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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Corintios»
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PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA

(5)

  Lectura bíblica: 2 Co. 11:16-33

  Hasta ahora hemos abarcado tres aspectos de la vindicación que Pablo hace de su autoridad apostólica: su lucha según el Espíritu, la medida de la regla de Dios y el hecho de que celaba a los creyentes por causa de Cristo con miras a protegerlos de los falsos apóstoles. En este mensaje vamos a considerar un cuarto aspecto, el de la jactancia forzada de Pablo. En una sección bastante extensa de 2 Corintios (11:16—12:18), Pablo vindica su autoridad con una jactancia forzada. Él no quería gloriarse, pero fue necesario que lo hiciera.

PARECE SER NECIO

  En 11:16-33 Pablo no fue sabio de una manera natural, ni jugó a la diplomacia. Si él hubiera sido sabio o político, no se habría gloriado. No obstante, Pablo estuvo dispuesto a parecer necio gloriándose.

  Debemos aprender de Pablo que hay ocasiones en que no debemos ser tan sabios ni diplomáticos. Nuestra cortesía natural podría ser una especie de sabiduría sutil. Nosotros necesitamos más bien ser fieles, honestos y francos. Pero al hacerlo, tal vez pareceremos necios a los ojos de los demás.

  En estos versículos Pablo ruega a los corintios a que toleren su necedad. Les pide permiso para ejercer necedad al gloriarse. En el versículo 16 él declara: “Otra vez digo: Que nadie me tenga por necio; o de otra manera, recibidme como a necio, para que yo también me gloríe un poquito”. Aquí Pablo parece decir: “Tolerad mi necedad. Hasta ahora he sido sabio, pero ahora debo hablar duramente. Antes de hacer eso, os pido que toleréis mi necedad. Estoy a punto de deciros algo de manera muy franca”. Luego, Pablo usa ciertas expresiones francas y severas.

  Una persona que ejerce sabiduría jamás hablaría de esta manera. Por el contrario, sería cortes y trataría de ganar el aprecio de los demás. En los capítulos anteriores, Pablo fue sabio, pero aquí él parece ser necio, gloriándose y usando expresiones irónicas.

  En ocasiones, para poder pronunciar la verdad, tal vez tengamos que parecer necios a los demás. Martín Lutero hizo esto cuando le declaró al cristianismo degradado que la justificación se obtiene totalmente por fe. Cuando hizo eso, él ejerció necedad. Todo aquel que desee mantener una posición elevada en la jerarquía religiosa, jamás haría eso.

  Como hemos indicado, en el capítulo once vemos la necedad de Pablo. Él ya ha usado expresiones tales como falsos apóstoles, obreros fraudulentos y ministros de Satanás. Cuando leemos estas expresiones, todos nos ponemos del lado de Pablo. No obstante, cuando él escribió esta epístola, no le era fácil usar esas expresiones. Si usted hubiera sido Pablo, ¿habría tenido la osadía de escribir esta epístola? Probablemente la mayoría de nosotros jamás escribiría de esta manera. Quizás habríamos hablado con amabilidad acerca de los judaizantes. No habríamos tenido la osadía de usar expresiones tales como falsos apóstoles, obreros fraudulentos, o ministros de Satanás. Pero puesto que Pablo estuvo dispuesto a parecer necio, él tuvo la osadía de hablar de esa manera.

  ¿No diría usted que el versículo 16 lo escribió una persona necia? Primero Pablo declara: “Que nadie me tenga por necio”; luego, añade: “De otra manera, recibidme como a necio, para que yo también me gloríe un poquito”. ¿Qué pensaría usted si una persona llegara a su localidad y hablara así? ¿No lo tendría por una persona muy necia? Una persona sabia ciertamente hablaría de otro modo.

  En los versículos 17 y 18, Pablo dice: “Lo que hablo, no lo hablo según el Señor, sino como en necedad, con esta confianza de gloriarme. Puesto que muchos se glorían según la carne, también yo me gloriaré”. ¿No diría usted que Pablo parece estar fuera de sí cuando declara que él hablará algo que no es según el Señor? Tal vez pensemos que si Pablo no habla conforme al Señor, él debe callarse. ¿Cómo podría un apóstol hablar algo que no es según el Señor? No obstante, Pablo pronunció esas palabras. Si hubiéramos estado presentes en ese momento, quizás le habríamos aconsejado que no escribiera de esa manera.

