Mensaje
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Lectura bíblica: 2 Co. 4:10-18
Hemos visto que, como continuación del tercer capítulo de 2 Corintios, el capítulo cuatro presenta el cuadro de la vida que capacita a los ministros del nuevo pacto para ser uno con su ministerio. ¿Cómo podían los apóstoles demostrar que eran ministros del nuevo pacto? Ellos podían comprobarlo llevando la clase de vida que se describe en el capítulo cuatro. Es por medio de esta vida que ellos son uno con su ministerio.
En el cuarto capítulo de 2 Corintios Pablo no habla de su obra; no se refiere a lo que ha hecho o cumplido. Más bien, él habla de una vida, la clase de vida que él y sus colaboradores llevaban. Según este capítulo, Pablo y sus colaboradores vivían de tal manera que su vida llegó a ser su ministerio.
Al presentar la vida que llevaba como ministro del nuevo pacto, Pablo usa el nombre de Jesús de una manera muy particular. En ningún otro lugar de entre todo lo que escribió, usa Pablo el nombre de Jesús como lo hace en el cuarto capítulo de 2 Corintios. En el versículo 10, Pablo declara: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. Aquí Pablo se refiere a la muerte de Jesús y a la vida de Jesús. En el versículo 11 añade: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. Pablo usa también el nombre de Jesús en el versículo 14: “Sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará aprobados juntamente con vosotros”. En estos versículos, Pablo usa repetidas veces el nombre de Jesús.
Es importante descubrir por qué en este capítulo, Pablo usa el nombre de Jesús de un modo tan particular. No es fácil explicar la razón. De hecho, tal vez haya más de una razón. En este mensaje empezaremos a considerar por qué Pablo usa el nombre de Jesús como lo hace en el cuarto capítulo de 2 Corintios.
Hemos señalado que en el capítulo cuatro, Pablo describe la vida que él y sus colaboradores llevaban. Ésta es la vida que los hizo uno con su ministerio. Esta vida está en contraste con las obras que se recalcan entre los cristianos de hoy.
El cristianismo se ha convertido en una religión. Toda religión depende de ciertas obras, pues sin obras, una religión no puede sobrevivir. Una religión no puede existir si sus seguidores no llevan a cabo ciertas obras. Como resultado, en la religión vemos obras de muchas clases. Pero aunque resulta fácil reconocer las obras de la religión, es muy difícil encontrar allí algo de vida. Por tanto, un principio básico de la religión es que ella está llena de obras, pero carece de vida. Esto no sólo es cierto de la religión cristiana, sino también de cualquier otra religión. Toda religión está llena de trabajo, actividades y obras. Pero en la religión no hay vida.
Con esta comprensión acerca de la religión, miremos una vez más la historia de Jesús. Cuando consideramos la crónica de la vida terrenal del Señor, no vemos un énfasis en las obras. Los cuatro evangelios no recalcan lo que hizo el Señor, las obras que realizó. El relato que habla del Señor Jesús, el cual vemos en los evangelios, gira principalmente en torno a la vida. En los evangelios se hace énfasis en la vida, y no en las obras ni en las actividades. Los evangelios son biografías que presentan a una persona que vive de cierto modo. Por tanto, los evangelios no son principalmente una crónica de las maravillosas obras del Señor, sino una descripción de la vida que el Señor Jesús llevó en la tierra. Ésta es una razón por la cual, en el cuarto capítulo de 2 Corintios, Pablo con tanta frecuencia usa el nombre de Jesús. El uso de este nombre en el capítulo cuatro nos lleva de nuevo al Señor como hombre, cuya vida fue uno con Su ministerio. El Señor vivió de tal modo que Su persona fue uno con Su ministerio. Hablando con propiedad, podemos decir que el Señor no llevó a cabo una obra; antes bien, Él simplemente vivió cierta clase de vida.
Al oír algunos que los evangelios recalcan la vida del Señor y no Sus obras, tal vez querrán argumentar: “Hermano Lee, ¿acaso los evangelios no nos presentan una crónica de las obras del Señor Jesús?” Sí, ciertamente lo hacen. No niego que los evangelios describen la obra del Señor. Sin embargo, si leemos los evangelios detenidamente, veremos que el cuadro que allí encontramos, no describe una crónica de las obras del Señor. Antes bien, el cuadro que presentan los evangelios nos muestra la vida del Señor. Por lo menos podemos decir que en este cuadro, la vida del Señor Jesús es presentada de una manera más enfática que Sus obras. Los evangelios nos muestran más de la vida del Señor que de Su obra. Sí, los evangelios describen las obras del Señor, pero más que eso, presentan la vida que Jesús llevó y nos muestran de qué manera vivió.
