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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Corintios»
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EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU COMO PROVISIÓN DE VIDA Y DE LA JUSTICIA COMO EXPRESIÓN DE DIOS

(3)

  Lectura bíblica: 2 Co. 3:8-9, 18; 5:21; Col. 3:10; 1 Co. 1:30; Ro. 8:2, 4; 14:17; Fil. 1:19; 3:9; Ap. 19:7-8; Ef. 4:24; Mt. 5:6, 10, 20

  Debemos estudiar algunos versículos claves de Romanos 8 a fin de obtener una mejor comprensión del ministerio del Espíritu según se presenta en 2 Corintios 3.

  En Romanos 8:2 Pablo dice que la ley del Espíritu de vida nos libra de la ley del pecado y de la muerte. En este versículo, la frase clave es “el Espíritu de vida”. En Romanos 8:4 Pablo habla de andar conforme al espíritu, lo cual incluye el andar conforme al Espíritu de vida mencionado en el versículo 2. Debemos andar conforme al Espíritu de vida a fin de que los requisitos justos de la ley se cumplan en nosotros. Esto no significa que nos esforzamos por guardar la ley, sino que la ley se cumple en nosotros de manera espontánea y sin que nos demos cuenta de ello, cuando andamos conforme al Espíritu.

LOS REQUISITOS DE LA LEY SE CUMPLEN EN NOSOTROS

  Si no vivimos en el Espíritu de vida ni andamos conforme a este Espíritu, y con todo, intentamos guardar la ley, no lo lograremos. Y aunque lográsemos guardar la ley de manera externa, no poseeremos la justicia. Pero cuando vivamos en el Espíritu de vida y andemos conforme al Espíritu de vida, automáticamente guardaremos la ley, aun cuando no tengamos la intención de hacerlo, y todos los requisitos de la ley se cumplirán espontáneamente en nosotros.

  Consideremos ahora detalladamente cómo la ley de Dios, los Diez Mandamientos, se cumple en nosotros cuando andamos conforme al Espíritu de vida. Cuando vivamos y andemos en el Espíritu, ciertamente tendremos un solo Dios. Nunca tendremos ningún otro Dios aparte de nuestro Dios. Esto significa que cumpliremos espontáneamente el primer mandamiento.

  Además, jamás haríamos una imagen con el fin de adorarla como a los ídolos. No nos haríamos ni imágenes visibles ni invisibles. A veces creamos imágenes invisibles en nuestra imaginación o en nuestras fantasías. Por ejemplo, tal vez alguien piense que en el futuro llegará a ser un médico opulento, un multimillonario con muchas posesiones. Al soñar de esta manera él crea un ídolo invisible, una imagen invisible. Entonces él hará todo lo posible por realizar este sueño. Esto equivale a adorar una imagen invisible.

  Los jóvenes, en especial, fácilmente se forjan ídolos en su imaginación. Tal vez un hermano sueñe con la maravillosa mujer con la que un día se casará. Luego, quizás buscará la persona de sus sueños. Cuando va a las reuniones de la iglesia, busca a la mujer perfecta que él ha soñado. Este sueño es un ídolo invisible para este hermano. Si andamos conforme al Espíritu, condenaremos todo sueño de esta naturaleza. Pero los que no andan conforme al Espíritu, pasan mucho tiempo meditando sobre sus sueños y disfrutándolos. Pero cuando andamos conforme al Espíritu, cumplimos espontáneamente el segundo mandamiento.

  Pasa lo mismo en cuanto al tercer mandamiento, el mandamiento de no tomar el nombre del Señor en vano. Si vivimos y andamos en el Espíritu de vida, jamás mencionaremos el nombre divino, el nombre santo, en vano. Por el contrario, siempre mencionaremos el nombre del Señor con veracidad y con un propósito específico. Además, guardaremos espontáneamente el día conmemorativo del Señor, y cumpliremos así el cuarto mandamiento. Así que, cuando andamos conforme al Espíritu de vida, se cumplen en nosotros los cuatro primeros mandamientos.