  ¿Qué quiere decir Pablo cuando usa la expresión “con esta confianza” en el versículo 17? Esta confianza parece estar relacionada con el hecho de que Pablo es necio, con el hecho de que él está fuera de sí. Si él no tuviera esa confianza, ciertamente no podría gloriarse. De otro modo, se habría conducido como una persona muy culta y no se habría gloriado en lo absoluto. Una persona que tiene la confianza de que no está fuera de sí, jamás se gloriaría de la manera en que Pablo lo hizo en 2 Corintios 11.

  Después de expresar palabras irónicas a los corintios acerca de que ellos toleraban de buena gana a los necios (v. 19), Pablo declara en el versículo 20: “Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno os toma como presa, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas”. Aquí Pablo parece decir: “Si vosotros toleráis de buena gana todo esto, ¿no podráis tolerarme a mí, uno que es necio y que está fuera de sí?”

UNA COMPARACIÓN ENTRE PABLO Y LOS JUDAIZANTES

  En el versículo 21 Pablo dice, también irónicamente: “Como teniéndonos en poco, digo esto: Nosotros mismos fuimos débiles. Pero en lo que otro tenga osadía (hablo con necedad), también yo tengo osadía”. Aquí Pablo parece decir: “Me olvido de mi posición, de mi honor y de mi gloria, y hablo a manera de deshonra. No me importa lo que penséis de mí. Hablo como si hubiera sido débil”. Luego, Pablo se compara con los judaizantes, diciendo que él también es hebreo, israelita, del linaje de Abraham y ministro de Cristo.

  En estos versículos encontramos una comparación entre Pablo y los judaizantes. En el versículo 23 Pablo habla de estar en trabajos más abundantes, en cárceles más; en azotes sin número; en muerte constantemente. En los versículos 24 y 25 Pablo declara: “De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar”. Los azotes mencionados en el versículo 24 eran dados por los judíos, mientras que las varas mencionadas en el versículo 25 las usaban los romanos (Hch. 16:22-23; 22:25). Sin incluir el naufragio en Melita (universalmente conocido como Malta), Pablo naufragó tres veces, y ninguno de esos naufragios se relata en Hechos. Por supuesto, los judaizantes no sufrieron ninguna de estas cosas. No hay comparación entre ellos y Pablo en asuntos como éstos.

  El versículo 26 declara: “En caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la cuidad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos”. Los ríos aquí son aquellos que están sujetos a cambios bruscos y violentos a causa de crecimientos repentinos de las corrientes de las montañas o de inundaciones de canales secos. Los ladrones mencionados en estos versículos pertenecían a las tribus que habitaban en las montañas situadas entre la meseta de Asia Menor y la costa, tribus muy conocidas por los robos que cometían. Los falsos hermanos mencionados en el versículo 26 aluden principalmente a los cristianos judaizantes.

  El versículo 27 dice a continuación: “En trabajos y penas, en muchas vigilias, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez”. Puesto que los ayunos se mencionan junto con las penas, debe de referirse al ayuno involuntario por falta de comida. Un ayuno de esta índole es diferente del hambre. Tal vez el hambre aquí se refiera a una situación donde no hay manera de obtener alimento; el ayuno involuntario quizá se refiera a una situación de pobreza. El frío se debía al clima y a la falta de ropa adecuada; la desnudez se refiere al estado de no tener la ropa adecuada o de estar desnudo por haber sido azotado o por haber padecido naufragio.

  En el versículo 28 Pablo declara: “Y además de otras cosas no mencionadas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”. En este versículo, la palabra griega traducida “se agolpa” significa literalmente muchedumbre. Denota una multitud de preocupaciones que se agolpaban sobre Pablo. Esto se refiere a la preocupación incesante por todas las iglesias. Cuando se habla de cosas no mencionadas, se alude a las que no se mencionan en los versículos del 23 al 27.

