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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Corintios»
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LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO

(8)

  Lectura bíblica: 2 Co. 6:1-13

LO QUE SOMOS Y LO QUE HACEMOS

  En 2:12—3:11 Pablo habla del ministerio del nuevo pacto, y en 3:12—7:16, de los ministros del nuevo pacto. La sección de esta epístola que trata de los ministros del nuevo pacto es mucho más extensa que la sección que habla del ministerio del nuevo pacto. Esto se debe a que a Dios le interesan mucho más los ministros que el ministerio. En otras palabras, Dios se interesa más por lo que somos que por lo que hacemos, lo cual significa que lo que somos es mucho más importante para Él que lo que hacemos.

  En la actualidad, tanto en el mundo cristiano como en el mundo secular, se le da más atención a lo que las personas hacen que a lo que son. Los cristianos centran su atención principalmente en la obra o ministerio, y pasan por alto el ser de la persona que lleva a cabo la obra. Prestan atención a la obra y al ministerio mucho más que al obrero o ministro. Pero según la Biblia, Dios le da más atención a lo que una persona es que a lo que ésta hace, o pueda hacer. A Él le interesa la clase de persona que nosotros somos y la clase de vida que llevamos. Por tanto, en 2 Corintios, Pablo presenta primeramente el ministerio del Nuevo Testamento. Luego, muestra que este ministerio excelente y maravilloso necesita ministros excelentes que lleven una vida excelente.

  El hecho de que a Dios le interesa más lo que somos que lo que hacemos debe quedar grabado profundamente en nosotros. Lo que hacemos debe ser medido por lo que somos. Además, nuestro ser debe corresponder con nuestra obra, es decir, lo que somos debe corresponder con lo que hacemos. Nuestro ser debe corresponder con nuestras acciones. Por tanto, nuestro ser y nuestro hacer van juntos. Si nos interesamos únicamente por lo que hacemos y no por ser la clase de persona adecuada, lo que hagamos no tendrá mucho peso. Nuestro hacer tendrá peso únicamente cuando vaya complementado con lo que somos en nuestro ser.

LABORAR POR MEDIO DE UNA VIDA QUE SE ACOMODA A TODO

  En 6:1 Pablo dice: “Nosotros, pues, como colaboradores Suyos, os rogamos también que no recibáis en vano la gracia de Dios”. La palabra “pues” indica una continuación. En la última parte del capítulo cinco (vs. 16-21) el apóstol nos dijo que a ellos, los ministros del nuevo pacto, se les había encomendado el ministerio de la reconciliación para la nueva creación del Señor. A partir de este versículo y hasta el final del capítulo siete, él nos dice cómo ellos laboraban. Ellos laboraban con Dios por medio de una vida (no por medio de algún don), la cual es todo suficiente y madura, capaz de adaptarse a todas las situaciones, es decir, capaz de resistir cualquier tipo de trato, de aceptar cualquier clase de entorno, de obrar bajo cualquier clase de condiciones y de aprovechar cualquier oportunidad, con el fin de llevar a cabo su ministerio.

  Al leer esto, algunos dirían: “Éstas son excelentes palabras para los colaboradores y los ministros, pero no se aplican a mí. Yo soy laico, no ministro”. Pero en el recobro del Señor no hay laicos. Todos somos ministros, colaboradores e incluso tenemos el potencial y la capacidad de ser apóstoles. En otra parte, hicimos notar que los apóstoles son ejemplos y modelos de lo que deben ser todos los creyentes. En Efesios 3, Pablo declara que él es menos que el más pequeño de todos los santos. Además, el nombre Pablo significa “pequeño”. Si Pablo, que se consideraba menos que el más pequeño de todos los santos, pudo ser ministro y apóstol, ¿qué de usted? Todos tenemos la capacidad de ser ministros del nuevo pacto. En cuanto a esto, no debemos poner énfasis en lo que podemos hacer, sino en lo que somos. Nuestra capacidad no está ligada principalmente con lo que hacemos, sino con lo que somos.

