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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Tesalonicenses»
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Mensaje 1

INTRODUCCIÓN A UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA

  Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1-3

  Las dos epístolas que Pablo escribió a los tesalonicenses pueden ser consideradas los primeros escritos de Pablo. Tesalónica era una ciudad del Imperio Romano, ubicada en la provincia de Macedonia, al norte de la provincia de Acaya. El apóstol Pablo y su colaborador Silvano visitaron esta ciudad después de Filipos, después del llamamiento de Macedonia, el cual Pablo recibió en su segundo viaje ministerial (Hch. 16:9-12; 17:1-4). El apóstol permaneció y trabajó en Tesalónica solamente por un corto período, probablemente menos de un mes (Hch. 17:2).

ESCRITAS A NUEVOS CREYENTES

  Las dos epístolas a los tesalonicenses fueron escritas en los primeros días del ministerio de Pablo, mientras él se encontraba en su segundo viaje ministerial. En el curso de este viaje, Pablo estuvo en Tesalónica menos de un mes. Según el libro de Hechos, Pablo trabajó allí por tres días de sábado, es decir, durante aproximadamente tres semanas, no mucho después de su visita a Filipos. La Epístola a los Filipenses, un libro maravilloso, fue escrita mucho más tarde, durante el encarcelamiento de Pablo.

  Sin duda alguna, cuando Pablo escribió a los tesalonicenses, la iglesia en Tesalónica era aún muy joven. Dudo que los creyentes de allí llevaran tan siquiera un año completo en la vida de iglesia cuando estas dos epístolas fueron escritas. Así, pues, en 1 y 2 Tesalonicenses vemos ciertos asuntos que no se abarcan en las otras epístolas de Pablo. Debido a que la iglesia en Tesalónica era tan joven, las epístolas de Pablo a los tesalonicenses estaban dirigidas a creyentes que se hallaban en la etapa de la niñez, más o menos. Algunas de las cosas que Pablo dice a los tesalonicenses son diferentes de lo que les dice a otras iglesias que tenían más experiencia. Vale la pena que estudiemos 1 y 2 Tesalonicenses para que conozcamos la situación y condición de esta iglesia joven. Al leer estos dos libros podemos conocer la etapa inicial de la vida cristiana y de la vida de iglesia. Si tenemos presente este contexto, recibiremos mucha ayuda mientras leemos estas epístolas.

  Los libros de 1 y 2 Tesalonicenses no fueron escritos a cristianos de gran experiencia en la vida cristiana; más bien, fueron dirigidos a nuevos creyentes, quienes llevaban menos de un año de haber sido salvos. La mayoría de ellos habían sido gentiles típicos. Por consiguiente, Pablo, al escribirles, ciertamente los consideraba nuevos creyentes. Estas epístolas son muy valiosas, porque nos proporcionan una ayuda muy concreta en relación con la etapa inicial de la vida cristiana y de la vida de iglesia.

LA UNIÓN ORGÁNICA

  En 1 Tesalonicenses 1:1 dice: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz sean a vosotros”. Esta epístola y 2 Tesalonicenses fueron dirigidas a la iglesia local en Tesalónica, compuesta de todos los creyentes de Cristo que vivían en esa ciudad. Una iglesia local, como la que vemos aquí, pertenece a los creyentes y está en Dios el Padre y en el Señor Jesucristo. Esto indica que ella nace de Dios el Padre al recibir Su vida y naturaleza, y que está unida al Señor Jesucristo orgánicamente en todo lo que Él es y ha hecho. Por lo tanto, pertenece a los hombres (a los tesalonicenses en este caso); sin embargo, está en Dios y en el Señor orgánicamente. Esta unión orgánica en la vida y la naturaleza divinas es la base vital sobre la cual los creyentes pueden llevar una vida santa para la vida de iglesia. Esta vida es el tema de las dos epístolas.

