Mensaje 3
Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1-10
La mayoría de los cristianos entiende e interpreta la Biblia de una manera natural. Es posible que éste sea el caso cuando leen 1 y 2 Tesalonicenses. Hemos hecho notar que estas epístolas fueron escritas por Pablo de una forma elemental para nuevos creyentes, quienes probablemente llevaban menos de un año de estar en el Señor. Cuando yo era muy joven, se me dijo que los libros escritos a los tesalonicenses eran muy valiosos, y comencé a estudiarlos detenidamente. No obstante, mi comprensión de estas epístolas era natural. Al mirar retrospectivamente, me doy cuenta de que interpreté estos libros de una manera muy natural. Todos debemos ver la diferencia entre lo que es entender la Palabra de una forma natural y entenderla de una forma espiritual.
Aunque 1 y 2 Tesalonicenses fueron dirigidos a nuevos creyentes, en estos libros se usan varios términos que son muy profundos. Ambas epístolas, 1 y 2 Tesalonicenses, empiezan casi exactamente igual: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. Entre tantas epístolas que escribió Pablo, solamente estas dos contienen la expresión “la iglesia ... en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. En vez de pasar por alto esta expresión, debemos procurar saber lo que significa. Si indagamos de esta manera, descubriremos que la expresión “la iglesia ... está en Dios” tiene un profundo significado. Este pensamiento no se encuentra en el Antiguo Testamento. Dios nunca le dijo a Su pueblo, a los hijos de Israel, que ellos estaban en Dios. Sin embargo, en el Nuevo Testamento hay dos epístolas que nos dicen que la iglesia está en Dios. Debemos aprender lo que verdaderamente significa el que la iglesia esté en Dios. ¡Cuán trascendental es el hecho de que la iglesia esté en Dios!
En 1 Corintios Pablo dice que la iglesia está en Corinto. Él habla también de las iglesias que estaban en Macedonia. Sin embargo, tanto en la primera epístola que escribió a los tesalonicenses como en la segunda, la ubicación de la iglesia no es la ciudad, sino Dios mismo. Aun más, la iglesia está en el Dios Triuno. Esto está implícito en el hecho de que Pablo dice: “En Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. En el griego, el complemento de la preposición traducido “en” es tanto Dios Padre como el Señor Jesucristo. El Padre y el Hijo son dos y al mismo tiempo, uno. Por consiguiente, el hecho de que la iglesia esté en Dios Padre y en el Señor Jesucristo significa que la iglesia está en el Dios Triuno.
El Dios que se revela en el Nuevo Testamento no es meramente Dios el Creador; Él es Dios el Padre y nuestro Señor Jesucristo. Él pasó por el proceso de encarnación, vivir humano, crucifixión y resurrección. El nombre Jesús hace alusión a la encarnación, y el título Cristo, a la resurrección. Si Dios no se hubiera encarnado, ¿cómo podría ser Jesús? Y si Él no hubiera entrado en la resurrección, ¿cómo podría ser Cristo? El Dios que experimentó la encarnación y la resurrección está ahora en nuestro espíritu para ser nuestra vida. La iglesia es una entidad que está en tal Dios, en el Dios Triuno.
Aunque la iglesia en Tesalónica era una iglesia nueva, aun así los tesalonicenses tenían que comprender que la iglesia está en Dios. Era necesario que los que estaban en esta tierna iglesia vieran que la iglesia está en el Dios Triuno, en el mismo Dios que es nuestro Padre y nuestro Señor. Los libros de 1 y 2 Tesalonicenses no fueron dirigidos a individuos, sino a la iglesia que está en el Dios Triuno. Ésta es la razón por la cual hablamos de una vida santa para la vida de iglesia. En conclusión, estas dos epístolas fueron dirigidas a la iglesia, y la iglesia está en el Dios Triuno procesado.
En 1:3 Pablo dice: “Acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de vuestra obra de fe, de vuestro trabajo de amor y de vuestra perseverancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo”. La obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza, son expresiones importantes y profundas. No obstante, tal vez tomemos por sentado que entendemos lo que es la obra de fe, y, al mismo tiempo, es posible que no seamos capaces de definir adecuadamente lo que es la fe. ¿Qué es la fe, y qué es la obra de fe? Algunos dirán: “Los tesalonicenses creyeron en Dios, y debido a su fe, ellos realizaron una obra para Dios. Eso es la obra de fe”. No obstante, esto es una comprensión natural de lo que es la obra de fe. El verdadero significado de esta expresión difiere de nuestro modo natural de entender las cosas.
