Mensaje 4
Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1-10
Al leer o estudiar cualquier pasaje de la Biblia, debemos siempre procurar conocer lo que había presente en el espíritu del escritor. Una vez que conocemos el espíritu del escritor, podemos saber cuál era su propósito, su intención y su objetivo. Si hemos de saber cuál era la carga que pesaba en el espíritu de Pablo cuando escribió 1 Tesalonicenses 1, debemos examinar algunos asuntos básicos en este capítulo, los cuales se indican en las palabras que Pablo usa y en la manera en que este capítulo está estructurado. Esto significa que podemos conocer el espíritu de Pablo por ciertos términos básicos que él emplea. Cada capítulo de la Biblia contiene en su estructura términos específicos que aluden a ciertos elementos básicos. Examinemos ahora algunos asuntos básicos que se hallan en 1 Tesalonicenses 1, según se ven en las palabras que escogió el apóstol Pablo.
En el capítulo uno de 1 Tesalonicenses el Dios Triuno es revelado. Primeramente, tenemos al Padre. En 1:1 Pablo declara que la iglesia está en Dios Padre, y en el versículo 3, él de nuevo se refiere al “Dios y Padre nuestro”. En el versículo 10 Pablo habla acerca del Hijo, diciendo: “Y esperar de los cielos a Su Hijo”. Además, Pablo menciona al Espíritu Santo en el versículo 5, donde declara que el evangelio vino a los tesalonicenses en el Espíritu Santo, y también en el versículo 6, donde dice que los tesalonicenses recibieron la palabra con gozo del Espíritu Santo. En este capítulo tenemos al Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
En los tiempos de Pablo, cualquier judío típico se habría ofendido con la expresión “Su Hijo”. Esto era una ofensa para los judíos porque aunque ellos creían en el Dios verdadero, no sabían que Él tenía un Hijo. En cierto modo, los judíos creían que Dios tenía un Espíritu. Sin embargo, ellos no tenían noción alguna de que el Espíritu estaba en el mismo nivel que Dios. Pensaban más bien que Dios solamente tenía un Espíritu, y que éste estaba por debajo de Él. Según las creencias judías respecto a Dios, Dios es único, y este Dios único tiene un Espíritu. Los judíos ciertamente no creían que Dios tiene un Hijo ni tampoco creían que el Hijo de Dios y el Espíritu de Dios están en el mismo nivel que Dios. Esto es absolutamente contrario al concepto judío. Por consiguiente, Pablo, al hablar del Padre, de Su Hijo y del Espíritu Santo, estaba expresando algo muy básico.
En el capítulo uno, Pablo no solamente habla del Hijo de Dios, sino también de Jesucristo. El Hijo de Dios es Jesús, y este Jesús es Cristo. El nombre Jesús se refiere básicamente a la condición humana del Hijo de Dios, al Hijo de Dios como hombre. Por medio de la encarnación, el Hijo de Dios se hizo un hombre llamado Jesús. El nombre Jesús equivale a la palabra hebrea Josué, que significa Jehová nuestro Salvador o Jehová nuestra salvación. Por consiguiente, el nombre de Jesús es muy rico en todo lo que implica.
Como cualquier otro hombre, Jesús, el Hijo de Dios, tiene su propia historia. Sabemos que Él nació en tierra judía, que vivió en esa región por treinta y tres años y medio, y que murió en la cruz. Ahora, cuando hablamos de Jesús, debemos recordar Su historia, Su biografía.
El Señor Jesús es también el Cristo. El título Cristo principalmente denota ese aspecto de la historia del Señor que tiene que ver con la resurrección, mientras que el nombre Jesús denota esa parte de Su historia que tiene que ver con la encarnación y el vivir humano. El Cristo resucitado fue hecho Señor de todos y Cabeza de todos. Dios le hizo Cabeza de la iglesia.
Si leemos detenidamente 1 Tesalonicenses 1, veremos que incluso en un capítulo tan breve se hace alusión a lo que el Padre ha hecho, a lo que el Hijo hace y a lo que el Espíritu ha hecho y sigue haciendo. En el versículo 4 Pablo habla de la elección: “Porque conocemos, hermanos amados por Dios, vuestra elección”. ¿Quién nos eligió? Ciertamente la elección no la efectuó el Hijo. Fue el Padre quien nos eligió. Según el versículo 10, el Hijo nos libra. Este versículo declara que el Hijo “nos libra de la ira venidera”. Quisiera hacerles notar que en este versículo, el verbo “libra” está en tiempo presente, mientras que la ira es mencionada como algo que está por venir. La liberación se lleva a cabo ahora mismo, pero la ira es algo que está por venir. Lo que cabe resaltar aquí es que el Hijo lleva a cabo la obra de liberación.
