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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Juan»
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Mensaje 1

EL ANDAR EN LA VERDAD Y EN AMOR

  Lectura bíblica: 2 Jn. 1:1-6

EL TEMA DE LA EPÍSTOLA

  El tema de este libro es una prohibición a participar en herejías. Juan habla de las herejías en el versículo 7, donde dice: “Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo”. Unos herejes negaban que Jesús era el Cristo (1 Jn. 2:22), mientras que otros negaban al Hijo al no confesar que Jesús es el Hijo de Dios (v. 23). Cerinto, quien negaba que Jesús es el Cristo, era un hereje. Los docetas y los gnósticos también enseñaban herejías con respecto a la persona de Cristo.

  La Epístola de 2 Juan nos prohíbe participar de cualquier enseñanza herética en cuanto a la persona de Cristo. En el versículo 10 el apóstol dice: “Si alguno viene a vosotros, y no trae esta enseñanza, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Regocíjate!”. Tal como en el versículo 9, aquí la palabra enseñanza se refiere a la enseñanza acerca de la deidad de Cristo, especialmente en cuanto a Su encarnación mediante la concepción divina. En esta epístola Juan nos advierte que no recibamos a nadie que niegue la verdad en cuanto a la deidad y la encarnación de Cristo.

INTRODUCCIÓN

Amar con veracidad por causa de la verdad

  En el versículo 1 Juan dice: “El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo con veracidad; y no sólo yo, sino también todos los que conocen la verdad”. El apóstol Juan, al igual que Pedro, era un anciano de la iglesia en Jerusalén antes de que la ciudad fuera destruida en el año 70 d. de C. (Gá. 2:9; 1 P. 5:1). Según la historia, Juan, después de regresar de su exilio, permaneció en Éfeso para cuidar de las iglesias de Asia. Así que probablemente él también era un anciano de la iglesia en Éfeso, donde escribió esta epístola.

  Juan dirige esta epístola a la “señora elegida y a sus hijos”. La palabra griega traducida “señora” es kuría, la forma femenina de kúrios, que significa “señor”, “amo”. Existen diferentes interpretaciones de esta palabra. La más aceptada es que esta palabra se refiere a una hermana cristiana que tenía alguna prominencia en la iglesia, al igual que la frase conjuntamente elegida, que aparece en 1 Pedro 5:13. Es posible que se hubiera llamado Kuría, ya que éste era un nombre común en aquel tiempo. Algunos afirman que según la historia ella vivía cerca de Éfeso y que una hermana de ella (mencionada en el versículo 13) vivía en Éfeso, donde la iglesia estaba bajo el cuidado de Juan. En la localidad de esta hermana había una iglesia, la cual se reunía en su casa.

  En el versículo 1 Juan habla de amar con veracidad [lit., verdad]. Según la manera que Juan usa la palabra griega traducida “veracidad” en este versículo y especialmente en su Evangelio, ella denota la realidad divina revelada —el Dios Triuno impartido al hombre en el Hijo, Jesucristo— que llega a ser la autenticidad y sinceridad del hombre, para que éste pueda llevar una vida que corresponda a la luz divina (Jn. 3:19-21) y adorar a Dios, como Él lo desea, conforme a lo que Él es (Jn. 4:23-24). Ésta es la virtud de Dios (Ro. 3:7; 15:8) que llega a ser nuestra virtud, con la cual amamos a los creyentes. Ésta es la autenticidad, veracidad, sinceridad, honestidad, confiabilidad y fidelidad de Dios como virtud divina, y del hombre, como virtud humana (Mr. 12:14; 2 Co. 11:10; Fil. 1:18; 1 Jn. 3:18), y como resultado de la realidad divina (3 Jn. 1:1). Con tal veracidad, el apóstol Juan, quien vivía en la realidad divina de la Trinidad, amaba a aquel a quién le había escrito. Ésta es la denotación de la palabra griega traducida “veracidad” al principio del versículo 1.

