Mensaje
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Lectura bíblica: 2 Co. 6:1-13
Muchos maestros de la Biblia consideran el sexto capítulo de 2 Corintios como si fuera un capítulo completamente separado del capítulo cinco. Ellos no hacen notar que entre los capítulos cinco y seis hay una conexión, pero de hecho, el capítulo seis es una explicación del capítulo cinco.
Hemos visto que en el capítulo cinco, los apóstoles reciben el ministerio de la reconciliación para hacer que el pueblo de Dios, no solamente los pecadores, vuelva a Dios de modo que llegue a ser la justicia de Dios en Cristo. A los apóstoles se les había encomendado este ministerio para que introdujeran al pueblo de Dios en Dios y lo hiciera uno con Él orgánicamente. Cuando somos introducidos de nuevo en Dios de esta manera, llegamos a ser la justicia de Dios.
Puesto que la justicia es un atributo de Dios, llegar a ser la justicia de Dios en Cristo equivale a llegar a ser este atributo divino. En este sentido, llegamos a ser lo que Dios es. Dios es justicia, y, en Cristo, llegamos a ser la justicia de Dios, un atributo de lo que Dios mismo es. ¡Cuán maravilloso es esto! Éste es el propósito de la salvación de Dios y la meta de Su economía. La economía de Dios al salvarnos consiste en hacer de nosotros la expresión de Dios, incluso uno de Sus atributos. Esto se revela en el capítulo cinco de 2 Corintios.
Pablo se daba cuenta de que la descripción que hizo de la reconciliación en el capítulo cinco suponía algo muy profundo. Por ende, en el capítulo seis, él explica que la reconciliación del capítulo anterior equivale a la plena salvación. Por esta razón, en 6:2 él se refiere a la reconciliación como salvación. La salvación en este contexto no es la salvación de los pecadores; es la salvación del pueblo de Dios que ha sido reconciliado sólo a medias. Aquellos que han sido reconciliados con Él sólo en parte, necesitan ser aún más reconciliados, aún más salvos.
Todos podemos declarar con confianza que hemos sido salvos. No obstante, es posible que no seamos plenamente salvos. Por tanto, debemos humillarnos delante del Señor y orar: “Oh Señor, te doy gracias de que por Tu misericordia y gracia me has salvado. Pero Señor, todavía no he sido plenamente salvo. Necesito más de Tu salvación”.
Algunos creyentes han sido salvos en un grado bastante amplio. Otros, sin embargo, han sido salvos únicamente en pequeña escala. En estos mensajes, siento la carga de que todos experimentemos la salvación en un grado más completo. Me preocupa el porcentaje de su salvación. ¿Hasta qué grado, en qué medida, ha sido usted salvo? La salvación que han experimentado algunas personas que han recibido este ministerio por muchos años todavía es una salvación muy limitada. Además, el porcentaje de su salvación aumenta muy lentamente. Lo que quiero decir es que la reconciliación y la salvación se miden en grados. Esto es cierto especialmente de la reconciliación. Espero que el grado en que somos reconciliados con Dios aumente con mayor rapidez.
Lo que se halla en el capítulo seis es un progreso relacionado con la salvación. Según el contexto, ser salvos (6:2) simplemente significa ser reconciliados con Dios.
Mientras que ciertas partes de nuestro ser no sean salvas, existe en ellas una discrepancia entre nosotros y Dios. Una palabra más exacta para describir esta condición sería “enemistad”. En Romanos 8, Pablo declara que la mente puesta en la carne es enemistad contra Dios, pero que la mente puesta en el espíritu, es vida y paz (Ro. 8:6). Cuando estamos en el espíritu, tenemos vida y también paz. El hecho de tener paz es un indicio de que hemos sido reconciliados con Dios. Mientras subsista algo en nosotros que carezca de paz, cierta parte de nosotros está en enemistad con Dios. Esto indica que, por lo menos en ciertos asuntos, no hemos sido reconciliados con Dios, ya que con relación a ellos, no hay paz entre nosotros y Dios. Sin lugar a dudas, siempre que no hay paz, hay enemistad. Pero cuando viene la paz, desaparece la enemistad. También podemos decir que cuando desaparece la enemistad, viene la paz. Si hemos de estar en paz o no, depende de que seamos reconciliados con Dios.