La elección corresponde al Padre, y la liberación corresponde al Hijo, pero ¿cuál es la obra que corresponde al Espíritu? Según este capítulo, la propagación y la impartición corresponden al Espíritu. En el versículo 5 Pablo les dice a los tesalonicenses que el evangelio no llegó a ellos en palabras solamente, sino también en poder y en el Espíritu Santo. En el versículo 6, él les recuerda que ellos recibieron la palabra con gozo del Espíritu Santo. Estos versículos nos muestran que la transmisión corresponde al Espíritu.
Mientras Pablo escribía 1 Tesalonicenses 1, en lo profundo de su ser, él tenía muy presente al Dios Triuno. Su carga tenía que ver con la elección efectuada por el Padre, la liberación realizada por el Hijo y la transmisión ejecutada por el Espíritu. Es muy importante que veamos esto.
El Dios Triuno nos es comunicado, nos es transmitido, por medio de la Palabra. En el versículo 6 Pablo habla de recibir la palabra, y luego en el versículo 8 dice que la palabra del Señor había resonado en todo lugar. Sin duda alguna, el concepto de Pablo era que el Dios Triuno se halla ahora plenamente corporificado en la Palabra. Podemos asemejar la Palabra a una batería que contiene electricidad. Así como la batería es la corporificación de la electricidad, del mismo modo, en la esfera espiritual, la palabra de Dios, una “batería divina”, es la corporificación del Dios Triuno. El Padre, el Hijo y el Espíritu están corporificados en la Palabra. Por lo tanto, cuando predicamos la Palabra, Dios es transmitido a los demás. Es por medio de la Palabra que el Dios Triuno se transmite a otros.
Pablo había estado aproximadamente tres semanas con los tesalonicenses. Yo creo que durante esas semanas Pablo les explicó cómo Dios los había elegido en la eternidad pasada. Seguramente también les dijo que un día Dios el Hijo se encarnó, que nació en un pesebre y que le pusieron por nombre Jesús. Ciertamente Pablo tuvo que haberles dicho a los creyentes tesalonicenses cómo Jesús vivió en la tierra, cómo fue crucificado y cómo resucitó para ser Señor, Cabeza y Cristo, cómo es que ahora está en los cielos y cómo había llegado a ser el Espíritu vivificante. Por consiguiente, el contenido de lo que predicó Pablo fue el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Éste era su evangelio, la palabra que recibieron los tesalonicenses.
Cuando los tesalonicenses recibieron la palabra que Pablo les predicó, ellos en realidad recibieron al Dios Triuno. La palabra que recibieron era el evangelio que les había sido predicado. Al recibir esta palabra y, por ende, al recibir al Dios Triuno, ellos nacieron de Dios y fueron puestos en Cristo. En cuanto a lo negativo, ellos se volvieron de los ídolos a Dios; en cuanto a lo positivo, ellos nacieron de Dios y fueron introducidos en el Hijo de Dios al creer en Él por medio de la fe. De este modo, se produjo una unión orgánica, y los tesalonicenses llegaron a estar en Dios el Padre y en el Señor Jesucristo.
Todos los nuevos creyentes de Tesalónica estaban en el Dios Triuno. Puesto que estaban en el Padre y en el Hijo, ya no eran paganos ni judíos, sino que habían llegado a ser santos. Habían llegado a ser santos que estaban en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. En 1:1, la frase “en Dios Padre y en el Señor Jesucristo” no sólo califica a la iglesia, sino también a los tesalonicenses. Eso significa que no solamente era la iglesia la que estaba en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, sino también los tesalonicenses, pues ya no eran griegos ni judíos, sino creyentes.
Dean Alford hace tres observaciones acerca de esta parte del versículo 1 del primer capítulo. Primeramente, él declara que la frase “en Dios Padre y en el Señor Jesucristo” denota comunión y participación. Alford no usó la expresión unión orgánica, pero sí habló de comunión, lo cual implica una co-unión. Él también dice que los creyentes participan de Dios y Cristo. Debido a esta participación, ellos tienen una común unión con Dios. En segundo lugar, Alford dice que las palabras “en Dios Padre” indican que los creyentes ya no eran paganos, puesto que cuando eran paganos ellos no estaban en Dios Padre. Tercero, él dice que la frase “en el Señor Jesucristo” indica que los creyentes ya no eran judíos, porque los judíos no estaban dispuestos a recibir al Señor Jesús. Por consiguiente, los creyentes de Tesalónica, por el hecho de estar en el Padre y en el Señor Jesucristo, habían dejado de ser paganos y judíos.
