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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Timoteo»
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Mensaje 7

EL INCENTIVO DEL VACUNADOR

  Lectura bíblica: 2 Ti. 4:1-8

  En este mensaje hablaremos acerca del incentivo de aquel que administra la vacuna (4:1-8). Como veremos, este incentivo es la recompensa venidera.

I. EL ENCARGO DEL APÓSTOL

  En 2 Timoteo 4:1 Pablo le dice a Timoteo: “Delante de Dios y de Cristo Jesús, que juzgará a los vivos y a los muertos, te encargo solemnemente por Su manifestación y por Su reino”. Dios le dio a Cristo todo el juicio debido a que Él es un hombre (Jn. 5:22, 27; Hch. 10:42; 17:31; Ro. 2:16). Como Juez justo (2 Ti. 4:8), Cristo juzgará a los vivos en Su trono de gloria, en Su segunda manifestación (Mt. 25:31-46), y juzgará a los muertos en el gran trono blanco después del milenio (Ap. 20:11-15).

  En 4:1 Pablo habla de la manifestación de Cristo y de Su reino. La manifestación de Cristo tiene como fin juzgar, o sea, darnos a cada uno nuestro pago (Mt. 16:27; Ap. 22:12), y Su reino tiene como fin que Él reine junto con Sus vencedores (Ap. 20:4, 6). Por causa de estos dos eventos, el apóstol le encargó a Timoteo que cumpliera fielmente el ministerio de la palabra, el cual le había sido encomendado. Era como si Pablo le estuviera diciendo: “Timoteo, debes comprender que tu vida y tu obra tienen mucho que ver con la manifestación del Señor y con Su reino. Cuando Él se manifieste, ¿serás alabado por el Señor, o recibirás de parte de Él una reprensión? ¿Recibirás una recompensa o un castigo? ¿Serás tenido por digno de participar en el reino divino y reinar con Cristo por mil años, o serás tenido por indigno de reinar con Él? Timoteo, debes pensar seriamente acerca de estos asuntos. Por lo tanto, te encargo solemnemente por la manifestación del Señor y por Su reino”.

  Es de suma importancia el que se le encargue a uno algo por la manifestación del Señor y por Su reino. Puesto que somos cristianos genuinos, somos salvos eternamente, pero ¿cómo llevamos nuestra vida cristiana, y cuán eficientemente estamos cumpliendo nuestros deberes como cristianos? ¿Estamos llevando a cabo la economía neotestamentaria de Dios? ¿Practicamos la vida de iglesia apropiada, la vida corporativa en el Cuerpo de Cristo, a fin de expresar a Dios en Cristo por medio del Espíritu? Estas preguntas merecen nuestra atención, porque la manera en que las contestemos podría determinar nuestro futuro con respecto a la manifestación del Señor y Su reino venidero. No preste atención a aquellas enseñanzas supersticiosas y superficiales, que dicen que mientras usted sea salvo, no tendrá ningún problema con el Señor a Su venida. Es posible que tenga serios problemas cuando esté delante de Él en Su tribunal. Todo creyente de Cristo, toda persona que haya sido verdaderamente salva, tendrá que comparecer ante el tribunal de Cristo y ser juzgado por Él, no con relación a si ha de ser salvo o si ha de sufrir la perdición eterna, sino con respecto a si ha de recibir una recompensa o un castigo. Por tratarse de un asunto tan solemne, Pablo le da este encargo a Timoteo delante de Dios y de Cristo Jesús y por la manifestación del Señor y por Su reino.

  En el versículo 2 Pablo continúa su exhortación: “Que proclames la palabra; que te mantengas preparado a tiempo y fuera de tiempo; convence, reprende, exhorta con toda longanimidad y enseñanza”. La palabra que Timoteo debía proclamar incluía lo que él había aprendido tanto de Pablo como del Antiguo Testamento (3:14-15). Esto comprueba que los versículos 1 y 2 son la continuación de 3:14-17. Al cuidar de una iglesia local, especialmente en los tiempos de la decadencia de la iglesia, la proclamación de la Palabra es vital.