  Pablo, en sus palabras de introducción a los tesalonicenses, les habla de una manera sencilla. Él no dice, como en Romanos 1:1, que él es un “esclavo de Cristo Jesús, apóstol llamado, apartado para el evangelio de Dios”, ni tampoco dice, como en Efesios 1:1, que él es un “apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios”. La introducción de Romanos y de Efesios es más compleja que la de 1 Tesalonicenses. Debido a que esta epístola fue escrita a nuevos creyentes, en 1:1 Pablo simplemente dice: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses”.

  Una característica particular de los escritos de Pablo es que recalcan la unión orgánica que los creyentes tienen con el Dios Triuno. De hecho, el énfasis con respecto a la unión orgánica entre los creyentes y Cristo es la característica que más resalta en los escritos de Pablo. En sus epístolas, Pablo habla repetidas veces de estar en Cristo, en el Dios Triuno. Aunque 1:1 está escrito de una manera sencilla, en efecto vemos esta característica de Pablo en la que se refiere a la unión orgánica. En este versículo Pablo habla de “la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. La preposición “en” es muy importante, ya que indica que la iglesia está en el Dios Triuno. La iglesia está compuesta de seres humanos, esto es, creyentes, que están en el Dios Triuno. Por una parte, la iglesia en Tesalónica era de los tesalonicenses; por otra, esta iglesia estaba en Dios el Padre.

UNA RELACIÓN DE VIDA CON DIOS EL PADRE

  Pablo no dice simplemente que la iglesia está en Dios, sino que está en Dios el Padre. Si Dios no es nuestro Padre, no podemos estar en Él. Nosotros no fuimos creados en Dios; sin embargo, sí fuimos regenerados, esto es, nacimos de nuevo, en Él. El hecho de que no hayamos sido creados en Dios, significa que en la creación no tuvimos ninguna unión orgánica con Dios, ninguna relación de vida con Él. En lugar de ello, la única relación que hubo fue la relación entre la criatura y su Creador. En virtud de la creación, somos criaturas de Dios, y Él es nuestro Creador. Así que, sólo hubo una relación basada en la creación, mas no una relación en vida. La vida de Dios no fue forjada en nuestro ser natural en la creación. Como meras criaturas de Dios, no poseíamos la vida de Dios; sólo teníamos nuestra vida creada, nuestra vida humana natural.

  Cuando fuimos regenerados, cuando nacimos de Dios, empezamos a tener una relación con Dios, la cual se basaba en la vida. Este nuevo nacimiento nos introdujo en una unión orgánica con el Dios Triuno. Fue en el momento en que fuimos regenerados y nacimos de nuevo que obtuvimos la vida de Dios. Ahora, Dios no es meramente nuestro Creador, nuestro Dios, sino que además es nuestro Padre, Aquel que nos ha engendrado. Dios ya no es solamente nuestro Creador; Él es también nuestro Engendrador, pues nos ha engendrado con Su vida. Por consiguiente, Él es Dios nuestro Padre.

  Los creyentes tesalonicenses, por medio de la regeneración, habían llegado a ser hijos de Dios. Según el libro de Romanos, la iglesia es una entidad compuesta de los hijos de Dios. Es imposible que los pecadores sean quienes componen la iglesia. Los pecadores podrán ser miembros de una organización secular, pero no componentes de la iglesia del Dios vivo. Tal iglesia se compone exclusivamente de los hijos de Dios.

  Fuimos predestinados por el Padre para ser hijos Suyos. Como dice Efesios 1:5, fuimos predestinados para filiación. Hubo un momento en el que Dios nos llamó y nos conmovió en nuestro interior. Fue entonces que nos arrepentimos, creímos en el Hijo de Dios, Jesucristo, y le recibimos. Al recibir a Cristo, nacimos de nuevo y llegamos a ser hijos de Dios. Ahora que somos hijos de Dios, somos aquellos que componen la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Puesto que nosotros, como hijos de Dios, somos miembros de Cristo, 1 Tesalonicenses 1:1 no sólo dice que la iglesia está en Dios el Padre, sino también en el Señor Jesucristo.

