Mensaje 10
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Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1; 2:12; 3:12; 4:7; 5:23-24; 2 Ts. 1:3, 5, 10; 2:13-14, 16; Col. 3:10-11; Ap. 1:11-12
Conforme a 1 Tesalonicenses 1:1 y 2 Tesalonicenses 1:1, la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. En el mensaje anterior hicimos notar que el hecho de que la iglesia esté en Cristo significa que ella está en la vida de resurrección. Esta vida de resurrección es el propio Cristo en resurrección como Espíritu vivificante. Lo que necesitamos no es esforzarnos por ser mejores, sino permitir que esta vida de resurrección crezca en nosotros.
En Juan 14 encontramos otro indicio de que nosotros los creyentes estamos en Dios Padre. Según la concepción religiosa tradicional, este capítulo habla de mansiones celestiales. Sin embargo, Juan 14 no habla de mansiones celestiales, sino de moradas en una persona divina, en Dios el Padre. En los versículos 2 y 3, el Señor Jesús declara: “En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”. El Señor Jesús les estaba diciendo a Sus discípulos que por medio de Su muerte y resurrección, Él prepararía el camino para introducirlos en el Padre.
El Señor Jesús está en el Padre (Jn. 14:10-11). Él deseaba que también Sus discípulos estuvieran en el Padre, según lo revela Juan 17:21. Mediante Su muerte y resurrección, Él introdujo a Sus discípulos en Sí mismo. Ahora, dado que Sus discípulos están en Él, y como Él está en el Padre, ellos también están en el Padre. De ahí que, donde está el Señor Jesús, allí están también los discípulos. ¿Dónde está el Señor Jesús? Está en el Padre. Por consiguiente, estar donde Él está, significa que nosotros también estamos en el Padre.
Es una verdadera superstición creer que Juan 14:2 y 3 nos está diciendo que el Señor está edificando una mansión celestial y que Él volverá sólo cuando haya terminado esta obra de edificación. Algunos maestros cristianos incluso dicen que la razón por la cual el Señor Jesús aún no ha regresado es que la edificación de las mansiones celestiales aún no ha terminado. Esto fue lo que me comentó un maestro cristiano en mi juventud. Algunos cuando hablan de las mansiones celestiales, exclaman: “¡Cuán maravillosas serán las mansiones celestiales! El Señor Jesús ha estado construyéndolas por más de mil novecientos años, y aún no las ha terminado. El Señor dijo que cuando nos hubiera preparado un lugar, regresaría y nos tomaría a Sí mismo. El mero hecho de que aún no haya regresado, indica que Él sigue edificando estas mansiones celestiales”.
En 1958, mientras me encontraba en Inglaterra, fui alumbrado y vi en la Biblia que Juan 14 no tiene nada que ver con una mansión celestial. La palabra “mansiones”, que aparece en la versión King James en Juan 14:2, no es acertada. En realidad, este versículo está hablando de moradas, no de mansiones. La palabra usada en el griego es la forma sustantivada del verbo “morar”. Era como si el Señor Jesús estuviera diciendo: “Yo soy vuestra morada, y vosotros morareis en Mí. Asimismo vosotros sois Mi morada, y Yo moraré en vosotros. Voy, pues, a preparar una morada en Dios el Padre. El Padre desea recibiros a todos vosotros. Sin embargo, debido a que vosotros sois pecaminosos e injustos, y Él es santo y justo, no podéis entrar en Él a menos que Yo muera en la cruz y quite vuestros pecados. Mi muerte abrirá el camino para que vosotros podáis entrar en el Padre. Después de que os haya preparado un lugar en el Padre mediante Mi muerte y resurrección, vendré otra vez”. ¡Alabado sea el Señor, porque en este sentido, el Señor Jesús ya retornó! Él ya regresó y nos introdujo en el Padre. Ahora, como miembros de la iglesia, podemos declarar que estamos en Dios Padre. La iglesia, que nos incluye a todos nosotros, está donde se encuentra el Señor Jesús, esto es, está en Dios Padre. ¡Aleluya, donde está el Señor Jesucristo, allí también estamos nosotros! Estamos en la misma morada con el Señor Jesús. ¡Qué maravilloso!
Cuando comencé a enseñar que Juan 14 no habla de mansiones celestiales sino de moradas en Dios Padre, fui criticado y condenado por ello. Algunos me acusaron de quitarles su mansión celestial y se quejaron de que ahora en los sepelios ya no podrían decirle a la gente que cuando un creyente muere le espera una mansión celestial.
