Mensaje
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Lectura bíblica: 2 Co. 3:7-11, 18; Jn. 17:1; Lc. 24:26; Hch. 3:15; Ro. 6:4
El resplandor de la gloria del nuevo pacto es de hecho el vivir de Cristo. Esto significa que vivir a Cristo es hacer resplandecer la gloria del nuevo pacto.
En 3:7 y 8 Pablo dice: “Ahora bien, si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras vino en gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual se desvanecía, ¿cómo no con mayor razón estará en gloria el ministerio del Espíritu?” Pablo dice que el ministerio de muerte, es decir, el ministerio del viejo pacto, vino en gloria; no dice que el ministerio del viejo pacto tenía gloria.
La traducción correcta del versículo 9 debe ser ésta: “Pues si el ministerio de condenación vino en gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia”. El ministerio de muerte vino en gloria pero no tenía gloria. Podemos usar como ejemplo de esto la acción de viajar en un automóvil. Aunque tal vez usted no tenga automóvil, puede ser que llegue a la reunión en un automóvil que pertenece a otra persona. El hecho de que usted vino en un automóvil no quiere decir que ese automóvil sea suyo. Por tanto, una cosa es poseer un automóvil y otra muy distinta es llegar en un automóvil. En el mismo principio, tener la gloria es muy diferente a venir en gloria.
Además, en el versículo 9 Pablo declara que el ministerio de la justicia abunda en gloria. Existe una gran diferencia entre los verbos, venir y abundar. Una vez más, podemos usar el ejemplo de la persona que viaja en un automóvil, y decir que ella viene en un automóvil, mientras que de otra persona podríamos decir que ella posee varios automóviles, es decir, que abunda en automóviles. El antiguo pacto vino en gloria, pero el ministerio del nuevo pacto tiene gloria y abunda en ella.
¿Cuál fue la gloria con la que vino el antiguo pacto? Pablo habla de esta gloria en 3:7, donde dice que los hijos de Israel no pudieron mirar el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, una gloria que se desvanecía. Esa gloria era la luz que resplandecía temporalmente en el rostro de Moisés. Así que, la gloria en la que vino el antiguo pacto era una gloria temporal, quizás no duró ni siquiera un día, pues el resplandor del rostro de Moisés duró poco tiempo.
Entonces, ¿cuál es la gloria del nuevo pacto? ¿Cuál es la gloria que posee el nuevo pacto y en la cual abunda? En la Biblia, el uso de la palabra “gloria” básicamente significa la expresión de Dios. Cada vez que Dios es expresado, eso es gloria. La expresión de Dios es Dios glorificado. Por consiguiente, decir que Dios es glorificado significa simplemente que Él es expresado.
Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Él era el Dios encarnado. Él no vino como el Dios expresado; vino como el Dios que se esconde. Dios estaba oculto en el cuerpo físico del Señor Jesús; dentro de Él estaba Dios, y por fuera estaba la carne. Con relación a esta carne, no había gloria. Según Juan 17, cuando el Señor Jesús estaba a punto de morir, oró: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti” (v. 1). En Juan 17:5, el Señor añade: “Ahora pues, Padre, glorifícame Tú junto contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. En Su oración, es como si el Señor dijera: “Padre, ahora es el momento de que glorifiques a Tu Hijo. Padre, permite que Tu Hijo te glorifique. Los discípulos no han visto plenamente lo que es Tu Hijo y lo que Tú eres en Mí. Padre, Tú estás encubierto y Yo también. Por esta razón, te pido que glorifiques a Tu Hijo para que Tu Hijo te glorifique a Ti”.
Podemos usar el florecimiento de un clavel como ejemplo de lo que significa que el Señor Jesús sea glorificado. Una semilla de clavel no tiene ninguna gloria. Una vez plantada en la tierra, la semilla de clavel muere y empieza a crecer. Primero brota, luego se convierte en planta, y finalmente florece. Este florecimiento es la glorificación de la semilla de clavel. Puesto que la semilla de clavel muere cuando es sembrada en el suelo, podemos decir que su florecimiento es su resurrección. Por consiguiente, la glorificación equivale a la resurrección. El brote de una semilla de clavel es el comienzo, la fase inicial de la resurrección. El crecimiento que experimenta después es la continuación del proceso de resurrección. Pero el florecimiento del clavel es la resurrección en plenitud.
Cuando el Señor Jesús oró al Padre pidiendo que lo glorificara, en realidad pidió que, al morir y resucitar, fuera introducido en la gloria. En Lucas 24:26 el Señor Jesús preguntó a los dos discípulos que iban camino a Emaús: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrará en Su gloria?” Cuando el Señor Jesús pronunció estas palabras, Él ya estaba en resurrección. Por tanto, para Él, entrar en Su gloria significaba estar en resurrección. Este versículo revela claramente que la glorificación de Cristo fue Su resurrección. La resurrección del Señor fue Su florecimiento. El florecimiento de Cristo, Su glorificación, alude a Su resurrección en plenitud.
Con esta comprensión, ahora podemos contestar la pregunta acerca de lo que es la gloria del nuevo pacto. En realidad, la gloria del nuevo pacto es la resurrección de Cristo en plenitud. En otras palabras, el propio Cristo resucitado es la gloria del nuevo pacto. Además, este Cristo en resurrección, o el Cristo resucitado, es el Espíritu vivificante. Por consiguiente, la gloria del nuevo pacto, que es el Cristo resucitado, o la resurrección de Cristo, es el Espíritu. Ahora entendemos correctamente qué es la gloria del nuevo pacto. La gloria del nuevo pacto es el Cristo resucitado como Espíritu vivificante.
