpo de Cristo por medio del metabolismo espiritual, constituye en esencia lo que Jehová le profetizó a David a manera de tipología en 2 Samuel 7:12-14a. Solamente por medio de este proceso pueden los humanos ser transformados en hijos de Dios. Mediante este proceso, algo humano, la simiente humana, se convierte en algo divino, los hijos de Dios. A manera de tipología, Dios le profetizó eso mismo a David cuando le dijo que un descendiente suyo sería el Hijo de Dios. Esto indica que un descendiente humano se convertiría en un hijo divino. Esto es lo que experimentamos hoy en día. Por ello, nosotros los creyentes somos un pueblo particular y especial. A los ojos de Dios, somos un tesoro precioso.
Debemos tener el adecuado entendimiento de cómo se edifica el Cuerpo de Cristo. Primero, según Mateo 16:18, el Señor es quien lo edifica. Segundo, El edifica por medio de las personas dotadas: los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los pastores y maestros (Ef. 4:11). Tercero, El edifica la iglesia mediante nosotros, los santos perfeccionados (v. 12). Estas constituyen tres capas de edificación. Finalmente, el Cuerpo se edifica a sí mismo (v. 16), lo cual constituye la cuarta capa. Todo esto se efectúa ministrando a Cristo como suministro diario, como alimento, agua y aliento.
Nosotros no podemos edificar la iglesia. Lo único que podemos hacer es ministrar a Cristo a los demás. Cuando Cristo como suministro los nutre, se produce un metabolismo espiritual dentro de ellos, el cual los transforma en la imagen de Cristo y los hace El mismo. Esta transformación metabólica es el crecimiento y también la edificación. Así edifica la iglesia el Señor Jesús.
Esta es la enseñanza correcta que presenta el Nuevo Testamento; ésta es la manera correcta de edificar la iglesia; y esto es precisamente lo que Jehová le profetizó a David a manera de tipología en 2 Samuel 7, cuando le dijo que El le edificaría casa. Esta casa es el linaje de David. No podemos explicar en términos humanos cómo la casa de David llega a ser su linaje. Para esto fue necesario que Dios en Cristo se hiciera hombre, el Dios-hombre. Cristo es la casa, el linaje, la vida y la comida. El lo es todo. Hoy cooperamos con El para edificar la habitación de Dios y la habitación de David, la cual es una morada en la que ambos moran el uno en el otro.