Durante el entrenamiento de 1 Timoteo cantamos un coro basado en 1 Timoteo 3:15 y 16:
La iglesia es la casa del viviente Dios, De la verdad fundamento y columna. Grande es el misterio de la piedad; Dios manifestado en la carne fue.
Hasta un niño podría cantar esas palabras claramente y en voz alta; no obstante, no sería capaz de explicar lo que significa el que la iglesia sea la casa del Dios viviente o columna y fundamento de la verdad. Tampoco podría explicar lo que significa el misterio de la piedad, Dios manifestado en la carne. Un niño puede cantar sobre cosas muy profundas sin tener ningún entendimiento de ellas. En principio, es posible que seamos así cuando leemos la Biblia. Tal vez digamos: “La iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”, sin que entendamos en absoluto lo que eso significa. Asimismo, es posible que sólo tengamos una comprensión natural de la estructura de la vida santa para la vida de iglesia, una estructura compuesta de tres elementos, a saber: la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza. Puede ser que tengamos una comprensión natural de estas cosas, muy distinta de la comprensión que tenía Pablo cuando las usó.
En 1:9 y 10 Pablo dice: “Porque ellos mismos cuentan de vosotros cómo fue nuestra entrada entre vosotros, y cómo os volvisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a Su Hijo, el cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”. Quizás pensemos que entendemos lo que significa volverse de los ídolos, servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a Su Hijo. Pero, de hecho, es posible que no sepamos el significado correcto de estas cosas.
En 4:7 Pablo dice que Dios nos ha llamado en santificación. Es posible que también pensemos que entendemos el término “santificación”. En verdad, entendemos muy poco lo que es la santificación. Aquí Pablo no dice que Dios nos ha llamado en santidad, sino que nos ha llamado en santificación. Hay una notable diferencia entre la santidad y la santificación.
En 1 Tesalonicenses 5:23 dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Es posible que leamos este versículo sin entender el verdadero significado de la frase “os santifique por completo”. Del mismo modo, tal vez no sepamos lo que significa que nuestro espíritu, alma y cuerpo sean guardados perfectos. Quizás leamos este versículo una y otra vez pensando que lo entendemos, cuando en realidad no lo hemos entendido en absoluto.
En 1 Tesalonicenses se hace hincapié en la santificación. Dios nos ha llamado en santificación, y el Dios de paz nos santifica por completo. Esta epístola hace hincapié en una vida santificada para la vida de iglesia. Ésta es la razón por la cual adoptamos la expresión “una vida santa para la vida de iglesia”.
En 2 Tesalonicenses también encontramos otras expresiones profundas. En 2:13 Pablo dice: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad”. La frase “Dios os haya escogido ... para salvación en santificación por el Espíritu” es crucial y muy profunda. La salvación se lleva a cabo en santificación por el Espíritu. Esta expresión se usa una sola vez en todo el Nuevo Testamento.
En 2 Tesalonicenses 2:14 Pablo añade: “A lo cual también os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. La expresión “para alcanzar la gloria” también es única, y sólo aparece una vez en el Nuevo Testamento. Mediante el evangelio, Dios nos llamó para que alcanzásemos la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
En 2 Tesalonicenses 2:16 leemos otra expresión muy profunda: “Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza en la gracia”. Aquí Pablo nos habla de la consolación eterna y de la buena esperanza en la gracia. Estos términos también se usan sólo una vez en el Nuevo Testamento.
Recientemente en una reunión, una hermana dio un testimonio acerca del Dios vivo. Ella contó que un día se encontraba en un lugar extraño, a altas horas de la noche, y que una joven, que había viajado con ella en el autobús, le fue de gran ayuda. Esta hermana añadió que esto era una prueba clara de que Dios es un Dios vivo, pues le había provisto a alguien para que le ayudara en esa situación. En 1:9 Pablo habla de volverse de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero. ¿Piensan ustedes que el concepto que tenía Pablo acerca del Dios vivo es el mismo que tenía la hermana que dio ese testimonio? ¿Qué quería decir Pablo cuando habló de servir al Dios vivo? Cuando Pablo habló del Dios vivo, ¿se refería a que Dios le envía a usted alguien para que lo ayudara en momentos críticos? Si éste es su concepto, eso indica que usted tiene un entendimiento natural de este asunto. En muchas ocasiones, el Dios vivo no libró a Pablo de sus problemas y penurias. Si sólo nos basáramos en el testimonio de esta hermana, pareciera como si Dios no hubiera sido muy viviente para Pablo en su experiencia. Menciono este testimonio para hacerles notar que necesitamos entender lo que Pablo quiso decir cuando habló de servir al Dios vivo y verdadero. No debemos entender la Biblia de una forma natural; más bien, debemos entenderla conforme a la revelación divina.
