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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Corintios»
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LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO

(4)

  Lectura bíblica: 2 Co. 4:16-18

  En este mensaje llegamos a los tres últimos versículos del capítulo cuatro, los versículos del 16 al 18. Estos versículos también están relacionados con la experiencia de llevar una vida crucificada para que se manifieste la vida de resurrección por medio del excelente poder del tesoro contenido en los vasos de barro.

  En los capítulos tres y cuatro vemos que primero los apóstoles recibieron al propio Dios como su constitución. Esta constitución está totalmente relacionada con su vivir y su conducta, en el sentido de que cada aspecto de su vivir y su comportamiento se basaba en esta constitución. Además, esta constitución les proporcionaba el suministro de vida así como el poder, la fuerza, las riquezas, la sabiduría e incluso el ministerio. Ellos ministraban lo que se había forjado en ellos.

  Los apóstoles no predicaron algo que simplemente había oído o que se les había enseñado. Lo que ministraban no era algo que sólo les había sido revelado en una visión. Al contrario, lo que predicaban, enseñaban y ministraban era lo que se había forjado en ellos. Los apóstoles eran personas de una nueva constitución habiendo sido reestructurados intrínsecamente. Por tanto, ellos ministraron lo que eran, lo que habían llegado a ser. Esto significa que su ser, el cual había recibido una nueva constitución, se convirtió en su ministerio.

  Los escritos de Pablo difieren mucho de los escritos cristianos de hoy. Los escritos de Pablo son un relato de su constitución, mientras que los escritos que se producen hoy en día giran esencialmente en torno a la teología, las doctrinas, las enseñanzas, las exposiciones y a las interpretaciones. De las catorce epístolas que escribió Pablo, los capítulos tres y cuatro de 2 Corintios son los más ricos en lo que respecta a la experiencia que él tuvo de Cristo. Estos capítulos presentan un relato exacto y precioso de la constitución espiritual de Pablo. Si queremos conocer la clase de persona que era Pablo como ministro del nuevo pacto, debemos dedicar mucho tiempo a estos dos capítulos, los cuales revelan la constitución espiritual de Pablo.

  El ministerio requiere constitución, y por esta razón, el hermano Nee nos dijo que se puede recibir un don inmediatamente, pero uno no puede tener un ministerio en poco tiempo. Se requiere años para que la nueva constitución sea forjada en uno, pues supone que debemos crecer y madurar.

  Todo lo relacionado con esta constitución es orgánico y proviene de la vida. Esta vida se experimenta por el Espíritu, quien es la máxima consumación del Dios procesado. Pablo era una persona en la cual Dios se había forjado. No es suficiente hablar de él como de un Dios-hombre, pues en realidad fue una persona que tenía a Dios forjado en su ser. Por tanto, el ministerio de Pablo fue su propio ser. Él predicaba y enseñaba lo que él era. Él ministraba a los demás su propio ser. Mientras Pablo ministraba de esta manera, Cristo era impartido a los demás, porque Pablo y Cristo habían llegado a ser uno. Pablo era uno con Cristo y Cristo se había forjado en él. El ministerio de Pablo consistía en ministrar al Cristo que se había forjado en su ser. Sin esta clase de ministerio, no se puede edificar apropiadamente la iglesia ni preparar adecuadamente a la novia.

  La Biblia indica que lo que Dios inició en el principio, se cumplirá. Además, Dios es un Dios de resurrección. Como tal, Su propósito no puede fallar, y Él no puede ser vencido. Por el contrario, todo estorbo y distracción demuestra Su inmutabilidad, demuestra que Él es el Dios inmutable. Él cumplirá lo que ha determinado. Al final Él cumplirá lo que se propuso al principio. En el Nuevo Testamento, Dios empezó con un grupo de ministros; Pablo se encontraba entre ellos. Al final, Dios tendrá también un grupo de ministros de esta misma clase. Aquí y allí alrededor del mundo, Él necesita ministros del nuevo pacto. Mi carga es que muchos entre nosotros lleguen a ser ministros del nuevo pacto.