  Lo que es cierto de los cuatro primeros mandamientos, también es cierto de los seis últimos. Cuando vivimos y andamos conforme al Espíritu, los seis últimos mandamientos, que tienen que ver con nuestra relación con otros, se cumplen espontáneamente. El quinto mandamiento requiere que honremos a nuestros padres. Si andamos conforme al Espíritu, honraremos a nuestros padres automáticamente, y no será necesario que nos propongamos honrarlos ni que nos esforcemos por hacerlo. No será necesario que el joven se diga a sí mismo: “En el pasado no he tenido una actitud adecuada hacia mi madre y mi padre. Ahora que soy cristiano, tendré la actitud correcta, me comportaré como conviene y llegaré a ser un buen ejemplo para mis hermanos menores”. Todo aquel que se proponga honrar a sus padres de esta manera, no tendrá éxito. Esto se puede comparar con un gato que intenta volar como pájaro. El gato es gato y no puede volar, pues simplemente no tiene la capacidad, la habilidad, de volar. Pasa lo mismo con todo aquel que intenta, por su vida natural, cumplir el quinto mandamiento. Pero si vivimos a Cristo, si vivimos y andamos en el Espíritu de vida, honraremos espontánea y automáticamente a nuestros padres. Cuando nuestros padres vean esto, se quedarán muy sorprendidos y se preguntarán qué nos ha pasado.

  En 2 Corintios 3:3 Pablo dice que los corintios eran cartas de Cristo redactadas por el ministerio de los apóstoles. Al permitir que Cristo se inscriba en nosotros, también nosotros llegamos a ser cartas vivas de Cristo que otros pueden leer. Conozco muchos casos de jóvenes que han sido leídos por sus padres. Al principio, sus padres se oponían a ellos porque se habían vuelto al Señor o porque habían entrado a la vida de iglesia. Pero mientras se les oponían, sus padres leían al Cristo que se había inscrito en ellos. Como resultado, después de cierto tiempo, muchos de los padres que se oponían a sus hijos, se convirtieron al camino del Señor. He oído muchos testimonios maravillosos con respecto a esto.

  Aun si sus padres se les oponen a ustedes, jóvenes, al mismo tiempo ellos están observándolos, están leyendo las cartas de Cristo, que ustedes son. Un día, si ustedes viven y andan en el Espíritu de vida al relacionarse con sus padres, ellos quedarán convencidos. Aunque ustedes no intenten honrarlos, espontáneamente les brindarán un respeto maravilloso y excelente, porque ustedes andan conforme al Espíritu. Sus padres notarán esto, lo valorarán, y un día, eso los convencerá y los vencerá.

  Durante los más de cincuenta años que llevo en la vida de iglesia, he visto muchos casos parecidos. Al principio, algunos santos sufrieron oposición por parte de sus padres. En algunos casos, los padres eran budistas; en otros casos, eran cristianos. Debido a que el camino del recobro del Señor era nuevo para ellos y les parecía extraño, se opusieron a sus hijos. Algunos dijeron: “Otros cristianos asisten a la iglesia una sola vez por semana. ¿Por qué tienes que asistir a las reuniones varias veces por semana? ¿Qué te atrae a ir a la iglesia con tanta frecuencia? Anteriormente te gustaban muchas cosas, pero ahora parecen no importarte. ¿Qué te ha pasado? ¿Has perdido la razón? ¿Qué clase de influencia tiene sobre ti esa iglesia?” Cuando los hijos amaban las cosas mundanas, los padres estaban contentos con ellos, pero tan pronto las abandonaron, los padres se turbaron. Perplejos por lo que les pasaba a sus hijos, decidieron oponerse a la iglesia y hacer todo lo posible por alejarlos de la vida de iglesia. Estos casos sucedieron centenas de veces en China y también en Estados Unidos. Pero delante del Señor puedo testificar que en la gran mayoría de los casos, al final, los padres se volvieron al Señor y a Su camino. Algunos se volvieron al Señor después de unos cuantos años; otros tardaron más de treinta años. En algunos casos, los padres llegaron a la reunión de la iglesia, y con lágrimas, se levantaron para dar testimonio de cómo se habían opuesto a la iglesia al oponerse a sus hijos. Luego, declararon que el vivir de sus hijos los había convencido y que se habían arrepentido.