También se me ha acusado de enseñar herejías por haber dicho, basándome en la Biblia, que Cristo es ahora el Espíritu vivificante. No debemos pensar que el Espíritu vivificante sea una persona aparte del Señor Jesucristo. Mientras el Señor estaba en la carne, Él era Jesús; pero en la resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante. Nosotros no somos los únicos que hemos visto y enseñado este hecho. Muchos otros escritores cristianos han afirmado que, en la experiencia cristiana, Cristo equivale al Espíritu. En doctrina o en teología es muy difícil de explicar cómo el segundo de la Trinidad, el Hijo, puede ser el tercero, el Espíritu. No obstante, en la experiencia cristiana, el Cristo resucitado es el propio Espíritu. En 2 Corintios 3:17 se afirma explícitamente: “El Señor es el Espíritu”, y en 1 Corintios 15:45, un versículo que confirma este hecho, leemos: “Fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Aunque decir que Cristo es el Espíritu concuerda con la Biblia, he sido condenado de hereje por enseñar esto.
La Biblia revela que el Cristo resucitado, el propio Cristo en resurrección, es el Espíritu vivificante. Esto lo podemos confirmar con nuestra experiencia. En nosotros están Cristo y el Espíritu. Pero conforme a nuestra experiencia, ¿moran en nosotros dos personas, Cristo y el Espíritu, o mora una sola persona? Cristo y el Espíritu están en nosotros, pero en nuestra experiencia mora una sola persona, y no dos, porque ahora Cristo en resurrección es el Espíritu.
En resurrección, el Cristo que mora dentro de nosotros es un Espíritu maravilloso. Este Espíritu es vida, poder, santidad, amor, justicia, fuerza, vigor, sabiduría, gracia, bondad y misericordia. ¡Oh, este Espíritu lo es todo! Por ello afirmamos que este Espíritu, que es Dios y Cristo, es todo-inclusivo.
En particular, quisiera señalar que este Espíritu contiene la eficacia de la muerte de Cristo. El Espíritu ciertamente no contiene muerte, pero sí incluye la eficacia de la crucifixión del Señor Jesús.
En el Nuevo Testamento se nos manda que andemos conforme al Espíritu. Por ejemplo, Gálatas 5:16 dice: “Andad por el Espíritu, y así jamás satisfaréis los deseos de la carne”. En Gálatas 5:25 Pablo dice: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Refiriéndose al espíritu mezclado, es decir, al Espíritu mezclado con nuestro espíritu humano regenerado, Romanos 8:4 dice: “Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Por consiguiente, lo único que tenemos que hacer es andar conforme al Espíritu. No necesitamos hacer nada más.
A los hermanos y hermanas que están casados les preocupa tener una buena vida matrimonial y ser un buen cónyuge. Si un hermano me preguntara cómo puede ser un buen marido o cómo llevar una buena vida matrimonial, yo le daría una sola respuesta: ande conforme al Espíritu. Esto se aplica a los hermanos y a las hermanas, a los maridos y a las esposas. En la actualidad, se han escrito muchos libros cristianos sobre cómo tener una buena vida familiar o cómo evitar el divorcio. No es necesario leer esos libros. ¿Quiere usted ser un buen marido o una buena esposa? Ande conforme al Espíritu. ¿Quiere usted tener un buen matrimonio? La respuesta es la misma: ande conforme al Espíritu. Ya que el Espíritu es todo-inclusivo, basta con que andemos conforme a Él.
Nuestro problema radica en que no siempre somos fieles a nuestro deber de andar conforme al Espíritu. De las aproximadamente dieciséis horas que pasamos despiertos cada día, ¿cuántas horas anda usted conforme al Espíritu? Si a diario anduviéramos conforme al Espíritu tan sólo por hora y media, seríamos excepcionales. Pero tal vez ni siquiera en las reuniones de la iglesia andemos en el Espíritu. Por ejemplo, es posible que usted no cante conforme al Espíritu, y que en lugar de ello, cante según sus emociones. Si se siente emocionado, usted canta de cierta manera según sus emociones. Luego, es posible que en la siguiente reunión todo le sea indiferente, y que nada logre levantarle el ánimo, debido a que usted le presta más atención a sus emociones que al Espíritu. Su frialdad en la reunión tal vez se deba a que alguien lo ha ofendido. Debido a que se siente ofendido, no permite que nada en la reunión lo motive. Quizás permanezca desanimado por varios días, hasta que algo vuelve a motivarlo y despertar su entusiasmo. Entonces, en la reunión, usted dará gritos de alabanzas al Señor. Sin embargo, en tales condiciones, sus alabanzas serán conforme a sus emociones, y no conforme al Espíritu.
