Mensaje
(3)
Lectura bíblica: 2 Co. 11:1-15
Como lo indica el libro de 1 Corintios, los corintios tenían muchos problemas que los alejaron del Señor. Pero gracias a la primera epístola que Pablo les escribió, muchos de los creyentes volvieron al Señor, experimentando así una reconciliación adicional con Dios. Es posible que algunos incluso volvieran a Dios de manera completa. Muchos de sus problemas fueron solucionados, pero aún así permanecía uno más: la cuestión del apostolado de Pablo. Lo más sutil que ocurre en una iglesia local es el surgimiento de dudas acerca de los apóstoles, acerca de los que ministran a Cristo a las iglesias.
Pablo dejó este tema para el final porque era necesario resolver primero los otros asuntos para poder tratar éste. Si los santos seguían con problemas y si la situación entre ellos no estaba sosegada, no habría sido apropiado que Pablo hablara de su apostolado; no habría sido el momento propicio para que él vindicara su autoridad apostólica. Sin embargo, puesto que por lo menos la mayoría de los corintios se había tranquilizado y los problemas entre ellos habían sido solucionados, Pablo se dio cuenta de que el tiempo había llegado para solucionar el último problema, a saber, el problema que tenían los creyentes con respecto a su apostolado. El último problema de una iglesia local siempre es el que tiene que ver con los que ministran, con los apóstoles.
Así como a cualquiera le resulta difícil vindicarse, a Pablo también le fue difícil vindicar su autoridad apostólica. Si él hubiera vindicado la autoridad apostólica de Pedro, el asunto habría sido mucho más fácil. Siempre es más fácil hablar por otra persona que hablar directamente de nosotros mismos.
En los capítulos del diez al trece, Pablo emprende la difícil tarea de vindicar su apostolado y solucionar así el último problema que existía en la iglesia que estaba en Corinto. De no solucionar este problema, la iglesia en Corinto habría seguido enferma. Cualquier iglesia que tenga problemas relacionados con los apóstoles, está enferma. Debido a que la iglesia en Corinto tenía problemas con Pablo, el que ministraba a Cristo a ellos, esa iglesia estaba enferma. Por tanto, los últimos cuatro capítulos de 2 Corintios se escribieron con el propósito de solucionar este problema. Habría sido mucho mejor si otra persona, como por ejemplo Timoteo o Pedro, hubiese hecho esto por Pablo. No obstante, nadie podría escribir estos capítulos como lo hizo Pablo.
En los capítulos del diez al trece, Pablo de hecho afronta el problema causado por los judaizantes. Esto significa que él les hace frente a los judaizantes mismos, los cuales representaban un grave problema. Al confrontarlos, Pablo dice primeramente en el capítulo diez que las armas de la milicia de los apóstoles no son carnales, sino poderosas ante Dios para derribar fortalezas. En otra parte del capítulo diez, Pablo dice que él permaneció dentro de sus límites, pero que los judaizantes se extralimitaron.
En el capítulo diez Pablo primero indica a los corintios que ellos habían sido indoctrinados, que por lo menos habían sido afectados por las enseñanzas judaicas. Según lo que dice Pablo en 10:5, aquellas enseñanzas eran argumentos y altiveces que se levantaban contra el conocimiento de Dios. Esos pensamientos rebeldes habían sido inyectados en los corintios y habían hecho que ellos se rebelaran. Por tanto, se necesitaba librar una guerra espiritual para derribar las fortalezas de esos argumentos de altivez y llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.
La fuente de esa rebelión era los judaizantes. Los judaizantes se habían extralimitado. Dios, según Su soberanía, no había asignado el territorio de Acaya a los judaizantes. De hecho, Dios no les había asignado nada. A pesar de esto, ellos se extralimitaron y salieron por su cuenta, y como resultado, interfirieron con la jurisdicción del apóstol.