  Los versículos del 23 al 28 abarcan casi treinta asuntos. En sólo dos de ellos se hace una comparación entre Pablo y los judaizantes: trabajos y cárceles. Los judaizantes trabajaban y a veces eran encarcelados. Pero Pablo estaba en trabajos más abundantes y en cárceles más. Además, los judaizantes no habían sufrido ninguna de las demás cosas. De seguro no sentían ninguna preocupación por las iglesias. Pero los apóstoles, particularmente Pablo, a diario se preocupaban por todas las iglesias.

  En el versículo 29 Pablo dice además: “¿Quién está débil, y yo no estoy débil? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no ardo?” La palabra “ardo” significa arder con tristeza e indignación por lo que causó el tropiezo.

  En el versículo 30 Pablo añade: “Si es necesario que me gloríe, me gloriaré en lo que es de mi debilidad”. Aquí Pablo se refiere a sus sufrimientos y dificultades, que lo hacían parecer inferior, débil y despreciable a los ojos de sus adversarios. Estas cosas, no la fortaleza de la cual se jactaban sus adversarios, confirmaban que él era un verdadero apóstol.

  Los sufrimientos de Pablo lo hicieron parecer débil a los ojos de los demás. Un hombre fuerte puede hacer muchas cosas para eliminar el sufrimiento o reducirlo. Pero Pablo no pudo hacer nada acerca de sus sufrimientos. El hecho de que no pudiera reducir sus sufrimientos indica que él era débil. Por lo tanto, a los ojos de los opositores, él era una persona débil y digna de lástima.

  En tiempos de antaño, al igual que hoy, existía el concepto de que una persona bendecida por Dios no debe sufrir. Los adversarios de Pablo pensaban que si Pablo era verdaderamente de Dios, Dios lo bendeciría y él no sufriría. Para ellos, los sufrimientos de Pablo indicaban que él no era de Dios o que no gozaba de la bendición de Dios. El concepto de Pablo era diferente. En este versículo Pablo parece decir a los judaizantes: “Si vosotros verdaderamente fuerais de Dios, Dios permitiría que sufrierais mucho. Un verdadero ministro de Cristo es uno que sufre”. Hoy muchos cristianos tienen el concepto de que si alguien es rico, próspero y floreciente, entonces él es un fiel siervo de Dios y goza de la bendición de Dios. Ellos también sostienen el concepto de que las personas que tienen que pasar por sufrimientos y penurias no gozan de la bendición de Dios.

  En los versículos del 31 al 33 Pablo concluye, diciendo: “El Dios y Padre del Señor Jesús, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento. En Damasco, el gobernador de la provincia del rey Aretas guardaba la cuidad de los damascenos para prenderme; y fui descolgado del muro en un canasto por una ventana, y escapé de sus manos”. Si usted hubiera sido Pablo, ¿no se habría sentido avergonzado de escapar de esta manera? Algunos tal vez pregunten: “¿Por qué un embajador de Cristo tuvo que escapar en un canasto? ¿Por qué no reclamó la victoria de Jesús y la autoridad del Rey de reyes sobre ese gobernador? No era necesario escapar en un canasto a través de una ventana. Este hombre no puede ser el escogido de Dios, porque Dios no lo bendice”.

LA MANERA EN QUE DIOS TRABAJA

  Debemos entender por qué Pablo escribió estos versículos como lo hizo. En términos humanos, Pablo no tenía ninguna gloria ni honor. Además, su manera de hablar en este capítulo parece necia. Pablo se encontraba en una situación muy difícil; sufría mucho, e incluso carecía de alimentos. Parece que Dios no estaba con él y no lo honraba. ¿Dónde están los milagros prometidos en Marcos 16? Parece que el Señor no le suministraba nada a Pablo. Él aun permitió que naufragara y pasara un día y una noche en el mar. ¿Por qué Pablo hizo hincapié en cosas que no son ni honrosas ni gloriosas? La manera en que Pablo actúa es la manera divina. En contraste, el concepto de muchos cristianos va en contra de la manera en que Dios trabaja. Lo que Pablo escribe en este capítulo corresponde ciertamente a la vida del Señor Jesús. Cuando el Señor estaba en la tierra, Él sufrió tribulaciones. Aunque era el Hijo de Dios, no llevaba una vida de prosperidad ni de bendiciones visibles. En apariencia, el Señor Jesús no era bendecido por Dios. Cuando fue crucificado, los judíos se mofaron de Él y dijeron que si Él fuera de Dios, Dios lo libraría de la cruz. Pero Dios, en lugar de enviar ángeles para que rescataran al Señor Jesús, permitió que muriera en la cruz. En principio, la experiencia de Pablo fue igual.

