Mensaje
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Lectura bíblica: 2 Co. 5:1-21
En 2 Corintios 5 Pablo trata varios temas importantes. Primero mencionaremos brevemente estos asuntos, y posteriormente profundizaremos en ellos.
En este capítulo, Pablo primero habla del anhelo de ser revestido de un cuerpo transfigurado (5:1-8), lo cual está relacionado con la redención del cuerpo. Pablo deseaba ser revestido de un cuerpo transfigurado, de un cuerpo que estuviera en resurrección. En los versículos 1 y 2, él dice: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una morada no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y en este tabernáculo también gemimos, deseando ser revestidos de nuestra habitación celestial”.
El segundo asunto que abarca Pablo en este capítulo es el empeño de serle de agrado al Señor: “Por tanto nos empeñamos también, sea en este domicilio o fuera de él, en conseguir el honor de serle agradables” (v. 9). Aquí empeñarse significa tener celo con una meta firme, esforzarse con diligencia para agradar al Señor. Todos debemos empeñarnos en complacer al Señor. No debemos ambicionar ninguna clase de posición en la vida de iglesia; más bien, debemos empeñarnos en serle de agrado al Señor.
El tercer asunto es el ser constreñido a vivir para el Señor. En los versículos 14 y 15 Pablo declara: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así: que uno murió por todos, por consiguiente todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado”. En estos versículos Pablo habla de ser constreñidos a vivir para el Señor y no dedicados al Señor.
En los versículos 16 y 17 Pablo menciona el cuarto asunto, la nueva creación: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí son hechas nuevas”.
Hallamos el quinto asunto en los versículos del 18 al 20, donde Pablo habla del ministerio de la reconciliación. En el versículo 18 él declara: “Mas todo proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación”. En el versículo 19, él habla de “la palabra de la reconciliación”, y en el versículo 20, ruega a los santos, en nombre de Cristo, que se reconcilien con Dios.
Finalmente, en el versículo 21, tenemos el crucial asunto de la justicia de Dios: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en El”.
Aparentemente, estos seis asuntos pertenecen a distintas categorías y no están relacionados entre sí. Así que, uno podría leer este capítulo y no ver ninguna continuidad entre un asunto y otro. Pero de hecho sí existe una continuidad entre ellos, y no es difícil verla.
No sólo los asuntos importantes del capítulo cinco siguen una secuencia, sino que el capítulo cinco en sí es una continuación del capítulo cuatro, lo cual indica el hecho de que 5:1 empieza con la palabra “porque”. “Porque” indica que lo que se abarcará en este capítulo es una explicación de lo que se dijo en 4:13-18.
En 5:1 Pablo habla de que nuestra morada terrestre, nuestro tabernáculo, se deshará. El hecho de que nuestro cuerpo como nuestra morada terrestre, nuestro tabernáculo, se deshaga significa que nuestro hombre exterior será consumido, será desmoronado. Hacia el final del cuarto capítulo de 2 Corintios, Pablo declara que nuestro hombre exterior se va desgastando, que nuestro hombre interior se va renovando y que nosotros no miramos las cosas que se ven, sino las que no se ven. Esto significa que vivimos y andamos por fe. Luego, en 5:1, él se explica, diciendo que sabemos que si nuestro hombre exterior, nuestra morada terrestre, nuestro tabernáculo, se deshace, tenemos una mejor morada en los cielos. Por tanto, en el capítulo cinco se ve una clara secuencia de lo que Pablo dice en el capítulo cuatro.
Esta continuidad indica que al final del capítulo cuatro, Pablo se había convertido en una persona verdaderamente madura. Él había sido regenerado en su espíritu y transformado en su alma; todo su ser había sido renovado. Lo único que quedaba por completarse era la plena redención de su cuerpo físico. El cuerpo de Pablo aun permanecía en la vieja creación, es decir, aún no había sido cambiado, transfigurado. Por tanto, en 5:1-8, Pablo expresa su anhelo, su aspiración, de que su cuerpo fuera transfigurado.
Pablo no deseaba estar desnudo, es decir, que su cuerpo le fuese quitado. Deseaba ser revestido, es decir, deseaba vestirse de un cuerpo transfigurado. La muerte hace que la persona se separe de su cuerpo. A veces, durante los servicios fúnebres, los ministros dicen que el fallecido se ha ido, que se ha marchado y que ya no está con nosotros. A menudo los cristianos usan la expresión “se fue para estar con el Señor”. El anhelo de Pablo no era quedarse sin cuerpo. Él no deseaba ser desnudado, o sea, que le fuera quitado su cuerpo; antes bien, anhelaba ser revestido de un cuerpo resucitado. Esto significa que anhelaba que su cuerpo fuese redimido. Él sabía que su espíritu había sido regenerado y que su alma había sido transformada, pero también se daba cuenta de que su cuerpo todavía no había sido transfigurado. Por tanto, él anhelaba y esperaba la redención de su cuerpo. En los primeros ocho versículos del capítulo cinco, se habla de este anhelo.
