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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Pedro»
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Mensaje 4

LA PROVISIÓN DIVINA

(4)

  Lectura bíblica: 2 P. 1:1-4

  En este mensaje siento la carga de profundizar más en 2 Pedro 1:1-4. Examinemos nuevamente estos versículos uno por uno.

LA FE Y LA HERENCIA

  El versículo 1 dice: “Simón Pedro, esclavo y apóstol de Jesucristo, a los que se les ha asignado, en la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra”. En este versículo todos debemos entender de forma clara y definitiva dos asuntos cruciales. El primero tiene que ver con la asignación de la fe neotestamentaria. Esta fe, la “fe igualmente preciosa”, es equivalente a la herencia neotestamentaria. La herencia neotestamentaria es nada menos que el propio Dios Triuno, quien pasó por un proceso y llegó a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Por consiguiente, el Dios Triuno como Espíritu vivificante es la herencia neotestamentaria. La fe es, de hecho, el reflejo de esta herencia. De ahí que, la fe y la herencia neotestamentaria son una misma cosa. Si tenemos fe, tenemos también esta herencia. La fe es lo que da sustantividad a la sustancia de la herencia. Así, pues, la fe neotestamentaria y la herencia neotestamentaria son una misma cosa.

  Si Dios únicamente nos hubiera asignado la herencia neotestamentaria, ésta sería solamente objetiva para nosotros, estaría fuera de nosotros y muy lejos de nuestro alcance. Por supuesto, representaría algo que nos ha sido dado, pero que no está asequible a nosotros y no podemos alcanzar. Por esta razón, se necesita algo que le dé sustantividad, lo cual tiene que ver con la fe.

  La fe no es iniciada por nosotros, ni es algo que está fuera de nosotros; antes bien, la fe procede de Dios, es iniciada por Dios y nos ha sido asignada por Dios. ¿De qué manera nos es asignada la fe? La fe llega a nosotros por medio de la palabra que hallamos en la revelación divina. Cuando esta palabra nos es predicada, ella nos transmite la realidad de la herencia neotestamentaria. Además, a medida que esta palabra nos es predicada, el Espíritu mismo opera simultáneamente con ella. De hecho, según la Biblia, la palabra y el Espíritu son uno. En Juan 6:63 el Señor Jesús dijo: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. La palabra y el Espíritu son una sola entidad. La palabra es el Espíritu, y el Espíritu es la palabra (Ef. 6:17). Por lo tanto, mediante la palabra hablada y por la operación, la inspiración, del Espíritu, la fe es producida en nosotros. Es de esta forma que Dios nos asigna la fe preciosa. Mediante la palabra hablada y por el Espíritu que nos inspira, Dios infunde la fe en nuestro ser. Una vez que esta fe nos es impartida, recibimos nuestra porción de la herencia neotestamentaria.

LA JUSTICIA DE NUESTRO DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO

  El segundo asunto crucial abarcado en el versículo 1 está relacionado con la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Según 1:1, la fe preciosa nos fue asignada en la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. La preposición griega traducida “en” significa “en la esfera de” o “por medio de”. ¿En qué esfera, o por cuáles medios, nos fue asignada esta maravillosa fe? Nos fue asignada en la esfera de la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Esta justicia alude a la obra justa, al acto de justicia, del Señor Jesucristo (Ro. 5:18). El acto de justicia realizado por el Señor fue Su muerte en la cruz. La muerte que el Señor sufrió en la cruz se efectuó en absoluta obediencia a Dios y cumplió todos los requisitos de la justicia de Dios. Por lo tanto, Su muerte es una obra de justicia que Dios valora altamente, pues es según Su propia justicia. La obra justa que Cristo realizó al morir en la cruz en obediencia a Dios satisfizo la justicia de Dios y le proveyó al Dios justo la posición legítima para justificar a todos los que creen en la obra de justicia realizada por Cristo. Esta justicia, la justicia de Dios y de nuestro Salvador Jesucristo, es la esfera en la cual Dios tiene la libertad así como pleno derecho a darse a nosotros como nuestra porción y también es el medio por el cual lo hace. Ésta es la razón por la cual Pedro dice en el versículo 1 que se nos ha asignado una fe preciosa en la justicia de nuestro Dios y Salvador.

GRACIA Y PAZ

  En el versículo 2 del capítulo 1, Pedro dice: “Gracia y paz os sean multiplicadas, en el pleno conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor”. En este versículo también encontramos dos asuntos cruciales. El primero está relacionado con la gracia y la paz. Dado que se nos asignó una maravillosa porción —el propio Dios Triuno— la gracia y la paz han llegado a nosotros. La gracia es el disfrute que tenemos de nuestra porción de la herencia neotestamentaria, la cual es de hecho el Dios Triuno procesado. En términos más sencillos, la gracia es el disfrute que tenemos del Dios Triuno. ¿Qué es, entonces, la paz? La paz es la condición que proviene o se deriva de la gracia. Tener la gracia y la paz equivale a disfrutar del Dios Triuno y a tener el resultado de dicho disfrute. Cuando disfrutamos al Dios Triuno, nos encontramos en una condición apacible con Dios y con el hombre.

