Mensaje
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Lectura bíblica: 2 Co. 3:1-6
En el mensaje anterior abarcamos el triunfo y efecto del ministerio del nuevo pacto. Dijimos que este ministerio es un desfile triunfal, y adondequiera que vaya, pone de manifiesto el triunfo de Cristo que se ha convertido en la victoria del ministerio. Adondequiera que iban Pablo y sus colaboradores, el ministerio de ellos era un desfile triunfal que celebraba la victoria de Cristo. Esta celebración siempre manifestaba la victoria de Cristo, y es en dicha victoria donde vemos el triunfo del ministerio. El triunfo del ministerio es la misma victoria de Cristo celebrada por los cautivos derrotados que participan en el desfile. Todos los que participaban de ese desfile habían sido conquistados, subyugados y capturados. Hoy nosotros también hemos sido capturados y sometidos por Cristo. Debemos apropiarnos de esto por fe. El hecho de estar en el desfile muestra que nosotros fuimos capturados y sometidos, ya sea que lo sintamos o no. Si no hubiéramos sido capturados y subyugados, no estaríamos en el desfile. ¡Alabado sea el Señor porque todos estamos en el desfile triunfal de Cristo!
Pablo tenía el concepto de que el ministerio de la predicación era un desfile triunfal que celebraba la victoria de Cristo. Ahora nosotros somos un ejemplo que representa la victoria que Cristo obtuvo sobre nosotros. Por haber sido conquistados, sometidos y capturados por Cristo, estamos ahora en Su desfile y le predicamos. El hecho de que estemos en este desfile y que prediquemos a Cristo testifica que Él nos ha conquistado.
En Filipenses 3, Pablo declaró que él consideraba todas las cosas como basura por causa de la excelencia del conocimiento de Cristo. Pero aquí en 2:14, él habla del olor del conocimiento de Cristo. El excelente conocimiento de Cristo era una fragancia, un aroma, lo cual significa que nosotros quienes fuimos conquistados, capturados y puestos en el desfile triunfal para celebrar la victoria de Cristo, comunicamos a los demás el excelente conocimiento de Cristo. Todo cuanto hablamos representa el excelente conocimiento que tenemos de Cristo, pues le conocemos por la experiencia y el disfrute que tenemos de Él. Mientras marchamos en el desfile triunfal, nosotros hablamos de este Cristo a los demás, y lo que decimos de Él constituye un olor aromático agradable. La manifestación del olor del conocimiento de Cristo tiene un doble efecto, un doble resultado: o resulta en vida para vida, o resulta en muerte para muerte. Éste es el triunfo y el efecto del ministerio, el cual se forma al forjarse Cristo en nosotros.
En este mensaje abarcaremos el tema de la función y la competencia del ministerio del nuevo pacto (3:1-6). Después de que Pablo nos presenta un cuadro del triunfo y del efecto del ministerio, nos muestra la función de este ministerio y también su competencia. ¿Qué clase de labor cumple este ministerio? ¿Cuál es su función? Además, ¿quién puede llevar esta responsabilidad, una responsabilidad de vida y muerte? Puesto que el ministerio resulta en vida para vida o en muerte para muerte, Pablo exclamó en 2:16: “Y para estas cosas ¿quién es suficiente?” Por eso, en 3:1-6, él nos muestra un cuadro que describe la función y la suficiencia de este ministerio.
En el versículo 1 del capítulo tres, Pablo dice: “¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de parte vuestra?” El apóstol hizo estas preguntas debido a las palabras francas y fieles que expresó en el versículo anterior con respecto a sí mismo y a sus colaboradores. Por lo que escribió Pablo en su primera epístola a los corintios y también en la presente epístola, los corintios pudieron haber pensado que Pablo y sus colaboradores estaban de nuevo recomendándose a sí mismos. Por eso, Pablo hizo esas dos preguntas en 3:1 y respondió a ambas preguntas con un no categórico. Ellos no estaban recomendándose a sí mismos, ni tampoco necesitaban cartas de recomendación.
El versículo 2 dice: “Nuestra carta sois vosotros, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres”. Los creyentes eran el fruto de la labor de los apóstoles, lo cual recomendaba a los apóstoles y su ministerio a otros. De esta manera, los creyentes llegaron a ser las cartas vivas de recomendación de los apóstoles, las cuales los apóstoles escribieron, en cada parte del ser interior de los creyentes valiéndose del Cristo que moraba en ellos como contenido de dicha carta.
