Mensaje 1
Lectura bíblica: 2 Ts. 1:1-12
La manera en que empieza 2 Tesalonicenses es muy similar a la manera en que comienza 1 Tesalonicenses. En 2 Tesalonicenses 1:1 y 2, Pablo dice: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. Esta epístola y la primera epístola de Pablo a los tesalonicenses fueron dirigidas a la iglesia local en Tesalónica, una ciudad del Imperio Romano, ubicada en la provincia de Macedonia, al norte de la provincia de Acaya. Esta iglesia se componía de todos los creyentes de Cristo que vivían en esa ciudad. Tal iglesia local pertenece a los creyentes y está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Esto indica que nace de Dios el Padre con Su vida y naturaleza y está unida orgánicamente al Señor Jesucristo en todo lo que Él es y ha hecho. Por un lado, pertenece a seres humanos, en este caso, a los tesalonicenses; por otro lado, está en Dios y en el Señor Jesucristo. La unión orgánica en la vida y la naturaleza divinas es la base vital sobre la cual los creyentes pueden llevar una vida santa para la vida de iglesia. Éste es el tema de las dos epístolas escritas a los tesalonicenses.
En el primer capítulo de 1 Tesalonicenses vemos la estructura de la vida santa necesaria para la vida de iglesia. Esta estructura se compone de fe, amor y esperanza. Como veremos, 2 Tesalonicenses también posee la misma estructura.
El libro de 2 Tesalonicenses es un libro en el que se imparte aliento y corrección. Los nuevos creyentes de Cristo que vivían en Tesalónica necesitaban más aliento, y también necesitaban un poco de corrección. Pablo ya había alentado a estos creyentes en su primera epístola; no obstante, en la segunda epístola, él les da más palabras de aliento, y, al mismo tiempo, también los corrige con respecto a ciertos asuntos.
De hecho, 2 Tesalonicenses puede considerarse un libro de corrección más que un libro de aliento. Pablo era sabio, tierno y amable; él no empezaba dando corrección a los creyentes, sino que primero los alentaba y después los corregía. Si leemos esta epístola detenidamente, veremos que después de las palabras de aliento, se dan las palabras de corrección. Después de esto, vemos que se imparte más aliento, y luego, más corrección. Por lo tanto, este libro consta de dos secciones en las que se da aliento, y dos en las que se imparte corrección, y además tiene una introducción y una conclusión. En este mensaje examinaremos las primeras palabras de aliento que Pablo dirige a los creyentes de Tesalónica.
En 1:3 Pablo declara: “Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es propio, por cuanto vuestra fe crece sobremanera, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con el otro”. Hemos subrayado el hecho de que la estructura básica de la vida cristiana genuina consta de la fe, el amor y la esperanza. Esta vida no tiene su origen en la capacidad del ser natural de los creyentes, sino en la infusión de todo lo que Dios es en ellos. Además llevan tal vida mediante su sacrificio de amor hacia su Señor, quien los amó y se dio a Sí mismo por ellos, y hacia los miembros de Su Cuerpo, a quienes Él redimió por medio de Su muerte en amor. Esta vida perdura y permanece inmutable por el poder sostenedor de la esperanza con la cual los creyentes aguardan con anhelo a su amado Señor, quien prometió que vendría a tomarles a Sí mismo. Esta vida es el contenido de 1 y 2 Tesalonicenses.
En 1:3 Pablo menciona la fe y el amor de los tesalonicenses. En la primera epístola, la fe y el amor eran considerados parte de la estructura de la vida que los creyentes llevan por causa de la iglesia. Aquí, en la segunda epístola, la fe y el amor crecen y abundan en la vida cristiana de ellos.
En el versículo 4, Pablo continúa diciendo: “Tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros entre las iglesias de Dios, por vuestra perseverancia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis”. La perseverancia mencionada en este versículo provenía de la esperanza en el regreso del Señor y era sostenida por la misma. La perseverancia fundada en la esperanza va siempre acompañada de la fe; de ahí la expresión “vuestra perseverancia y fe”. En las persecuciones y tribulaciones se necesita tanto la perseverancia como la fe.
En el versículo 5 Pablo añade: “Esto da muestra evidente del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis”. El juicio de Dios es recto y justo sobre todos los hombres. Éste será finalizado en el futuro (Ro. 2:5-9; Ap. 20:11-15). La manera en que Dios disciplina a diferentes personas en esta era es un indicio, una muestra, una prueba de la ejecución futura de Su justo juicio.
