Mensaje 5
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Lectura bíblica: 2 P. 1:1-4
En este mensaje continuaremos nuestro repaso de 2 Pedro 1:1-4.
En 2 Pedro 1:3 dice: “Ya que Su divino poder nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, mediante el pleno conocimiento de Aquel que nos llamó por Su propia gloria y virtud”. En este versículo, la frase todas las cosas se refiere a todos los aspectos de las riquezas del Dios Triuno. Estas cosas pertenecen a la vida divina, la vida zoé, y no a la vida que es para nuestro placer. Todas las cosas nos fueron dadas, impartidas, infundidas, para que podamos vivir la vida divina y también para que podamos expresarla. La vida es algo interno, mientras que la piedad es algo externo, puesto que es Dios mismo expresado.
En todo nuestro vivir debemos expresar a Dios. Debemos testificar y hablar acerca de Él. Cuando Dios llega a ser nuestra expresión, tenemos la piedad. En nuestras conversaciones debemos expresar a Dios. Si expresamos a Dios, ciertamente seremos incapaces de participar en chismes. Debemos tener a Dios en nuestro ser y también manifestarlo en nuestro vivir. Nuestra mente debe estar llena de Él, y las fibras mismas de nuestro ser deben estar constituidas de Él. Entonces tendremos la piedad, o sea, la expresión externa de la vida interna.
En 1:3 Pedro usa la preposición mediante y dice que el poder divino nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad “mediante el pleno conocimiento de Aquel”. Mediante el pleno conocimiento de Dios, nos son impartidas todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. Este pleno conocimiento es un conocimiento profundo y cabal, adquirido por experiencia.
La preposición mediante usada en relación con el pleno conocimiento indica que necesitamos pasar por cierto proceso. Si tenemos la costumbre de chismear, eso es una señal de que aún no hemos pasado por el proceso que conduce al pleno conocimiento de Aquel que nos llamó. No creo que si tuviéramos el pleno conocimiento de Aquel que nos llamó a Su gloria y virtud, perderíamos el tiempo chismeando.
El poder divino ha infundido en nosotros todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. Sin embargo, para que ocurra esta infusión o impartición se requiere el pleno conocimiento de Dios. Si no pasamos por el proceso que nos lleva a obtener el pleno conocimiento, será como si todo lo que el poder divino ha plantado en nosotros ha sido en vano. El poder divino está operando, pero es necesario que nosotros cooperemos con dicha operación.
Muchos cristianos no saben nada acerca de lo que el poder divino nos ha impartido. De igual manera, muchos no saben que nos es necesario pasar por el proceso que nos lleva a obtener el pleno conocimiento. Por ello, necesitamos ser adiestrados por el Señor para pasar por el proceso que nos permite adquirir el pleno conocimiento de Aquel que nos llamó. Mi deseo en estos mensajes es ayudarles a pasar por dicho proceso. Podemos usar el ejemplo de un tren y decir que todos nos encontramos en el tren que nos hace un recorrido por el conocimiento profundo y cabal de Aquel que nos llamó, un conocimiento que adquirimos por experiencia.
En el versículo 3 Pedro no habla del conocimiento de Dios ni del conocimiento del Padre, del Hijo y del Espíritu. En lugar de ello, él habla del pleno conocimiento de Aquel que nos llamó a Su gloria y virtud. Pedro no dice aquí que Dios nos llamó al cielo; ni siquiera dice que nos llamó a la redención o la santificación. En este versículo Pedro dice que Dios nos llamó a Su propia gloria y virtud. Debemos obtener el pleno conocimiento de esto. No debemos sentirnos satisfechos con conocerlo superficialmente. Y únicamente podemos conocer a Aquel que nos llamó a Su propia gloria y virtud, pasando por un largo proceso. En este sentido, debemos ser como turistas que hacen un lento recorrido en tren a lo largo de un hermoso paisaje. A los turistas les encanta viajar lentamente para poder apreciar bien los paisajes. De igual manera, debemos examinar 1:1-4 lenta y detalladamente. Uno puede leer estos versículos rápidamente una y otra vez, y no ver nada. Por tanto, mientras leemos estos versículos, debemos examinar detenidamente todo lo que hay en ellos.
Sin lugar a dudas, debemos alcanzar el pleno conocimiento de Aquel que nos llamó con el propósito de llevarnos a Su gloria y virtud. Si por medio de nuestra experiencia obtenemos tal conocimiento de Él, el poder divino operará en nosotros eficazmente. De lo contrario, el poder divino no podrá operar en nosotros. Si bien este poder es grande, no podrá operar en nosotros mientras no cumplamos las condiciones requeridas para que opere. Como hemos visto, la condición que debemos cumplir es la de cooperar con la operación de Dios.