  Espero que estos mensajes que tratan del ministerio y de los ministros del nuevo pacto tendrán un efecto perdurable en ustedes. Espero especialmente que los que toman la delantera, los colaboradores y todos los que tienen un corazón entregado al recobro del Señor aspiren a ser los ministros actuales del nuevo pacto. No solamente debemos ser personas que aman al Señor de una manera general, sino que también debemos desear ser ministros del Nuevo Testamento. Si éste es nuestro deseo, debemos entregarnos seriamente al Señor y permanecer en estos dos capítulos de 2 Corintios, orar, tener comunión al respecto y decirle al Señor que estamos dispuestos a abrirnos para que Él opere en nosotros. Debemos decirle que estamos dispuestos a ser quebrantados, molidos y a que Él forje una nueva constitución en nosotros; que estamos dispuestos a llevar una vida crucificada; que estamos dispuestos a renunciar a nosotros mismos, a negarnos a nosotros mismos con el fin de que los elementos del Dios Triuno procesado se forjen en nosotros diariamente; y que estamos dispuestos a ser el Pablo de hoy, no una persona grande o un creyente famoso, sino un hombre pequeño, un hombre crucificado, aun un nazareno.

  Jesús de Nazaret no procuró ser grande ni famoso. Por el contrario, Él era un grano de trigo que cayó en la tierra y murió. Así Jesús llegó a ser el primer ministro del nuevo pacto. Debemos seguir Su ejemplo y ser también ministros del nuevo pacto. En cuanto a esto, debemos acudir al Señor y orar a Él desesperadamente.

C. Su hombre exterior se desgasta y su hombre interior se renueva de día en día

1. No se desanimaban

  En 4:16 Pablo declara: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. En este versículo, Pablo declara, como lo hace en 4:1: “No nos desanimamos”. Sucedieron muchas cosas que hubieran podido desilusionar y desanimar a Pablo y a sus colaboradores. Casi no había nada que fuera motivo de aliento; no obstante, ellos estaban en resurrección y no se desanimaron. En realidad, la resurrección requiere la muerte, el desaliento y la desilusión para manifestarse. Sin la muerte, ¿cómo podría manifestarse la vida de resurrección? La muerte permite que la resurrección se manifieste. Por tanto, al pasar por la muerte, los apóstoles no se desanimaron. A pesar de los numerosos acontecimientos desalentadores que se suscitaron, no se desanimaron.

  En el versículo 16 Pablo declara que nuestro hombre exterior se va desgastando. El hombre exterior se compone de nuestro cuerpo como su órgano físico y del alma como su vida y persona. El hombre interior consta del espíritu regenerado como su vida y persona, y del alma renovada como su órgano. En cuanto a la vida del alma, debemos negarnos a ella (Mt. 16:24-25), pero las funciones del alma, es decir, la mente, la parte emotiva y la voluntad, deben ser renovadas y elevadas al ser sometidas (2 Co. 10:4-5), con el fin de que el espíritu, es decir, la persona del hombre interior, pueda usarlas.

  La palabra griega traducida “desgastando” significa también consumiendo desmoronando, acabando. Por el efecto continuo de la muerte, o sea, por su operación, nuestro hombre exterior, es decir, nuestro cuerpo material con su alma, de la cual procede su vigor (1 Co. 15:44), se va consumiendo y desgastando.

  En el versículo 16, prefiero la palabra “consumir” en lugar de “desgastar”. La palabra desgastar implica que algo se desintegra por sí mismo sin ninguna intervención ajena. Aquí Pablo no quiere decir que los apóstoles se estaban desgastando. Según el contexto, ellos no iniciaron su aniquilamiento. Si ellos hubieran tomado la iniciativa en esto, entonces podríamos decir que se estaban desgastando. Pero puesto que la iniciativa que producía su aniquilamiento la tomaban los que los perseguían, las circunstancias y el entorno, es preferible decir que se iban consumiendo. Se iban acabando. El significado de la palabra griega incluye la idea de desgastar, consumir y acabarse.