  ¿Por qué ganó la victoria el Señor en tantos casos? Él ha sido victorioso simplemente porque los santos han vivido en el Espíritu de vida y han andado conforme al Espíritu. Respetaron y honraron automáticamente a sus padres de tal manera que sus padres quedaron convencidos de que el camino que habían tomado sus hijos era el camino del Señor.

  Si andamos conforme al Espíritu, también cumpliremos los mandamientos que prohíben matar, fornicar, robar, dar falso testimonio y codiciar. Si decidimos guardar estos mandamientos, no lo lograremos de manera completa. En Romanos 7 Pablo nos dice que él intentó vencer la codicia, pero que no lo logró. Por el contrario, este mandamiento lo mató. Luego, él se condenó a sí mismo y exclamó: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?” (Ro. 7:24). Luego, en Romanos 8, él pudo declarar: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte” (vs. 1-2). Pablo también se dio cuenta de que los requisitos justos de la ley se cumplieron en él automáticamente cuando anduvo conforme al Espíritu de vida. Ésta también puede ser nuestra experiencia hoy en día. No necesitamos proponernos cumplir los Diez Mandamientos. Una vez más digo que si andamos conforme al Espíritu de vida, cada mandamiento se cumplirá en nosotros espontáneamente y sin que nos demos cuenta de ello. Cada mandamiento se cumplirá a cabalidad en nosotros.

LA EXPRESIÓN DE DIOS

  Cuando los justos requisitos de la ley se cumplen en nosotros debido a que andamos conforme al Espíritu, entonces tendremos la justicia. La justicia, como señalamos en el mensaje anterior, alude a la expresión de Dios, a Su imagen. Cuando tenemos la justicia, tenemos la expresión del Dios a quien servimos y adoramos. Puesto que tenemos esta expresión, que es la justicia que espontáneamente expresamos en nuestro vivir al andar por el Espíritu de vida, otros quedarán convencidos y sometidos. Por esta razón, con el tiempo, los que se oponen a nosotros serán convencidos al ver la expresión de Dios en nuestro vivir.

  En Romanos 8:4 Pablo habla del justo requisito de la ley, y en el versículo 29, de la imagen del Hijo de Dios: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el Primogénito entre muchos hermanos”. Si tomamos en cuenta este versículo junto con los versículos 2 y 4, veremos al Espíritu, la justicia y la imagen. Día tras día debemos andar conforme al Espíritu de vida a fin de cumplir la justicia de la ley. Esto equivale a ser conformados a la imagen del Hijo de Dios.

  Tal vez nos preguntemos cómo podemos ser conformados a la imagen del Hijo de Dios. La manera de ser conformados a Su imagen es andar conforme al Espíritu de vida para que los justos requisitos de la ley se cumplan en nosotros. Entonces tendremos la justicia, y esta justicia es la imagen misma del Hijo de Dios. Por tanto, el Espíritu produce la justicia, y la justicia es la imagen.

LA JUSTICIA Y EL REINO

  Romanos 14:17 dice: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. En este versículo, Pablo nos presenta otro aspecto de la justicia. En Romanos 8 vemos que la justicia está relacionada con el Espíritu de vida y que da por resultado la imagen del Hijo de Dios, mientras que en Romanos 14:17 la justicia está relacionada con el reino de Dios. En este capítulo, el reino de Dios denota la vida de iglesia. Las reuniones de la iglesia son una exhibición del reino de Dios. En la vida de iglesia tenemos una condición y una situación que muestran a los demás lo que es el reino de Dios. La vida de iglesia es el reino de Dios, y el reino de Dios es justicia.