En el versículo 5 Pablo declara: “Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado en arras el Espíritu”. La palabra griega traducida “hizo” significa también elaboró, formó, preparó, dispuso. Dios nos hizo, nos elaboró, nos formó, nos preparó y nos dispuso con el propósito de que nuestro cuerpo mortal sea sorbido por Su vida de resurrección. De esta manera todo nuestro ser será saturado de Cristo. Dios nos ha dado el Espíritu para que sea las arras, la prenda, el anticipo, la garantía, de esta maravillosa y admirable parte de la salvación completa que Dios en Cristo ha preparado para nosotros.
Dios tiene la intención de revestirnos de un cuerpo de resurrección. Pero si hemos de ser revestidos de un cuerpo transfigurado, necesitamos cumplir con ciertos requisitos. Un pecador no está calificado para ser revestido de un cuerpo transfigurado; no es apto para un cuerpo así. Pero Dios nos hizo, nos formó, nos moldeó, para esto. Así como un sastre le da la forma a un saco para que le quede a nuestro cuerpo, así Dios nos está moldeando para que nos revistamos de un cuerpo de resurrección. Dios no está moldeando un cuerpo; nos está moldeando a nosotros. Cuando usted compra un nuevo par de zapatos, escoge zapatos que tengan la forma de su pie. Dios actúa al contrario: Él moldea nuestros pies para que le queden a los zapatos. Nos moldea, nos prepara a nosotros para que podamos vestirnos de un cuerpo resucitado.
¿Cómo moldea Dios a un pecador para que se vista de un cuerpo resucitado? Él lo moldea al perdonar sus pecados, al impartir la vida divina en él para regenerar su espíritu, y luego, al transformar su alma. Esto es lo que significa que Dios nos moldee.
¿Ha sido usted moldeado por Dios? La mejor respuesta es decir que hemos sido moldeados hasta cierto grado. Aunque he sido moldeado por Dios hasta cierto punto, sé que no he sido completamente moldeado por Él. Por tanto, necesito ser moldeado más.
En cuanto al hecho de que Dios nos moldea, Pablo dice que Dios nos ha dado las arras del Espíritu. Esto indica que Dios mismo, el propio Espíritu vivificante, se imparte en nosotros como garantía, como estas arras, y que este hecho constituye el factor principal en Su obra de moldearnos. Esto significa que Dios se ha dado a Sí mismo en arras a nosotros a fin de realizar esto por nosotros. Él, como Espíritu vivificante, se ha puesto en nuestro espíritu para garantizar que un día nos revestirá de un cuerpo de resurrección. Tenemos las arras que aseguran que fuimos creados y hechos aptos para este propósito. Esto también va incluido en el ministerio del nuevo pacto. Mediante el ministerio del nuevo pacto, somos moldeados, hechos aptos y preparados para ser revestidos de un cuerpo de resurrección. Todos estamos esperando que esto suceda.
¿Qué deberíamos hacer mientras esperamos ser revestidos de un cuerpo transfigurado? El versículo 9 nos da la respuesta: “Por tanto nos empeñamos también, sea en este domicilio o fuera de él, en conseguir el honor de serle agradables”. La expresión “Por tanto” al principio del versículo 9 establece la conexión entre el versículo 9 y el versículo 8. Puesto que esperamos ser revestidos de un cuerpo transfigurado, nos empeñamos en agradar al Señor. Asimismo, mientras esperamos la redención de nuestro cuerpo, nos empeñamos en conseguir el honor de serle agradables al Señor. Lo que declara Pablo en los versículos del 10 al 13 está relacionado con su empeño de agradar al Señor.
En el versículo 14 Pablo añade: “Porque el amor de Cristo nos constriñe”. Una vez más, la palabra “porque” indica una conexión, una continuación. Nos empeñamos en agradar al Señor porque Su amor nos constriñe. El amor de Cristo del versículo 14 es el amor que fue manifestado en la cruz a través de Su muerte por nosotros.
La palabra griega traducida constriñe significa literalmente “presionar por todos lados, mantener para un solo fin, limitar por fuerza, confinar dentro de ciertos límites con miras a un solo objetivo, encerrar en una sola línea y con un solo fin, como en un sendero estrecho y amurallado”. La misma palabra griega se usa en Lucas 4:38, 12:50; Hechos 18:5; y en Filipenses 1:23. De esta manera los apóstoles eran constreñidos por el amor de Cristo y así obligados a vivir para Él y serle agradables.