  Los perseguidores y el entorno operaban en los apóstoles. No era una operación que los apóstoles se aplicaran a sí mismos. La acción de moler granos nunca la inicia los granos mismos; antes bien, quien la inicia es la persona que los muele. Los apóstoles no eran las personas que molían; más bien, ellos eran los que eran molidos. Su hombre exterior era consumido, destruido, acabado por la muerte.

  Los maestros de la Biblia tienen distintas interpretaciones y explicaciones acerca de la expresión “el hombre exterior”. Algunas personas de la línea de la vida interior consideran que el hombre exterior es el hombre anímico, el hombre natural, y piensan que el hombre espiritual, uno que vive en el espíritu, es el hombre interior. En 1 Corintios 2 y 3 Pablo sí habla del hombre espiritual, del hombre anímico y del hombre carnal. Una persona carnal es una que vive en la concupiscencia de su carne, mientras que una persona anímica es una que vive en el alma. Las personas anímicas son facciosas, es decir, en la vida de iglesia, tienen sus propias preferencias y gustos. Una persona espiritual, así como Pablo y los apóstoles, vive y anda en el espíritu. Según algunos maestros de la línea de la vida interior, o somos personas anímicas, quienes viven en el hombre exterior, o personas espirituales, quienes viven en el hombre interior.

  Según el contexto de 2 Corintios 4, el hombre exterior se refiere principalmente al cuerpo en el versículo 10 y a la carne mortal en el versículo 11. Estas expresiones se usan de modo intercambiable, porque nuestro cuerpo caído se ha convertido en la carne mortal. El hombre exterior del versículo 16 se refiere ciertamente a este cuerpo caído, a esta carne mortal; sin embargo, no es del todo exacto decir que el hombre exterior denota simplemente el cuerpo. Esta comprensión no es completa, porque el cuerpo por sí solo no puede ser un hombre, una persona. El cuerpo es simplemente un órgano. En 1 Corintios 15:44 Pablo habla de un cuerpo anímico, un cuerpo natural, que es animado por el alma, un cuerpo en el cual predomina el alma. Por tanto, el hombre exterior tiene el cuerpo como su órgano, y el alma como su vida y persona. Por consiguiente, el hombre exterior comprende el cuerpo y el alma. El cuerpo no es la persona; la persona es el alma, y el cuerpo es un órgano. Asimismo, el cuerpo no es la vida; la vida del hombre exterior es el alma. El alma es la persona y también la vida del hombre exterior. Sí, el cuerpo es una parte principal del hombre exterior, pero no deja de ser un simple órgano, dirigido, animado y usado por el alma.

  El hombre interior es nuestro espíritu regenerado, cuyo órgano es nuestra alma. El espíritu es la vida y la persona, y el alma renovada es el órgano. En cuanto a la vida del alma, la vida anímica, debemos negarnos a ella, mientras que las funciones del alma, a saber, la mente, la voluntad y la parte emotiva, deben ser renovadas. En la vida de iglesia experimentamos la renovación de la mente y su elevación. A medida que el Señor somete nuestra mente, ésta se renueva. Entonces puede ser usada por nuestro espíritu, el cual es la persona del hombre interior. El hombre exterior se va consumiendo; se va desgastando y va muriendo. Pero el hombre interior se va renovando de día en día. La acción de ser consumido implica una disminución, y el renovarse implica un aumento. Por tanto, nuestro hombre exterior va disminuyendo, y nuestro hombre interior va aumentando. Exteriormente mi cuerpo se está envejeciendo, pero mi hombre interior se vuelve cada vez más joven y más nuevo. Exteriormente todos nos estamos envejeciendo, pero interiormente nos estamos haciendo más nuevos.

  El hombre interior se va renovando al ser nutrido con el suministro fresco de la vida de resurrección. Mientras nuestro cuerpo mortal, nuestro hombre exterior, está siendo consumido por la operación de la muerte, nuestro hombre interior, es decir, nuestro espíritu regenerado, junto con las partes interiores de nuestro ser (Jer. 31:33; He. 8:10; Ro. 7:22, 25), de día en día está siendo renovado metabólicamente con el suministro de la vida de resurrección.

