Mensaje
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Lectura bíblica: 2 Co. 10:1-6
Al leer nosotros el libro de 2 Corintios, tal vez nos parezca que para el final del capítulo nueve Pablo había tratado todos los puntos necesarios y que no era necesario que siguiera escribiendo. Sin embargo, en los últimos cuatro capítulos de esta epístola, Pablo se dirige a otro asunto crucial que estaba en su corazón, a saber, la cuestión de su autoridad apostólica. Él comentó algo al respecto en 1 Corintios, pero debido a que el tiempo no era propicio, no habló de ello en detalle. Cuando se escribió 1 Corintios, los corintios no habían sido lo suficiente preparados como para que Pablo tratara el tema de su autoridad apostólica. Pero para el tiempo en que escribía 2 Corintios 10, las tormentas habían cesado, y todo estaba en calma. Por tanto, estando todos sosegados y en paz, reinaba un ambiente tranquilo. En ese ambiente, en esa condición, Pablo aborda el tema de su autoridad apostólica. En los capítulos diez, once, doce, y parte del trece, Pablo presenta este asunto ante los corintios, y lo enfoca de distintos ángulos.
Pablo, un excelente escritor, siempre trata los temas, cualquiera que sea, de manera exhaustiva, sin dejar lugar para cuestionamientos. Como veremos, este principio se aplica también a la vindicación que él hace de su autoridad apostólica. Los creyentes corintios necesitaban entender claramente esto, y nosotros también debemos entenderlo claramente.
En 10:1 Pablo dice: “Mas yo Pablo os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo, yo que (según vosotros) estando presente soy tan poca cosa entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros”. Observemos que este versículo empieza con la palabra “mas”, la cual indica un contraste. En los capítulos ocho y nueve, el apóstol habló de un modo agradable a los queridos santos de Corinto, animándoles a tener comunión en la ministración para los santos necesitados de Judea. Inmediatamente después de eso, él deseaba explicarse con claridad, por medio de una palabra severa y no agradable, vindicando su apostolado, y más específicamente, su autoridad apostólica. Eso fue necesario debido a la situación vaga y confusa causada por los falsos apóstoles judaicos (11:11-15), cuya enseñanza y énfasis en su posición había distraído a los creyentes corintios, apartándolos de las enseñanzas fundamentales de los apóstoles auténticos y especialmente del entendimiento correcto con respecto a la posición que Pablo tenía como apóstol.
Debe quedar grabado en nosotros el hecho de que esta sección de 2 Corintios se halle en total contraste con la sección anterior. En los capítulos del seis al nueve, las palabras de Pablo son agradables, pero lo que él dice en los capítulos del diez al trece a veces es severo e incluso no agradable. Al leer los últimos cuatro capítulos de este libro, tal vez nos preguntemos si Pablo había perdido su preocupación tierna e íntima. Algunos quizás lo critiquen por su severidad. Pero la realidad es ésta: Pablo pudo escribir estos capítulos tal como lo hizo debido a que era tan espiritual.
En 10:1 Pablo nos dice que él rogó a los corintios por la mansedumbre y ternura de Cristo. Sin embargo, no nos dice el propósito de su ruego. Él nos dice cómo rogó, mas no nos especifica por qué rogó. Si usted lee todo este capítulo, tratando de descubrir el propósito del ruego de Pablo, no lo encontrará. Pablo simplemente no dice cuál es el propósito de su ruego. ¿Cometió entonces algún error? No; lo que a Pablo le interesa es cómo ruega a los santos, más que el propósito por el cual les ruega. Esto indica que la manera en que Pablo ruega es más importante que el propósito de su ruego. Por esta razón, Pablo hace notar que él rogó a los creyentes por la mansedumbre y ternura de Cristo.
