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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Pedro»
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Mensaje 12

EL GOBIERNO DIVINO

(4)

  Lectura bíblica: 2 P. 3:10-12

  En los libros de 1 y 2 Pedro hay solamente dos capítulos que son cruciales en cuanto a la vida divina. El primer capítulo y medio de 1 Pedro y la primera mitad del capítulo 1 de 2 Pedro son importantes en este respecto. Los pasajes restantes de estas epístolas tienen que ver con el gobierno de Dios.

  En este mensaje examinaremos 2 Pedro 3:10-12, donde Pedro habla acerca del juicio de Dios sobre los cielos y la tierra. Esto, por supuesto, forma parte de la administración gubernamental de Dios. Aunque estos versículos no están directamente relacionados con el crecimiento en la vida divina, ciertamente pueden ayudarnos en nuestro deseo de crecer en vida. Además, nos sería muy provechoso entender adecuadamente lo que Pedro escribe en estos versículos.

EL DÍA DEL SEÑOR VENDRÁ COMO LADRÓN

  En 3:10 Pedro dice: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo se disolverán, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”. El día del Señor vendrá principalmente en un sentido de juicio (1 Ts. 5:2) por causa del gobierno de Dios. Lo que dice Pedro acerca del día del Señor es principalmente una advertencia. En el Nuevo Testamento, el día del Señor se menciona principalmente con relación al juicio del Señor (1 Co. 1:8; 3:13; 5:5; 2 Co. 1:14; 2 Ti. 4:8). El día que el Señor tiene reservado para Su juicio (1 Ts. 5:3-4) vendrá antes del milenio (Ap. 18:1; 19:11; 20:4-6).

  En el día del Señor, los cielos pasarán con gran estruendo, los elementos se disolverán, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Esto acontecerá después del milenio (Ap. 20:7, 11). Lo que dice Pedro tocante al día del Señor en el versículo 10 es otro indicio de que Pedro pasa por alto los mil años del milenio, así como lo hizo anteriormente en este capítulo, cuando habló de la venida del Señor en el versículo 4 y del juicio del trono blanco en el versículo 7. Las palabras grande estruendo se refieren a un sonido o ruido impetuoso. Tal vez sea la proclamación de un gran cambio efectuado en el universo, de lo viejo a lo nuevo. La frase los elementos se refiere a los elementos físicos que componen los cielos.

  Podemos comparar las palabras disolverán y quemadas de este versículo con las palabras envolverás y mudados halladas en Hebreos 1:12, la palabra huyeron y la frase ningún lugar se encontró para ellos de Apocalipsis 20:11, y el vocablo pasaron de Apocalipsis 21:1. El intenso calor con el cual arderán y serán disueltos los cielos y la tierra es el procedimiento que Dios usará para envolver los cielos y la tierra y hacerlos pasar a fin de que sean cambiados de lo viejo a lo nuevo (2 P. 3:13; Ap. 21:1). Éste será el juicio consumado y final que Dios ejercerá sobre Su creación según Su gobierno. En aquel entonces, todo lo material pasará, pero la palabra eterna de Dios permanecerá para siempre (Mt. 24:35; 1 P. 1:25). La palabra de Su profecía permanecerá y se cumplirá en el tiempo que Él ha designado que se cumpla Su voluntad eterna, independientemente del cambio que ocurrirá en el universo físico.

  Las obras mencionadas en 3:10 bien pueden referirse tanto a las obras de Dios en la naturaleza como a las obras de arte del hombre.

  Hemos señalado que la expresión el día del Señor alude principalmente al juicio. Así que, el día del Señor equivale al juicio del Señor. Este día de juicio vendrá como ladrón en la noche.

  Pedro dice en el versículo 10 que, en el día del Señor, los cielos pasarán. Al igual que en 3:7, Pedro pasa por alto el milenio, puesto que el tema que él nos presenta aquí es el juicio gubernamental de Dios, y, en lo que respecta a la economía de Dios, el milenio no está relacionado con este propósito.