  Yo diría que en 6:1—7:16 podemos ver que los apóstoles laboran juntamente con Dios por medio de una vida que se adapta a todo. Este pasaje de 2 Corintios no indica que ellos laboran junto con Dios por medio de un poder todo suficiente o por un don maravilloso. Los cristianos de hoy, sin embargo, prestan su atención principalmente en el poder y en los dones. Algunos tal vez pregunten: “¿Tienen ustedes poder? ¿Acaso no sabe que el doctor fulano de tal es un predicador poderoso? ¿Qué dones tienen ustedes? Oh, el doctor fulano de tal tiene muchos dones”. Con todo, entre los cristianos de hoy se habla muy poco de la vida o del vivir. Hay algunos que no tienen un poder genuino, pero aún así dan la impresión de ser poderosos. Por ejemplo, es posible que de una manera presuntuosa oren: “¡En el poderoso nombre de Jesús, ato a todos los demonios!” Pero es muy interesante que en 2 Corintios Pablo no habla de esa manera. De hecho, él habla muy poco de los dones o del poder. Según se emplea en 2 Corintios, el don no se refiere a los dones milagrosos, y el poder no tiene la connotación que le atribuyen los cristianos de hoy. Si uno lee detenidamente todo el libro de 2 Corintios, se dará cuenta de que Pablo se centra en la vida. Por tanto, en 6:1—7:16, vemos que él laboraba junto con Dios por medio de una vida que se adapta a todo.

  El hecho de que uno sea ministro del Nuevo Testamento no depende de los dones ni del poder; antes bien, depende de que lleve una vida que es capaz de acomodarse a toda clase de situaciones. Obviamente en 6:1-13 no se usa la expresión “que se acomoda a todo”. Pero si examinamos el contenido de estos versículos, veremos que ellos describen una vida que ciertamente se adapta a todo. Como veremos en otro mensaje, aquí Pablo menciona dieciocho requisitos que ellos llenan, tres grupos de cosas y siete clases de personas. Pablo, por ende, había cumplido con los requisitos necesarios para ser ministro del nuevo pacto en todas estas maneras.

  En 6:1-13, Pablo no enumera entre estos requisitos, tales cosas como la filosofía y la psicología. Si queremos ser ministros idóneos del nuevo pacto, debemos tener las dieciocho cualidades mencionadas por Pablo, y los tres grupos de cosas, y debemos poseer las cualidades de las siete clases de personas. Sólo así podremos llenar todos los requisitos para ser colaboradores de Dios con miras a Su ministerio neotestamentario.

  En 6:1 Pablo no dice que los apóstoles son colaboradores unos de otros. Al contrario, él declara que son colaboradores de Dios. Los apóstoles no sólo habían sido comisionados por Dios en su ministerio, sino que también laboraban junto con Él. Ellos eran colaboradores de Dios (1 Co. 3:9). Pablo y sus colaboradores trabajaban junto con Dios.

RECONCILIADOS CON DIOS

  Si queremos entender correctamente lo que significa laborar juntamente con Dios, debemos recordar lo que dijo Pablo al final del capítulo cinco. Pablo dijo que Dios le había encomendado el ministerio de la reconciliación, es decir, la obra de reconciliar a otros con Dios.

  Hace muchos años, mi comprensión en cuanto a la reconciliación era muy limitada. Mi entendimiento era que antes de ser salvos, nosotros éramos enemigos de Dios, y que no había paz entre Dios y nosotros; creía que en lugar de estar en paz, estábamos enemistados con Dios, pero que cuando nos arrepentimos y creímos en el Señor Jesús, Su sangre lavó nuestros pecados y recibimos el perdón de Dios. Como resultado, fuimos justificados por Dios y reconciliados con Él. Habiendo sido reconciliados con Dios de esta manera, ya no había ninguna enemistad entre nosotros y Dios; en lugar de ello, teníamos paz con Él. Este entendimiento de la reconciliación es muy limitado en comparación con el significado completo que presenta el Nuevo Testamento, pues no es el significado completo de la reconciliación según la ministra el apóstol Pablo.

  ¿Cuál es la reconciliación que ministraba Pablo? He leído varios libros que se refieren a este tema, pero ninguno de ellos señala que el ministerio de la reconciliación no consiste simplemente en traer a los pecadores de vuelta a Dios, sino en introducir a los creyentes plenamente en Dios. Por tanto, no es suficiente simplemente ser devueltos a Dios; también debemos estar en Él.

  El último versículo del capítulo cinco, el versículo 21, declara: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros viniésemos a ser justicia de Dios en El”. Según este versículo, llegamos a ser la justicia de Dios no solamente por medio de Cristo, con Cristo o por Cristo, sino también en Cristo. En este versículo también vemos que no solamente llegamos a ser justos delante de Dios, sino que nos convertimos en la justicia misma de Dios. Ser justos es una cosa, pero llegar a ser la justicia es algo muy distinto. Por ejemplo, tal vez un objeto sea dorado, pero es posible que no sea oro puro. ¡Qué maravilloso es que en Cristo podamos llegar a ser la justicia misma de Dios!