Supongamos que un hermano da un mensaje y se preocupa únicamente por el propósito por el cual presenta ese mensaje, y no por la manera en que lo da. Eso sería un grave error. Debemos aprender de Pablo y prestar más atención a la manera en que hacemos algo, que al propósito por el que lo hacemos. De hecho, a Dios le interesa más la manera en que hacemos algo, que el propósito, la meta, que tenemos al hacerlo. No obstante, hoy a muchos cristianos les interesa muy poco la manera de hacer las cosas; ellos se preocupan principalmente por el propósito, la meta, el resultado. Hay un refrán que dice que el fin justifica los medios. Los que creen en este refrán no se preocupan por la manera en que realizan las cosas; a ellos sólo les interesa su propósito. Este concepto es deplorable y debe ser condenado.
Los cristianos tal vez piensen que mientras su intención sea realizar una obra para el Señor, no necesitan preocuparse por los medios que usan para llevarlo a cabo. Por ejemplo, en la predicación del evangelio, usan métodos o entretenimientos mundanos. Por ello, deseo recalcar que en la Biblia Dios muestra que para Él lo más importante es cómo laboramos y no nuestro propósito al hacerlo. Pablo era un embajador celestial y, como tal, él también se preocupaba más por la manera de hacer las cosas, que por el propósito. Ésa es la razón por la cual él describe la manera en que rogó a los corintios, mas no menciona el propósito. Que todos aprendamos de él al respeto.
En 10:1 Pablo declara que él hace su ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo. Esto indica que el apóstol, quien estaba firmemente adherido a Cristo (1:21) y quien era uno con Él, vivía por Cristo y se conducía según las virtudes de Cristo. Todas las virtudes de Cristo llegaron a ser las virtudes de Pablo. La mansedumbre es una virtud de la humanidad de Cristo que fue expresada por la vida divina. La mansedumbre de Cristo no es algo sencillo, pues ésta se halla en Su humanidad y se manifiesta mediante la vida divina. Cuando Cristo estuvo en la tierra, llevó una vida humana por la vida divina. Mediante esta mezcla de la divinidad con la humanidad, se manifestó la virtud de mansedumbre.
El principio es el mismo con relación a la ternura de Cristo, la cual es una virtud. La ternura es otra virtud de Cristo que Él manifestó en Su humanidad mediante la vida divina. ¿Conoce usted la diferencia entre la mansedumbre y la ternura? Tener la virtud de la mansedumbre significa que usted no invade a los demás ni pelea contra ellos; antes bien, está dispuesto a ceder. Los mansos ceden ante los demás, pero los que son fuertes de manera natural, luchan y se niegan a ceder. Por lo menos, quieren mantenerse en su posición. Pero los mansos ceden, no pelean, ni invaden el territorio ajeno. Tener ternura significa que usted está dispuesto a permitir que los demás lo invadan. También significa que está dispuesto a sufrir tribulación e injuria. Tener mansedumbre significa que no invadimos a los demás, sino que cedemos a ellos; tener ternura significa que estamos dispuestos a ser invadidos por los demás. Éstas son dos de las virtudes que Cristo expresó en Su humanidad por la vida divina.
Puesto que Pablo vivió a Cristo, las virtudes de Cristo llegaron a ser las suyas. La expresión “por la mansedumbre y ternura de Cristo” indica que Pablo era uno con Cristo y que tomó a Cristo como su vida. Por tanto, él rogó a los creyentes, no por sí mismo, sino por las virtudes de Cristo, y particularmente por la mansedumbre y ternura de Cristo. Pablo rogó a los demás por Cristo, en Cristo y con Cristo.
Después de que Pablo nos dice la manera en que ruega, él habla de la clase de persona que era. Declara en el versículo 1: “Mas yo Pablo ... que ... estando presente soy tan poca cosa entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros”. Esta descripción de la persona de Pablo corresponde con el tema de 2 Corintios. El tema de esta epístola tiene que ver con la clase de persona que era Pablo y la clase de vida que llevaba. A Pablo no le interesaba mucho la clase de obra que hacía; a él le preocupaba mucho más su persona y su vivir. Como hemos hecho notar, en el capítulo diez, él ni siquiera menciona el propósito de su ruego. Él tenía tanto interés en la manera en que hacía su ruego, que ni siquiera mencionó por qué rogaba.