  Si hacemos un estudio exhaustivo del Antiguo y Nuevo Testamentos, veremos que el día del Señor probablemente durará cerca de siete años. Será un período casi equivalente a la última de las setenta semanas mencionadas en Daniel 9:24-27. Las primeras sesenta y nueve semanas, un período de cuatrocientos ochenta y tres años, concluyeron cuando el Señor Jesús fue crucificado, cuando a Él, el Mesías, le fue quitada la vida. Pero hay un intervalo entre la semana sesenta y nueve y el comienzo de la semana setenta, y la Biblia no nos dice cuánto dura. Lo que sí sabemos es que después de ese intervalo habrá un período de siete años, el cual será la semana setenta, antes del milenio. La venida del Señor acontecerá durante esos años.

LA VENIDA DEL SEÑOR

  En 2 Pedro 3:4 los burladores dijeron: “¿Dónde está la promesa de Su venida?”. La palabra griega traducida “venida” es parousía, que literalmente significa presencia. Según el Nuevo Testamento, la parousía del Señor, Su venida, no durará solamente una hora o un día, sino que tardará un período. Después de un estudio concienzudo de las Escrituras, hemos llegado a ver que la parousía del Señor probablemente empezará en la mitad de la septuagésima semana, o sea, en la mitad de los últimos siete años antes del milenio. Además, probablemente empezará desde el tiempo en que el Señor deje el trono de Dios, que está en el tercer cielo, y descienda al aire, vestido de una nube (Ap. 10). Esto significa que la parousía del Señor acontecerá durante los últimos tres años y medio de esta era.

  Según el capítulo 12 de Apocalipsis, el hijo varón será arrebatado al trono de Dios. Apocalipsis 12:5 dice: “Y ella dio a luz un hijo varón, que pastoreará con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado a Dios y a Su trono”. Ser “arrebatado” es ser llevado arriba. El hijo varón será arrebatado al trono de Dios, y dicho arrebatamiento sucederá antes de los mil doscientos sesenta días (v. 6), que es el tiempo de la gran tribulación de tres años y medio (cuarenta y dos meses, v. 14; 13:5; 11:2). Después del arrebatamiento del hijo varón, habrá un período de tres años y medio, o de cuarenta y dos meses. Debemos prestar atención al hecho de que el hijo varón no será arrebatado al aire, sino al trono de Dios, donde está hoy el Señor Jesús. Por lo tanto, el hecho de que el hijo varón sea arrebatado al trono de Dios significa que el hijo varón estará en la presencia del Señor, en la parousía del Señor. Esto prueba que, en la mitad de la septuagésima semana, el Señor Jesús aún estará en el trono de Dios en el tercer cielo.

  El capítulo 14 de Apocalipsis habla de los ciento cuarenta y cuatro mil, quienes son primicias. Apocalipsis 14:1 dice: “Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con Él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de Él y el de Su Padre escrito en la frente”. Estos ciento cuarenta y cuatro mil, “que fueron comprados de la tierra” (v. 3), fueron “comprados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero” (v. 4). Éstos serán las primicias en la labranza de Dios, y serán cosechados antes de la siega como primicias para Dios y para el Cordero. La cosecha será recogida más tarde, según se narra en los versículos del 14 al 16, lo cual quiere decir que los ciento cuarenta y cuatro mil serán arrebatados a los cielos antes de la cosecha, tal como las primicias de la buena tierra eran segadas y llevadas al templo de Dios antes de la cosecha (Lv. 23:10-11; Éx. 23:19). Los eventos relatados en Apocalipsis 14:6-13, los cuales transcurrirán durante la gran tribulación (Mt. 24:21), indican y comprueban clara y contundentemente que las primicias de Apocalipsis 14:1-5 serán arrebatadas antes de la gran tribulación, y que la cosecha mencionada en los versículos del 14 al 16, compuesta de la mayoría de los creyentes, será arrebatada al final de la gran tribulación. Así, pues, las primicias serán arrebatadas a los cielos y allí estarán con Cristo. Después de ese arrebatamiento, habrá un período de tres años y medio, que será la segunda mitad de la septuagésima semana.