Hemos visto que ser constreñidos significa ser presionados por todos lados y mantenidos para un solo fin. Cuando somos constreñidos, somos limitados, como si camináramos en una senda estrecha y amurallada, y somos obligados a ir en cierta dirección. Aunque amamos al Señor, no siempre estamos dispuestos a tomar Su camino. Si Él no nos amurallara, probablemente ya nos habríamos escapado de Él y de la iglesia. Pero el amor de Cristo nos constriñe; nos presiona por todos lados y nos mantiene en una sola meta. No nos queda otra alternativa; no nos queda otro camino que seguir. De hecho, no nos toca escoger a nosotros. Si nos tocara escoger a nosotros, posiblemente todos estaríamos en otra parte hoy en día. No; no nos corresponde a nosotros escoger; es el amor de Cristo el que nos constriñe.
Según 5:14 y 15, el amor de Cristo nos constriñe a vivir para Él. El versículo 15 dice: “Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado”. Es fácil entender lo que significa vivir dedicado a Cristo, pero no es fácil explicar lo que significa vivir para Él. Hoy en día, tanto en el catolicismo como en las denominaciones, las personas le dedican muchas actividades a Cristo. Sin embargo, es posible dedicarle alguna actividad al Señor sin vivir para el Señor.
Si consideramos esto según el contexto, veremos que vivir para el Señor significa vivir la clase de vida que el Señor Jesús vivió. En el capítulo cuatro vemos que los apóstoles experimentaban el llevar la muerte de Jesús. Cuando llevamos la muerte de Jesús, podemos llevar la clase de vida que llevaba Jesús. Esto es vivir para el Señor.
Vivir para el Señor es llevar una vida crucificada; es vivir de tal modo que a nuestro hombre exterior siempre se le dé muerte. El Señor Jesús llevaba esta clase de vida, y los que llevan tal vida hoy, viven para el Señor. Esta comprensión de lo que es vivir para el Señor concuerda con el concepto expresado en el capítulo cuatro.
Los cristianos a menudo intentan vivir dedicados al Señor según sus propios conceptos. En un mensaje anterior, ejemplifiqué esto contándoles cómo unos chinos del sur me obligaron a comerme un pan que habían preparado, aunque éste no estaba completamente cocinado y era muy difícil de digerir. Aunque yo prefería comer arroz, insistieron en que me comiera ese pan. Ellos me prepararon ese pan con mucha dedicación, pero no lo hicieron para mí según mis propios gustos. Asimismo, es posible que nos dediquemos a hacer muchas cosas para el Señor, pero que no las hagamos viviendo para el Señor.
Lo que el Señor desea no es que nos afanemos por causa de Él. Él quiere que experimentemos Su muerte para que se le dé fin a nuestro hombre natural y a nuestro activo ser. Muchos somos activos o muy emprendedores con respecto a las cosas del Señor, pero lo hacemos en nuestra vida natural. Hacemos cosas para Él con nuestro dinamismo natural. Esto ofende al Señor y nos aparta de Él e impide que lo disfrutemos. Por tanto, lo que necesitamos es ser constreñidos por el amor del Señor a simplemente vivir para Él.
Si deseamos vivir para el Señor, debemos negarnos a nuestro hombre exterior. El hombre exterior es la carne. Cuando vivimos para Cristo, no vivimos por nuestro hombre exterior, por nuestra carne. Esto significa que vivir para Cristo requiere que vivamos por nuestro hombre interior, por nuestro espíritu regenerado.
En el versículo 16, el cual es la continuación de los versículos 14 y 15, Pablo declara: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”. El no conocer a otros según la carne significa que no los conocemos según el hombre exterior. En la vida de iglesia apropiada, tanto los que toman la delantera como los que llevan a cabo un servicio no conocen a los demás según el hombre exterior. Sin embargo, entre los cristianos de hoy es común conocer a los creyentes según el hombre exterior. Por ejemplo, a la gente se le conoce según su profesión, posición, talentos y aptitudes. No obstante, en la iglesia debemos conocer a los demás según el hombre interior, es decir, según el espíritu.
Como continuación del versículo 16, el versículo 17 dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí son hechas nuevas”. ¿Qué es la nueva creación? La nueva creación es una persona regenerada con la vida de Dios y que vive en el hombre interior, y no en el hombre exterior. Una persona que vive en el hombre exterior está en la carne, en la vieja creación, y por ende, está vieja. Pero aquel que vive para el Señor en el hombre interior está en la nueva creación.
Ahora podemos ver la conexión que existe entre cuatro asuntos importantes. El empeño de complacer al Señor está conectado con la aspiración a tener un cuerpo resucitado. Vivir para el Señor está relacionado con el empeño de agradar al Señor. Si no vivimos para el Señor, no podremos complacerle. Si deseamos agradar al Señor, debemos vivir para Él, y si hemos de vivir para el Señor, debemos darle muerte a nuestro ser natural. Entonces podremos serle agradables al Señor. Si llevamos una vida así, ciertamente seremos una nueva creación, una persona que vive en el espíritu, en el hombre interior. Por tanto, aspirar a tener un cuerpo transfigurado está conectado con el empeño de agradar al Señor; el empeño de serle agradable está conectado con vivir para el Señor; y vivir para el Señor está conectado con el hecho de ser la nueva creación.