Pablo dijo que los corintios eran una carta “escrita en nuestros corazones”. Los creyentes corintios, como carta viva de recomendación de los apóstoles, estaban escritos en los corazones de los apóstoles; por tanto, eran llevados por los apóstoles y no podían ser separados de ellos. Estaban en los corazones de los apóstoles (7:3), y eran llevados por ellos por todas partes como su recomendación viva.
El versículo 3, que es la continuación del versículo 2, dice: “Siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne”. Una carta de Cristo tiene a Cristo como su contenido a fin de transmitir y expresar a este Cristo. Todos los creyentes deben ser una carta viva de Cristo tal como se describe aquí, de modo que otros puedan leer y conocer al Cristo que está en su ser. Los apóstoles estaban llenos de Cristo, de modo que su ministerio espontáneamente ministraba a Cristo a aquellos con quienes tenían contacto, escribiendo a Cristo en sus corazones y haciendo que fueran cartas vivas que trasmitían a Cristo.
En el versículo 2, Pablo menciona “nuestra carta”, y en el versículo 3, les dice a los corintios: “Sois carta de Cristo”. Tal vez nos parezca que existen dos clases de cartas: la carta que está escrita en los corazones de los apóstoles, y los creyentes como carta de Cristo. En realidad, no son dos cartas distintas. Según la gramática, en estos versículos Pablo dice: “Vosotros sois nuestra carta porque sois carta de Cristo”. La expresión “siendo manifiesto” significa que algo es evidente. Era evidente que los corintios, como carta de los apóstoles, eran una carta de Cristo. Pero, ¿qué viene primero: la carta de Cristo o “nuestra carta?” La carta de Cristo ha de venir primero porque antes de poder ser una carta escrita en el corazón de los apóstoles, los creyentes tienen que ser una carta de Cristo, o sea, los creyentes son la carta de los apóstoles porque primero ellos son una carta de Cristo.
El versículo 2 dice: “escrita en nuestros corazones” y el versículo 3: “en tablas de corazones de carne”. El versículo 2 habla de los corazones de los apóstoles, mientras que el versículo 3, de los corazones de los creyentes corintios. La misma carta ha sido inscrita tanto en los corazones de los apóstoles como en los corazones de los creyentes. Por muchos años no entendía este versículo, pues me preguntaba ¿en dónde se escribe la carta, en los corazones de los apóstoles o en los corazones de los creyentes? Si llegamos a contestar esta pregunta, entenderemos el punto principal de este mensaje.
Debemos ver que la misma carta está escrita en los corazones de dos clases de personas: en los corazones de los apóstoles y en los corazones de los creyentes. ¿Qué significa esto? Aquí, indudablemente se nos presenta un problema con respecto nuestra comprensión de 2 Corintios 3. Sin embargo, el hecho de reconocer un problema ya es señal de que somos buenos estudiantes de la Biblia. Si no hallamos ningún problema al leer la Palabra, eso quiere decir que no la estamos leyendo correctamente. Ahora que hemos encontrado el problema aquí, a saber, que una sola carta ha sido inscrita en los corazones de los apóstoles y en el de los creyentes, debemos hallar la manera de explicarlo.
La función del ministerio del nuevo pacto no consiste en llevar a cabo una labor, sino en escribir cartas. Por supuesto, aquí se nos presenta una figura retórica. Frecuentemente Pablo, para explicar sus enseñanzas profundas o para exponer una verdad profunda, recurría al uso de las metáforas. Por ejemplo, en el versículo 14 del capítulo dos vemos dos metáforas: la primera es la de los cautivos que marchan en el desfile triunfal que celebra la victoria de Cristo; y la segunda es la de los portadores de incienso que esparcen la excelencia del conocimiento de Cristo como fragancia, la cual resulta en muerte o en vida. Ahora en el capítulo tres, Pablo usa otra metáfora, la de escribir cartas.