  Ser renovado es similar a recibir una nueva constitución. En ambos casos, se necesita cierto elemento. Para ser renovados, necesitamos que se nos añada cierto elemento. Este elemento renovador es el tesoro que está escondido en nosotros (v. 7). No obstante, no es suficiente simplemente que el tesoro esté en nuestro interior. Se necesita también que seamos aniquilados, destruidos, consumidos, molidos. Ésta es la razón por la cual interiormente tenemos el tesoro y exteriormente tenemos el entorno. Dios usa soberanamente nuestras circunstancias para colocarnos en medio de las piedras que nos muelen.

  Es imposible escapar de la mano de Dios. ¿Es usted maduro? ¿Ha sido usted quebrantado? Es posible que usted todavía recurra a su astucia para evadir el ser quebrantado y molido. Quizás nadie puede con usted. No obstante, los que se esfuerzan más por escapar del quebrantamiento son los que sufren más. Nuestro destino es ser consumidos. Hermanos, el Señor usará probablemente a su esposa para molerlo a usted. Él usa hasta la mejor esposa con este fin.

  El Señor, en Su soberanía, usa nuestro entorno para consumirnos. No piensen que necesitamos ser consumidos porque estamos mal; de hecho, es porque estamos bien que necesitamos ser consumidos. Cuanto más bien estemos, más consumidos debemos ser. Pablo era muy recto, y por eso mismo necesitaba ser consumido sobremanera. Sin embargo, esto no significa que usted debe hacer algo malo a propósito; si lo hace, tal vez sea castigado.

  Usted se preguntará qué debe hacer, ya que será consumido si está bien y castigado si está mal. La respuesta es que usted no debe hacer nada. Tarde o temprano, el Señor lo colocará en la piedra que muele.

  Nosotros amamos al Señor y por eso estamos dispuestos a ser molidos. Pero eso no significa que debemos colocarnos entre las piedras que muelen. Esto no sería ser molidos, sino cometer suicidio. Permitamos que en Su soberanía, el Señor nos muela. No es necesario hacer nada al respecto; esto sucederá espontáneamente.

  Cristo puede ser expresado en nuestro vivir y ministrado a los demás únicamente cuando nuestro hombre exterior es consumido. Este el camino que el Señor toma. Sólo de esta manera se ha de preparar la novia para Él.

2. La leve tribulación momentánea produce en ellos un eterno peso de gloria

  En el versículo 17, Pablo declara: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”. La tribulación aquí se refiere a la obra aniquiladora, la operación, de la cruz. Literalmente, las palabras “cada vez más excelente” significan excesivamente, hasta el extremo. El eterno peso de gloria está en contraste con la leve tribulación momentánea. La gloria aquí es la expresión de Dios como vida de resurrección y está en contraste con la tribulación.

  La leve tribulación momentánea produce en nosotros un eterno peso de gloria. Este peso de gloria se convertirá en la belleza de la novia ataviada.

3. No miran las cosas que se ven y que son temporales, sino las cosas que no se ven y que son eternas

  El versículo 18 dice: “Por cuanto no miramos nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. Las cosas que se ven pertenecen a la tribulación momentánea, pero las cosas que no se ven pertenecen a la gloria eterna. A Pablo no le preocupaba la tribulación, el entorno, la pobreza, la oposición, la persecución ni el ser molido. Estas cosas, cosas que se ven, son temporales. A él le interesaban únicamente las cosas eternas. Él sabía que mientras estaba siendo molido, la tribulación producía algo de peso, algo hermoso y eterno. Así nosotros seremos ataviados como la novia radiante y hermosa dispuesta para Cristo a Su venida.

  En estos capítulos vemos a los ministros y su ministerio, y también vemos el resultado del ministerio. Aquí tenemos un retrato de los ministros del nuevo pacto y de su hermoso y maravilloso ministerio que edifica a la iglesia y embellece a la novia.

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