Los creyentes han sido llamados al reino de Dios y a Su gloria (1 Ts. 2:12). Para entrar en este reino, es necesario pasar por tribulaciones (Hch. 14:22). Por lo tanto, las persecuciones y las tribulaciones son una muestra evidente del justo juicio de Dios ejercido sobre nosotros a fin de que podamos ser tenidos por dignos del reino.
El reino es la meta de la vida cristiana. Hoy vivimos en la vida de iglesia con la meta de que un día entraremos en el reino de Dios. El Nuevo Testamento hace hincapié en la cruz, en la iglesia y en el reino. La cruz produce la iglesia, y la iglesia abre el camino para el reino. Mientras vivimos en la vida de iglesia, nuestra meta es entrar en el reino de Dios.
Muchos cristianos han pasado por alto esta meta. Si usted preguntara a algunos cristianos cuál es la meta de su vida cristiana, probablemente le contestarían que su meta es ir al cielo. Esta clase de respuesta es muy pobre. La vida de iglesia no lleva a los creyentes al cielo, sino que los conduce al reino. De hecho, la vida de iglesia es el ente precursor del reino. Es la etapa preliminar del reino. Es por eso que, en un sentido muy real, el Nuevo Testamento considera que la vida de iglesia es el reino. Romanos 14:17 declara: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Ya que Romanos 14 habla de la vida de iglesia, el reino de Dios mencionado en este versículo representa la vida de iglesia. Según la comprensión de Pablo, la vida de iglesia es el reino. Por supuesto, la vida de iglesia hoy no es el reino en su plenitud, sino más bien, el reino en una etapa de desarrollo, en una etapa preliminar. Actualmente nos encontramos en esta etapa preliminar del reino y tenemos como meta el reino en plenitud. Estamos avanzando de la etapa preliminar a la etapa de plenitud. Éste es el entendimiento correcto de la verdadera meta de la vida de iglesia.
Muchos cristianos, incluyéndonos a nosotros, son tardos para entender la revelación genuina del Nuevo Testamento. Por ello, pese a que muchos leen la Biblia, no ven nada. Podemos comparar su condición con la de los israelitas que, en las palabras de Pablo, tienen un velo sobre su rostro cuando leen el Antiguo Testamento (2 Co. 3:14-15). Debido a este velo, no ven nada cuando leen la Biblia. Puesto que muchos cristianos tienen un velo que los cubre, no entienden lo que Pablo quiso decir cuando declaró que Dios nos llamó a Su reino y gloria. Según la interpretación de algunos cristianos, el reino es una mansión celestial. Según el entendimiento que tienen, entrar al reino es ir al cielo. Ellos se afierran a este concepto del reino porque tienen un velo. Así, pese a que leen la Biblia, no ven la revelación de Dios.
El Señor en Su misericordia ha quitado de nuestros ojos gran parte de este velo. Ciertamente hemos visto algo de la revelación de Dios, y ya no seremos engañados. Nosotros sabemos que ir al cielo no es nuestra meta. La Biblia no revela semejante cosa. La meta de Dios es que llevemos una vida de iglesia que nos conduzca al reino. Esto significa que debemos vivir en la etapa preliminar del reino, de modo que seamos conducidos a la plena manifestación del mismo.
En 1:5 Pablo habla de ser “tenidos por dignos del reino de Dios”. Esto implica que algunos creyentes no serán tenidos por dignos del reino. Si hemos de ser tenidos por dignos del reino, nuestra fe debe crecer, nuestro amor debe abundar y nuestra perseverancia debe permanecer. Para poner en práctica la vida de iglesia, debemos llevar una vida compuesta de la estructura básica, la cual incluye una fe que crece, un amor que abunda y una perseverancia que perdura. Si vivimos de esta manera, seremos tenidos por dignos del reino de Dios.
En el versículo 5 Pablo dice también a los tesalonicenses que ellos sufrían por el reino. Esto corresponde a lo que leemos en Hechos 14:22, que dice: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Pablo instó a los santos a que soportaran los sufrimientos, debido a que es necesario sufrir para entrar en el reino de Dios.
En el versículo 6 Pablo declara: “Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan”. Este versículo indica que Dios juzga ahora y también juzgará en el futuro. No debemos pensar que Dios no juzga hoy en día. Tal vez haya ocasiones en que nos parezca que nuestro Dios no está activo. Es por eso que los ateos dicen: “¿Dónde está Dios? No parece que hubiera un Dios en este universo. Si Dios existe, debe de estar dormido o haberse jubilado”. No, Dios está juzgando.