  Apocalipsis 12 y 14 se refieren al mismo período. Estos capítulos nos proveen la base para afirmar que la parousía del Señor comenzará, cuando más temprano, a partir de la mitad de la septuagésima semana. Después de los arrebatamientos del hijo varón y de las ciento cuarenta y cuatro mil primicias, el Señor Jesús, junto con los santos que hayan vencido, descenderá del tercer cielo a los aires. En lugar de venir directamente a la tierra, Él permanecerá en el aire vestido de una nube. En Apocalipsis 10:1 Cristo está vestido de una nube, mientras que en Apocalipsis 14:14 Él está sobre la nube. Este último versículo concuerda con 1 Tesalonicenses 4:17 e indica que ya para entonces la venida del Señor será un acto público. Esto significa que primero la parousía del Señor será encubierta, y luego, según 2 Tesalonicenses 2:8, se dará la manifestación de Su parousía. Por consiguiente, el Señor primero vendrá de manera encubierta, antes de aparecer públicamente. Así, pues, Su venida comprende un período en el que primero Él vendrá en secreto, y después aparecerá en público. Probablemente al final de la septuagésima semana se hará manifiesta la parousía del Señor. En aquel tiempo, el Señor ya no estará más vestido de una nube, como revela Apocalipsis 10, sino que estará sentado sobre una nube y a la vista de todos, como se indica en Apocalipsis 14. Aquello será la manifestación de Su parousía, la manifestación de Su venida. La mejor manera de traducir 2 Tesalonicenses 2:8 es seguir la interpretación literal y referirnos a la manifestación de Su venida.

  Si al menos tenemos una idea general acerca de la venida del Señor, sabremos por qué Pedro dice que el día del Señor vendrá como ladrón. No solamente el Señor mismo vendrá como ladrón, sino que también el día del Señor vendrá de la misma forma. Ese día vendrá de manera encubierta, no de manera abierta.

  Hemos señalado que en 3:10 Pedro dice que en el día del Señor los cielos serán consumidos por el fuego. Esto acontecerá después del milenio. El día del Señor vendrá antes del milenio, pero los cielos serán incinerados después del milenio. Es por ello que decimos que aquí Pedro pasa por alto el milenio, un período de mil años, y considera la quema de los cielos y la tierra como el último asunto que acontecerá en el día del Señor.

  Ahora quisiera pedirles que consulten el diagrama insertado en la página 117. En este diagrama se presentan las setenta semanas de Daniel 9:24-27. Primero, vemos un período de siete semanas, luego, un tiempo de sesenta y dos semanas, y finalmente, después de un intervalo de duración indeterminada, tenemos la última semana, la septuagésima semana. La septuagésima semana será seguida por los mil años del reino milenario. Al final del milenio, acontecerán dos eventos, quizás al mismo tiempo: la quema de los cielos y la tierra, y el juicio en el trono blanco. Según el diagrama, el día del Señor empezará de forma preliminar al comienzo de los últimos siete años, y la parousía del Señor empezará en la mitad de dicho período. Antes de la mitad de la septuagésima semana, acontecerán algunas calamidades naturales, como las del sexto sello. El día del Señor, como podemos ver en el diagrama, se dará abiertamente y no concluirá sino hasta el final del milenio, cuando se efectuará el juicio de Gog y Magog.

  Ahora podemos entender que el día del Señor es un día de juicio. Ese día de juicio empezará a partir del comienzo de la última semana, la septuagésima semana. Durante ese período, Dios juzgará el cielo, la tierra y a los habitantes de la tierra, según lo que está escrito en el libro de Apocalipsis. Luego, en la mitad de la septuagésima semana, el hijo varón y los ciento cuarenta y cuatro mil serán arrebatados al tercer cielo. Después de eso, tendrá inicio la parousía del Señor; el Señor vendrá al aire, y permanecerá oculto en una nube por cierto tiempo. Ésta será la parte encubierta de Su parousía. Luego, probablemente al final de los siete años, la parousía del Señor será un evento público, y el Señor mismo descenderá a la tierra para ejercer juicio sobre el anticristo y los ejércitos de éste. El Señor también hará que Satanás sea atado y echado al abismo, donde será encerrado por mil años. Además, el Señor se sentará en Su trono en Jerusalén para juzgar a las naciones. Mediante ese juicio, la situación de todos aquellos que vivan en la tierra quedará resuelta. Los cristianos habrán sido juzgados ante el tribunal de Cristo, los judíos habrán sido juzgados, y las naciones habrán sido juzgadas en el trono de gloria de Cristo. Como resultado, todo estará listo para que venga el reinado de paz, el cual durará mil años. Sin embargo, al final del milenio, Satanás será soltado de su prisión e instigará la rebelión de Gog y Magog. Entonces Cristo juzgará a Gog y Magog, y Satanás será echado al lago de fuego. Esto acontecerá al final del milenio. Entonces, se llevará a cabo el juicio del trono blanco, y los cielos y la tierra serán consumidos por el fuego. Después de eso, el día del Señor concluirá, y se dará inicio a la eternidad con el cielo nuevo y la tierra nueva.