Si solamente leemos 1 Tesalonicenses, tal vez nos sea difícil saber cuál era la comprensión de Pablo cuando habló del Dios vivo. Sin embargo, si leemos los demás libros que él escribió, entenderemos que para él, el Dios vivo era el mismo Dios que ahora vive en nosotros. Nosotros no servimos a un Dios que está meramente en los cielos. El Dios a quien servimos es Aquel que vive en nosotros. Por consiguiente, servir al Dios vivo significa servir al Dios que ahora vive en nosotros. En el Antiguo Testamento, los hijos de Israel sirvieron a un Dios que estaba en los cielos. Salomón oró al Dios del cielo. Aun en la oración que llamamos la oración del Señor, el Señor Jesús dice: “Padre nuestro que estás en los cielos” (Mt. 6:9). Pero ahora, después de la cruz y la resurrección, el Dios a quien servimos ya no está solamente en los cielos, sino que además vive en nosotros. Esto lo revelan claramente las epístolas de Pablo (Ro. 8:10; Col. 1:27). Incluso tenemos un cántico que dice que nuestro Dios vive y que Él vive dentro de nosotros. De manera que cuando Pablo dice que servimos a un Dios vivo, él se está refiriendo al Dios que vive en nosotros y que es uno con nosotros.
¿Cómo sabemos que nuestro Dios es un Dios vivo? Lo sabemos por el hecho de que Él vive en nosotros. Supongamos que un hermano está a punto de discutir con su esposa. Ya que el Dios vivo, el cual está en él, no desea reñir, este hermano decide no discutir con su esposa. De este modo, él sirve a un Dios vivo, a un Dios que no solamente vive en él, sino también con él. Con este ejemplo podemos ver que el Dios vivo no solamente vive en nosotros en un sentido objetivo sino también subjetivo.
Me siento muy incómodo cada vez que escucho testimonios en los que se habla del Dios vivo solamente de modo objetivo, y no de un modo subjetivo. Incluso aquellos que han estado en el Señor por muchos años, siguen testificando que el Dios a quien sirven es un Dios vivo, nada más en un sentido objetivo. Pareciera que para estos santos, Él no fuera un Dios vivo en un sentido subjetivo. Deberíamos testificar más bien que el Dios a quien servimos hoy vive dentro de nosotros. Lo que necesitamos escuchar no es un testimonio de cómo Dios nos envió a alguien para ayudarnos en momentos críticos. Necesitamos testimonios de experiencias subjetivas que estén relacionados con un Dios vivo en nuestra vida diaria. Por ejemplo, una hermana puede testificar de cómo se sintió tentada a hacerle mala cara a su marido, y que, debido a que el Dios vivo que está en ella le mostró Su desacuerdo, decidió no hacerlo. Esto prueba que su Dios es un Dios vivo y que Él vive en ella. Un ídolo no interfiere con nadie que esté a punto de enojarse. Pero el Dios a quien servimos es un Dios vivo, y Él nos amonesta y corrige internamente.
Examinemos ahora lo que es la fe y también lo que es la obra de fe. En 3:2 Pablo dice: “Y enviamos a Timoteo, hermano nuestro y colaborador de Dios en el evangelio de Cristo, para confirmaros y alentaros respecto a vuestra fe”. Luego, en 3:5 Pablo añade: “Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano”. En estos dos versículos Pablo habla de “vuestra fe”. Pablo se mostró profundamente preocupado acerca de la fe de los tesalonicenses. En estos versículos, la fe no sólo se refiere a la fe subjetiva, es decir, a la acción de creer por parte de los santos, sino también a la fe objetiva, o sea a lo que ellos creen. La fe objetiva también denota lo que podemos llamar nuestras creencias. La creencia es aquello en lo cual creemos. En 1 y 2 Tesalonicenses es difícil determinar si la fe es objetiva o subjetiva. En la mayoría de los casos, como se emplea en estas dos epístolas, la fe es tanto objetiva como subjetiva.
La fe está relacionada con un panorama y con la acción de verlo. Primeramente hay un panorama o escenario frente a nosotros, y luego nosotros vemos este panorama. Espontáneamente, tenemos fe. Eso significa que cuando tenemos el panorama y lo vemos, automáticamente tenemos fe.