Mientras Pablo se vindicaba a sí mismo ante los judaizantes, se dio cuenta de que no convenía mencionarlos abiertamente por escrito. Ésta es la razón por la cual a muchos cristianos se les dificulta entender el capítulo diez. Cuando yo era joven, leí varias veces este capítulo sin entender de qué hablaba Pablo. En aquel entonces, no tenía idea de los antecedentes de este capítulo. Un día descubrí su historia y su trasfondo, y eso me permitió conocer el sentir y el espíritu que Pablo proyecta en este capítulo. Entonces empecé a entender 2 Corintios 10 de la manera explicada anteriormente. Ahora podemos ver que Pablo escribió este capítulo para confrontar a los judaizantes, quienes habían suscitado rebelión entre los creyentes que estaban en Corinto. Los versículos del 4 al 6 de 2 Corintios 10 no se refieren a los incrédulos, sino a los creyentes corintios.
Los apóstoles salieron a predicar el evangelio y a enseñar la verdad dentro de la medida de Dios y conforme a Su regla. Su actividad provenía verdaderamente de Dios. Luego, los judaizantes se extralimitaron y violaron la jurisdicción de los apóstoles. Extralimitarse así siempre produce rebelión; en efecto, fue la causa de la rebelión que surgió en los creyentes de Corinto, lo cual obligó a Pablo a luchar contra los pensamientos de altivez y los razonamientos de rebeldía. En el capítulo diez, Pablo de hecho está participando en una guerra contra esta clase de rebelión. En este capítulo vemos rebelión y también el hecho de ir más allá de la medida debida.
Aunque Pablo se muestra fuerte en el capítulo diez, él es todavía más fuerte en el capítulo once. En 11:13-15 él habla lo siguiente acerca de los judaizantes: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se transfiguran para hacerse pasar por apóstoles de Cristo. Y no es de maravillarse, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz. Así que, no es gran cosa si también sus ministros se transfiguran para hacerse pasar por ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras”. La palabra griega traducida “se transfiguran” en el versículo 13 significa también “se visten”. Los falsos apóstoles, siendo engañadores, adoptaron la apariencia de los apóstoles verdaderos, quienes eran veraces en todo aspecto.
El versículo 14 indica que Satanás es la fuente de los falsos apóstoles. Ellos lo seguían en su engaño para frustrar la economía de Dios. Dios es luz y Sus ángeles pertenecen a la luz. En contraste, Satanás es tinieblas, y todos sus seguidores están en tinieblas. No hay comunión entre la luz y las tinieblas (6:14).
Los ministros de justicia mencionados en el versículo 15 son los verdaderos apóstoles, quienes realizan el ministerio de la justicia (3:9). Todo lo que hacen los ministros de Satanás es completamente injusto. La justicia no tiene compañerismo con el vivir que se realiza sin ley (6:14).
En 11:5 Pablo se refiere a los judaizantes como a superapóstoles: “Pero pienso que en nada he sido inferior a aquellos superapóstoles”. Al usar el término superapóstoles, es decir, apóstoles de un grado superlativo, Pablo alude irónicamente a los falsos apóstoles, mencionados en el versículo 13 y en 12:11, quienes sobrepasaron el grado de autenticidad de los apóstoles. Los falsos apóstoles eran los judaizantes que habían venido a Corinto para predicar a otro Jesús con un espíritu diferente y con un evangelio diferente (v. 4).
Los corintios pensaban que los judaizantes eran personas maravillosas y que hacían una obra excelente al ayudarlos. Pero de hecho, los judaizantes hacían exactamente la misma obra que hacía Satanás. Se transfiguraban en ministros de justicia, en apóstoles de Cristo. Así que, Pablo usa cuatro expresiones para describirlos: falsos apóstoles, obreros fraudulentos, superapóstoles y ministros de Satanás.
Pablo se refiere a los judaizantes también en el versículo 4: “Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis”. La expresión “otro Jesús” significa otra persona; “otro espíritu” denota un espíritu de otra naturaleza y “otro evangelio” indica un evangelio de otro género.
Los judaizantes usaban los mismos términos que los apóstoles: Jesús, espíritu y evangelio. Profesando ser apóstoles de Cristo, predicaban a Jesús y ministraban cierta clase de espíritu. Además, afirmaban que lo que enseñaban era el evangelio. No obstante, ellos tenían a otro Jesús, un espíritu diferente y un evangelio diferente.