Muchos cristianos no saben que Dios los llamó a Su propia gloria y virtud. Tal parece que en la teología de ellos no hay cabida para 2 Pedro 1:3. Aunque el poder divino está presente y activo, no opera en los que no le prestan la debida cooperación. Si no pasamos por el proceso que nos permite obtener el pleno conocimiento de Aquel que nos llamó, el poder divino no podrá operar en nosotros.
Puedo testificar que el poder divino está operando en mí y que a diario coopero con Dios. En la mañana, abro mi ser a Él, diciendo: “Señor, aquí estoy delante de Ti. Avanza en mí, Señor; no quiero estorbarte más; al contrario, deseo darte plena libertad en mi interior. Señor, lo que Tú me hables, eso proclamaré”. Puedo testificar que cuanto más coopero con el poder divino que está en mí, más soy conducido a la gloria de Dios, más disfruto de Su virtud y más expreso esta virtud como piedad.
En 1:4 Pedro añade: “Por medio de las cuales Él nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”. Hemos visto que la preposición traducida “por medio de” se puede traducir también “por causa de” o “con base en”. El pronombre relativo las cuales se refiere a la gloria y la virtud mencionadas en el versículo 3. Por consiguiente, por medio de la gloria y la virtud del Señor y con base en las mismas, por las cuales y a las cuales hemos sido llamados, Dios nos ha dado Sus preciosas y grandísimas promesas.
No es fácil determinar el significado de las palabras por medio de las cuales, particularmente en la manera en que conectan los versículos 3 y 4. Para entender esto apropiadamente, requerimos experiencia así como también entendimiento espirituales. Aquí Pedro dice que Dios, por medio de la gloria y la virtud divinas, nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas. Esto indica que si Dios no nos hubiera llamado a Su propia gloria y virtud, no habría visto la necesidad de darnos promesas. Sin embargo, ciertamente Dios nos ha llamado a Su propia gloria y virtud. Ésta es una meta grandiosa, vasta y profunda, pues ¿quién puede alcanzar la propia gloria y virtud de Dios? Ninguno de nosotros podría alcanzar esta meta. Es por eso que necesitamos la palabra de Dios, Sus promesas, las cuales nos aseguran, nos animan, nos fortalecen y nos ayudan a avanzar más rápidamente mientras nos dirigimos hacia esta meta.
Supongamos que Pedro nos hubiese dicho que Dios nos llamó al cielo. Si el cielo fuese la meta del llamamiento de Dios, no habría sido necesario que Dios nos concediera promesas. Si el cielo fuese la meta del llamamiento de Dios, nosotros simplemente nos alegraríamos y nos regocijaríamos, viviríamos como bien nos pareciera, y únicamente esperaríamos ir al cielo.
Sin embargo, Pedro no dice que Dios nos llamó al cielo, sino que Él nos llamó a Su propia gloria y virtud. Al escuchar esto, tal vez nos preguntemos cómo podemos alcanzar semejante meta. Dios, sabiendo que necesitábamos seguridad, aliento y fortaleza, nos ha dado preciosas y grandísimas promesas. Un ejemplo de estas promesas es lo que el Señor dijo a Pablo en 2 Corintios 12:9: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Esta promesa fue dada a Pablo para ayudarlo a soportar el aguijón que le había sido dado en su carne. Para poder soportar cualquier “aguijón” necesitamos la gracia del Señor, la cual nos basta. Este ejemplo nos muestra que necesitamos muchas promesas que nos ayuden a alcanzar la meta de la gloria y la virtud de Dios.
Todas las promesas de Dios nos han sido dadas por medio de la gloria y la virtud a las cuales Dios nos llamó. Ésta es la razón por la que Pedro empieza el versículo 4 con las palabras por medio de las cuales. Las promesas de Dios son palabras que nos dan seguridad y aliento. Por medio de la gloria y la virtud, las cuales son la meta a la cual fuimos llamados, Dios nos ha dado las promesas que necesitamos.
Hemos mencionado que la preposición griega traducida “por medio de” en el versículo 4 es día, y que en este caso tiene un sentido instrumental y también denota causa. Hemos traducido literalmente esta palabra para que nuestra traducción corresponda con el texto griego. Asimismo, habría sido correcto traducir esta palabra “con base en” para indicar que Dios ha concedido las preciosas y grandísimas promesas con base en la gloria y la virtud, a las cuales nos llamó.
Por nosotros mismos no podemos alcanzar la elevada meta de la gloria y la virtud de Dios. Para ello, necesitamos al Señor. Puesto que nosotros no sabemos lo que está por delante, Dios nos ha dado preciosas promesas. Una de estas grandes promesas se halla en Mateo 28:20, que dice: “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del siglo”. Ciertamente esta promesa tuvo que haber sido de mucho aliento para todos los discípulos.