Es preciso que todos veamos que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Hemos dicho que estar en Jesucristo significa que todo lo negativo y todo lo que pertenece a la vieja creación, ha llegado a su fin. Esto significa que debemos poner fin a nuestras emociones naturales y a nuestro yo. Si éste es el caso, nadie podrá ofenderlo. ¿Cómo podría un muerto ofenderse con algo o con alguien? Sería imposible. Uno puede decirle o hacerle cualquier cosa a un muerto, y éste nunca se ofenderá. De manera que estar en Jesucristo significa llegar a nuestro fin y ser sepultado, ya que estar en Cristo equivale a estar en Su muerte. Si en verdad somos la iglesia en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, la función que desempeñamos en las reuniones no será conforme a nuestras emociones, sino conforme al Espíritu.
Hemos visto que estar en Cristo significa estar en el “aire espiritual”, en el Espíritu vivificante. Si en nuestra experiencia estamos en este aire espiritual, nadie nos ofenderá. Cuanto más otros traten de irritarnos, más podremos alabar al Señor. Ésta es la iglesia que está en Cristo como Espíritu vivificante.
La realidad de este hecho —el Cristo resucitado como Espíritu vivificante— excede nuestra capacidad para describirla. El poder, el vigor, la fuerza, la autoridad, el trono, la santidad, la justicia, es decir, todas las virtudes divinas, están relacionadas con el Cristo resucitado. Es por eso que cuando estamos en Él, tenemos todas estas virtudes. Tenemos paciencia, perseverancia y todo lo que Cristo es. Cristo es la realidad de los atributos divinos y de las virtudes humanas. Si en nuestro vivir práctico estamos en Él, seremos humildes, amables y perseverantes. Seremos personas que andan en resurrección, en el Cristo resucitado.
Hemos hecho mucho hincapié en el hecho de que, según 1:1, la iglesia es una entidad que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Ahora examinemos 2:12, que dice: “A fin de que anduvieseis como es digno de Dios, que os llama a Su reino y gloria”. ¿Qué significa andar como es digno de Dios? Andar como es digno de Dios significa llevar una vida en el Señor Jesucristo. En 1 Tesalonicenses 2:12 encontramos la explicación de 1:1. ¿Qué significa el que la iglesia esté en Dios Padre y en el Señor Jesucristo? El hecho de que la iglesia esté en Dios Padre y en el Señor Jesucristo significa que hay una compañía de seres humanos que andan como es digno de Dios.
¿Qué puede compararse con Dios? ¿Qué puede igualarle? La respuesta a estas preguntas es: sólo Dios mismo. Esto indica que, en realidad, andar como es digno de Dios es vivir a Dios mismo. Nuestra vida diaria debe ser de hecho Dios mismo, pues sólo Dios puede ser digno de Dios, igualarle o compararse con Él. Por lo tanto, en nuestro vivir, debemos expresar a Dios.
Nosotros podemos vivir a Dios porque poseemos la vida de Dios. Un perro obviamente tiene la vida de un perro y por ende, vive como un perro. Bajo el mismo principio, puesto que nosotros poseemos la vida de Dios, podemos vivir a Dios. ¡Aleluya, Dios es nuestro Padre y nosotros somos hijos Suyos! Como hijos de Dios poseemos Su vida y, como tales, podemos vivirle a Él.
Aunque 1 Tesalonicenses 1:1 nos habla de la iglesia que está en Dios Padre, muchos cristianos prefieren hablar de la iglesia que está en el Dios omnipotente. En los cultos de adoración cristianos a menudo se canta ese himno que empieza diciendo: “Santo, santo, santo, Señor omnipotente”. Para ustedes, ¿es Dios únicamente el Dios omnipotente, o es también su Padre? Puesto que nacimos de Dios, Él es ahora nuestro Padre. Como el omnipotente, Dios no tiene ninguna relación de vida con ustedes, y quizás ustedes no tengan nada que ver con Él. Tal vez se encuentren separados de Él y fuera de Él. Pero si Dios ha llegado a ser su Padre, ustedes tienen ahora una relación de vida con Él, y están en Él.
¿A quien aman más, al presidente de Estados Unidos, o a su propio padre? Aunque tal vez el presidente sea adinerado, y su padre sea pobre, sin duda ustedes amarán más a su padre que al presidente. Del mismo modo y en un sentido más profundo, nosotros podemos amar muchísimo más a Dios como a nuestro Padre que como al Dios omnipotente. ¡Aleluya porque por ser hijos de Dios, podemos vivir a Dios! Todos debemos declarar confiadamente: “Porque poseo la vida de Dios, puedo vivir a Dios”.
Ahora entendemos lo que significa andar como es digno de Dios. Sólo Dios puede ser digno de Sí mismo, y sólo Dios puede igualarse a Sí mismo o compararse consigo mismo. Por consiguiente, andar como es digno de Dios equivale a vivir a Dios. ¡Alabado sea el Señor porque poseemos la vida de Dios y porque al vivirle podemos andar como es digno de Él!