En 6:1 Pablo les dice a los corintios: “Nosotros, pues, como colaboradores Suyos, os rogamos también que no recibáis en vano la gracia de Dios”. Pablo parece decir: “Creyentes de Corinto, no recibáis en vano la gracia de Dios. Dios os ha concedido mucha gracia. Os ha concedido gracia sobre gracia. Puesto que vosotros habéis recibido tanto de la gracia de Dios, os ruego que no la recibáis en vano”. Recibir la gracia de Dios en vano significa recibir la gracia sin experimentar ningún progreso en el asunto de ser salvos.
Si queremos ser aquellos que no reciben la gracia de Dios en vano, necesitamos más salvación. Ésta es la razón por la cual Pablo añade en el versículo 2: “Porque dice: ‘En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido’. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”. Los predicadores a menudo usan este versículo para predicar el evangelio. En su predicación, dicen algo así: “Ahora es el momento, el día, de la salvación. No pierda la oportunidad de recibir la gracia de Dios”. Sin embargo, en el versículo 1, Pablo no habla de recibir la gracia de Dios; él nos advierte que no debemos recibir la gracia de Dios en vano. Los corintios ya habían recibido la gracia de Dios. Lo que necesitaban era permitir que esta gracia operara en ellos. Si permitían que la gracia de Dios operara en ellos, no recibirían la gracia de Dios en vano. Esto equivale a ser reconciliados con Dios plenamente y en todo aspecto. Además, esto equivale a experimentar una salvación actual. Hoy debe ser un día de más salvación, un día de progreso en ser reconciliados con Dios por medio de Su gracia.
Si hemos de ser plenamente reconciliados con Dios, plenamente salvos, nuestros corazones deben ser ensanchados. Pablo les apeló a los corintios a ser ensanchados: “No estáis estrechos en nosotros, pero sí sois estrechos en vuestro interior. Pues, recíprocamente en pago (como a hijos hablo), ensanchaos también vosotros” (6:12-13). Como hemos señalado, para ser de corazón ensanchado se requieren los aspectos de la vida que se adapta a todo, descrita en 6:3-10. Se requiere los dieciocho aspectos expresados en las frases que empiezan con la palabra “en”: en perseverancia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en vigilias, en ayunos, en pureza, en conocimiento, en longanimidad, en bondad, en un espíritu santo, en un amor no fingido, en la palabra de verdad, en el poder de Dios. También se requieren los tres pares que empiezan con la preposición griega que significa “mediante”: mediante las armas de justicia a diestra y siniestra, a través de gloria y de deshonra, de mala fama y de buena fama. Finalmente, se requieren los siguientes siete pares que empiezan con la palabra “como”: como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo. Si tenemos todas estas características de la vida que se adapta a todo, verdaderamente nos hemos sido ensanchado.
Durante los pasados cincuenta años he conocido muchos hermanos queridos y preciosos que fueron ancianos y colaboradores. Un buen número de estos hermanos era muy estricto y recto. En cuanto a lo que el Señor dice en Mateo 10:16 acerca de ser “prudentes como serpientes”, estos rectos hermanos no podrían ser “como serpientes”. Tampoco podían ser “como engañadores, pero veraces”. Aquí ser veraces significa ser rectos. Los hermanos que menciono no sólo eran estrictos; ellos eran extremadamente rectos. Por ejemplo, uno de estos hermanos decía: “¡Oh, esa persona no debería estar en la iglesia. ¡Échenla! ¿Cómo podríamos aceptarla? Oh, esa hermana es terrible. Ella debería ser condenada”. Muchas veces hicimos lo mejor que pudimos por convencer a estos hermanos rectos de que fueran más flexibles. Les decíamos algo así: “Se trata de un verdadero hermano en el Señor. Sin duda, él está mal en ciertas cosas. Pero de todos modos debemos recibirlo; debemos perdonarlo y darle una oportunidad de que mejore”. No obstante, a veces uno de estos hermanos rectos contestaba: “¡No! ¡Eso no es lo que dice la Biblia!” Esta actitud indica claramente que los que son estrictos y rectos de esta manera necesitan un corazón ensanchado.