  ¿Tiene usted la confianza de declarar que está en Cristo? Como creyentes genuinos, podemos testificar que estamos en Él. Pero ¿estamos en Cristo de una manera práctica en nuestro diario vivir? Por ejemplo, ¿está usted en Cristo cuando bromea? Cuando usted bromea, ¿tiene la seguridad de que está en Él? Debe reconocer que en esos momentos está fuera de Cristo. No existe un terreno neutral: o estamos en Cristo o estamos fuera de Él. Por no estar siempre en Cristo de una manera práctica, necesitamos más reconciliación. Necesitamos una reconciliación que nos introduzca de nuevo en Cristo.

  Supongamos que usted se encuentra en una situación donde tiene que hacer fila por mucho tiempo. Mientras espera, quizás no se sienta muy contento. De hecho, se siente extremadamente molesto. ¿Está usted en Cristo en ese momento? No, usted está fuera de Cristo. Entonces, ¿dónde está usted? Usted está en usted mismo. A veces su situación tal vez sea aun peor, pues es posible que usted esté en la carne, quizás en su enojo. Por consiguiente, necesita que el ministerio de la reconciliación lo introduzca de nuevo en Dios.

  No creo que muchos de los que leen 2 Corintios 5 entiendan que la reconciliación consiste en ser traídos de nuevo a Dios e introducidos en Él. ¿Es ésta la comprensión que usted tenía de la reconciliación según este capítulo? Si no, ciertamente esto es lo que en efecto Pablo quiere decir cuando habla de la reconciliación.

  Por años leí los capítulos cinco y seis de 2 Corintios sin darme cuenta de que el capítulo seis es la continuación del capítulo cinco. En 2 Corintios 5 Pablo nos dice que a él se le encomendó el ministerio de reconciliar a otros con Dios. En el capítulo seis, Pablo lleva a cabo dicho ministerio en relación con los corintios.

UNO CON DIOS AL MEZCLARSE CON ÉL

  Según la Biblia, la reconciliación incluye mucho más que simplemente ser traído de nuevo a Dios; consiste en ser introducido de nuevo en Él. Por tanto, conforme a la Biblia, llevar a otros a Dios implica introducirles en Dios y hacerlos absolutamente uno con Él. Sin embargo, se encuentra en muchas de las enseñanzas cristianas que el asunto de ser uno con Dios ha sido malentendido. Según el concepto que tienen muchos cristianos, el ser uno con Dios puede ser comparado con una esposa que es uno con su marido. En el caso de un marido y una esposa, existe una clase de unidad corporativa. Pero en la Biblia, el ser uno con Dios significa ser mezclado con Él; significa estar en Dios y permitir que Dios entre en nuestro ser. Según la Biblia, el ser uno con Dios implica una unión en la cual entramos en Dios y Dios entra en nosotros. Por eso el Señor Jesús dijo: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (Jn. 15:4). No dijo: “Permaneced conmigo y Yo con vosotros”. Es una lástima que algunos cristianos se opongan al maravilloso concepto bíblico de ser uno con Dios al ser mezclado con Él.

INTRODUCIDOS NUEVAMENTE EN DIOS

  Necesitaremos el ministerio de la reconciliación, el ministerio que le fue encomendado a Pablo hasta que seamos plenamente uno con el Señor, estemos en Él y le permitamos estar completamente en nuestro ser. A Pablo se le encomendó la obra de introducir a los creyentes en Dios de una manera completa y práctica. Una vez que veamos esto, seremos aptos para entender la última parte del capítulo cinco y la primera parte del capítulo seis. Como lo hemos señalado, la palabra “pues” al principio de 6:1 indica que el capítulo seis es la continuación de la última parte del capítulo cinco.

  Les ruego que no se aferren a su concepto viejo y limitado acerca de la reconciliación. Quizás hayan estudiado libros religiosos o espirituales y sientan que tienen la interpretación correcta acerca de la reconciliación. Pero les aliento a que reciban esta comprensión nueva y más completa acerca de la reconciliación y vean que ser reconciliados equivale a ser introducidos en Dios, y que el ministerio de la reconciliación es el ministerio que introduce a las personas en Dios.

  En Corinto había muchos problemas entre los creyentes, y todos estos problemas eran indicios de que los creyentes no estaban completamente en Dios. En muchos asuntos específicos no estaban en Dios. Aunque habían sido salvos y habían nacido de Dios, no vivían en Él. Por esta razón, en cuanto a muchos asuntos de su diario vivir, se hallaban fuera de Dios. Por consiguiente, Pablo tenía la carga de introducirlos en Dios. Esto es reconciliarlos con Dios.

LABORAR CON DIOS

  A los apóstoles no sólo se les encomendó la obra, el ministerio, de la reconciliación, sino que laboraban con Dios en su empeño de introducir a otros en Dios. Sabían que por sus propios esfuerzos no podían introducir a nadie en Dios; no tenían esa habilidad, esa capacidad. Necesitaban realizar esta obra con Dios.