Hace más de cincuenta años, dediqué mucho tiempo a estudiar las profecías de la Biblia. Presté especial atención a las profecías que hablaban del retorno de los judíos a su tierra y de que Israel volvería a formarse como nación. Mientras estudiaba la historia del mundo y observaba la situación mundial, me preguntaba cómo los judíos, quienes habían estado esparcidos por toda la tierra durante tantos siglos, podrían regresar a su tierra y formarse nuevamente como nación. Sin embargo, en 1948 Israel se formó como nación e incluso fue reconocida por las Naciones Unidas. Desde entonces, y particularmente desde 1967, el Medio Oriente ha sido el centro de atención mundial. ¡Cuán feliz me siento de ver el cumplimiento de las profecías concernientes a la nación de Israel! Dios está cumpliendo las profecías. Además, actualmente Él está llevando a cabo Sus juicios. Por consiguiente, en lugar de sentirnos turbados por la oposición, debemos estar del lado de Dios, de Aquel que juzga a los que afligen a Su pueblo. Como dice Pablo en 1:6, es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que atribulan a Su pueblo.
El versículo 7 dice: “Y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de Su poder, en llama de fuego”. La palabra griega traducida “reposo” significa también alivio, tranquilidad, descanso, libertad. En esta era, los creyentes sufren persecuciones y problemas por causa del Señor. Al regreso del Señor, ellos serán liberados de sus sufrimientos y entrarán en el reposo del Señor y disfrutarán su libertad.
En este versículo, Pablo habla de la manifestación del Señor Jesús. El Señor está aquí ahora, pero está encubierto. Su venida será Su manifestación. Aunque el universo es inmensurablemente vasto, para el Señor la distancia no existe. Él está en todas partes. Un día, cuando Él vuelva, se manifestará y todos le verán.
Damos gracias al Señor porque nosotros no somos cortos de vista. Por Su gracia, tenemos perspicacia y visión. Podemos ver lo que está detrás del velo. Sin embargo, los incrédulos no saben lo que hay detrás del velo. Nosotros, los creyentes, en cambio, sabemos que el Señor Jesús se manifestará.
Cuando el Señor Jesús se manifieste desde el cielo con los ángeles de Su poder, nosotros reposaremos. El tiempo de nuestro reposo aún no ha venido. Nuestro reposo vendrá cuando el Señor regrese, esto es, cuando Él se manifieste.
En el versículo 8 Pablo dice: “Tomando venganza de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo”. Este versículo nos presenta dos requisitos y dos etapas. Dice que Dios toma venganza de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al evangelio de Cristo. Hay algunos que no conocen a Dios, y hay otros que no obedecen al evangelio.
No hay excusa para no conocer a Dios. Algunos dirán: “Nunca me predicaron el evangelio. Yo viví antes de que el evangelio fuera predicado”. Los que razonan de esta manera no tendrán excusa alguna por no conocer a Dios. Según la Biblia, Dios se da a conocer por medio de Su creación (Ro. 1:20). Además, Dios se da a conocer en la conciencia del hombre. El hombre puede conocer a Dios a través de la creación y por medio de su conciencia. Nuestra conciencia nos testifica que existe un Dios. Por esta razón, nadie puede decir que no le es posible conocer a Dios. Todo aquel que no conozca a Dios sufrirá castigo. Asimismo, los que oyeron el evangelio y que no lo aceptaron ni lo obedecieron también serán castigados. Por consiguiente, Dios tomará venganza de dos categorías de personas: de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al evangelio.
El versículo 9 dice: “Los cuales sufrirán pena de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de Su fuerza”. Los que no conozcan a Dios y los que no obedezcan al evangelio sufrirán pena de eterna destrucción. Esto se refiere a la perdición eterna.
En el versículo 10 Pablo dice que Cristo vendrá para ser glorificado en Sus santos: “Cuando venga en aquel día para ser glorificado en Sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto el testimonio que os dimos fue creído)”. El Señor es el Señor de gloria (1 Co. 2:8); Él fue glorificado en Su resurrección y ascensión (Jn. 17:1; Lc. 24:26; He. 2:9). Ahora está en nosotros como la esperanza de gloria (Col. 1:27) para llevarnos a la gloria (He. 2:10). Cuando Él regrese, por un lado, vendrá desde los cielos con gloria (Ap. 10:1; Mt. 25:31), y por otro, será glorificado en Sus santos. El hecho de que sea glorificado en Sus santos significa que Su gloria se manifestará desde el interior de Sus miembros. Transfigurará el cuerpo de humillación de ellos en Su gloria conformándolo al cuerpo de Su gloria. Como resultado, los incrédulos le admirarán, se asombrarán de Él y se maravillarán de Él al verle en nosotros Sus creyentes.