  La palabra que Timoteo debía proclamar no se trataba meramente de la salvación que nos libra del infierno y nos lleva al cielo; al contrario, él había de proclamar la palabra que completara la revelación divina en lo tocante a Cristo y la iglesia. Una palabra sana como ésta es equivalente a la verdad, a la realidad del contenido de la economía neotestamentaria de Dios. A Timoteo se le encargó que estuviera preparado para proclamar esta palabra a tiempo y fuera de tiempo. Predicar a tiempo y fuera de tiempo significa predicar en cualquier situación, sea ésta oportuna o inoportuna, conveniente o inconveniente, ya sea que uno sea bien recibido o rechazado. Además de esto, Timoteo tenía que convencer, reprender y exhortar con toda longanimidad y enseñanza. La palabra “convencer” significa reargüir. El adjetivo “toda” modifica tanto a longanimidad como a enseñanza, y quiere decir “enseñar en muchos aspectos y desde diversas perspectivas”. Para enseñar de esta manera se requiere longanimidad.

II. EL TIEMPO DE LA APOSTASÍA

  Los versículos 3 y 4 declaran: “Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana enseñanza, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a los mitos”. El tiempo mencionado en el versículo 3 se refiere al tiempo en que habrá empeorado la decadencia de la iglesia. Para entonces, muchos no soportarán la sana enseñanza, es decir, la enseñanza que es saludable e imparte el suministro de vida. En vez de ello, ellos preferirán maestros que impartan enseñanzas agradables al oído. Esto nos muestra que los que no soportan la sana enseñanza, tienen comezón de oír, esto es, oídos que buscan escuchar palabras agradables conforme a sus deseos. Además, tales personas apartarán su oído de la verdad y se volverán a los mitos. Tener comezón de oír y apartar el oído de la verdad es el factor principal que hace que la decadencia de las iglesias empeore.

  En la actualidad muchos cristianos no soportan las sanas enseñanzas relacionadas con la economía de Dios. Cuando enseñamos que Cristo es el Dios-hombre, Aquel que es la corporificación de Dios y Su expresión, algunos nos han acusado de blasfemos o herejes. Otros, tergiversando lo que hemos dicho en cuanto a que Cristo es el Dios-hombre, nos han acusado falsamente y por escrito, de enseñar que Cristo no era completamente Dios ni completamente hombre. En el libro The Four Major Steps of Christ [Los cuatro pasos trascendentales que Cristo dio], digo: “Sabemos que Cristo es Dios mismo, quien se encarnó y llegó a ser un hombre. Cristo es el Dios-hombre. Él no solamente es un hombre de Dios, sino también un Dios-hombre. Por lo tanto, la encarnación de Cristo simplemente denota la mezcla de Dios con la humanidad” (pág. 6). Algunos opositores nuestros, torciendo y tergiversando vilmente nuestras palabras, han escrito lo siguiente: “Esta deidad encarnada en realidad no era ni Dios ni hombre, sino una tercera cosa, una mezcla de Dios y hombre”. Nosotros creemos que puesto que Cristo es verdaderamente Dios y hombre, Él es el Dios-hombre; Él es el Dios perfecto así como el hombre completo. Su naturaleza divina y Su naturaleza humana, siendo cada una completa, se unen en Su persona, sin que haya ninguna separación entre ellas, sin confundirse la una con la otra, y sin que se produzca una tercera naturaleza. Nuestro Señor Jesucristo, el Dios-hombre, una sola persona que posee dos naturalezas, es digno de recibir nuestra adoración y alabanza por siempre.

  Hoy en día muchos cristianos, debido a que no soportan la sana enseñanza, amontonan para sí maestros que satisfacen su comezón de oír. Las enseñanzas que tenemos en el recobro del Señor son completamente diferentes. Nuestras enseñanzas no producen comezón de oídos; antes bien, son capaces de operar en los oídos de los oyentes. Algunos, debido a que no soportan esta operación, apartan su oído de la verdad.