Indudablemente estos judaizantes eran elocuentes y muy atrayentes. Tenían mucho conocimiento del Antiguo Testamento, y conocían también el evangelio del Nuevo Testamento. Pero Pablo, al hablar de ellos, fue osado, y los llamó falsos apóstoles, obreros fraudulentos, ministros de Satanás. Incluso les dio el apodo de “superapóstoles”.
En el versículo 4 Pablo les dice a los corintios que ellos toleraban bien a los judaizantes. La palabra griega traducida “bien” significa también “de manera estupenda o ideal”. Se usa en un sentido irónico. En el versículo 1 el apóstol expresa su deseo de que los creyentes corintios, quienes lo toleraban a él, lo toleraran más. En este versículo les recuerda el hecho de que ellos toleraban formidablemente a los falsos apóstoles. La idea de Pablo es ésta: “Puesto que a los falsos apóstoles vosotros los toleráis de una manera tan buena, tan estupenda y tan ideal, os ruego que a mí me toleréis más”. Por esto él usa la palabra “porque” al principio de este versículo.
¿Cree usted que la situación que enfrentamos hoy es distinta de la que afrontó Pablo? Nuestra situación es bastante parecida. En principio, siguen existiendo judaizantes hoy en día, así como existieron en la época de los apóstoles.
Cuando yo era joven, pensaba que la era apostólica debe de haber sido excelente, admirable y maravillosa. Con el tiempo aprendí que la situación de aquel tiempo era idéntica, en principio, a la situación que vivimos hoy en día. Si entendemos esto, no nos desilusionaremos cuando encaremos oposición. Algunos alaban al Señor por el recobro; no obstante, cuando piensan en la oposición, tal vez se inquietan profundamente. Les aliento a que no se inquieten, porque la situación que enfrentamos hoy es idéntica, en principio, a la que encaró Pablo en la era apostólica.
En el capítulo once de 2 Corintios, Pablo tuvo que afrontar la situación de una iglesia que él había levantado directamente. Ciertos falsos apóstoles, obreros fraudulentos, ministros de Satanás, visitaron la iglesia en Corinto y suscitaron rebelión contra Pablo y sus enseñanzas. A pesar de que Pablo había llegado a Corinto primero y había llevado a muchos corintios al Señor por medio de su predicación, los creyentes corintios aceptaron a los falsos apóstoles.
Hechos 16 relata cómo Pablo llegó a Macedonia. Él predicaba en Asia Menor, en una región que Dios le había asignado. En cierto momento, Pablo sintió en lo profundo de su ser que debía continuar su predicación en otra parte. No obstante, no sabía qué hacer ni adónde ir. Quizás pensara que no debía ir a Europa, y que debía permanecer en Asia. Luego, tuvo un sueño en que un varón macedonio decía: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (Hch. 16:9). Después de reflexionar sobre aquel sueño, Pablo concluyó que Dios lo llamaba a ministrar a Europa. Por tanto, él predicó el evangelio en Filipos, Tesalónica, Atenas y Corinto. Como resultado de su predicación, se levantó una iglesia en Corinto. Luego, después de algún tiempo, los judaizantes llegaron a Corinto y causaron problemas.
Es difícil de creer que los santos de Corinto aceptaran las enseñanzas de los judaizantes; con todo, es un hecho que por lo menos algunos de ellos las aceptaron y fueron motivados por ellas o por lo menos afectados por ellas. Esas enseñanzas hicieron que algunos dudaran del apostolado de Pablo y se opusieran a él y a su ministerio.
Hemos visto que Pablo había ayudado a los corintios a solucionar varios problemas, pero el problema tocante a la relación entre los creyentes corintios y el apóstol Pablo quedaba sin solución. Por supuesto, no todos los corintios tenían problemas con Pablo; sólo algunos de ellos tenían sus dudas. Aún así era necesario que Pablo dedicara cuatro capítulos para solucionar ese problema.
Hemos visto que Pablo se muestra fuerte en el capítulo diez, y aún más fuerte en el capítulo once, donde habla de falsos apóstoles, de obreros fraudulentos, de ministros de Satanás y de superapóstoles. Si usted fuese un creyente de Corinto que había aceptado las enseñanzas de los judaizantes, ¿habría recibido lo que dijo Pablo en cuanto a los falsos apóstoles? Es probable que no. Ésta es la razón por la cual Pablo lucha para someter los pensamientos rebeldes que existían entre los corintios.