  Las palabras de Pablo en Romanos 14:17 corresponden con lo que está escrito en el Antiguo Testamento. Según Salmos 89:14, la justicia es el cimiento del trono de Dios. Este versículo puede ser traducido también en el sentido de que la justicia es el establecimiento del trono de Dios. El trono de Dios se establece con la justicia como fundamento. El libro de Isaías también tiene mucho que decir acerca de la justicia. Por ejemplo, Isaías 32:1 declara: “He aquí que para justicia reinará un rey”. Aquí la justicia se relaciona nuevamente con el reino. Donde está la justicia de Dios, allí también está Su reino. Además, Hebreos 1:8 y 9 declara: “Tu trono, oh Dios; por el siglo del siglo; cetro de rectitud es el cetro de Tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la iniquidad”. Estos versículos son una cita del salmo 45.

  En el Antiguo Testamento, la justicia a menudo es sinónima de reino. Por tanto, la justicia está relacionada con el gobierno, la administración, los reglamentos y las reglas. La justicia alude a que las cosas están establecidas y mantenidas en buen orden. Donde hay justicia, todo está en buen orden. Esto es el reino.

  La justicia primero da como resultado la imagen de Dios. Luego, la justicia establece el reino de Dios. En Romanos 8 vemos la justicia y la imagen de Dios, y en Romanos 14 vemos la justicia y el reino de Dios. Tanto la imagen como el reino se basan en la justicia.

  Apliquemos ahora este aspecto de la justicia a nuestra vida familiar y a nuestra vida de iglesia. Cuando marido y mujer no están contentos el uno con el otro y cuando la situación en el hogar no es agradable, en esa vida familiar no hay justicia, no se manifiesta la imagen del Hijo. Tampoco está presente el reino de Dios, porque el reino de Dios es justicia. Los que observan esa situación nunca verán allí la imagen de Cristo, la expresión de Dios. Pero supongamos que el hermano y su mujer viven en el Espíritu y andan conforme al Espíritu. Ellos estarán felices, y sus hijos también. ¡Qué vida familiar tan gloriosa será esa! Los demás podrán ver la imagen de Dios y se darán cuenta de que el reino de Dios está presente en esa familia. Ésta es la justicia manifestada en la vida familiar.

  Supongamos que en determinada iglesia, los santos murmuran, critican y chismean. Además, supongamos que en las reuniones hay desorden. Si una iglesia se encuentra en esa condición, allí no habrá expresión de Dios ni reino de Dios. Pero supongamos que en lugar de murmurar, criticar y chismear, se hallan la comprensión, las alabanzas, la invocación del nombre del Señor y la comunión. Además, supongamos que las reuniones son vivientes, están en buen orden y son ricas en función. Ciertamente en esa iglesia podremos ver el reino de Dios, lleno de justicia. Todo allí estará en orden y en paz.

  La meta del ministerio del nuevo pacto es impartir en otros al Espíritu todo-inclusivo del Dios Triuno procesado como suministro. Simultáneamente, este ministerio imparte a Cristo en los creyentes como justicia. Entonces, los creyentes, al vivir y andar conforme al Espíritu, estarán en una condición que expresa a Dios y que manifiesta la imagen del Hijo de Dios. Además, serán en realidad el reino de Dios, establecido en justicia, en orden y bajo la debida autoridad. También tendrán paz y gozo en el Espíritu Santo. Éste es el producto del ministerio del nuevo pacto. En contraste, los distintos ministerios de hoy generan diferencias de opinión, divisiones y desorden.

ADORNADA DE JUSTICIA

  Apocalipsis 19:7 y 8 dice: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”. La novia aquí alude a la humanidad tripartita redimida y transformada. Esta novia se vestirá de lino blanco, el cual es las acciones justas de los santos.

  Debemos adornarnos de justicia si deseamos formar parte de esta novia, la cual está adornada de justicia brillante, resplandeciente y pura. Día tras día debemos preparar el vestido de lino brillante para vestirnos con él. Esto se refiere a nuestra justicia diaria.