  Dicho de manera sencilla, la palabra veracidad del versículo 1 denota sinceridad, y Juan habla de amar con sinceridad. Sin embargo, el significado que aquí tiene la sinceridad no es sencillo. Por lo general, cuando hablamos de la sinceridad, pensamos que meramente se refiere a una virtud humana; pero aquí la sinceridad es más que una virtud humana. La virtud humana con la cual el apóstol Juan amaba al destinatario de esta epístola era fruto de la realidad divina que él disfrutaba.

  ¿Cuál es la realidad divina que Juan disfrutaba? Esta realidad era el Dios Triuno. El escritor de esta epístola disfrutaba al Dios Triuno en el Hijo como su realidad divina. Del disfrute de esta realidad, la cual es el Dios Triuno en Cristo, emanaba la sinceridad. Esta sinceridad, o fidelidad, de hecho es una virtud de Dios. Cuando disfrutamos a Dios como nuestra realidad, Su virtud divina llega a ser nuestra virtud humana, y esta virtud humana es sinceridad, fidelidad.

  Este entendimiento de amar con veracidad se basa en lo revelado en la primera epístola escrita por Juan. En esa epístola Juan nos da a entender que debemos amarnos unos a otros con Dios mismo como amor. Dios es amor (4:8, 16). Al disfrutar a Dios como amor, de este amor emana el amor con el cual amamos a los demás. Cuando amemos a los demás con el amor que emana del disfrute que tenemos de Dios como amor, amaremos con sinceridad. Esta sinceridad no es una virtud humana nuestra; más bien, es el resultado del disfrute que tenemos de la realidad divina.

  Al considerar lo que Juan quiere decir cuando habla de amar con veracidad en el versículo 1, recordemos que conocer la Biblia no es un asunto superficial. En particular, no basta conocer las Epístolas de Juan de manera superficial. Solamente al profundizar en ellas podemos saber lo que el escritor deseaba comunicarnos.

  En el versículo 1 Juan habla de “todos los que conocen la verdad”. Aquí Juan se refiere a aquellos que no solamente han recibido a Cristo al creer que Él es Dios y hombre, sino que también han conocido plenamente la verdad tocante a la persona de Cristo.

  Es al final del versículo 1 que Juan de nuevo usa la palabra griega mencionada anteriormente, la cual aquí se traduce “verdad”. En este caso “verdad” denota la realidad divina del evangelio (véase la nota 66 de 1 Juan 1), especialmente con respecto a la persona de Cristo como lo revela Juan en su Evangelio y en su primera epístola, a saber: Cristo es tanto Dios como hombre; por ende, tiene tanto deidad como humanidad, es decir, posee la naturaleza divina y la naturaleza humana. Como tal, Cristo expresa a Dios en la vida humana, y en virtud del poder divino efectuó la redención en la carne humana a favor de los seres humanos caídos, a fin de impartirles la vida divina y llevarlos a una unión orgánica con Dios. La segunda y tercera epístolas escritas por Juan recalcan esta verdad. La segunda les advierte a los creyentes fieles que no reciban a los que no permanecen en esta verdad, esto es, en la enseñanza acerca de Cristo; y la tercera exhorta a los creyentes a recibir y sostener a los que trabajan en favor de esta verdad.

  En el versículo 2 Juan añade: “A causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros”. El apóstol Juan, en su Evangelio y en su primera epístola, usa su ministerio restaurador, el cual se centra en la revelación de la persona de Cristo, para vacunar a los creyentes contra las herejías relacionadas con la deidad y humanidad de Cristo. A causa de esta verdad con que los vacunaba, él y todos los que conocían esta verdad amaban a los que eran fieles a esta verdad.