Colosenses 1:27 nos revela que Cristo está en nosotros como nuestra esperanza de gloria. El Cristo que está en nosotros es la gloria venidera. Cristo vendrá de los cielos, pero también brotará de nuestro interior. Por consiguiente, la venida del Señor se manifestará de los cielos a la tierra y también de nuestro interior. El hecho de que Cristo brote de nuestro interior significa que Él será glorificado en nosotros. Cristo está ahora en nosotros como gloria. Sin embargo, este Cristo de gloria se halla oculto dentro de nosotros, y aún no se ha manifestado. A Su regreso, el Cristo de gloria que está en nosotros será glorificado en nosotros. Esto significa que Él brotará de nosotros y se manifestará desde nuestro interior. Por lo tanto, Su venida será una maravilla. Por ello, Pablo dice que, cuando Cristo venga, Él será glorificado en Sus santos y será admirado en todos los que creyeron.
Como creyentes, quizás todos tengamos la certeza de que Cristo está en nosotros y de que Él es el Cristo de gloria. Pero nuestros parientes, amigos y vecinos que aún no han creído, no saben que Cristo está en nosotros. No obstante, cuando Cristo sea manifestado, no sólo al venir de los cielos sino también al brotar de nuestro interior, nuestros parientes, vecinos y amigos incrédulos se maravillarán.
Los incrédulos se maravillarán cuando vean a Cristo glorificado en nosotros. Quizás alguien le diga a cierto hermano: “¿No es usted mi yerno? ¿Qué le ha pasado?”. Entonces, este hermano le contestará: “Muchas veces le testifiqué que Cristo vivía en mí, pero en lugar de creerme, usted se burló de mí y me menospreció. Ahora usted se maravilla porque mi Cristo ha brotado de mi interior para manifestarse en gloria”. Un día nos sucederá algo semejante.
Cristo está en nosotros, y nosotros estamos en el proceso de ser llenos de Cristo. Pero nuestro Cristo está oculto, aun para nosotros. Cuando el Cristo de gloria brote de nosotros y se manifieste, los demás se maravillarán de nosotros.
A veces hasta a nosotros mismos nos resulta difícil de creer que en este mismo instante el Cristo glorioso está en nosotros. Doctrinalmente, sí creemos que Cristo está en nosotros; pero puede ser que tengamos algunas dudas de ello. En el pasado, yo me preguntaba si realmente Cristo estaba en mí. Me decía a mí mismo: “¿Está Cristo realmente en ti como la esperanza de gloria? Mira cuán lamentable es tu condición. Parece que estabas mejor hace unos años”. Quizás usted también haya dudado que Cristo está en usted. Pero vendrá el día en que el Cristo que está en usted, el Cristo que está oculto, se manifestará. Aquella manifestación será de hecho la glorificación de Cristo en nosotros. Cuando Él brote de nuestro interior, todos los incrédulos lo admirarán.
El versículo 11 dice: “Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de vuestro llamamiento, y que con poder cumpla toda vuestra buena voluntad de hacer el bien y vuestra obra de fe”. El llamamiento de Dios no consiste en llamarnos a los cielos; más bien, consiste en llamarnos a Su reino y gloria.
La palabra griega traducida “buena voluntad” significa también deleite. Los apóstoles oraron para que Dios cumpliera los buenos propósitos, el deleite, de los tesalonicenses con respecto a hacer el bien.
En el versículo 12 Pablo concluye, diciendo: “Para que el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en Él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo”. La gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo es el Señor mismo dentro de nosotros como nuestra vida y suministro de vida. Es en virtud de esta gracia que podemos llevar una vida que glorifique al Señor y haga que seamos glorificados en Él.
En el versículo 12 Pablo dice que el nombre del Señor Jesús es glorificado en nosotros y que nosotros somos glorificados en Él. Esta glorificación es conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. La gracia es mucho más que un favor inmerecido. La gracia es el Dios Triuno procesado, quien llega a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo para que lo disfrutemos. Es conforme a esta gracia que el nombre del Señor Jesús será glorificado en nosotros y nosotros seremos glorificados en Él. A medida que disfrutemos esta gracia, el Señor Jesús será glorificado en nosotros y nosotros seremos glorificados en Él.
Cuando leemos estos versículos del capítulo uno de 2 Tesalonicenses, comprobamos que son realmente palabras de aliento. En 1:1-12, recibimos aliento relacionado con la estructura básica de una vida santa para la vida de iglesia. Recibimos aliento para nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza.