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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Tesalonicenses»
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Mensaje 13

EL FOMENTO DEL CRECIMIENTO TRAE RECOMPENSA

  Lectura bíblica: 1 Ts. 2:13-20

  En el capítulo uno encontramos la estructura y el origen de una vida santa para la vida de iglesia. En el capítulo dos vemos la manera de fomentar el crecimiento de esta vida. Al leer el capítulo dos, puede parecernos que Pablo hace demasiado hincapié en la entrada que los apóstoles tuvieron entre los tesalonicenses y en la manera en que vivieron entre ellos. Quizás pensemos que Pablo debió haber impartido a los nuevos creyentes más doctrinas, enseñanzas e instrucciones. Pero en vez de ello vemos que él hizo énfasis en la llegada de los apóstoles, en la manera en que ellos predicaron y enseñaron la palabra, y en cómo los nuevos creyentes recibieron esta palabra. Pablo hizo resaltar la conducta de los apóstoles, su vivir y estilo de vida porque su deseo era nutrir a los creyentes, brindarles un cuidado tierno que fomentara el crecimiento de ellos. La intención de Pablo no era impartirles mucho conocimiento, y su carga no consistía en enseñarles tantas cosas. Es por eso que los veinte versículos del capítulo dos tratan muy poco las enseñanzas. Si bien en el versículo 12 él dice que Dios llamó a los creyentes a Su reino y gloria, no desarrolla estos temas ni los explica. En lugar de ello, Pablo menciona versículo por versículo la manera en que vivía y predicaba, y cómo él era un modelo para los creyentes.

LA OBRA DE FOMENTAR EL CRECIMIENTO DE VIDA

  Lo que vemos en el capítulo dos de 1 Tesalonicenses es la manera en que se fomenta el crecimiento en la etapa inicial de la vida cristiana. En este capítulo, Pablo nutre y cuida con ternura a los creyentes. Según lo que escribe, él se desempeña como una madre que amamanta y como un padre que exhorta. Por un lado, él es una madre que cuida con ternura y, por otro, es un padre que exhorta. Su principal interés no era enseñar, sino cultivar algo en los nuevos creyentes que fomentaría el crecimiento de ellos.

  La mayoría de los obreros cristianos desconocen que su obra no debiera consistir principalmente en impartir enseñanzas, sino en fomentar con un cuidado tierno el crecimiento de los creyentes. Pablo consideraba que su obra consistía en ayudar a los creyentes a crecer. Por ello, en 1 Corintios 3 él dijo que él plantaba, que Apolos regaba y que luego Dios daba el crecimiento. Esto indica que Pablo consideraba que la obra cristiana era una obra de vida. No es como la obra que se realiza en una escuela, sino más bien como la que se realiza en una labranza, en una huerta o jardín. De ahí que no sea una obra en la que se enseña a otros o se les educa. Sin embargo, actualmente la obra realizada por la mayoría de los cristianos se centra en la educación y, en cierta medida, en la edificación. No obstante, esta edificación no tiene que ver directamente con la vida; más bien, tiene que ver con la ética, la moralidad o el perfeccionamiento del carácter. Sin embargo, el concepto que tenía Pablo respecto de la obra cristiana era totalmente diferente.

  Según lo que Pablo dice en el capítulo dos, él consideraba a los creyentes como miembros de una numerosa familia. Por supuesto, en una familia es necesario impartir ciertas enseñanzas. Tanto la madre como el padre enseñan a sus hijos. Sin embargo, en una familia lo principal no es enseñar a los hijos, sino criarlos, es decir, proveerles un cuidado tierno, nutrirlos y fomentar su crecimiento. Ellos no crecen primordialmente en conocimiento sino en vida. A medida que los niños crecen, espontáneamente reciben más educación. El conocimiento que ellos adquieren siempre corresponde a su etapa de crecimiento. No se les debe dar conocimiento de forma prematura. En otras palabras, su conocimiento no debe exceder su nivel de crecimiento. Éste es el concepto adecuado de lo que es la obra cristiana.

  Con respecto a este asunto, nosotros, quienes estamos en el recobro del Señor, tenemos que cambiar nuestra manera de pensar. No debemos pensar que en el recobro del Señor damos más importancia a la obra que a la vida. No, debemos concentrarnos en la vida. La iglesia es una familia. La iglesia también puede compararse con una labranza, un huerto. Una familia es un lugar donde los niños crecen, y un huerto es un lugar donde crecen árboles que dan fruto. Lo que a Pablo le preocupaba en el capítulo dos era el crecimiento de sus hijos. Él cuidaba de los creyentes jóvenes de tal modo que fomentara el crecimiento de ellos. También podríamos decir que aquí él estaba regando, nutriendo y cuidando con ternura las plantitas para que crecieran en vida. Es por eso que en lugar de impartir a los creyentes muchas enseñanzas, les presentó un modelo de vida. Este modelo de vida era, de hecho, Pablo mismo.