INVOCAR AL SEÑOR JESÚS

  Es muy significativo que en 1:1 Pablo añada el título “Padre” después de “Dios” y el título “Señor” antes de “Jesucristo”. No es suficiente decir “Dios” ni “Jesucristo”; más bien, debemos decir que Dios es nuestro Padre y que Jesucristo es nuestro Señor. Si Jesucristo no es nuestro Señor, entonces no tenemos nada que ver con Él de una manera práctica. Pero cuando Jesucristo llega a ser nuestro Señor, eso significa que estamos en Él, unidos a Él orgánicamente.

  Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, no sólo debemos decir: “Jesús”, sino: “Señor Jesús”. Clamar a Él diciendo únicamente: “Jesús”, demuestra cierta ignorancia. El Señor, sin embargo, es misericordioso y se compadece de nosotros. Él aun nos responde cuando invocamos: “Jesús”, en vez de: “Señor Jesús”, porque comprende que en efecto estamos invocándole a Él como Señor. Sin embargo, necesitamos tener el debido conocimiento para invocar al Señor. Así que, en vez de decir: “Jesús, te amo”, es mejor decir: “Señor Jesús, te amo”. ¡Cuán agradable es invocar al Señor de esta manera!

  A algunos cristianos les gusta decir: “¡Alabado sea Dios!”. Pero el énfasis en el Nuevo Testamento es alabar a Dios el Padre. Debemos darnos cuenta de que para nosotros hoy en día Dios es nuestro Padre y Jesús es nuestro Señor. Según 1 Corintios 12:3, cuando decimos: “Señor Jesús”, estamos en el Espíritu. Esto indica que el Espíritu honra el hecho de que se invoque debidamente al Señor Jesús. Muchos podemos testificar que cuando invocamos: “Señor Jesús”, percibimos internamente la unción del Espíritu. Lo mismo sucede cuando decimos: “Abba, Padre”. Cuando solamente invocamos a Dios, a Elohim, no sentimos mucha unción. En cambio cuando clamamos: “Abba Padre”, experimentamos la unción. Esto no es mera terminología, sino una realidad en nuestra experiencia.

LA IGLESIA EN DIOS PADRE Y EN EL SEÑOR JESUCRISTO

  Espero que quede grabado en nosotros el hecho de que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. La frase “el Señor Jesucristo” tiene muchas implicaciones. Primeramente implica que Jesucristo es nuestro Señor. En segundo lugar, implica que Él es nuestro Salvador, ya que el nombre Jesús significa Jehová el Salvador. Tercero, implica que Cristo, el Ungido de Dios, nos conduce a las riquezas de Dios y lleva a cabo todo lo que concierne a nosotros para Dios. Por ello, cuando decimos “el Señor Jesucristo” estamos profiriendo algo que tiene muchas implicaciones.

  Cuando Pablo dice que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, él alude al hecho de que hemos nacido de Dios y hemos sido introducidos en una unión orgánica con Cristo. ¿Qué es la iglesia? La iglesia es un grupo de seres humanos que han nacido de Dios y que han sido introducidos en una unión orgánica con Cristo.

LA OBRA DE FE

  En los versículos 2 y 3 Pablo además dice: “Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo mención de vosotros en nuestras oraciones, acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de vuestra obra de fe, de vuestro trabajo de amor y de vuestra perseverancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo”. Aquí vemos que cuando Pablo oraba por la iglesia, daba gracias a Dios por tres cosas: por la obra de fe, el trabajo de amor y por la perseverancia en la esperanza. Aquí la fe indica la naturaleza y la fuerza de la obra. Nuestra obra es nuestra fe. Esto significa que la naturaleza y la fuerza de nuestra obra cristiana es la fe. Tanto la fuerza con la que trabajamos como la naturaleza de nuestra obra, deben ser la fe. La naturaleza de nuestra obra cristiana debe ser la fe, y no el conocimiento, habilidad o poder humanos.