Según el versículo 3, la carta de Cristo está “escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo”. El Espíritu del Dios vivo, quien es el propio Dios viviente, no es el instrumento, como lo es una pluma, la cual se usa para escribir, sino el elemento, como la tinta, con el cual los apóstoles ministraban a Cristo como contenido para escribir cartas vivas que trasmitían a Cristo. El escritor de esta carta no es el Espíritu de Dios, sino los apóstoles. El Espíritu del Dios viviente es la “tinta”, el elemento, la esencia, de la carta. Eso significa que el Espíritu del Dios vivo es el elemento con el cual se escribe la carta. Este tema es muy crucial.
El ministerio de los apóstoles consiste en escribir cartas con el Espíritu vivificante como esencia. Cuanto más le ministran a usted los apóstoles, más imparten en usted el elemento del Espíritu vivificante. Podemos usar como ejemplo el escribir con tinta en una hoja de papel. Cuanto más escribimos en el papel, más tinta es impartida en el papel. Siguiendo el mismo principio, mediante el ministerio de los apóstoles el Espíritu vivificante es impartido en los creyentes. Éste es un tema muy importante que todos debemos ver.
En el versículo 3 Pablo dice que la carta de Cristo está escrita “no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne”. Nuestro corazón, que se compone de nuestra conciencia (la parte principal de nuestro espíritu), nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad, es la tabla donde las cartas vivas de Cristo están escritas con el Espíritu vivo de Dios. Esto implica que, con el Espíritu del Dios vivo como elemento, Cristo es inscrito en cada parte de nuestro ser interior para hacer de nosotros Sus cartas vivas, a fin de que, en nosotros, Él sea expresado y sea leído por otros.
Una carta escrita correctamente debe estar bien centrada en la hoja de papel. Cuando uno redacta una carta, uno no escribe en las esquinas o en el margen del papel, sino en el centro de la hoja. De la misma manera, la carta de Cristo escrita en nuestro ser sigue el mismo principio; dicha carta está escrita en la parte central de nuestro ser, o sea en nuestro corazón, el cual se compone del alma y de la conciencia, la parte principal de nuestro espíritu. Por tanto, la carta de Cristo está escrita en nuestro espíritu y en nuestra alma. Cuando los apóstoles predicaban a Cristo o ministraban a Cristo, ellos lo impartían al corazón de los creyentes y al espíritu de ellos. Primero, Cristo como Espíritu vivificante es ministrado al espíritu del creyente, lo cual significa que Cristo es inscrito en el espíritu de ese creyente. Luego, a medida que se le ministra a Cristo, gradualmente Cristo se extiende del espíritu del creyente a su mente, parte emotiva y voluntad. Con el tiempo Cristo llegará a inscribirse en cada parte de nuestro ser. Usando las mismas palabras de Efesios 3, esto significa que Cristo se está estableciendo en nuestro corazón, es decir, que está haciendo Su hogar allí. El hecho de que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón significa que Él está siendo inscrito en todo nuestro ser. Esto hace que el creyente llegue a ser una carta viva de Cristo. Una persona así expresa a Cristo en todo lo que dice y hace, pues ha llegado a ser una carta viva que otros pueden leer. Todos los creyentes deben ser tales cartas.
La carta que los ministros del nuevo pacto escriben en nuestros corazones tiene como elemento el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Este elemento es, en realidad, el Dios procesado. Esto significa que el Dios Triuno es aquel que se está inscribiendo en nuestro ser. Ésta es la carta que los ministros del nuevo pacto escriben con el Dios Triuno procesado como Espíritu vivificante. Así pues, Dios es inscrito en nosotros y, como resultado, nosotros nos convertimos en una carta de Cristo.
¿Cómo puede la misma carta ser inscrita también en el corazón de los ministros del nuevo pacto? Esto no es fácil de explicar. Una pregunta como ésta sólo encuentra respuesta en el campo de la experiencia espiritual, ya que, sin la debida experiencia, no sabríamos como contestarla. Por experiencia sabemos que mientras Pablo ministraba a Cristo a los creyentes corintios, inscribiendo en ellos el Cristo que es el Espíritu vivificante, lo mismo que escribía en ellos estaba siendo inscrito en su propio corazón. Hoy en día, mientras nosotros ministramos a Cristo a los demás, Él está siendo redactado simultáneamente en aquel a quien ministramos así como en nosotros. Por consiguiente, una misma redacción produce dos ejemplares; uno queda escrito en nuestro corazón, y el otro, en el corazón de aquel a quien ministramos.