Supongamos que usted predica el evangelio a un grupo de incrédulos. Lo que les habla no se los comunica únicamente con palabras, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre. Les presenta la historia del evangelio, diciéndoles cómo Dios les ama y envió a Su Hijo, quien se hizo hombre para morir en la cruz por ellos. Mientras les habla, no simplemente les narra una historia, sino que además les presenta un escenario, un panorama. Luego, aquellos con quienes usted habla empiezan a ver este panorama; se empiezan a dar cuenta de que son pecadores y ven que existen Dios, Jesucristo, y la cruz. Este panorama que presentamos en la predicación del evangelio, corresponde a la revelación de Dios. Tan pronto los incrédulos reciben esta revelación, espontáneamente se produce en ellos la fe, con la cual ellos creen. Ellos creen en lo que ha visto. Esto es la fe. Sin embargo, no muchos cristianos entienden la fe de este modo.
Para tener más fe, es decir, una fe más fuerte, más amplia y más grande, necesitamos un panorama aun más amplio. Una fe más amplia depende de un panorama más amplio. Un panorama ampliado nos permite ver más; cuanto más vemos, más se acrecienta nuestra fe. Por consiguiente, la medida de nuestra fe depende de cuánto hemos visto, y cuánto alcancemos a ver depende de la amplitud del panorama. Ésta es la razón por la cual necesitamos conocer más de la Palabra santa y escuchar más mensajes. Tanto la Palabra como los mensajes nos proporcionan un panorama más amplio. Sólo así, podremos ver un panorama más amplio, lo cual producirá una fe más grande.
Esta clase de fe, por una parte, introduce a Dios en nosotros, y, por otra parte, nos introduce a nosotros en Dios. En otras palabras, una fe semejante siempre da por resultado una unión orgánica.
El ejemplo de la cámara fotográfica puede ayudarnos a ver cómo, mediante la fe, Dios se introduce en nosotros y cómo nosotros somos introducidos en una unión orgánica con Él. Al tomar fotos con una cámara, uno tiene que oprimir el obturador. Entonces la luz hace que el paisaje entre en la cámara y llegue hasta donde está la película. De este modo, la escena o el paisaje, queda impreso en la película. Bajo el mismo principio, la fe trae a Dios a nuestro espíritu, el cual podemos comparar con la película. Antes de producirse la fe en nosotros, nuestro espíritu está “en blanco”. Pero cuando se produce la fe, Dios entra en nuestro espíritu. Después de esto, nuestro espíritu no está más “en blanco”; antes bien, algo de Dios mismo ha quedado impreso en nuestro espíritu. Dios se introduce en nuestro espíritu y nosotros somos introducidos en Dios. Espontáneamente, se produce una unión orgánica entre nosotros y Dios.
Sin lugar a dudas, cierta clase de obra será el resultado de tal fe. La fe genuina nunca es vana; antes bien, es una fe viviente, pues introduce a Dios en nosotros y nos introduce a nosotros en Dios, de manera que Él y nosotros llegamos a ser uno. Esta fe viva opera de un modo particular. Es a esto que se refiere Pablo con la expresión la “obra de fe”.
Lo que hemos dicho acerca del Dios vivo y de la obra de fe puede ayudarnos a ver la diferencia entre la manera natural y la manera espiritual de entender la palabra de Dios. Al leer 1 Tesalonicenses, un valioso libro escrito para nuevos creyentes, debemos tener cuidado de no entender ninguna parte de esta epístola de una manera natural. Si tenemos una comprensión natural de este libro, esto nos estorbará cuando lo leamos. Es por eso que debemos orar: “Señor, no quiero entender de manera natural ninguna cosa que está en la Biblia, y en particular ninguna de las expresiones que se usan en 1 Tesalonicenses. Señor, manténme siempre en el espíritu, y muéstrame el verdadero significado de las expresiones profundas que se encuentran en este libro”.
Sería muy útil que retuviéramos algunas de las expresiones importantes que Pablo usa en 1 Tesalonicenses. En particular, tengamos presente que la iglesia está en Dios el Padre y en nuestro Señor Jesucristo. Recordemos también expresiones como la obra de fe, el trabajo de amor, la perseverancia en la esperanza, volverse de los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a Su Hijo. Si ustedes tienen presente estas expresiones, con el tiempo la luz vendrá y poco a poco adquirirán el debido entendimiento espiritual. De otro modo, es posible que entiendan todo el primer capítulo de 1 Tesalonicenses de un modo natural, absolutamente distinto de la revelación divina. Solamente cuando tengamos el entendimiento espiritual apropiado, podremos recibir la revelación divina. La revelación divina contenida en 1 Tesalonicenses 1 concuerda con la comprensión espiritual de los escritos de Pablo.