  Pablo, con su modo de escribir este capítulo, expuso claramente la manera en que Dios trabaja, y lo hizo para el beneficio de todos los creyentes de Cristo que han vivido a lo largo de los siglos, y no sólo para el beneficio de los creyentes corintios. La manera en que Dios opera se ve en los apóstoles auténticos, en los ministros genuinos del nuevo pacto, y no en los llamados super apóstoles. Los falsos apóstoles tal vez sean prósperos y florecientes, y quizás no tengan que escapar en un canasto, pero los verdaderos apóstoles experimentan adversidad y sufrimientos, porque la tierra entera se opone a la economía de Dios. Además, la presente era no es tiempo para que nosotros prosperemos y florezcamos. Por el contrario, nos toca sufrir por el bien del Cuerpo de Cristo. Dicho en las palabras de Colosenses 1:24, completamos lo que falta de las aflicciones de Cristo por Su Cuerpo, que es la iglesia.

  En la cruz, el Señor Jesús sufrió por causa de nuestra redención, pero durante Su vida terrenal, sufrió por la edificación del Cuerpo. Nosotros no podemos participar de los sufrimientos que Cristo padeció para obtener la redención. Sería una blasfemia decir que podemos participar en esos sufrimientos. No obstante, debemos participar de los sufrimientos de Cristo por causa de Su Cuerpo. Esto significa que debemos seguir Su camino, el camino estrecho. Debemos andar en Sus pisadas y llevar la cruz. El Señor Jesús llevó una vida de sufrimiento, y nosotros debemos hacer lo mismo. Esto es completar lo que falta de los sufrimientos de Cristo por causa de la edificación de la iglesia, que es Su Cuerpo.

  Los judaizantes no sufrían por el Cuerpo de Cristo. Por tanto, Pablo escribió este capítulo de tal forma que aclarara quiénes son los verdaderos ministros del Nuevo Testamento y quiénes no lo son. Este asunto no lo determina la prosperidad de un ministro, sino el sufrimiento.

DOS LLAVES

  En el capítulo once vemos dos llaves que nos ayudan a discernir lo verdadero de lo falso: el disfrute que tenemos del Señor como nuestro suministro de vida y el sufrimiento que padecemos por seguir al Señor. Por un lado, disfrutamos al Señor Jesús; por otro, lo seguimos al llevar una vida de sufrimiento. Este disfrute y este sufrimiento son factores determinantes por los cuales podemos discernir qué es verdadero y qué es falso. Todo lo que nos ayude a disfrutar al Señor y nos fortalezca para seguirle en Su sufrimiento, es genuino. Lo que no nos aliente en estos dos asuntos, es falso.

  Al principio del capítulo once Pablo dice que el Señor es nuestro querido Esposo. Hacia el final de ese capítulo, él menciona las iglesias. La primera llave que nos ayuda a discernir tiene que ver con el disfrute que tenemos de Cristo como nuestro Esposo; y la segunda llave, con tener la debida preocupación e interés por todas las iglesias, una preocupación que nos lleve a completar lo que falta de los sufrimientos de Cristo por el Cuerpo. Estos asuntos están bastante encubiertos en este capítulo tan extenso. Por tanto, es necesario que lo leamos detenidamente. De otro modo, no podremos captar estos puntos cruciales. Agradecemos al Señor por mostrarnos que debemos disfrutarlo a Él como nuestro Esposo, amarlo con un corazón puro y sencillo, y tener una mente que no sea corrompida por el engañador. También le agradecemos por mostrarnos que debemos seguir Sus pisadas y estar dispuestos a sufrir lo que Él sufrió por causa de la edificación de la iglesia, Su Cuerpo.

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