EL PLENO CONOCIMIENTO

  El segundo asunto crucial que encontramos en el versículo 2 tiene que ver con las palabras en el pleno conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor. Al igual que en el versículo 1, la preposición en significa “en la esfera de” o “por medio de”. Según el versículo 1, la fe preciosa nos fue dada en la esfera de una justicia doble y por medio de dicha justicia: la justicia de nuestro Dios y nuestro Salvador Jesucristo. Ahora en el versículo 2 vemos que la gracia y la paz también llegan a nosotros en cierta esfera y por un medio particular: el pleno conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor. En el versículo 1 la esfera es una justicia doble, y en el versículo 2 la esfera es el pleno conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor. El pleno conocimiento del Dios Triuno nos es dado para que disfrutemos y participemos de la vida y la naturaleza divinas. Éste no es un mero conocimiento doctrinal, sino un conocimiento que se adquiere por experiencia y un conocimiento que es pleno.

  La palabra griega traducida “pleno conocimiento” se compone de la palabra gnósis más el prefijo epí, que significa sobre. Esta palabra se refiere a un conocimiento cabal, adquirido por experiencia. Éste no es un conocimiento superficial ni general, sino, más bien, un conocimiento profundo, cabal y que se adquiere por experiencia. Como hemos señalado, éste no es simplemente un conocimiento intelectual de las cosas, sino un conocimiento adquirido por experiencia, en virtud de nuestro entendimiento y comprensión espirituales. Tener el pleno conocimiento de Dios y de Cristo equivale a tener un conocimiento profundo, práctico y cabal de nuestro Dios y nuestro Señor, un conocimiento que está basado en nuestra experiencia. Este pleno conocimiento es la esfera en la cual, y el medio por el cual, podemos disfrutar al Dios Triuno para poder estar en una condición pacífica con Él y con todos los hombres.

LA MULTIPLICACIÓN DE LA GRACIA Y LA PAZ

  En el versículo 2 Pedro no dice simplemente que la gracia y la paz nos son añadidas, sino que nos son “multiplicadas, en el pleno conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor”. Pablo, en ninguna de sus epístolas, dice que la gracia y la paz nos serán multiplicadas. En este versículo la frase “os sean multiplicadas” establece que la gracia y la paz vienen a nosotros. Entonces, después de haberlas recibido, éstas nos son multiplicadas en la esfera del pleno conocimiento de Dios y de nuestro Señor, y por medio de este conocimiento.

  La gracia y la paz vinieron a nosotros mediante la fe que Dios nos asignó, la cual da sustantividad a la herencia neotestamentaria. Esta fe nos ha sido infundida mediante la palabra de Dios, la cual nos transmite el pleno conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor. En la esfera de este pleno conocimiento y por medio de dicho conocimiento —el cual crece y aumenta cada vez más—, la gracia y la paz que hemos recibido nos serán multiplicadas.

  En realidad, los versículos del 1 al 4 del capítulo 1 componen una sola oración. En el versículo 3 se da continuación al pensamiento del versículo 2: “Ya que Su divino poder nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, mediante el pleno conocimiento de Aquel que nos llamó por Su propia gloria y virtud”. El versículo 3 empieza con las palabras ya que. Una traducción literal del griego sería “como”, mientras que otra traducción válida sería “según”. La versión King James usa la expresión según, y tanto la versión American Standard como la versión New American Standard usan las palabras ya que. La versión King James dice que la gracia y la paz nos han de ser multiplicadas mediante el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor, según Su poder divino nos haya dado todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad. La versión American Standard indica que la gracia y la paz son multiplicadas en tal esfera, ya que el poder divino nos ha asignado todas las cosas.

  En el versículo 3 Pedro usa la expresión Su divino poder. En el griego, el pronombre traducido “Su”, está en singular, pero, conforme al versículo 2 dicho pronombre tiene dos antecedentes: Dios y Jesús nuestro Señor. Si estudiamos la Palabra de forma apropiada y cuidadosa, prestaremos la debida atención al hecho de que el pronombre Su del versículo 3 está en singular y que tiene dos antecedentes, los cuales se mencionan en el versículo 2. Esto indica que nuestro Señor Jesús es el propio Dios, y que nuestro Dios es, de hecho, el Señor Jesús. De otro modo, Pedro habría usado el pronombre griego en plural, indicando que el poder divino de ellos “nos ha concedido todas las cosas”.

  Hemos visto que la gracia es multiplicada conforme al hecho de que Su divino poder nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. La vida es algo interno y nos capacita para vivir, mientras que la piedad es algo externo, esto es, la expresión externa de la vida interna. La vida es la energía o fortaleza interna que produce la piedad externa. Así, pues, todas las cosas que pertenecen a la vida interna y a la piedad externa ya nos fueron concedidas por el poder divino. Ahora la gracia debe ser multiplicada en conformidad con lo que este poder divino nos ha dado.