Debemos ser rectos y estrictos. Sin embargo, debemos ser estrictos con nosotros mismos, no con los demás. Si queremos ser estrictos con nosotros mismos y no con los demás, debemos ensancharnos. Los que son muy rectos generalmente son también muy estrechos. Ellos necesitan ensanchar sus corazones.
Cuando logramos tener un corazón ensanchado, no debemos volvernos sueltos. Antes bien, debemos seguir siendo estrictos y rectos para con nosotros mismos, mas no debemos aplicar este principio a los demás. Si el Señor ha hecho tal obra en nosotros, esto significa que nuestra capacidad ha sido ensanchada.
Me gustaría pedirles que consideren una vez más todos los asuntos que abarca Pablo en 6:3-10. Si tenemos todas estas características y cualidades, tendremos un gran corazón. Exteriormente, tal vez seamos muy pequeños, pero nuestro corazón será tan grande como el océano. Pero si no hemos satisfecho estos requisitos, tendremos un corazón muy minúsculo. Tal vez seremos grandes a nuestros propios ojos, pero tendremos un corazón sumamente estrecho. Por ejemplo, nuestra actitud tal vez será que si alguien comete un error, no debemos tener nada que ver con él, a menos que se arrepienta. Ésta es una señal de estrechez. También es una indicación de que no podemos reconciliar a otros con Dios, porque nosotros mismos no hemos sido plenamente reconciliados con Él. Nuestra estrechez es una clara indicación de que hemos sido reconciliados con Dios sólo parcialmente y de que el porcentaje en que hemos sido salvos es bastante bajo. Lo ancho de nuestro corazón depende del grado en que hemos sido reconciliados con Dios.
A menudo, cuando asisto a una reunión de bodas, me piden decir algunas palabras. Pero yo soy reacio a hablar en las bodas. El problema no es que no tenga nada que decir, sino que lo que verdaderamente quisiera decir tal vez sea demasiado franco y sincero para la ocasión. Siento un rotundo rechazo por las palabras bonitas y agradables que son comunes en las bodas, porque casi siempre están muy lejos de la verdad. Si me tocara hablar en una boda, me gustaría decir la verdad, en especial, acerca de la dificultad que enfrentan los maridos y las esposas al perdonarse mutuamente.
Una vez que un hermano ha sido ofendido por su esposa, quizás no olvide jamás la ofensa, ni perdone jamás a su esposa. Por supuesto, muchas esposas son idénticas. Lo que me gustaría decir a un hermano recién casado y a su esposa es esto: “Hermana, haga todo lo posible por no ofender a su marido, porque si lo ofende, quizás le tomará muchos años para que la perdone. Hermano, no se imagine que su esposa es un ángel. Ella ciertamente no es un ángel. Además, usted debe amarla siempre. Si deja de expresarle el amor que siente por ella, ella tal vez se ofenderá y recordará su falta por mucho tiempo”. Uso esto como otro ejemplo de lo que es tener un corazón estrecho.
Todos los hermanos y hermanas casados deben ensanchar su corazón. Hermanos, ¿les ha ofendido su esposa? Les exhorto a que lo olviden. Si usted es capaz de perdonar una ofensa y olvidarla, eso muestra que usted ha llegado a ser una persona ensanchada, una persona de corazón amplio.
Cuando alguien le ofende, ¿está usted dispuesto a perdonar a esa persona? En realidad, perdonar es olvidar. Quizás, en lugar de hablar de perdonar, deberíamos hablar de olvidar. Entonces el marido diría a su esposa: “Querida, olvidémonos de esa ofensa”. Olvidar es perdonar de verdad.
Tanto en nuestra vida familiar como en la vida de iglesia, tal vez nos hemos sentido ofendidos muchas veces. ¿Conserva usted una lista de todas las ofensas? ¿Se acuerda de cómo su cónyuge lo ofendió, o cómo fue ofendido por cierto anciano? ¿Se acuerda usted de todas las ofensas causadas por los santos? Debemos perdonar y olvidar todas las ofensas. Tal vez perdonemos, pero es posible que nos resulte más difícil olvidar. Esta dificultad para perdonar y olvidar se debe a un corazón que no ha sido debidamente ensanchado. Por tanto, vemos una vez más que nuestro corazón debe ser ensanchado. Ser plenamente reconciliados y salvos hará que nuestros corazones sean verdaderamente ensanchados.