En el capítulo uno se presenta al Dios Triuno y la predicación del Dios Triuno en la palabra, en la cual Él está corporificado. Esta palabra es el evangelio que reciben los creyentes. Cuando los tesalonicenses recibieron la palabra, ellos nacieron de Dios y se unieron a Cristo. Fue así que llegaron a ser la iglesia en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. ¿Qué hicieron después? Sirvieron al Dios vivo. La palabra “servir” del versículo 9 incluye muchas cosas. De hecho, incluye todo lo que hacemos en nuestro vivir diario. Dios es un Dios vivo porque Él es verdadero, no es un Dios falso. Así que, en 1:9 Pablo habla de servir a un Dios vivo y verdadero. La iglesia de los tesalonicenses se componía de creyentes que servían a un Dios vivo que es verdadero. Esto mismo es lo que hacemos hoy en día. El hecho de que servimos a un Dios vivo comprueba que estamos en Dios Padre.
Además, en el versículo 10 Pablo hace notar que esperamos de los cielos al Hijo de Dios. Nosotros servimos al Dios vivo, y esperamos a Su Hijo, al cual resucitó de los muertos. Es Jesús, el Hijo de Dios, quien nos libra de la ira venidera. Aunque es cierto que la ira vendrá en el futuro, Él nos está librando ahora, y nos librará por completo, hasta que no haya ira alguna.
Servir al Dios vivo indica que estamos en Dios Padre, y esperar al Hijo indica que estamos en nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, nuestro servicio y nuestra espera son la marca distintiva de que estamos en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Si no estuviéramos en el Padre, no estaríamos sirviendo a un Dios vivo, y si no estuviéramos en Jesucristo nuestro Señor, no lo estaríamos esperando.
Al examinar los versículos 1, 9 y 10, vemos que el final de este capítulo concuerda con el principio. Al comienzo de este capítulo, Pablo declara que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, y al final, él habla de servir al Dios vivo y de esperar al Hijo. Ésta es la vida santa necesaria para la vida de iglesia, una vida construida con fe, amor y esperanza. La fe obra, el amor trabaja y la esperanza persevera.
Quisiera que prestáramos atención al versículo 8: “Porque partiendo de vosotros ha resonado la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe para con Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de decir nada”. Observen que aquí Pablo declara que partiendo de los tesalonicenses, la palabra del Señor había resonado y que en todo lugar su fe para con Dios se había extendido. Esto indica que la palabra del Señor y la fe para con Dios son sinónimas. Los tesalonicenses primero oyeron la palabra y, una vez que ellos recibieron la palabra, ésta llegó a ser su fe de una manera tanto objetiva como subjetiva. Como hemos dicho, la fe objetiva denota aquello en lo cual creemos, y la fe subjetiva denota la acción de creer. En el versículo 8, la fe para con Dios incluye tanto el aspecto subjetivo como el aspecto objetivo.
Conforme a la experiencia de usted, ¿es la palabra del Señor solamente la palabra, o es también la fe? Si la palabra es fe para usted, eso significa que ella le ha presentado un panorama, y que usted lo ha visto. La acción de ver el panorama es lo que lo lleva a usted a creer. De esta manera, la palabra llega a ser su fe. De este modo, la palabra del Señor que usted ha hecho resonar, no es simplemente una palabra objetiva, sino que es también su fe subjetiva. Por consiguiente, cuando usted hace resonar esa palabra, su fe se extiende.
La fe es el cimiento de la estructura de la vida santa para la vida de iglesia. Sobre este cimiento, se lleva a cabo una edificación; en esto consiste el trabajo de amor. Luego, la esperanza que persevera viene a ser la piedra cimera de este edificio. De este modo obtenemos la estructura completa de una vida santa para la vida de iglesia: la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza.
Si vemos los asuntos básicos presentados en el capítulo uno de 1 Tesalonicenses —el Dios Triuno, la palabra como corporificación del Dios Triuno, la marca distintiva de que estamos en el Padre y en el Señor Jesucristo, y la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza— entonces conoceremos la carga que pesaba en el espíritu de Pablo mientras escribía este pasaje de la Palabra.