Afirmar que Pablo hacía resplandecer la gloria del nuevo pacto significa que él expresaba en su vivir al Cristo resucitado. Pablo vivía a Cristo en resurrección, es decir, él vivía al Espíritu vivificante.
En 2 Corintios 3:18 se dice: “Más, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. En este versículo, la gloria es la del nuevo pacto e incluye muchos elementos. Es la gloria del Señor en calidad del Cristo resucitado y ascendido, Aquel que es Dios y también hombre, Aquel que pasó por los procesos de encarnación, de vivir humano y de crucifixión, Aquel que entró en resurrección, habiendo efectuado la plena redención, y llegó a ser el Espíritu vivificante. Como Espíritu vivificante, el Cristo resucitado mora en nosotros a fin de que Él mismo, junto con todo lo que realizó, obtuvo y logró, sea real para nosotros a fin de que seamos uno con Él y seamos transformados en Su imagen de gloria en gloria, como por el Señor Espíritu. Ésta es la gloria del nuevo pacto.
Algunos cristianos tienen conceptos bastante extraños en cuanto a la gloria de Dios. Conozco a algunos que piensan que esta gloria no es más que una luz física. En sus reuniones, afirman ver una gran luz de esta clase. Una vez asistí a una reunión donde alguien gritaba que había visto una gran luz. Pero esto no tiene nada que ver con lo que Pablo quiere decir en 2 Corintios 3 acerca de la gloria del nuevo pacto.
La gloria del nuevo pacto es la realidad del Cristo resucitado, quien es ahora el Espíritu vivificante y todo-inclusivo que mora en nuestro espíritu. Debemos vivir al Cristo resucitado andando y conduciéndonos en nuestro espíritu diariamente y momento a momento. Por una parte, debemos vivir en el espíritu; y por otra, debemos permitir que el Espíritu vivificante sature todo nuestro ser. El Espíritu no debe empapar solamente nuestro ser interior, sino también nuestro cuerpo y así hacerlo un miembro de Cristo. Esto es vivir a Cristo; esto es hacer resplandecer la gloria del nuevo pacto.
Si vivimos a Cristo irradiándolo en resurrección, seremos resplandecientes adondequiera que vayamos. Cuando las personas nos vean, se darán cuenta de que tenemos una especie de resplandor. Los padres verán en sus hijos el brillante resplandor del Cristo que está en resurrección.
Recientemente di un mensaje donde hablé de llegar a ser cartas vivas de Cristo. En ese mensaje hice notar que cuando Cristo se inscriba en nosotros, los demás podrán leer al Cristo que está en nosotros. Específicamente, a los padres de los jóvenes les debe ser fácil ver al Cristo que está inscrito en sus hijos. Después del mensaje, muchos santos testificaron que sus padres sí han leído al Cristo que está en ellos. Me sentí muy contento de oír esos testimonios en cuanto a ser cartas vivas de Cristo. Espero que entre los santos del recobro del Señor haya más testimonios similares.
Debemos tener testimonios brillantes, testimonios del resplandor de la gloria del Cristo resucitado. Cuando vivimos a Cristo, Él, como la luz resplandeciente, se expresará desde nuestro interior. Entonces, otras personas no solamente nos leerán, sino que estarán también bajo nuestro resplandor. Ésta es la debida comprensión de lo que significa hacer resplandecer la gloria del nuevo pacto.
Vivir a Cristo al irradiar Su gloria en resurrección es algo muy distinto a meramente intentar mejorar nuestra conducta de una manera externa. Vivir a Cristo al irradiarlo no es lo mismo que intentar ser una mujer sumisa o un marido amoroso. Una persona ética quizás se esfuerce por ser tal esposa o tal marido, pero eso no equivale a hacer resplandecer la gloria del nuevo pacto.
Una persona tal vez lleve una vida ética siguiendo las enseñanzas de Confucio. No obstante, eso es completamente diferente de lo que se revela en la Biblia acerca de vivir a Cristo. Según la revelación contenida en el Nuevo Testamento, nosotros debemos vivir a Cristo y no simplemente mejorar nuestro comportamiento. Además, en 2 Corintios 3 vemos que vivir a Cristo equivale a hacer resplandecer a Cristo.
Hoy en día Cristo en resurrección como Espíritu vivificante mora en nuestro espíritu. Ésta es una realidad. Cristo como Espíritu vivificante no es una mera doctrina, teoría, filosofía o sistema ético; más bien, Él es el Dios Triuno viviente que, como Espíritu vivificante, desea ser nuestra vida y nuestra provisión de vida. Él quiere saturar nuestro ser, que incluye nuestra mente con su facultad de pensar, nuestra parte emotiva con todos los sentimientos que surgen de ella, y nuestra voluntad con la cual tomamos determinaciones, resoluciones y decisiones. Él desea saturar incluso nuestros cuerpos físicos, haciéndolos sanos, fuertes y vivientes y convirtiéndolos en los miembros de Cristo (1 Co. 6:15). Ser saturados del Espíritu vivificante de esta manera equivale a vivir a Cristo.
Vivir a Cristo al ser saturados de Él y al irradiarlo es algo muy diferente de llevar una vida simplemente ética o moral. El vivir a Cristo de esta manera es algo mucho más elevado que la ética o la moralidad. El vivir a Cristo consiste en que el Dios Triuno procesado llegue a ser nuestra provisión de vida que satura todo nuestro ser para que lo expresemos a Él en nuestro vivir diario desde nuestro interior. Este vivir es nuestro resplandor y también es la gloria de Cristo. Este vivir es el testimonio de Jesús, la verdadera expresión del Dios Triuno en una iglesia local. Esto es lo que el Dios Triuno, el Señor Espíritu, desea obtener hoy.