Las promesas del Señor alentaron a Pedro y a los otros discípulos mientras se dirigían a la meta de la gloria y virtud de Dios. Cuando Pedro y los once se pusieron en pie para predicar en el día de Pentecostés, la gloria y la virtud de Dios se manifestaron en ellos. Las virtudes que los discípulos manifestaron eran virtudes divinas, y no virtudes humanas y naturales. En Hechos 3, vemos que un hombre pobre miró a Pedro y a Juan y les pidió limosna. Así que Pedro le dijo: “No poseo plata ni oro, pero lo que tengo, esto te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (v. 6). Entonces Pedro, asiéndolo por la mano, le levantó; y al momento el cojo fue sanado. “Y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios” (v. 8). ¿Qué expresaron Pedro y Juan en aquella ocasión? Ellos manifestaron la gloria y la virtud de Dios. Esto fue realizado por la promesa del Señor de que Él estaría con ellos todos los días, hasta la consumación del siglo.
En Mateo 28:20 el Señor parecía decir a los discípulos: “Cuando vayáis a hacer discípulos a las naciones, Yo iré con vosotros. Adondequiera que vayáis, vosotros iréis conmigo, y me llevaréis con vosotros”. Así que, en el día de Pentecostés, los discípulos se pusieron en pie con el Señor y predicaron el evangelio. Asimismo, en Hechos 3 Pedro y Juan llevaron al Señor Jesús a un hombre cojo. Esto fue el cumplimiento de la promesa de que el Señor estaría con ellos todos los días, hasta la consumación del siglo. Por medio de las promesas del Señor, los primeros discípulos fueron animados a proseguir hacia la gloria de Dios y a alcanzar las virtudes divinas.
Según 2 Pedro 1:4, Dios nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas con un propósito específico. Su propósito es que mediante dichas promesas, nosotros lleguemos a ser participantes de la naturaleza divina. Por medio de las preciosas y grandísimas promesas, nosotros los creyentes en Cristo hemos llegado a ser participantes de Su naturaleza divina en virtud de la unión orgánica que tenemos con Él. En Hechos 2 y 3, Pedro y los demás discípulos ciertamente estaban participando de la naturaleza divina. No es de extrañar que cuando la gente miraba a los discípulos, veía en ellos la expresión de Dios. Puesto que los discípulos disfrutaban a Dios y participaban de Él, ellos estaban constituidos de Dios.
Así como nosotros estamos constituidos físicamente de la comida que ingerimos, de la misma manera los discípulos estaban constituidos del Dios de quien participaban. Ésta también debe ser nuestra experiencia hoy. Si disfrutamos a Dios y participamos de Él, estaremos constituidos de Él. Por supuesto, jamás llegaremos a ser Dios en el sentido de ser incluidos en la Deidad o de llegar a ser objetos de adoración. No obstante, sí podemos llegar a estar constituidos de la naturaleza de Dios.
Todos estamos constituidos físicamente de los alimentos que ingerimos. Por ejemplo, es posible que una persona coma tanto pescado y esté tan constituida del pescado que come, que llegue a oler a pescado. Asimismo, es posible que nosotros lleguemos a estar tan constituidos de Dios, que expresemos a Dios en todo lo que somos y hacemos. Tal vez incluso lleguemos a despedir una fragancia divina. Si participamos de Dios día tras día, con el tiempo participaremos de Él aun sin proponérnoslo. Así, al tener contacto con nosotros, la gente podrá ver en nosotros la expresión del Dios Triuno.
Mi deseo es que todos los santos que están en el recobro del Señor sean plenamente saturados de la naturaleza de Dios. Cuanto más seamos saturados de Dios, más le expresaremos.
Ser participante de la naturaleza divina significa ser participante de los elementos, los ingredientes, del ser de Dios. Cuando participamos de Dios, los aspectos de lo que Dios es llegan a ser nuestro disfrute. De este modo, participamos de Su justicia, santidad, bondad, amor y compasión. En esto consiste disfrutar de los elementos constitutivos de la naturaleza divina. El propósito de Dios al darnos las preciosas y grandísimas promesas es que lleguemos a ser participantes de la naturaleza divina.
En 2 Pedro 1:4 hay un requisito que debemos cumplir para ser participantes de la naturaleza divina, el cual es que hayamos “escapado de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”. Cuanto más escapemos de esta corrupción, más disfrutaremos de la naturaleza de Dios. Asimismo, cuanto más participemos de la naturaleza divina, más escaparemos de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. Esto constituye un ciclo, un ciclo de escapar para participar, y de participar para escapar. Puedo testificar que debido a que este ciclo de participar y escapar opera dentro de mí de una manera rápida y poderosa, y que, debido a ello, es muy difícil que algo de la corrupción del mundo pueda entrar en mí. Yo participo de la naturaleza divina, y la naturaleza divina me fortalece para mantenerme alejado de la corrupción. Y cuanto más me alejo de la corrupción que hay en el mundo, más disfruto de las riquezas de la naturaleza divina. En esto consiste experimentar la economía de Dios. Así, pues, lo que se nos describe en 1:1-4 es, de hecho, un cuadro completo del disfrute que tenemos de la economía de Dios.