En cuanto a su persona, Pablo declara que él era poca cosa entre los corintios, y que era osado para con ellos cuando no estaba presente. El apóstol era valiente, y en esta epístola tuvo la osadía de describir la verdadera situación que existía entre los corintios. Podemos aprender de Pablo a ser mansos en presencia de los demás, y osados cuando estemos lejos de ellos. Cuando usted esté en presencia de determinada persona, no debe ser demasiado osado; pero al escribirle una carta, puede ser osado. Algunos tal vez digan: “Yo suelo ser osado en presencia de las personas, pero cuando no estoy con ellas, mi osadía parece esfumarse”. Esto indica que la osadía que usted ejerce en presencia de esa persona no es apropiada. Si su osadía no se esfuma después de haberse despedido de esa persona, entonces tal vez se trate de una osadía apropiada. Pablo fue muy osado al escribir a los corintios. Pero si pudiéramos estar en presencia de Pablo, lo encontraríamos manso y muy poca cosa.
Hay mucho que podemos aprender de la manera en que Pablo se conducía. Cada vez que deseemos tratar a una persona con osadía, debemos esperar hasta que no estemos en presencia de ella y ver si nuestra osadía permanece. Así se condujo Pablo con los corintios. Les rogó por la mansedumbre y ternura de Cristo, y era poca cosa entre ellos, pero cuando les escribió, él fue osado. En estos versículos vemos la mansedumbre de Pablo, su ternura, su humildad y su osadía, la cual era apropiada.
En el versículo 3 Pablo habla de la guerra espiritual: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne”. Como seres humanos, los apóstoles aún están en la carne; por eso, andan en la carne. Sin embargo, especialmente en la guerra espiritual, no andan conforme a la carne; antes bien, andan conforme al espíritu (Ro. 8:4).
En el versículo 3 Pablo parece decir: “Debido a que todavía estamos en la vieja creación, aún estamos en la carne. Pero no andamos según la carne. En particular, no militamos conforme a la carne. No niego que aún estoy en la carne, pero no soy una persona que vive, habla y actúa según la carne. Por el contrario, ando conforme al espíritu. Por consiguiente, en cuanto a la guerra espiritual, lucho conforme al espíritu. Corintios, vosotros erráis completamente al pensar que nosotros los apóstoles luchamos según la carne. Eso no es cierto, pues nuestra guerra es conforme al espíritu”.
En los versículos 4 y 5, Pablo sigue con el mismo tema: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas ante Dios para derribar fortalezas, al derribar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y al llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. Puesto que en la guerra espiritual no se pelea contra carne, sino contra fuerzas espirituales (Ef. 6:12), las armas no deben ser carnales sino espirituales. Tales armas son poderosas para derribar las fortalezas del enemigo.
Los argumentos y pensamientos se hallan en la mente y pertenecen a ella. Dichos pensamientos y argumentos son las fortalezas de Satanás, el adversario de Dios, las cuales están en las mentes de quienes desobedecen a Dios. Por medio de la guerra espiritual, estos argumentos deben ser derribados, y todo pensamiento debe ser llevado cautivo a la obediencia a Cristo.
La altivez, mencionada en el versículo 5, se refiere a todo lo altivo que se encuentre en la mentalidad reprobada y que se opone al conocimiento de Dios. Esto también debe ser derribado por las armas espirituales.
La meta de esta batalla espiritual es derribar las fortalezas de Satanás, las cuales se hallan en la mente humana reprobada. Estas fortalezas son los pensamientos orgullosos, los pensamientos altivos y la imaginación de la mente humana. La mentalidad altiva y los pensamientos orgullosos son fortalezas que construye Satanás en la mente del hombre. Éstas se oponen al conocimiento de Dios. La meta de nuestra lucha es derribar tales fortalezas. La gente se rebela contra Dios por causa de estas fortalezas, de estos argumentos y pensamientos altivos. Por tanto, debemos combatir estas cosas para que todo pensamiento sea llevado cautivo a la obediencia a Cristo.