  ¿Cómo podemos producir este vestido de justicia? Lo producimos al andar a diario conforme al Espíritu de vida y al llevar una vida conforme al Espíritu. Si preparamos nuestro vestido de boda día tras día, mes tras mes y año tras año, al llevar esta vida en el Espíritu, no seremos hallados desnudos cuando vuelva el Señor. Al contrario, a Su regreso, llevaremos un vestido de boda brillante y puro.

  Finalmente, la novia de Apocalipsis 19 llegará a ser la Nueva Jerusalén de Apocalipsis 21 y 22. La ciudad de la Nueva Jerusalén tendrá la apariencia de jaspe. Refiriéndose a la Nueva Jerusalén, Apocalipsis 21:11 dice: “Y su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. Según Apocalipsis 21:18, “el material de su muro era de jaspe”. Además, el primer cimiento de la Nueva Jerusalén también es jaspe (Ap. 21:19). Por tanto, la apariencia de la ciudad será de jaspe. Apocalipsis 4 indica que el Dios que está sentado en el trono en los cielos también tiene apariencia de jaspe. Por consiguiente, el jaspe denota la imagen de Dios, Su expresión. El hecho de que el jaspe sea tanto la apariencia de Dios como la de la Nueva Jerusalén indica que la ciudad santa llevará la misma apariencia que Dios. Toda la ciudad expresará a Dios.

  El jaspe de la Nueva Jerusalén equivale a la justicia de la novia. Hoy estamos preparando nuestro vestido de novia, un vestido que tendrá la apariencia de justicia, la cual es la expresión de Dios. Finalmente, en la Nueva Jerusalén, nuestro vestido tendrá la apariencia de jaspe.

LA JUSTICIA MORA EN EL CIELO NUEVO Y EN LA TIERRA NUEVA

  En 2 Pedro 3:13 dice: “Pero nosotros esperamos, según Su promesa, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. Según se emplea en este versículo, la palabra “justicia” es rica en significado. Afirmar que la justicia morará en los cielos nuevos y en la tierra nueva significa que todo estará en orden, bajo autoridad y regulado. Todo estará gobernado, controlado y bajo el régimen adecuado, pues el trono de Dios, el reino, la administración divina, estarán presentes allí. Como resultado de todo esto, habrá paz y gozo.

  Cuando la justicia more en el cielo nuevo y en la tierra nueva, la situación será muy distinta a la de hoy. En la actualidad hay poca justicia en la tierra. En lugar de justicia, imperan la injusticia, el desorden y la confusión. Pero ¡alabado sea el Señor porque en la iglesia, donde tenemos un anticipo del cielo nuevo y de la tierra nueva, mora la justicia! Además, debiéramos decir que, por la misericordia del Señor, la justicia mora también en nuestra vida familiar.

  Hoy muchos cristianos pasan por alto el ministerio del nuevo pacto. En lugar de ministrar el Espíritu y la justicia a los demás, discuten acerca de los distintos métodos de bautismo. Debaten sobre si las personas deben bautizarse boca arriba o boca abajo, una sola vez o tres veces, en el nombre de Jesús o en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Los distintos llamados ministerios han dividido a los hijos de Dios. Estos facciosos ministerios no son el ministerio del nuevo pacto. El ministerio del nuevo pacto simplemente imparte en las personas a Cristo en dos aspectos: como Espíritu para que sea la suministración de vida que ellos disfrutan interiormente, y como la justicia que es la expresión de Dios que manifiestan exteriormente. Esta expresión de Dios como justicia, la propia imagen de Dios, trae el reino, donde todo está reglamentado, en orden y bajo la debida autoridad. Esto nos proporciona un anticipo del reino venidero y de la Nueva Jerusalén, los cuales existirán en el cielo nuevo y en la tierra nueva. En esto consiste la función del ministerio del nuevo pacto.

  Todos los santos, incluyendo a los jóvenes, deben ser los actuales ministros del nuevo pacto, no solamente los colaboradores y los ancianos de las iglesias. Esto significa que todos debemos llevar a cabo el ministerio a fin de ministrar a Cristo como el Espíritu vivificante y como la justicia.

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