Mientras Pablo ministraba a Cristo a los creyentes que estaban en Corinto, la carta era redactada tanto en los corazones de los creyentes como en el suyo. De esta manera, los creyentes llegaron a ser una carta de Cristo, y esta misma carta también estaba en el corazón del escritor, el apóstol. Por tanto, la misma carta que estaba escrita en el corazón de Pablo también estaba escrita en los corazones de los creyentes. Adondequiera que iba Pablo, esa carta estaba en él, porque los creyentes se habían convertido en su carta. Por una parte, ellos eran la carta de Cristo; y por otra, ellos eran la carta de los apóstoles, escrita en sus corazones.
Nunca podré olvidarme de aquellas personas a quienes les he ministrado a Cristo. Mientras escribía a Cristo en ellos, el mismo Cristo también estaba siendo escrito en mí, o sea, que una misma acción de escribir produjo dos ejemplares. Sin embargo, el escribir una carta de Cristo es algo que no existe en una predicación superficial, como la que comúnmente se da entre los cristianos de hoy. Una predicación superficial no puede producir cartas, pero el verdadero ministerio siempre escribe algo de Cristo en los corazones de aquellos que reciben el ministerio y también en el corazón de aquel que ministra. Puedo testificar que en mi corazón hay muchas cartas que se han escrito de esta manera.
En los versículos 2 y 3, Pablo hace notar que era manifiesto que los corintios eran una carta de Cristo, y por eso eran también la carta inscrita en los corazones de los apóstoles. Por tanto, estas dos cartas fueron redactadas mediante una sola inscripción. La misma inscripción tuvo un doble efecto, en los corazones de los apóstoles y en los corazones de los creyentes.
Los apóstoles no ministraban nada a la ligera ni de forma superficial. Por el contrario, todo lo que ministraban llevaba mucho peso espiritual, y por tanto, podía ser inscrito en los corazones de los creyentes y también en sus propios corazones. Por esta razón, los apóstoles podían asegurar a los corintios que jamás ellos los olvidarían porque los creyentes habían sido escritos en sus corazones. Adondequiera que iban los apóstoles, llevaban a los creyentes con ellos porque ellos estaban escritos en sus corazones. Aquí vemos algo que es muy subjetivo y que puede ser aplicado a nuestra experiencia. Esta experiencia va más allá de una simple unión, pues supone que dos corazones llegan a ser uno solo.
Les insto a que comparen el ministerio de los apóstoles con las obras que llevan a cabo los cristianos hoy en día. El ministerio de los apóstoles está estrechamente ligado a la vida divina y es de mucho peso espiritual. De hecho, el ministerio de ellos no consiste en llevar una obra, sino en escribir cartas. Tal como hemos visto anteriormente, ésa es la función del ministerio del nuevo pacto, y al hablar de esto, no encontramos palabras adecuadas para expresar esta realidad. Quizás ésta sea la razón por la cual Pablo usó la metáfora de las cartas. Si usted analiza a fondo dicha metáfora, ora y tiene comunión al respecto, verá mucho más y la entenderá mejor. Usted verá que ésta es verdaderamente la función del ministerio neotestamentario.
Dios no tiene la intención de usar a Sus ministros para que lleven a cabo una labor a grande escala. El ministerio de los apóstoles no es una labor de producción en serie. La especie humana no se reproduce de esa manera. Antes de nacer un niño, éste necesita permanecer nueve meses en el vientre de su madre. Nadie puede acelerar ese proceso con el fin de reproducir seres humanos en masa. Esto muestra que el principio por el cual Dios actúa es la vida, no el de la producción en serie.
No esperen que el recobro del Señor llegará a ser una obra de producción en masa. Algunos hermanos tienen este concepto, e incluso piensan que en poco tiempo sus compatriotas entrarán por millones al recobro del Señor. Cuando Pablo inició su ministerio, no vemos que su ministerio ganara a millares de personas para el Señor. Por ejemplo, la iglesia en Éfeso se reunía en una casa, lo cual demuestra que no había muchos creyentes en esa ciudad. ¿Creen ustedes que un creyente de aquellos tiempos disponía de una casa que podía recibir a mil creyentes? Indudablemente nadie vivía en una casa así.
