Mensaje
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Lectura bíblica: 2 Co. 3:3-6
En 3:3 Pablo dice: “Siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne”. Aquí Pablo habla de una carta de Cristo que es redactada por el ministerio de los apóstoles. Esta carta es escrita, inscrita, con el Espíritu del Dios vivo. Todos los colaboradores y los que toman la delantera en las iglesias, deben pedirle al Señor que les conceda Su misericordia y Su gracia para llevar a cabo la obra de escribir a Cristo en los santos. En lugar de meramente enseñar doctrinas o de sólo enseñar la Biblia, debemos llevar a cabo la obra única de escribir cartas vivas de Cristo.
Si deseamos inscribir a Cristo en otros, primero debemos experimentar a Cristo de manera práctica. Si en nuestra experiencia no tenemos a Cristo, ¿con qué escribiremos una carta de Cristo? Por supuesto, no tendremos nada con qué escribir. Si intentamos escribir algo, será como intentar escribir con una máquina de escribir cuya cinta está seca. Un día, yo escribía algo a máquina, y de repente me di cuenta de que el papel estaba en blanco. Entonces me enteré de que la cinta estaba completamente seca. En la cinta no había la tinta que imprimía las letras en el papel. Me refiero a esto para ejemplificar el hecho de que para escribir una carta viva de Cristo, primero debemos experimentar a Cristo nosotros mismos.
Las cartas vivas de Cristo se escriben con el Espíritu vivificante del Dios vivo. El Espíritu vivificante es la tinta celestial. Si queremos tener esta clase de tinta, debemos experimentar a Cristo y ser llenos de Él. Esto significa que debemos ser completamente saturados del Espíritu vivificante. Si somos personas que están llenas de Cristo y saturadas del Espíritu vivificante, tendremos las riquezas de Cristo necesarias para escribir a Cristo en los demás. Además, también tendremos al Espíritu vivificante del Dios vivo como tinta celestial. La tinta es el Espíritu, la esencia de la tinta es Cristo, y nosotros somos la pluma.
Toda tinta tiene una esencia específica. La tinta es diferente del agua. No se puede escribir una carta con agua. Al agua se le debe añadir cierta sustancia para convertirla en tinta. Alabamos al Señor, porque la tinta celestial es el Espíritu, y la esencia de este Espíritu-tinta es Cristo con todas Sus riquezas. Si hemos de experimentar esta tinta, debemos disfrutar a Cristo, poseer a Cristo, ser llenos de Cristo, saturados de Él y revestidos de Él.
Otros siempre deben encontrarnos en Cristo. En Filipenses 3:9 Pablo habla de ser hallado en Cristo. Él deseaba que los demás lo hallasen en Cristo, y en nada más. Pablo no quería ser hallado en sí mismo, en su cultura, ni en su propia manera de vivir.
Nosotros también debemos aspirar a ser hallados en Cristo, a ser uno con Él, a estar saturados de Él y a que Él incluso se forje en nosotros y reestructura nuestro ser. Entonces, ungidos con el Espíritu y llenos del Espíritu vivificante, tendremos al Espíritu como la tinta con la cual escribir a Cristo en otros. Entonces, mientras les hablemos, escribiremos espontáneamente sobre ellos con el Espíritu vivificante del Dios vivo. El elemento de las riquezas de Cristo se infundirá en ellos, o sea, se impartirá en su ser. De esta manera se inscribirá Cristo en ellos. Escribir así a Cristo en otros equivale a vivir verdaderamente a Cristo por causa de la iglesia.
El título de este mensaje es: “Su competencia proviene de Cristo, quien es el alfabeto que se usa para redactar cartas vivas con el Espíritu vivificante del Dios vivo”. Este título alude al Dios Triuno: a Cristo, al Espíritu vivificante y al Dios vivo. Primero, Cristo, el Hijo, nos hace competentes. Puesto que Cristo nos hace competentes, podemos escribir cartas vivas con el Espíritu vivificante. Por tanto, tenemos al Hijo y al Espíritu. Estas cartas vivas provienen del Dios vivo, es decir, del Padre. Por consiguiente, al escribir cartas vivas, experimentamos la Trinidad de una manera real.