Los evangelios contienen varios indicios de que el Señor Jesús no se ocupó en llevar a cabo una gran obra. Sabemos que durante Su ministerio, el Señor realizó muchos milagros, uno de los cuales fue el de alimentar, con cinco panes y dos pescados, a una multitud de más de cinco mil personas. ¿Acaso no fue un maravilloso milagro el que el Señor Jesús alimentara, con cinco panes y dos pescados, a tan grande multitud? Ciertamente eso fue un gran milagro. Juan 6:14 describe la respuesta de la gente a ese milagro: “Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Éste verdaderamente es el Profeta que habría de venir al mundo”. El versículo siguiente describe la respuesta del Señor Jesús: “Entonces Jesús, sabiendo que iban a venir para apoderarse de Él, y hacerle rey, volvió a retirarse al monte El solo”. Esto indica que al Señor Jesús no le interesó tener muchos seguidores. En lugar de preocuparse por la muchedumbre, se alejó. Pero si nosotros hubiéramos estado allí con el Señor, probablemente habríamos estado muy entusiasmados al ver que la multitud lo seguía. Quizás habríamos dado alabanzas a Dios por las bendiciones que Él había brindado en tal obra, y le habríamos dado gracias por tantos seguidores. No obstante, el Señor Jesús no se mostró entusiasmado. Él no permitió que la gente lo erigiese rey; más bien, dejó la muchedumbre y se fue al monte a orar.
En Juan 12 encontramos otro ejemplo de cómo el Señor se preocupó por la vida, y no por la obra. En Jerusalén una gran multitud dio una calurosa bienvenida al Señor Jesús. Tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!” (Jn. 12:13). Aun los fariseos reconocieron que el mundo se había ido tras Él (v. 19). Además, cuando Andrés y Felipe dijeron al Señor que los griegos lo buscaban, el Señor contestó: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (vs. 23-24). Esto indica claramente que lo que al Señor Jesús le interesaba era la vida, y no la obra. En los cuatro evangelios encontramos muchos casos tales como éstos. Siempre que la gente pensaba, según sus propios conceptos, que la oportunidad era propicia para que el Señor realizara una gran obra, Él jamás se aprovechaba de esas oportunidades para hacerlo; más bien, se apartaba de ellas, pues no había venido a realizar una gran obra. A Él le interesaba la vida.
No fue un gran obrero Aquel que fue a la cruz para efectuar la redención con el propósito de que se cumpliera el propósito eterno de Dios. Lo que hizo apto al Señor Jesús para ser el Redentor no fue realizar una gran obra, sino la vida que Él llevó. Los evangelios nos muestran que Jesús no era una persona famosa que vivía en una mansión en una gran ciudad. Al contrario, Él fue un hombre criado en la casa de un carpintero de Nazaret, una menospreciada población del menos preciado distrito de Galilea. Pero la vida que llevó le hizo apto para ser el Redentor que cumpliría el propósito eterno de Dios.
Es crucial ver que la vida es lo que hizo apto al Señor Jesús, y no las obras. El hecho de que la vida tiene mayor prioridad que las obras es un aspecto muy importante del recobro actual del Señor. El Señor desea recobrar una vida; Él no procura realizar una obra de avivamiento.
Desde la Reforma, los cristianos han orado mucho por un avivamiento. Algunos han orado para que se dé un gran avivamiento que despierte a todos los creyentes. Pero, según la historia, nunca ha ocurrido tal avivamiento. Por supuesto, hace aproximadamente ochenta años, se produjo un avivamiento en Gales. Algunos líderes cristianos estaban emocionados y esperaban que ese avivamiento se extendiera a todos los continentes. Pero no se extendió a todo el mundo. De hecho, después de unos años, se extinguió, aun en Gales.
En 1958, me invitaron a cierto lugar en Londres. Un día, mi huésped me llevó a los campos de Inglaterra y de Escocia. Mientras conducía, él señaló hacia la gente que vivía en los campos escoceses y me dijo que muchos de ellos nunca habían oído de Jesús. Me dijo también que Escocia se parecía mucho a un país pagano. No obstante, Escocia no está lejos de Gales, donde había ocurrido un gran avivamiento. Esto indica que tomar el camino de los avivamientos no funciona. Una sola cosa funciona: la vida. Por esta razón el Señor Jesús no vino a realizar una gran obra. Él vino, más bien, a llevar una vida. Ahora Su vida se ha extendido a todos los rincones de la tierra. La característica sobresaliente del Señor Jesús no es la obra, sino la vida.
Tengo que decirles a los santos que están en el recobro del Señor, que a muchos de nosotros, tanto los jóvenes como los viejos, todavía nos interesa llevar a cabo una obra. Subconsciente o inconscientemente nos interesa realizar una obra para el Señor. Por ejemplo, algunos aspiran a ser grandes evangelistas. Puede ser que el pensamiento de llevar a cabo una gran obra todavía esté en nuestro corazón, en nuestra subconciencia. Les aliento a desechar ese pensamiento. Dios no valora ninguna obra. Mucho del daño que han sufrido los cristianos ha sido el resultado de las obras humanas. Cuanto más intentemos trabajar para el Señor, más problemas crearemos y más daño causaremos. Creemos que ésta es la razón por la cual Pablo, cuando presenta la confirmación de su ministerio, usa el nombre de Jesús. Él no dice: “El Señor Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores”. Más bien, él habla simplemente de Jesús: la muerte de Jesús, la vida de Jesús y la causa de Jesús. La vida que se manifestaba en el cuerpo de Pablo no era la vida de un gran hombre, sino la vida de Jesús, un hombre poco conocido de una región menospreciada.