EN CONDUCTA SANTA Y EN PIEDAD

  En el versículo 11 Pedro añade: “Puesto que todas estas cosas han de ser así disueltas, ¿qué clase de personas debéis ser en vuestra conducta santa y en piedad?”. Todas las cosas, en los cielos y en la tierra, fueron contaminadas por la rebelión de Satanás y la caída del hombre. Aunque todas las cosas que están en la tierra o en los cielos han sido reconciliadas con Dios por medio de Cristo mediante Su sangre (Col. 1:20) —y aun las cosas celestiales fueron purificadas por la sangre de Cristo (He. 9:23)—, de todos modos será necesario purificarlas por fuego en el juicio gubernamental de Dios, para que sean renovadas en naturaleza y apariencia en el nuevo universo de Dios (2 P. 3:13). Por lo tanto, ¿qué clase de personas debemos ser nosotros los hijos del Dios santo, en nuestra conducta santa y en piedad? Es decir, ¿qué clase de transformación debemos experimentar para llevar una vida conforme a la naturaleza santa y la piedad de Dios a fin de expresarle y poder concordar con Su gobierno santo? ¡Qué maravilla que el poder divino nos haya provisto todas las cosas necesarias para llevar tal vida en nuestra conducta santa y en piedad (1:3)!

ESPERAR Y APRESURAR EL DÍA DE DIOS

  En el versículo 12 Pedro dice: “Esperando y apresurando la venida del día de Dios, por causa del cual los cielos, encendiéndose, se disolverán, y los elementos, ardiendo, se fundirán”. Mientras llevamos una vida transformada, manteniendo una conducta santa y piadosa, esperamos, aguardamos y apresuramos la venida del día de Dios. Sabiendo que Dios es tan santo y que es capaz de disolver todas las cosas, debemos conducirnos santa y piadosamente mientras esperamos y apresuramos la venida del día de Dios. Nosotros no solamente esperamos el día de Dios, sino que lo apresuramos.

EL DÍA DE DIOS

  El día de Dios es el día del Señor (v. 10), y para los hijos de Israel en el Antiguo Testamento, el día del Señor es el día de Jehová (Is. 2:12; Jl. 1:15; 2:11, 31; 3:14; Am. 5:18, 20; Abd. 1:15; Sof. 1:7, 14, 18; 2:2-3; Zac. 14:1; Mal. 4:1, 5). En tales expresiones, la palabra día se usa principalmente en el sentido de juicio, en el que se ejerce una disciplina gubernamental. El tiempo que precede a la venida del Señor es el “día del hombre”, en el cual el hombre juzga hasta que el Señor venga (1 Co. 4:3-5). Luego, vendrá “el día del Señor”, el cual empezará con Su parousía (con todos sus juicios) y concluirá con el juicio sobre los hombres y los demonios en el gran trono blanco (Ap. 20:11-15). La parousía del Señor comenzará cuando los santos vencedores sean arrebatados al trono de Dios en los cielos antes de la gran tribulación de tres años y medio (12:5-6; 14:1). Luego, junto con los vencedores, Su parousía vendrá a los aires (10:1). Asimismo, todas las calamidades sobrenaturales contenidas en el sexto sello y en las primeras cuatro trompetas serán desatadas para castigar la tierra y lo que en ella hay, así como los cielos y sus cuerpos celestes (6:12-17; 8:7-12).