EL TRABAJO DE AMOR

  Debemos conocer la diferencia que existe la obra y el trabajo. La obra puede ser algo más bien superficial ni muy difícil. El trabajo, en cambio, es más complejo y más arduo que la obra. Cuando hacemos una obra que es difícil de realizar, eso es un trabajo. Este trabajo debe ser un trabajo de amor. El amor debe ser la motivación y la característica de nuestra labor cristiana. Esto significa que el amor es la expresión. La obra cristiana con el tiempo llega a ser un trabajo, algo que es más complejo y más difícil de realizar. Para esta labor, la fe sola no basta; también necesitamos amor, un amor perdurable.

  La crianza de los hijos es un buen ejemplo de lo que es un trabajo de amor. Las madres saben que cuidar de sus hijos es un trabajo, y no meramente una obra. Después de dar a luz, una madre sentirá un tierno amor por su bebé. Por algún tiempo, ella cuidará del niño con alegría. Sin embargo, poco a poco esa tarea se convertirá en un trabajo que la abrumará y agotará. ¡Cuán bueno es que el Señor haya puesto en esta madre amor maternal para con su hijo! Sin ese amor, ella no podría sobrellevar la carga de cuidar de su hijo a medida que pasan los años. Este amor la motiva a cuidar de su hijo. Este amor es también la característica del trabajo que la envuelve y de la forma en que éste se expresa. Esto muestra que en la vida cristiana, primero tenemos una obra de fe, y luego, esta obra llega a ser un trabajo de amor.

LA PERSEVERANCIA EN LA ESPERANZA

  De la obra de fe y del trabajo de amor avanzamos a la perseverancia en la esperanza. La esperanza es la fuente de la perseverancia. Todas las madres saben que para cuidar a sus hijos necesitan perseverancia. Se requiere perseverancia para que una madre pueda soportar todos los problemas que conlleva la crianza de sus hijos.

  En la vida de iglesia, como también en la vida familiar, todos necesitamos perseverancia. Por lo tanto, debemos ser adiestrados, educados, primero para realizar la obra, luego, para trabajar y, finalmente, para perseverar. Un apóstol es uno que persevera. Mientras tenga perseverancia, esto lo capacitará para ser apóstol. En 2 Corintios podemos ver la perseverancia del apóstol Pablo. Tal perseverancia es la piedra cimera de nuestra obra. Ancianos, la perseverancia es la característica culminante de un anciano. Asimismo, en la labor de pastorear a otros, la perseverancia es crucial. Si hemos de tener éxito al pastorear a los santos, debemos ejercitarnos en la perseverancia. La perseverancia conlleva sufrimientos, no disfrute. El pastoreo siempre va acompañado de cierta cantidad de sufrimientos.

  En 1:3 Pablo habla de la perseverancia en la esperanza de nuestro Señor Jesucristo. Esta perseverancia proviene de la esperanza en la venida del Señor, o de la esperanza en el Señor que está por venir. La esperanza es la fuente de la perseverancia.

LA ESTRUCTURA DE LA VIDA CRISTIANA

  La fe, el amor y la esperanza que se mencionan en 1:3 describen la estructura de la vida cristiana genuina, una vida construida con estos elementos. La fe recibe las cosas divinas (Jn. 1:12) y da sustantividad a las cosas espirituales e invisibles (He. 11:1). La esperanza cosecha las cosas a las cuales la fe ha dado sustantividad y participa de ellas (Ro. 8:24-25). El amor disfruta de las cosas que han sido recibidas y hechas reales por la fe y de las cuales se participa por la esperanza, para que nos alimentemos a nosotros mismos, edifiquemos a otros y expresemos a Dios. Tal vida tiene su origen no en la habilidad del ser natural de los creyentes, sino en la infusión en ellos de todo lo que es Dios, Aquel en quien creen. Esta vida se lleva a cabo por medio de su sacrificio de amor hacia su Señor amoroso, quien los amó y se dio a Sí mismo por ellos, y hacia Sus miembros, a quienes Él redimió en amor por medio de Su muerte. Esta vida perdura y permanece inmutable por el poder sostenedor de la esperanza con la cual los creyentes esperan a su amado Señor, quien prometió que regresaría a tomarlos a Sí mismo. Tal vida es el contenido de esta epístola.