En el versículo 6 Pablo declara: “Y estamos prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta”. La palabra “castigar” es una palabra osada y severa, dicha a manera de reprimenda. La referencia que Pablo hace a la obediencia indica que nuestra obediencia provee al Señor una base para acabar con la desobediencia de los demás.
En la época de Pablo, muchos judíos creyeron en Cristo y luego asumieron la posición de maestros. En sus enseñanzas, daban un lugar preeminente a la ley. Como resultado, sus enseñanzas contenían una mezcla del evangelio del Nuevo Testamento y la ley del Antiguo Testamento. Esto causó problemas, particularmente cuando el evangelio llegó al mundo gentil bajo el apostolado de Pablo.
Los judaizantes, aquellos que confundían el Nuevo Testamento con el Antiguo, no estaban de acuerdo con Pablo. De hecho, existía una gran discrepancia entre las enseñanzas de Pablo y las de ellos. Algunos de ellos iban a propósito a los gentiles a visitar a las iglesias con el propósito de propagar sus enseñanzas judaicas. Como resultado, causaron mucho daño a las iglesias. Según los libros de Gálatas y 1 y 2 Corintios, vemos que estos judaizantes fueron a Galacia y Acaya a incitar a los santos y a causar problemas. En 1 y 2 Corintios vemos que a los creyentes de Corinto les fueron infundidas las enseñanzas judaicas y ellos fueron perturbados por ellas.
Lo que dice Pablo en 10:5 acerca de los argumentos y de la altivez que se elevan en contra del conocimiento de Dios, hace referencia a las enseñanzas de los judaizantes. Esto era el trasfondo de lo que Pablo escribió en este versículo. Conforme a lo que Pablo declara, la guerra espiritual que libraban los apóstoles consistía en derribar las fortalezas, los argumentos y la altivez que se levantaban contra el conocimiento neotestamentario genuino y adecuado de Dios. Además, Pablo agrega que la meta de la guerra espiritual que él libraba consistía en llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. En particular, Pablo tenía en mente los pensamientos que se originaban en las enseñanzas judaicas.
Por una parte, los maestros judaizantes profesaban ser de Cristo; por otra, enseñaban muchas cosas acerca de la ley que de hecho iban en contra de Cristo. Creían en Cristo, pero enseñaban cosas que se oponían a Él . No se habían entregado completamente a Cristo, ni lo obedecían de forma total. Había algo en su mentalidad que debía ser sometido. Por tanto, lo que Pablo enseña en 2 Corintios constituye una lucha contra los pensamientos, argumentos e imaginaciones judaicas, una lucha cuyo fin era llevar cautivo a la obediencia de Cristo aquellos pensamientos que estaban llenos de la influencia del judaísmo.
El versículo 6 indica que entre los santos de Corinto, había algunos que, bajo la influencia de los argumentos y pensamientos judaicos, eran rebeldes. Por esta razón, Pablo dijo que él estaba dispuesto a castigar toda desobediencia cuando la obediencia de los corintios fuera perfecta. La desobediencia mencionada en este versículo se refiere a la que tiene que ver con las enseñanzas judaicas. La prontitud de Pablo para castigar esa desobediencia tenía una condición, y esa condición era la obediencia de los corintios. Era necesario que ellos fueran totalmente obedientes al evangelio de Cristo. No podían estar parcialmente en pro del evangelio del Nuevo Testamento y parcialmente en pro de la ley del Antiguo Testamento. Estar en pro de la ley, aunque fuera parcialmente, era rebelión y desobediencia. Cuando los corintios llegasen a obedecer completamente al evangelio neotestamentario, la situación sería propicia para que Pablo castigara toda desobediencia. La situación de Corinto le permitiría tener una base para castigar la desobediencia de los judaizantes. Ésta es la interpretación correcta de este pasaje de la Palabra.