  Además de esto, se nos han concedido “preciosas y grandísimas promesas” (v. 4). El Nuevo Testamento contiene muchas promesas. Mediante la regeneración, recibimos la vida divina con su correspondiente naturaleza. Además, todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos fueron concedidas por el poder divino. Aparte de esto, tenemos las promesas contenidas en el Nuevo Testamento. Es por medio de estas promesas que podemos llegar a ser participantes de la naturaleza divina.

EXPERIMENTAR LA MULTIPLICACIÓN DE LA GRACIA

  Ahora podemos saber de qué manera podemos experimentar la multiplicación de la gracia. Debemos comprender que todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad ya nos fueron dadas, y que la vida y la naturaleza divinas residen ahora en nuestro interior. Mediante las promesas dadas en el Nuevo Testamento, nosotros podemos llegar a ser participantes de la naturaleza divina. Lo único que tenemos que hacer es abrir la Palabra y orar-leer las promesas. Si recibimos la Palabra de esta manera, experimentaremos la multiplicación de la gracia.

  El hecho de que simplemente sepamos acerca de la multiplicación de la gracia no es suficiente, pues es preciso que además participemos de la naturaleza divina mediante las preciosas promesas. Sólo así la gracia nos será multiplicada. Si somos fieles en recibir la Palabra, bebiéndola como leche pura (1 P. 2:2), experimentaremos que la gracia nos será multiplicada de manera interna y espiritual. En esto consiste crecer en la gracia.

  La manera correcta de recibir la leche de la Palabra es beberla. Una vez que la bebamos, la Palabra será digerida y asimilada en nuestro ser y, de este modo, llegará a formar parte de nosotros, y la gracia se multiplicará en nosotros. El Señor es rico para con todos los que le invocan (Ro. 10:12). Si queremos participar de las riquezas de Cristo, tenemos que invocar Su nombre y recibir Su Palabra por medio de la oración. De esta forma se multiplicará la gracia dentro de nosotros.

  Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por el poder divino, y las preciosas promesas también nos han sido dadas. Si tan solo invocamos el nombre del Señor y oramos-leemos la palabra de Sus promesas, comiendo y bebiendo de Él, experimentaremos la multiplicación de la gracia. Ésta es la manera de vivir una verdadera vida cristiana que produce la verdadera vida de iglesia.

  Hemos visto que los versículos 1 y 2 contienen cada uno dos asuntos cruciales. Sin embargo, en el versículo 3, encontramos por lo menos seis asuntos cruciales: el divino poder, todas las cosas, la vida, la piedad, el pleno conocimiento y el ser llamados a la gloria y virtud. Sería muy conveniente si pudiésemos dedicar un mensaje completo a cada uno de estos asuntos para estudiarlos adecuadamente.

EL PODER DE LA VIDA DIVINA

  Ya hicimos notar que el poder divino mencionado en el versículo 3 es el poder de la vida divina, la cual está relacionada con la naturaleza divina. Medir este poder divino sobrepasa nuestra capacidad. Es asombroso todo el poder humano que se requirió para enviar a un hombre a la luna. Sin embargo, ¡cuánto mayor poder debió requerirse para levantar a Cristo y hacer que ascendiera al tercer cielo, que es el centro y la cumbre del universo!

  Pablo habla claramente de este poder divino en Efesios 1, cuando ora para que conozcamos cuál es “la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de Su fuerza, que hizo operar en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a Su diestra en los lugares celestiales” (vs. 19-20). Este poder divino exaltó a Cristo por encima de todo y sometió todas las cosas bajo Sus pies. Ahora Cristo está sentado en la cumbre del universo, muy por encima de todas las cosas terrenales y “por encima de todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra” (v. 21). En Efesios 1 Pablo dice también que este poder divino nos ha sido aplicado (v. 22). ¡Aleluya, porque este mismo poder, el poder divino que levantó a Cristo de los muertos y lo hizo sentar a la diestra de Dios en los lugares celestiales, muy por encima de todo, ha sido aplicado a nosotros!

  No les estoy hablando de algo relacionado con las leyendas o los mitos; tampoco les estoy enseñando un concepto filosófico. Por el contrario, les hablo según la revelación divina hallada en la Palabra santa. Esta revelación nos dice que el poder divino descrito en Efesios 1 nos ha sido aplicado. En 2 Pedro 1:3 se nos dice que este poder divino nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. Esto significa que todas estas cosas nos las impartió, infundió e implantó el Espíritu vivificante y todo-inclusivo, quien nos regeneró y ahora mora en nosotros (2 Co. 3:6, 17; Jn. 3:6; Ro. 8:11). ¡Alabado sea el Señor por todo aquello que Él infundió e implantó en nosotros!

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