  En el pasado muchos de nosotros afirmamos que laborábamos para el Señor. Pero cuando laborábamos para Él, ¿sentíamos que laborábamos con Él? Existe una diferencia importante entre el hecho de laborar para Dios y laborar con Él. Aun en nuestro vivir humano, laborar con otra persona es diferente de simplemente trabajar para ella. Tomemos el ejemplo de una esposa que prepara la comida para su esposo. La esposa tal vez disfruta cocinar para su esposo, pero es posible que no le guste cocinar con su esposo. Si su esposo entrara a la cocina e intentara preparar la comida con ella, ella tal vez diría: “Por favor, déjame cocinar esta comida para ti. No vengas a la cocina a molestarme. Siéntate y descansa hasta que la comida esté lista”. Esto indica que la esposa prefiere cocinar para su marido, mas no con él. Lo mismo es verdad con relación a laborar para el Señor. A menudo nos gusta trabajar para el Señor, pero no queremos laborar con Él. Nuestra actitud tal vez sea que el Señor debe quedarse en el cielo, mientras laboramos para Él en la tierra. Si laboramos de esta manera, no podremos reconciliar a otros de manera que sean introducidos en el Señor. Por no estar nosotros mismos en el Señor de una manera práctica al llevar a cabo esta labor, no podremos reconciliar a nadie con el Señor. Solamente laborando con el Señor, podremos reconciliar a otros de manera que sean introducidos en Él.

  El hecho de que laboremos juntamente con Dios significa que estamos en Él. Cuando estamos en Él, podemos introducir a los demás en Él. Sólo una persona que está en Dios puede introducir a otros en Dios. Si usted no está en Él, ciertamente no podrá introducir a nadie más en Él. El resultado de nuestra obra manifiesta cuán íntimos nosotros somos con Dios. Si estamos lejos de Dios, no podremos acercar a otros a Él. El grado al que podemos traer a otros a Dios e introducirlos en Dios depende siempre de dónde estamos nosotros con respecto a Dios. Si somos personas que son uno con Dios, entonces podremos llevar a los demás al mismo lugar donde estamos. Por tanto, si queremos introducir a los demás en el Señor, primero debemos estar en Él nosotros mismos. Cuanto más estemos en Él, más podremos reconciliar a otros de manera que entren en Él. ¡Que este asunto quede grabado en nosotros!

NO RECIBIR LA GRACIA DE DIOS EN VANO

  En la última parte de 6:1, Pablo dice a los corintios: “Os rogamos también que no recibáis en vano la gracia de Dios”. Este ruego es la obra de la reconciliación, como se menciona en 5:20.

  Pablo rogaba a los creyentes de Corinto que no recibieran en vano la gracia de Dios. La gracia es el Cristo resucitado hecho el Espíritu vivificante para introducir en resurrección al Dios procesado en nuestro ser, a fin de que sea nuestra vida y suministro de vida, para que vivamos en resurrección. Esto significa que la gracia es el Dios Triuno hecho nuestra vida y el todo para nosotros. Por esta gracia, Saulo de Tarso, el primero de entre los pecadores (1 Ti. 1:15-16), llegó a ser el apóstol más destacado, quien laboraba más abundantemente que todos los apóstoles (1 Co. 15:10). La gracia de Dios siempre nos hace volver a Él. Según el contexto de 6:1, no recibir la gracia de Dios en vano significa ser conducido de nuevo a Dios y no permanecer en nada que nos distraiga de Él.

LA PLENA SALVACIÓN

  En 6:2 Pablo añade: “Porque dice: ‘En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido’. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”. Las palabras “tiempo aceptable” se refieren al momento en que somos reconciliados con Dios, cuando Él nos acepta. La salvación en este versículo, según el contexto, se refiere a la reconciliación. De hecho, la reconciliación alude a la plena salvación.

  En el capítulo cinco, Pablo habla de la reconciliación, y en el capítulo seis, de la salvación. Por tanto, la salvación mencionada en 6:2 realmente se refiere a la reconciliación. Sólo cuando nosotros los creyentes, los que somos salvos en Cristo, hayamos sido plenamente reconciliados con Dios, seremos plenamente salvos. Hasta entonces, sólo somos salvos en parte; todavía no hemos sido salvos en plenitud.

  En 6:1-13 vemos el cuadro de una persona que ha sido plenamente salva. Nosotros comprobamos nuestra plena salvación llevando una vida que se adapta a todo. En estos versículos, Pablo es un modelo de un creyente que ha sido plenamente salvo, un modelo de alguien que lleva una vida que se acomoda a todo. En el siguiente mensaje vamos a considerar los detalles de esta vida.

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