  En el versículo 2 Juan dice que la verdad permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros. En el versículo 1 él nos dice que él y todos los que conocen la verdad, aman con veracidad a aquel a quien había sido escrita esta epístola; luego, en el versículo 2 Juan usa la palabra verdad con el mismo sentido que en el versículo 1, a saber, para denotar la realidad divina del evangelio, especialmente tocante a la persona de Cristo. Esta realidad divina, que de hecho es el Dios Triuno, permanece ahora en nosotros y estará con nosotros por la eternidad.

Gracia, misericordia y paz en verdad y en amor

  En el versículo 3 Juan dice: “Sea con nosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor”. Aquí la palabra verdad se refiere a la realidad divina del evangelio, especialmente con respecto a la persona de Cristo, quien expresó a Dios y llevó a cabo Su propósito. La palabra amor se refiere a la expresión de los creyentes al amarse ellos unos a otros a medida que reciben y conocen la verdad. Estos dos asuntos constituyen la estructura básica de esta epístola. En la esfera del amor y la verdad, la gracia, la misericordia y la paz estarán con nosotros.

  La base sobre la cual el apóstol saluda y bendice a los creyentes con la gracia, la misericordia y la paz, es que entre ellos existían la verdad y el amor, dos asuntos muy cruciales. Cuando andamos en la verdad (v. 4) y nos amamos unos a otros (v. 5), disfrutamos de la gracia, la misericordia y la paz divinas.

  Si entre los creyentes no hay paz ni amor, les será imposible disfrutar la gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Jesucristo. La gracia, la misericordia y la paz nos son dadas únicamente cuando están presentes los factores básicos de la verdad y el amor. De ahí que el énfasis de esta epístola es la verdad y el amor. Es menester que todos nosotros llevemos una vida de verdad y de amor.

EL ANDAR EN LA VERDAD Y EN AMOR

En la verdad

  En los versículos del 4 al 6 Juan habla acerca de andar en la verdad y en amor. El versículo 4 dice: “Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre”. La verdad tocante a la persona de Cristo es el elemento básico y central del ministerio restaurador de Juan. Cuando él se enteró de que los hijos de la creyente fiel andaban en la verdad, se regocijó en gran manera (3 Jn. 1:3-4).

  En el versículo 4 Juan usa la palabra andando. Así como en 1 Juan 1:7, donde Juan habla de andar en la luz, la palabra andar significa “vivir”, “conducirnos” y “ser”. La verdad acerca de la persona de Cristo no sólo debe ser algo que creemos, sino que también debe ser nuestro vivir.

  Una vez más, la palabra verdad denota aquí la realidad divina, especialmente tocante a la persona de Cristo. El Padre nos manda andar en esta realidad, es decir, en la verdad divina acerca de que Jesucristo es el Hijo de Dios, una verdad que tiene que ser hecha real para nosotros en nuestro diario andar (véase Mt. 17:5), a fin de que honremos al Hijo como el Padre desea (Jn. 5:23).

  El Padre nos manda andar en la verdad, en la realidad. Él nos manda andar en la verdad divina acerca de que Jesucristo es el Hijo de Dios, una verdad que tiene que ser hecha real para nosotros en nuestro diario andar. Si andamos en esta realidad, honraremos al Hijo como lo desea el Padre.

En amor

  En los versículos 5 y 6 Juan dice además: “Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. Y éste es el amor, que andemos según Sus mandamientos. Éste es el mandamiento, como vosotros habéis oído desde el principio: que andéis en amor”. La frase desde el principio aparece muchas veces en los escritos de Juan. En algunos casos esta frase se usa en un sentido absoluto (1 Jn. 1:1; 3:8), pero aquí, en los versículos 5 y 6, como en otros pasajes (Jn. 15:27; 1 Jn. 2:7), se usa en un sentido relativo.

  El mandamiento que se menciona en los versículos 5 y 6 es el mandamiento que nos dio el Hijo de que nos amemos unos a otros (Jn. 13:34). El Padre nos manda andar en la verdad a fin de que honremos al Hijo; y el Hijo nos manda amarnos unos a otros a fin de que le expresemos.

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