Veamos ahora la manera en que Pablo libra la batalla contra las enseñanzas judaicas. En 11:1 él dice: “¡Ojalá me toleraseis un poco de necedad! Pero en verdad me toleráis”. El uso de la palabra “necedad” alude irónicamente a la vindicación y la jactancia del apóstol, a las cuales se vio obligado. Aquí Pablo parece decir a los corintios: “Os ruego que me toleréis un poco de necedad. Hasta ahora he sido sabio. Ahora quisiera hablar de manera necia. Pero antes de hacerlo, os pido que me toleréis un poco de necedad. No me gloriaré ni hablaré neciamente sin medida. Habrá un límite a lo que procuro decir”.
En el versículo 2, Pablo dice además: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Este celo se puede comparar al celo que siente un esposo por su esposa. La palabra “virgen” en este versículo significa que los creyentes han de ser la novia para el Novio (Jn. 3:23), es decir, la esposa del Cordero (Ap. 19:7).
Al proclamarse las palabras narradas en el versículo 2, Satanás es derrotado, y todos los judaizantes son derribados. Sea en la época de Pablo o en la nuestra, los judaizantes nunca nos ministran nada que nos haga valorar más al Señor Jesús como Aquel que es el más querido y precioso. Por el contrario, lo que ministran los judaizantes suscita nuestro celo por la religión. Los judaizantes de hoy dicen algo así: “Esta enseñanza es herética y destruye nuestra religión. Contradice la tradición que heredamos de nuestros padres”. A lo largo de las generaciones y de los siglos, los judaizantes se han esforzado por proteger su religión y aferrarse a su doctrina tradicional.
Los judaizantes que llegaron a Corinto quizás dijeran: “Sí, debemos creer en Jesucristo, pero ¿cómo podríamos abandonar la ley que Dios dio por medio de Moisés? Este hombre Pablo es un hereje. Él ha destruido la ley, y está en contra de la circuncisión. Esto significa el fin de nuestra religión. ¿Acaso se equivocó Dios al dar la ley? ¿Acaso se equivocaron Moisés, Josué, Samuel, David, Elías y todos los demás profetas? ¿Acaso Pablo es el único que tiene razón? Pablo, quien vino a vosotros como apóstol, debe ser condenado”. Así hablaron los judaizantes en la época de Pablo y así hablan hoy en día. Los que se oponen al recobro del Señor, a menudo dicen algo así: “¿Creen ustedes que todos y todo están mal, y sólo ustedes tienen la razón? ¿Acaso sus enseñanzas son las únicas que son correctas? Nos levantaremos contra la iglesia local y la venceremos. Esto debe llegar a su fin”.
Debido a que Pablo era sabio, no disputó contra los judaizantes en cuanto a la doctrina. Más bien, él les dijo a los corintios que los celaba con celo de Dios. También les dijo que los había desposado con un solo esposo, para presentarlos como una virgen pura a Cristo. ¡Qué manera tan maravillosa de hablar! Las palabras de Pablo en el versículo 2 son muy conmovedoras; tocan profundamente nuestro corazón y fomentan nuestro amor por el Señor Jesús. A menudo los mensajes de estudio-vida tocan nuestro corazón de la misma manera. Después de que leemos unas cuantas páginas de un mensaje, se despierta en nosotros una tierna sensación hacia el Señor Jesús, y nos damos cuenta nuevamente de lo querido y precioso que Él es para nosotros. En cambio, a veces nuestra mente teológica y doctrinal se turba y empieza a hacer preguntas acerca de la Trinidad o acerca del hecho de que Cristo es el Espíritu. Tal vez nos pongamos a pensar acerca del modalismo. Quizás nos preguntamos si el ministerio en el recobro del Señor es fidedigno. No obstante, después de leer un pasaje de un mensaje del estudio-vida, empezamos a sentir nuevamente que el Señor Jesús, el Novio, es atractivo y precioso, y espontáneamente decimos: “Oh Señor Jesús, querido Novio, te amo. Señor, gracias por Tu palabra, por Tu ministerio y por Tu recobro”. Pero después de cierto tiempo, tal vez empecemos de nuevo a preguntarnos acerca de las denominaciones: “¿Acaso todas las denominaciones están mal? ¿Será realmente cierto que debe haber una sola iglesia en cada ciudad? Si así es, ¿qué será de los demás cristianos?” Es característica de los judaizantes suscitar muchas preguntas, pero el verdadero ministerio despierta nuestro amor por el Señor Jesús, nuestro Novio.