  Esto marcará el comienzo de la gran tribulación. La gran tribulación, que constará principalmente de los ayes de las últimas tres trompetas, incluyendo las plagas de las siete copas, durará tres años y medio (Mt. 24:21-22, 29; Ap. 8:13—9:21; 11:14; 15:5—16:21). Ése será un periodo de prueba para los habitantes de toda la tierra (3:10), incluyendo a los judíos (Is. 2:12; Zac. 14:1-2; Mal. 4:1, 5; Jl. 1:15-20; 2:1, 11, 31) y a los creyentes en Cristo que hayan quedado en la tribulación (Ap. 12:17). Al final de la gran tribulación, los santos que hayan muerto serán resucitados y arrebatados junto con la mayoría de los creyentes que aún estén vivos, quienes habrán pasado por la mayor parte de la tribulación, para reunirse con el Señor en el aire (1 Co. 15:52; 1 Ts. 4:16-17; Ap. 14:14-16). Después de esto, el Señor juzgará a todos los creyentes en Su tribunal en el aire (2 Co. 5:10).

  Por ese tiempo, Babilonia la Grande será destruida en la tierra (Ap. 17:1—19:3). Luego, el Señor celebrará Su banquete de bodas con los santos vencedores (vs. 7-8) e inmediatamente después, el Señor y Su novia, compuesta por los santos vencedores, quienes son Su ejército, pelearan y derrotaran al anticristo y el ejército de éste, el ejército de Satanás. Ellos capturarán al anticristo y a su falso profeta y los arrojarán vivos al lago de fuego (vs. 11-21). Luego, Satanás será atado y arrojado al abismo, el pozo sin fondo (Ap. 20:1-3). Entonces el Señor vendrá con Sus santos a la tierra (Zac. 14:4-5; Jud. 1:14; 1 Ts. 3:13) y juzgará a las naciones (a los que queden vivos, Mt. 25:31-46; Jl. 3:2), después de lo cual vendrá el reino milenario (Ap. 20:4-6).

  Pasados los mil años, Satanás será desatado del abismo e instigará a ciertas naciones, Gog y Magog —ubicadas al norte del hemisferio oriental—, para que lleven a cabo la última rebelión contra Dios. Ellos serán vencidos y consumidos por el fuego, y el diablo engañador será arrojado al lago de fuego (vs. 7-10). Luego, los cielos y la tierra serán totalmente purificados al ser quemados (2 P. 3:7, 10) y entonces vendrá el juicio final sobre los hombres (los muertos) y los demonios, y probablemente también sobre los ángeles caídos, en el gran trono blanco (Ap. 20:11-15). Con esto, Dios habrá ejecutado Su juicio final sobre Su antigua creación en Su gobierno universal, además de los muchos juicios y castigos ejecutados en el día del Señor con miras a poner fin al antiguo universo. Entonces tendrá inicio el universo nuevo compuesto del cielo nuevo y de la tierra nueva por la eternidad (21:1), en el cual no habrá más juicio relacionado con el gobierno de Dios, pues no habrá allí ninguna injusticia. Por lo tanto, sin contar los mil años, el día del Señor será un periodo muy corto, quizás de no más de siete años. Ésta será la parte principal de la última semana (siete años) de las setenta de Daniel 9:24-27.

  No es correcto considerar el día de Dios y el día del Señor como dos días diferentes y afirmar que el día del Señor termina con el reino milenario y que el día de Dios empieza cuando son quemados los cielos y la tierra, después de lo cual viene el juicio del gran trono blanco. En realidad, dado que el juicio del gran trono blanco será ejecutado por el Señor Jesús (Hch. 10:42; 17:31; 2 Ti. 4:1), también será efectuado en el día del Señor. Dios no juzga a nadie, pues Él ha dado todo el juicio al Hijo (Jn. 5:22).

  En 3:12 el pronombre relativo el cual se refiere a la venida del día de Dios, en la cual se ejecutará juicio sobre cada parte de la antigua creación para ponerle fin. La venida de tal día dará por resultado que los cielos ya no puedan permanecer igual que antes, sino que sean disueltos, y sus elementos se fundan en el calor intenso del fuego ardiente. Es por ello que Pedro dice que “los cielos, encendiéndose, se disolverán, y los elementos, ardiendo, se fundirán”.

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