  Espero que todos veamos algo en 1 y 2 Tesalonicenses que sea de ayuda para los nuevos creyentes. Debemos ayudar a los nuevos creyentes a crecer en la fe, en el amor y en la esperanza, y en particular, en la obra de fe, en el trabajo de amor y en la perseverancia en la esperanza.

  Es maravilloso ver que los creyentes tesalonicenses hayan podido llevar tal vida mediante lo que les ministró el apóstol en tan corto tiempo, ¡menos de un mes! Esto nos anima a predicar con plena certidumbre de fe el evangelio completo a los incrédulos típicos, y a ministrar a los recién convertidos las verdades profundas de la vida cristiana. No debemos pensar que si predicamos el evangelio completo, los demás no entenderán lo que les decimos. Primero, debemos tener fe en que ellos creerán, y entonces ellos mismos creerán. Si nosotros no creemos lo que predicamos, otros nunca creerán en ello. Por lo tanto, debemos creer que quienes nos escuchan, tendrán la capacidad de entender, recibir y aceptar el evangelio completo. De igual manera, debemos avanzar y ministrar a los nuevos creyentes las verdades profundas de la vida cristiana. Espero que todos aprendamos a predicar algo más profundo de lo que pensamos que otros pueden entender.

  En las dos epístolas a la joven iglesia en Tesalónica, se revela de una manera breve y simple la vida cristiana genuina para la vida de iglesia apropiada. Es una vida de tres dimensiones a la luz del regreso del Señor, que tiene la fe como el comienzo, el fundamento; el amor como el proceso, la construcción; y la esperanza como la consumación, la piedra cimera. La fe se dirige a Dios (1:8); el amor se dirige a los santos (3:12; 4:9-10); y la esperanza reposa sobre la venida del Señor (2:19). La primera epístola tiene como fin animar y consolar; la segunda, corregir y equilibrar. Los creyentes deben vivir, andar y obrar por fe y amor en la esperanza que se basa en la venida del Señor; pero no deben tener el concepto erróneo de que el Señor vendrá inmediatamente y que, por tanto, no necesitan hacer ningún plan a largo plazo.

LA CONSUMACIÓN DE LA VIDA CRISTIANA CON MIRAS A LA VIDA DE IGLESIA

  Estas dos epístolas pueden considerarse como la consumación de la vida cristiana con miras a la vida de iglesia. Ellas concluyen la sección de los escritos del apóstol Pablo que comienza con el libro de Romanos. Aunque estas dos epístolas corresponden a la etapa inicial de la vida cristiana y de la vida de iglesia, también pueden ser consideradas como la consumación de la vida cristiana con miras a la vida de iglesia.

  De acuerdo con la secuencia de los escritos del Nuevo Testamento, tenemos Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses y 1 y 2 Tesalonicenses. Podemos decir que estas nueve epístolas forman un grupo. La consumación y conclusión de este grupo de nueve epístolas son 1 y 2 Tesalonicenses.

  En este mensaje hemos abarcado dos asuntos básicos. El primero es que la iglesia está compuesta de seres humanos que están en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, es decir, de personas que poseen la vida de Dios y tienen una unión orgánica con Cristo. El segundo asunto es que la vida de iglesia es la vida cristiana construida con la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza en el Señor que está por venir. Esperamos que estos dos asuntos queden profundamente grabados en nosotros. Debemos ver que la iglesia se compone de seres humanos que están en Dios Padre y poseen Su vida, y que están orgánicamente en el Señor Jesucristo. Asimismo debemos ver que la vida cristiana que se lleva con miras a la vida de iglesia está construida con la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza. En los mensajes siguientes veremos más acerca de la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza.

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