En el cuarto capítulo de 2 Corintios Pablo no se gloría de su obra; no dice: “Corintios, tenéis que daros cuenta de que yo soy el apóstol principal. He establecido iglesias desde Chipre hasta Corinto. Estoy listo para proseguir a Roma, a España, y luego, a las partes más remotas de la tierra. Ésta es la confirmación del ministerio que el Señor me ha encargado”.
En lugar de hablar Pablo de su obra y de sus logros, habla de ser oprimido. En el versículo 8, él dice: “Estamos oprimidos en todo aspecto”. Si nosotros hubiésemos sido Pablo, probablemente habríamos dicho: “Corintios, somos bendecidos en todo aspecto. ¿No os dais cuenta de que nuestra obra ha sido bendecida por el Señor? La bendición que reposa sobre nuestra obra demuestra que nuestro ministerio es del Señor y que nuestra obra proviene de Él”.
Pablo dijo a los corintios que él y sus colaboradores estaban oprimidos en todo aspecto. La gente del mundo consideraría eso una señal de maldición, no de bendición. Ellos tal vez preguntarían: “¿Cómo puede decir que alguien disfruta la bendición de Dios si se halla oprimido? ¿Por qué está oprimido en todo aspecto?” Con todo, Pablo habló también de estar en apuros, de ser perseguidos y de estar derribados. Algunos quizás le darían a Pablo cierto reconocimiento por ser perseguido, porque esto podría significar que él estaba haciendo una buena obra; pero no le darían ningún crédito por la opresión, los apuros y por ser derribado.
Pablo no termina esta descripción en los versículos 8 y 9. En el versículo 10, añade: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. En este versículo, Pablo no dice: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la gran bendición del Dios todopoderoso”. Al contrario, él habla de llevar en el cuerpo la muerte de Jesús. Aparentemente Pablo era un apóstol miserable que se hallaba en una situación miserable.
En el versículo 11, Pablo dice además: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. Quizás hubiéramos esperado que Pablo dijera: “Siempre somos rescatados de la muerte”, en lugar de decir que estaban entregados a muerte. Sin embargo, Pablo siempre estaba entregado a muerte para que la vida de Jesús se manifestara en su carne mortal.
Observen que Pablo no habla del cuerpo mortal, sino de la carne mortal. La palabra cuerpo es positiva, pero la palabra carne es negativa. La palabra mortal implica que la carne está muriendo. No creo que nos agradaría que alguien se refiriera a nuestro cuerpo como carne mortal. Con todo, Pablo adoptó tal expresión al hablar de sí mismo.
A Pablo no le gustaba jactarse. Él prefería ser pequeño y permanecer en un estado de humillación. De hecho, el nombre Pablo significa pequeño. En estos versículos, Pablo parece decir: “Prefiero permanecer en mi pequeñez. La vida manifestada en mí es la vida de un nazareno, y no la vida de un gran hombre del mundo. Además, la vida de Jesús se manifiesta en mi carne mortal. No soy una gran persona que manifiesta algo maravilloso en un cuerpo espléndido. Al contrario, soy una persona pequeña que manifiesta en su carne mortal la vida de Jesús, un hombre de Nazaret”.
En el versículo 12, Pablo dice: “De manera que la muerte actúa en nosotros; mas en vosotros la vida”. En este versículo, Pablo se refiere a su obra. Su obra era una obra de muerte, la cual actuaba en él. ¿Cuál es la obra de los apóstoles? La obra de los apóstoles es la obra de muerte, que actúa en ellos para que la vida opere en los creyentes.
Quizás no nos agrade oír que la muerte operaba en los apóstoles. Sin embargo, el producto, el resultado, de la operación de la muerte es maravilloso: la vida opera en los demás. Ésta es la verdadera obra del ministerio del nuevo pacto. No se trata de laborar, sino de morir. En el recobro del Señor, necesitamos morir para que la vida actúe en los demás. Por tanto, nuestra muerte es nuestra labor. El Señor no necesita que usted lleve a cabo una obra para Él; lo que Él necesita es que usted muera. Si usted muere, la vida operará en los demás. Al morir usted, ministrará la vida a los demás. Por tanto, laborar es morir.
Los versículos que hemos examinado en este mensaje son una ventana a través de la cual podemos ver la experiencia de Pablo. Ahora podemos entender que los apóstoles no seguían una gran persona, sino un pequeño hombre: Jesús de Nazaret. Además, en lugar de ser exaltados, ellos siempre estaban entregados a muerte para que la vida de Jesús se manifestara en su carne mortal. La muerte operaba en ellos para que la vida actuara en los creyentes.