  Hemos señalado vez tras vez que en 1 y 2 Timoteo la verdad se refiere a la realidad del contenido de la economía neotestamentaria de Dios. Esta realidad consta principalmente de Cristo como corporificación de Dios y de la iglesia como Cuerpo de Cristo. En lugar de escuchar las enseñanzas correctas acerca de Cristo y la iglesia, muchos cristianos se han apartado para ir en pos de otras cosas.

III. TIMOTEO, EL VACUNADOR

  En el versículo 5 Pablo dice a Timoteo: “Pero tú sé sobrio en todo, sufre el mal, haz obra de evangelista, cumple con perfección tu ministerio”. Con respecto a Timoteo, cumplir con perfección su ministerio significaba que él debía ejercer su ministerio conforme a la medida plena de éste. El ministerio aquí denota el ministerio de la Palabra, el cual consiste en ministrar a Cristo en todas Sus riquezas (Ef. 3:8) a los pecadores y a los creyentes para la edificación del Cuerpo de Cristo (Ef. 4:11-12). Tal ministerio se necesita desesperadamente para contrarrestar la decadencia, que fue profetizada en los versículos 3 y 4.

IV. PABLO, EL MODELO

  En los versículos 6 y 7 Pablo testifica de sí mismo: “Porque yo ya estoy siendo derramado en libación, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”. En el versículo 6 Pablo indica que él ya estaba siendo derramado en libación. La libación acompañaba a las ofrendas básicas reveladas en los capítulos del uno al seis de Levítico (Nm. 15:1-10; 28:7-10), las cuales tipifican distintos aspectos de Cristo. La libación era un tipo del Cristo disfrutado por el oferente; Cristo, el vino celestial, lo llenó al grado de convertirlo en vino para Dios. El apóstol Pablo llegó a ser tal libación al disfrutar a Cristo al grado en que pudo derramarse en libación para Dios sobre la fe de los creyentes, mediante el derramamiento de su sangre. Ser derramado aquí significa verter la sangre de uno. La expresión “ya estoy siendo derramado” indica que el proceso de ser ofrecido en libación había empezado.

  Pablo dijo que el tiempo de su partida estaba cercano. Esto se refiere al hecho de partir del mundo para estar con el Señor (Fil. 1:23), por medio del martirio. Pablo fue encarcelado en Roma en dos ocasiones. El primer encarcelamiento tuvo lugar alrededor del año 62 o 64 d. de C., y se debió a la acusación de los judíos (Hch. 28:17-20). Durante aquel período Pablo escribió las epístolas a los colosenses, a los efesios, a los filipenses y la Epístola a Filemón. Después de ser liberado del primer encarcelamiento (una liberación que él esperaba según se menciona en Filipenses 1:25; 2:24; y Filemón 22), debe de haber ido a Éfeso y a Macedonia (1 Ti. 1:3), donde probablemente escribió la Primera Epístola a Timoteo. De allí fue a Creta (Tit. 1:5) y a Nicópolis (Tit. 3:12), donde escribió la Epístola a Tito; luego fue a Troas y a Mileto (2 Ti. 4:13, 20), donde probablemente escribió la Epístola a los Hebreos. Durante su segundo encarcelamiento, el cual ocurrió alrededor del año 67 d. de C. y se debió a la persecución repentina por parte de Cesar Nerón, escribió la Segunda Epístola a Timoteo mientras esperaba su inminente martirio por la causa de su Maestro.

  En el versículo 7 Pablo menciona tres cosas: pelear la buena batalla, acabar la carrera y guardar la fe. Una vida cristiana apropiada incluye estos tres aspectos: pelear la buena batalla contra Satanás y su reino de tinieblas por los intereses del reino de Dios (1 Ti. 6:12); correr la carrera para llevar a cabo la economía de Dios según Su propósito eterno (He. 12:1); y guardar la fe para participar de las riquezas divinas de la economía de Dios (1 Ti. 3:9). En cuanto a esto, Pablo estableció un modelo adecuado para nosotros.