CRECER AL SER IMITADORES

  Algunos maestros cristianos dicen que un creyente no debiera dar testimonio de sí mismo. Según estos maestros, dar testimonio de nuestra experiencia es predicarnos a nosotros mismos. Por ello aconsejan a los demás no contar cómo se arrepintieron, cómo creyeron en el Señor, cómo recibieron gracia y cómo fueron salvos. Estos maestros insisten en que debiéramos predicar solamente al Señor Jesús y enseñar la Biblia, pero nunca hablar de nosotros mismos. Sin embargo, en 1 Tesalonicenses 2, Pablo claramente habla de sí mismo. Él da un testimonio contundente de cómo vivió entre los tesalonicenses; les recuerda cómo fue la entrada de los apóstoles y cómo se comportaron entre ellos. ¿Por qué Pablo resaltó esto? Porque quería presentar a estos creyentes jóvenes el modelo de un vivir adecuado. Espero que todos los ancianos y los responsables vean, a partir del ejemplo de Pablo, que debemos ser modelos para los santos. En cada iglesia local debe de haber algunos ejemplos, modelos, que otros puedan seguir.

  En 1:6 Palo dice a los tesalonicenses: “Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor”. Imitar es algo que está relacionado con el crecimiento. De hecho, en muchos casos imitar equivale a crecer. En una familia, los niños imitan a sus padres y a sus hermanos y hermanas mayores. Los pequeños no inventan nada; más bien, imitan a otros. Un buen ejemplo de esto es el uso del idioma. El niño aprende el idioma que hablan sus padres. Él habla el mismo idioma y con el mismo acento. Un niño aprende el idioma y el acento, imitándolo. Esto ejemplifica el hecho de que los niños crecen al imitar a sus padres. Por lo tanto, en una familia, imitar en realidad significa crecer. Los niños imitan a sus padres en muchas cosas, por ejemplo, en los ademanes, en la forma de hablar y aun en el carácter. Los padres son ejemplos, modelos, para sus hijos. Lo que sean los padres, eso mismo serán también los hijos.

PRESENTAR UN MODELO

  Impartir muchas enseñanzas a los nuevos creyentes y a los jóvenes no es la manera correcta de cuidarlos. La manera que fomenta su crecimiento es presentarles un modelo. Al mostrarles un modelo, los refrescaremos, abasteceremos, nutriremos y cuidaremos con ternura. De esta manera fomentamos su crecimiento. Si sienten que su experiencia es algo deficiente, hábleles a los nuevos creyentes de algunos personajes de la Biblia, como por ejemplo, de personas como Enoc, Noé, Abraham y David, en el Antiguo Testamento, y de Pedro, Juan, Pablo y Timoteo, en el Nuevo Testamento. Podemos hablarles de las vidas de personajes bíblicos de tal modo, que fomentemos con un cuidado tierno el crecimiento de los nuevos creyentes.

  Si impartimos demasiadas enseñanzas a los nuevos creyentes y a los jóvenes, les haremos daño. Toda madre sabe que una de las cosas más importantes en la crianza de sus hijos es darles una alimentación apropiada. El noventa por ciento del cuidado que brindamos a nuestros hijos depende de la alimentación, y el diez por ciento, de la enseñanza. Esto también debemos ponerlo en práctica al cuidar de los nuevos creyentes en la iglesia. El noventa por ciento de nuestro tiempo lo debemos emplear en alimentar, y el diez por ciento, en enseñar. La alimentación incluye presentarles modelos ya sea de la Biblia o de la historia de la iglesia. Leer biografías de los santos que vivieron en siglos pasados, es algo que nos nutre y fomenta nuestro crecimiento. Lo que deseamos resaltar aquí es que la mejor forma de alimentar a otros y fomentar su crecimiento, es presentarles un modelo adecuado. Si no les presentamos un modelo, no podremos fomentar el crecimiento de los nuevos creyentes. Es sólo cuando tenemos un modelo que podemos alimentar a otros.

  En el libro de 1 Tesalonicenses Pablo no estaba predicándose a sí mismo; más bien, él estaba alimentando a sus hijos espirituales al mostrarles la manera en que él vivía a Cristo. En otras palabras Pablo usaba el ejemplo de su misma vida para alimentar a sus hijos espirituales. Ésta fue la razón por la cual él hizo hincapié en su venida a los tesalonicenses, la manera en que les había predicado, esto es, la manera en que les había presentado la palabra de Dios, y su conducta.

LA PALABRA DE DIOS ACTÚA EN LOS CREYENTES

  En 2:13 Pablo dice: “Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual también actúa en vosotros los creyentes”. Este versículo indica que la fuente, el origen, de la predicación de los apóstoles era Dios, y no ellos mismos. Los tesalonicenses recibieron su palabra no como palabra de hombres, sino como la palabra de Dios. He aquí un principio rector: siempre que prediquemos o enseñemos, debemos recalcar a otros que lo que decimos no es palabra de hombres, sino que es verdaderamente la palabra de Dios.

  En el versículo 13 Pablo dice que la palabra de Dios actúa en los creyentes. Ya que la palabra de Dios es viva y eficaz (He. 4:12), ella actúa en los que creen. Una vez que recibimos y aceptamos la palabra, ella actúa dentro de nosotros.

IMITADORES DE LAS IGLESIAS

  En el versículo 14 Pablo añade: “Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas que ellas padecieron de los judíos”. El apóstol enseñaba lo mismo en todas las iglesias (1 Co. 4:17; 7:17; 11:16), lo cual indica que todas las iglesias deben llevar el mismo testimonio de Jesús. Por lo tanto, todas las iglesias son candeleros de la misma clase (Ap. 1:9, 20).

  La iglesia en Tesalónica imitaba a las iglesias de Judea. Ciertamente llegaban a los creyentes de Tesalónica informes de las iglesias de Judea. De lo contrario, ¿cómo habrían podido los tesalonicenses imitar a las iglesias de Judea si no hubiesen escuchado nada de ellas? Ellos tuvieron que haber recibido noticias de las iglesias y de los santos. Estos informes fomentaron el crecimiento de los creyentes tesalonicenses. Una vez más, vemos que nada fomenta más el crecimiento de una iglesia o de un santo como el escuchar experiencias verídicas de otros santos o de otras iglesias.

  En el versículo 14 Pablo menciona que los tesalonicenses sufrieron de los de su propia nación las mismas cosas que las iglesias de Judea padecieron de los judíos. Ésta es una palabra de consuelo y fortalecimiento que ciertamente fomentaba el crecimiento de ellos. En el momento en que Pablo escribió esta epístola, la iglesia en Tesalónica se encontraba sufriendo y padeciendo persecución. En medio de su persecución, los creyentes escucharon de los sufrimientos de los de Judea. Este informe los fortaleció, consoló y afirmó. Esto ciertamente contribuyó al fomento de su crecimiento.

UNA VACUNA

  El versículo 15 añade: “Los cuales mataron al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres”. Pablo fue sabio al escribir este versículo. Aquí él vacuna a los creyentes en contra de la futura venida de los judaizantes. Pablo infunde en los creyentes tesalonicenses una sana advertencia acerca de los judaizantes. Era como si Pablo les estuviese diciendo: “Hermanos, no debéis tener en alta estima las cosas judías. Los judíos no están del lado de Dios ni son uno con Dios. Ellos mataron al Señor Jesús, y a nosotros nos expulsaron. Tesalonicenses, debéis estar preparados, porque un día los judaizantes vendrán a vosotros a socavar lo que hemos hecho. No recibáis su palabra, porque ellos se oponen a nosotros. Se oponen a todos los hombres y no agradan a Dios”. Ésta ciertamente fue una vacuna excelente.

  Esta vacuna que les aplicó, también formaba parte de todo lo que Pablo hizo para fomentar el crecimiento de los santos. Así que la aplicación de vacunas se incluye en este tipo de cuidado. Los padres, al cuidar de sus hijos, buscan la forma de protegerlos contra las enfermedades. Aun en nuestro jardín tratamos de proteger las plantas de las enfermedades o de los insectos. De lo contrario, las enfermedades arruinarían las plantas, y los insectos las devorarían, especialmente las partes más tiernas. Por lo tanto, a fin de proteger el jardín, tal vez tengamos que rociar las plantas con insecticida. Puede decirse que en este versículo Pablo les estaba dando a los creyentes de Tesalónica un germicida divino. Él les advirtió que no se fiaran de los judíos ni les dieran ningún crédito; al contrario, los tesalonicenses debían rechazarlos.

  Pablo continúa esta advertencia en el versículo 16, donde dice de los judíos: “Al impedirnos hablar a los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo”. Pablo hace notar que los judíos no querían que los tesalonicenses escucharan la palabra de los apóstoles y así fueran salvos. Esta palabra es parte de la vacuna que Pablo les aplica.

PRIVADOS DE LOS SANTOS

  En el versículo 17 Pablo añade: “Pero nosotros, hermanos, privados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, tanto más procuramos con mucho deseo ver vuestro rostro”. Estas palabras dejan implícito que los apóstoles consideraban a los recién convertidos preciosos y queridos. Pablo expresó que el dolor que sentía al estar separado de ellos era semejante a la pena que produce la pérdida de un ser querido. Era de esta manera que él los extrañaba. Este versículo también nos muestra cuánto los apóstoles anhelaban ver a los recién convertidos.

  En el versículo 17 Pablo parecía decir: “Hermanos, hemos sido privados de vosotros. Deseábamos permanecer con vosotros, y os extrañamos en gran manera. Sin embargo, hemos sido privados de vosotros de vista pero no de corazón. En nuestro corazón, seguimos estando con vosotros. Estamos muy deseosos de volver a ver vuestro rostro”.

  Las palabras de Pablo en los versículos del 15 al 17 son muy emotivas. Puesto que era una persona muy emotiva, él podía tocar los sentimientos de los demás. Cuando habló negativamente de los judíos, él se mostró muy emotivo. Asimismo, cuando habló positivamente de los apóstoles, también se mostró emotivo. El hecho de que él expresara sus profundos sentimientos hizo que los creyentes amaran a los apóstoles y cerraran la puerta a los judaizantes. Esto también está relacionado con la manera en que los padres cuidan a sus hijos, fomentando el crecimiento de ellos, protegiéndolos y criándolos a fin de que no sean afectados por cosas negativas.

  Indudablemente Pablo sabía cómo fomentar el crecimiento de los santos. Él habló de sí mismo de tal modo que pudiera fomentar su crecimiento y también vacunarlos. Al brindarles a los tesalonicenses este cuidado, Pablo les hace notar que los judíos que se oponían a los creyentes y los perseguían, debían ser rechazados, pero los judíos que venían a ellos en calidad de apóstoles eran afables.

ESTORBADOS POR SATANÁS

  En el versículo 18 Pablo dice: “Por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó”. Satanás estorbó a los apóstoles porque llevaban a cabo la voluntad de Dios. Pablo culpó a Satanás. Con esto les estaba diciendo a los tesalonicenses que no abrieran la puerta a los judaizantes y que aborrecieran a Satanás. Los apóstoles estaban ansiosos de ver a los creyentes de Tesalónica, pero Satanás les estorbó.

ESPERANZA, GOZO Y CORONA

  En los versículos 19 y 20 Pablo concluye, diciendo: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que nos gloriemos delante de nuestro Señor Jesús, en Su venida? ¿No lo sois vosotros? Vosotros sois nuestra gloria y gozo”. La palabra griega traducida “venida” en el versículo 19 es parousía, la cual significa presencia. La venida del Señor es Su presencia. Bajo esta luz fueron escritas estas dos primeras epístolas. Cada capítulo de la primera epístola termina hablando del regreso del Señor.

  El versículo 20 indica que, puesto que los apóstoles eran para los creyentes nodrizas y padres que exhortan (vs. 7, 11), los creyentes, como hijos de los apóstoles, eran su gloria y gozo. Sin ellos, los apóstoles no tenían esperanza, gloria ni corona de que gloriarse.

  Aquí Pablo parecía decir: “Vosotros sois nuestra esperanza, nuestro gozo y nuestra corona de que podemos gloriarnos. Hermanos, estamos aquí exclusivamente por causa de vosotros; no buscamos aquí ninguna otra cosa. Aparte de vosotros, nosotros no tenemos nada. Vosotros sois nuestra esperanza, tanto como lo es el regreso del Señor para vosotros. Si el Señor regresara y vosotros no estuvierais, no tendríamos gozo ni gloria. ¡Vosotros sois necesarios! Vosotros sois nuestra esperanza, nuestro gozo, nuestra corona y nuestra gloria delante del Señor Jesús, en Su venida”. Una vez más Pablo se mostró muy emotivo al cuidar de sus hijos. Él ciertamente era un padre que exhortaba a sus hijos. Como tal, él parecía decirles: “Hijitos, estamos aquí únicamente por causa de vosotros. Sin vosotros, nuestra existencia sería vana. Aun más, de no ser por vosotros, ni siquiera querríamos vivir”. Cuando los padres hablan de esta manera a sus hijos les conmueven profundamente el corazón.

  ¿No se sentiría usted profundamente conmovido si sus padres le escribieran con estas palabras? ¿No se sentiría conmovido si le dijeran que sin usted, la vida de ellos no tendría sentido, y que usted es la única razón por la cual viven? Estoy seguro de que si escuchara o leyera palabras como éstas, derramaría lágrimas. Hablar a los hijos de esta manera los cuida tiernamente y los ayuda a crecer.

  Pablo era un buen padre y, como tal, sabía cómo conmover el corazón de sus hijos. Si usted es capaz de conmover el corazón de los demás, tendrá éxito en fomentar su crecimiento. La mejor manera de fomentar el crecimiento de otros es conmover profundamente su corazón.

LA META DE LA VIDA CRISTIANA

  Leamos una vez más el versículo 12. Aquí Pablo dice: “A fin de que anduvieseis como es digno de Dios, que os llama a Su reino y gloria”. Este versículo indica que nuestra vida cristiana es una vida que tiene por meta el reino. Debemos andar como es digno de Dios, quien nos llama a Su reino y gloria. Este versículo nos dice claramente que la vida cristiana tiene una meta y que esta meta es el reino de Dios. Nos dirigimos hacia esta meta, hacia este destino. Este destino consiste en que entremos en el reino de Dios. El reino, un tema sobresaliente en el Nuevo Testamento, es la meta única de nuestro andar cristiano.

  Nuestra meta no es el cielo. Según el Nuevo Testamento, nuestra meta es el reino. En 1 Tesalonicenses 2:12 no dice que Dios nos ha llamado al cielo, sino que Él nos ha llamado con el propósito de que entremos en Su reino. El reino incluye la gloria de Dios. Cuando entremos en el reino, ciertamente estaremos en la gloria. El reino de Dios junto con la gloria de Dios es mucho más excelente que la así llamada mansión celestial.

  La obra que Pablo llevaba a cabo entre los nuevos creyentes los nutrió, los cuidó con ternura y fomentó su crecimiento ayudándolos a andar como es digno de Dios, a fin de que entraran en Su reino y participaran de Su gloria. Ésta es la meta de la vida cristiana.

RECIBIR LA RECOMPENSA

  En los versículos 19 y 20 Pablo indica que aquellos que colaboren con el Señor en fomentar el crecimiento de los nuevos creyentes y en ayudarles a andar como es digno de Dios, recibirán una recompensa. Esta recompensa será los mismos creyentes que hemos ayudado a crecer, y quienes vendrán a ser nuestra corona, gloria y gozo. ¡Qué gloria sería para cualquier obrero cristiano, que aquellos a quienes él cuidó hubieran madurado a la venida del Señor! ¡Esto ciertamente sería una corona y una gloria para él! En cambio, cuán profunda sería su vergüenza si ninguno de los creyentes hubiese crecido ni madurado.

  Muchos de nosotros estamos cuidando de los creyentes jóvenes. El resultado de nuestra labor debe ser que estos creyentes lleguen a la madurez. Si maduran adecuadamente, ellos estarán en el reino y participarán de la gloria de Dios. Esta madurez entonces se convertirá en nuestra corona, gozo y gloria delante del Señor Jesús, en Su venida. Sin embargo, supongamos que nos dedicamos al cuidado de nuevos creyentes, pero sin obtener ningún resultado. En tal caso, a la venida del Señor no veremos ningún fruto de nuestra labor. ¡Cuán vergonzoso sería esto! Cuando venga el Señor Jesús, el resultado de nuestra obra se hará manifiesto. Ese resultado será también nuestra recompensa, nuestra corona, nuestro gozo.

  Este mismo principio lo vemos en 1 Pedro 5:4. Allí Pedro dice que los ancianos serán recompensados con una corona de gloria. Sin embargo, esta recompensa dependerá del resultado de su labor como ancianos. Si como resultado de la labor de los ancianos los santos maduran, esa madurez será una corona de gloria para los ancianos mismos. Ésa entonces será la recompensa que recibirán.

  En el capítulo dos de 1 Tesalonicenses encontramos sanas palabras para todos nosotros. En este capítulo aprendemos cómo servir a los creyentes jóvenes y a los recién convertidos a fin de que ellos reciban el cuidado tierno que fomenta su crecimiento y madurez, y así haya un fruto positivo de nuestra labor a la venida del Señor. Este fruto será entonces nuestra corona y gloria, es decir, la recompensa que recibiremos por nuestra labor hoy.

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