La revelación pura de la Trinidad en la Biblia es muy diferente del concepto triteísta de la Trinidad que algunos cristianos sostienen sin darse cuenta. En algunos grupos fundamentales, se les enseña a los creyentes que el Padre, el Hijo y el Espíritu son personas separadas y distintas. En realidad, eso se llama triteísmo, la creencia de que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres Dioses. Por supuesto, casi nadie enseñaría explícitamente que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres Dioses. No obstante, algunos creyentes sostienen este concepto de manera subconsciente y sin darse cuenta de ello.
Hace varios años, algunas personas hicieron pública una declaración en la que afirmaban que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres personas distintas y separadas. En nuestra refutación, hicimos notar que los tres del Dios Triuno se pueden distinguir, mas no están separados. Como resultado de eso, algunas de esas personas evitan el uso de la palabra separados, con respecto a los tres de la Trinidad.
Enseñar que el Padre, el Hijo y el Espíritu están separados constituye una herejía. Según la Biblia, es imposible separar al Padre del Hijo, ni al Hijo del Espíritu. En Juan 14:10, el Señor Jesús dijo: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y que el Padre está en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, El hace Sus obras”. Las palabras del Señor indican claramente que el Padre y el Hijo son inseparables. En el versículo 11, el Señor añadió: “Creedme que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí”. Aquí vemos no solamente la coexistencia del Padre con el Hijo, sino también el hecho de que el uno mora en el otro. Los tres de la Deidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu— coexisten y moran el uno dentro del otro. Todos debemos conocer estas expresiones: coexistir y morar mutuamente el uno en el otro.
El Padre, el Hijo y el Espíritu existen al mismo tiempo. Esto se llama coexistencia. Además, el Padre existe en el Hijo y en el Espíritu; el Hijo existe en el Padre y en el Espíritu; y el Espíritu existe en el Padre y en el Hijo. Esto es morar el uno dentro del otro, es decir, la “coinherencia”. Por tanto, si queremos tener una comprensión adecuada en cuanto a la Trinidad, debemos reconocer no solamente que el Padre, el Hijo y el Espíritu coexisten, sino también creer que ellos moran el uno dentro del otro.
Nosotros no creemos en el triteísmo; nosotros creemos en el Dios Triuno. La palabra “triuno” significa que algo es tres y a la vez uno. Se compone de dos raíces latinas: tri, que significa tres, y unus, que significa uno. Por tanto, triuno significa que algo es tres y a la vez uno. No podemos entender cómo Dios puede ser triuno, es decir, cómo puede ser tres y al mismo tiempo uno. Estas matemáticas eternas y divinas van más allá de lo que podemos entender. No obstante, según las matemáticas divinas, Dios es tres y al mismo tiempo uno.
El hecho de que Dios es triuno se puede ejemplificar con el hecho de que la Biblia habla del Espíritu de Dios y también de los siete Espíritus. El Espíritu de Dios, ¿es uno o siete? Quizás la mejor respuesta sea que el Espíritu de Dios es siete y a la vez uno, y uno y al mismo tiempo siete. Por una parte, todos sabemos que el Espíritu de Dios es uno solo. Por otra, en el libro de Apocalipsis, donde encontramos la revelación consumada y final del Dios Triuno, leemos acerca de los siete Espíritus. Apocalipsis 1:4 y 5 dice: “Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de Su trono; y de Jesucristo”. Aquí los siete Espíritus indudablemente son el Espíritu de Dios, porque en estos versículos se mencionan junto con el Dios Triuno, entre el Padre (Aquel que es, y que era y que ha de venir) y el Hijo, Jesucristo. En sustancia y existencia, el Espíritu de Dios es uno. En la función y la obra intensificadas de la operación de Dios (representadas por el número siete), el Espíritu de Dios es séptuple. En Apocalipsis 4:5 y 5:6, leemos también acerca de los siete Espíritus.