  Pablo empezó a correr la carrera celestial después de que el Señor tomó posesión de él, y siguió corriendo continuamente (1 Co. 9:24-26; Fil. 3:12-14) para poder acabarla (Hch. 20:24). Ahora, al final,, triunfalmente proclama: “He acabado la carrera”. Por esto recibirá del Señor una recompensa: la corona de justicia (v. 8).

  Pablo al final testificó que había guardado la fe. Esto significaba que había guardado la economía neotestamentaria de Dios. Guardar la fe significa guardar la economía neotestamentaria de Dios en su integridad: la fe en cuanto a Cristo como la corporificación de Dios y el misterio de Dios, y también en cuanto a la iglesia como el Cuerpo de Cristo y el misterio de Cristo.

V. LA RECOMPENSA: EL INCENTIVO

  El versículo 8 dice: “Y desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman Su manifestación”. La corona, un símbolo de gloria, es dada como premio, además de la salvación del Señor, al corredor que triunfa en la carrera (1 Co. 9:25). En contraste con la salvación, la cual proviene de la gracia y se recibe por fe (Ef. 2:5, 8-9), este premio proviene de la justicia a través de las obras (Mt. 16:27; Ap. 22:12; 2 Co. 5:10). Los creyentes serán recompensados con dicho premio no según la gracia del Señor, sino según Su justicia. Por lo tanto, se le llama la corona de justicia. El que otorgará la recompensa será el Señor como Juez justo, y no como Dios misericordioso ni como Redentor bondadoso. Pablo estaba seguro de que tal premio estaba reservado, guardado, para él y de que lo recibiría por recompensa el día de la segunda manifestación del Señor.

  Pablo declara que esta recompensa será otorgada a todos los que aman la manifestación del Señor. La manifestación del Señor, Su regreso, es una advertencia, un estímulo y un incentivo para nosotros. Debemos amarla y aguardarla con anhelo y gozo. Fue por esta manifestación que el apóstol le encargó a Timoteo que cumpliera su ministerio (vs. 1-2, 5).

  La corona de justicia que Pablo estaba seguro que recibiría, es el incentivo de aquellos que administran la vacuna divina. Si permanecemos fieles a la sana palabra de la verdad y si administramos fielmente a los cristianos la vacuna divina que contiene todos los ricos ingredientes, a fin de que ellos se vuelvan al pleno conocimiento de la verdad, nos será dada esta recompensa el día de la manifestación del Señor. Dicho de otro modo, si somos fieles al ministerio del Señor, la corona de justicia será nuestra recompensa.

  Actualmente, entre los cristianos se habla mucho acerca de la segunda venida del Señor. Sin embargo, no muchos creyentes saben que cuando el Señor Jesús regrese, no vendrá como el Dios misericordioso ni como el Salvador lleno de gracia, sino como el Juez justo. Los cristianos deben ser advertidos y exhortados a que se preparen para comparecer ante este Juez. Espero que en esta era de tinieblas, muchos de entre nosotros asuman la responsabilidad de llevar este solemne encargo al pueblo del Señor. Todos debemos recibir este encargo delante de Dios y del Señor Jesús, quien juzgará a los vivos y a los muertos. Tenemos que declarar el hecho de que cuando venga el Señor Jesús, Él será el Juez de todos, tanto de los que son creyentes como de los que no lo son. Según Mateo 25, todos los siervos del Señor tendrán que rendirle cuentas. El Señor nos dirá: “Bien, esclavo bueno y fiel” (v. 21), o, “esclavo malo y perezoso” (v. 26). El Señor, basándose en Su justicia, determinará si hemos de recibir una recompensa o no.

  Puesto que la venida del Señor y Su reino son asuntos solemnes, Pablo le dio un solemne encargo a Timoteo en 4:1-8. No debemos pensar que la manifestación del Señor será simplemente un momento de suma alegría y emoción, ya que también será un momento muy solemne para todos los que han creído en Cristo. Ésta es la razón por la cual Pablo le dio este encargo a Timoteo por la manifestación del Señor y por Su reino. Espero que todos prestemos atención a esta solemne advertencia.

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