En 1 Corintios 16:8 y 9, Pablo dice: “Pero estaré en Efeso hasta Pentecostés; porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los que se oponen”. Cuando leemos que a Pablo se le abrió una puerta tan grande, tal vez pensemos que millares de creyentes fueron añadidos a la iglesia por medio de su ministerio. Sin embargo, la iglesia en Éfeso seguía reuniéndose en la casa de Aquila y Priscila. Entonces, ¿cómo podía haber habido muchos creyentes allí? Menciono esto para demostrarles que la manera en que Dios opera no consiste en ganar muchas personas por medio de una producción masiva.
Podemos usar como ejemplo el cultivo de flores naturales con la fabricación de flores artificiales para contrastar la diferencia que existe entre la producción en masa y el principio por el cual Dios actúa, el de la vida. Para que las flores crezcan en el jardín se requiere tiempo. Sin embargo, en una fábrica se puede producir centenas, e incluso miles de flores artificiales en un solo día. Asimismo, para engendrar un niño se requiere un largo y lento proceso. Ninguna madre puede olvidarse de su propio hijo, porque el hijo nació de ella y forma parte de su ser. A esto nos referimos cuando hablamos del principio de la vida.
Lo que Pablo dijo con respecto a escribir cartas de Cristo deja implícito que Dios actúa basado en el principio de la vida. De hecho, los creyentes no sólo habían sido escritos en el corazón del apóstol, sino que también habían quedado grabados en su corazón. Por tanto, Pablo nunca podía olvidarse de ellos. Dicha inscripción se llevó a cabo por medio de la vida, por medio del Espíritu vivificante.
¿Quién es apto para escribir cartas vivas de Cristo? Sólo Dios puede hacerlo. Debe ser Dios quien escribe las cartas en nosotros. De ninguna manera, podemos hacer esto en nosotros mismos, ya que no hay lugar para lo que somos en nosotros mismos o para lo que podemos hacer por esfuerzo propio. Necesitamos que el Dios Triuno se forje en nuestro ser, y sólo entonces podremos ser tal escritor.
No estoy aquí solamente para predicar el evangelio o para enseñar la Biblia. Mi carga consiste en escribir cartas vivas de Cristo. Si quiero ser esta clase de escritor, debo ser una persona que tiene al Dios Triuno forjado en su ser. De esta manera, no seré yo el que escribe estas cartas, sino Dios, quien se ha forjado en mí como el verdadero escritor. Como escritor, El se inscribe en los creyentes.
En los versículos 4 y 5, Pablo dice: “Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes por nosotros mismos para considerar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios”. Aquí vemos que el propio Dios vivo es la suficiencia, la competencia y la capacidad del ministerio que los apóstoles ejercen para la economía neotestamentaria de Dios, la cual consiste en impartir a Cristo en el pueblo escogido de Dios para la edificación del Cuerpo de Cristo. Lo que somos y lo que hagamos por nosotros mismos, nada de ello cuenta. Sólo el Dios Triuno, forjado en nosotros, es competente para llevar a cabo la obra de escribir cartas vivas de Cristo.
Refiriéndose a Dios, Pablo dice en el versículo 6: “El cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, ministros no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica”. La palabra griega traducida “hizo” significa también capacitar, hacer apto, hacer competente. La expresión “no de la letra” modifica a la palabra ministros y no a la palabra pacto. Con la palabra “letra”, Pablo se refiere al código de la ley. El Espíritu es el Espíritu del Dios vivo, con quien los apóstoles ministraban a Cristo a los creyentes para hacer de ellos cartas vivas de Cristo. A diferencia del ministerio mosaico en el Antiguo Testamento, el ministerio apostólico que se lleva a cabo en el Nuevo Testamento, no es de la letra muerta, sino del Espíritu viviente, quien da vida.
En el versículo 6, Pablo nos dice que la letra mata, pero que el Espíritu vivifica. La letra que mata es la letra de la ley, la cual sólo hace exigencias al hombre y no puede suministrarle vida (Gá. 3:21). La ley mata al hombre (Ro. 7:9-11) debido a la incapacidad de éste para cumplir sus requisitos. Por el contrario, el Espíritu, quien es la máxima expresión del Dios Triuno procesado, imparte la vida divina, o sea al propio Dios, en los apóstoles y en los demás creyentes, y los hacen ministros de un nuevo pacto, el pacto de vida. Así que, el ministerio de ellos es un ministerio constituido del Dios Triuno de vida por Su Espíritu vivificante.