No obstante, en el credo de Nicea, redactado en el año 325 d. de C., en el concilio de Nicea bajo la dirección de Constantino el Grande, no se hace mención de los siete Espíritus de Dios. En el tiempo que se tuvo dicho concilio, todavía no se había reconocido oficialmente la autoridad de siete libros del Nuevo Testamento, entre los cuales figuraban Apocalipsis y Hebreos. Quizás ésta sea la razón por la que el credo de Nicea no incluye nada acerca de los siete Espíritus. Ésta es una de las razones por las cuales afirmamos que el credo de Nicea no está completo. Otros cristianos tal vez siguen los decretos de los concilios y los credos, pero nosotros seguimos toda la Biblia, la palabra pura de Dios. Luchar por la verdad revelada en la Palabra de Dios es un asunto serio y significativo.
Hemos señalado que algunos cristianos, sin darse cuenta, creen en tres Dioses, y no en el Dios que es tres y a la vez uno. Otros intentan explicar la Trinidad afirmando que las tres personas son una sola en esencia, pero que están separadas con respecto a Su persona, o sea, que en cuanto a Su sustancia son uno, pero que son tres unidades. Esto equivale a decir que tres mesas son una en cuanto a su sustancia, o esencia, por haber sido hechas de la misma clase de madera, pero que son distintas con respecto a su forma. ¿Hay tres mesas o una sola? Ciertamente hay tres mesas. Este ejemplo muestra que cuando uno habla de la Trinidad de esta manera, de hecho, está enseñando el triteísmo.
Muchos creyentes sostienen inconscientemente el concepto de que hay tres Dioses, pero nosotros creemos en el único Dios, quien es triuno. Al escribir cartas vivas con el Espíritu vivificante, experimentamos al Dios que es tres y al mismo tiempo uno. Somos hechos competentes, lo cual proviene de Cristo, escribimos cartas con el Espíritu, y este Espíritu es del Dios vivo. ¡Aleluya, éste es el Dios Triuno!
¿Ha observado usted alguna vez que la descripción del Padre en Efesios 4:6 hace alusión al Dios Triuno? Este versículo dice: “Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. Esto indica que aun el Padre mismo es tres. La expresión “sobre todos” es una referencia al Padre, quien es la fuente; la expresión “por todos”, al Hijo, quien es el caudal, y la expresión “en todos”, al Espíritu, quien es Aquel que mora en nosotros. Por consiguiente, esta descripción triple del Padre como de Aquel que es sobre todos, por todos y en todos, hace alusión al Dios Triuno.
La teología tradicional y fundamental ha llegado a ser una teología sistematizada o sistemática. Muchos cristianos admiran la teología sistemática. Pero en cuanto a mí, no puedo aceptar la teología sistemática porque la revelación divina contenida en la Biblia no puede ser sistematizada. Tratar de sistematizar la revelación divina es equivalente a tratar de sistematizar un organismo vivo.
Si uno intenta sistematizar algo vivo, aquello morirá. ¿Puede usted sistematizar su vida humana física? ¿Puede usted ordenar sistemáticamente su mente, sus emociones, su voluntad, su alma, su corazón, su conciencia y su espíritu? ¿Sabe usted dónde está su alma? ¿Puede usted localizar su mente o su espíritu? ¿Puede usted decir dónde se encuentra su corazón psicológico? Si somos sinceros, reconoceremos que no podemos localizar estas partes de nuestro ser interior. Si no podemos sistematizar nuestro propio ser, que es finito, ¿cómo podríamos pensar que con nuestra mente humana limitada podríamos sistematizar al Dios que es ilimitado e infinito? ¡Esto es ridículo! Creo que fue Agustín el que dijo que tratar de analizar al Dios Triuno es como usar un cucharón para medir el océano.
En lugar de intentar sistematizar al Dios Triuno, simplemente debemos creer en todo lo que la Biblia revela acerca de Él. Aunque no podemos sistematizar a Dios, sí podemos permitir que Cristo nos haga competentes para escribir cartas vivas con el Espíritu del Dios vivo. Esto significa que en nuestra experiencia, disfrutamos al Dios Triuno al escribir cartas vivas.
Somos cartas vivas de Cristo, y Pablo era uno que escribió tales cartas. Ahora debemos seguirle en inscribir a Cristo en otros y así redactar cartas vivas de Cristo. Adondequiera que vayamos, debemos escribir a Cristo en los demás. La gente está cansada de teología y de religión; lo que necesitan es que Cristo sea inscrito en ellos. Oremos y pidamos que muchos de nosotros escriban cartas vivas con el Espíritu vivificante del Dios vivo.