Los judaizantes de hoy buscan hacer vacilar a los creyentes y apartarlos del simple amor que éstos sienten por el Señor Jesús. Pero nosotros debemos dejar la ley mosaica y los profetas y fijar toda nuestra atención en el Señor. Debemos ver en 11:2 que hemos sido desposados con un solo esposo para ser presentados como una virgen pura a Cristo. Por tanto, debemos decir: “Nuestro querido Señor Jesús es nuestro único Marido, y yo formo parte de Su virgen. No me interesa la doctrina ni la teología. Lo único que me interesa es el ministerio que me ministra a Cristo. Cristo es la persona agradable y querido a quien yo amo”.
Mi carga en este mensaje consiste en plantar profundamente en los santos lo dicho por Pablo en el versículo 2: “Os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Hemos visto que en el capítulo once, Pablo escribe algunas cosas fuertes acerca de los judaizantes, los falsos profetas. Pero antes de expresar tales palabras, les recuerda a los creyentes corintios que él los ha desposado con un solo Esposo, no para presentarlos como estudiantes de teología, sino para presentarlos como una virgen pura a Cristo.
En el versículo 3 Pablo dice: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, se corrompan vuestros pensamientos, apartándose de alguna manera de la sencillez y pureza para con Cristo”. La palabra griega traducida “sencillez” puede ser traducida simplicidad. Esto se refiere a la absoluta lealtad, la firme fidelidad, que los creyentes tenían hacia Cristo. A Pablo le preocupaba que los pensamientos de los creyentes corintios fueran corrompidos. Ellos eran una virgen pura para Cristo, pero así como la serpiente engañó a Eva, los pensamientos de ellos corrían el riesgo de corromperse y desviarse de la sencillez y pureza para con Cristo. De hecho, algunos corintios ya se habían corrompido de esta manera. Por tanto, aquí Pablo parece decir: “Queridos corintios, mi interés es que vosotros mantengáis vuestra sencillez y pureza para con Cristo. Olvidad las enseñanzas y la religión judaicas y sed sencillos para con Cristo. Cristo es vuestro querido Esposo, y simplemente necesitáis amarlo a Él”.
No es la meta del recobro del Señor recobrar la doctrina o la teología, sino recobrar a Cristo mismo como el único Esposo a quien debemos amar. Debemos pertenecerle solamente a Él. En tanto que hayamos sido desposados con este Esposo como una virgen pura, y en tanto que lo amemos, apreciemos y pertenezcamos sólo a Él, seremos preservados. Esto nos guardará, nos santificará, nos saturará y nos transformará. Como veremos, en los últimos cuatro capítulos de esta epístola no hay nada doctrinal ni teológico. Lo que vemos es una Persona querida, el Esposo único y universal. Todos nosotros hemos sido presentados como virgen pura a Cristo. Somos para Él, y sólo Él nos debe atraer; debemos amarlo, apreciarlo y valorarlo. Esto nos preservará y nos ayudará a ser santificados y transformados.
El recobro del Señor no es un asunto de teología, tradición, religión ni prácticas. Más bien, se trata de una Persona viva, el Señor Jesucristo, nuestro Esposo. Él nos ha atraído, y hemos sido presentados como virgen pura a Él. Ahora sólo debe interesarnos Él, sólo debemos amarlo a Él sin permitir que nadie lo sustituya en nuestros corazones. Además, nuestro amor por Él debe ser puro, nuestra mente debe ser sencilla y todo nuestro ser debe centrarse en Él. Esto nos preservará, nos santificará, nos saturará y nos transformará. ¡Alabado sea el Señor; esto es Su recobro!