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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Timoteo»
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Mensaje 8

EL RESULTADO DE LA DECADENCIA

  Lectura bíblica: 2 Ti. 4:9-22

  En este mensaje examinaremos el resultado de la decadencia de la iglesia, basándonos en 4:9-22.

I. AMAR ESTE SIGLO

  En 2 Timoteo 4:9 Pablo le dice a Timoteo: “Procura con diligencia venir pronto a verme”. Estas palabras demuestran afecto e intimidad. Pablo sólo podría haber escrito tales palabras a alguien que fuera muy allegado a él. Timoteo era muy allegado a Pablo y tenía una relación muy íntima con él.

  En el versículo 10 encontramos la razón por la cual Pablo le encargó a Timoteo que viniera pronto a verle: “Porque Demas me ha abandonado, amando este siglo, y se ha ido a Tesalónica; Crescente a Galacia, y Tito a Dalmacia”. Amar este siglo, es decir, el mundo que vemos con nuestros ojos, está en contraste con amar la manifestación del Señor, lo cual se menciona en el versículo 8. El mundo, el cosmos, se compone de muchos siglos o eras. Pareciera que cada década es un siglo diferente. El siglo presente denota el mundo que nos rodea, nos atrae y nos seduce. Demas era uno que amaba este siglo.

  Algunos creen que Demas era oriundo de Tesalónica, y que ésta fue la razón por la que volvió allí después de haber abandonado a Pablo. Pero independientemente de si él provenía de esa ciudad o no, es un hecho que él se fue allí porque amaba el mundo y había abandonado al apóstol.

  El versículo 10 es difícil de entender, debido a que las palabras “se ha ido” no modifica únicamente a Demas, sino también a Crescente y a Tito. Esto significa que Demas se había ido a Tesalónica, Crescente se había ido a Galacia, y Tito se había ido a Dalmacia. ¿Indicaría esto que cuando Tito, igual que Demas, partió dejando a Pablo, lo hizo sin estar en buenos términos con él? Si no fuera por el hecho de que el Nuevo Testamento nos habla positivamente de Tito, yo podría pensar que este versículo está afirmando que Demas, Crescente y Tito partieron, dejando a Pablo sin estar en buenos términos con él. Al menos podría entender que Crescente y Tito siguieron su propio camino. No obstante, encuentro muy difícil creer que Tito hubiera abandonado a Pablo, sobre todo después de haber sido el destinatario de una de las epístolas de Pablo. Tito visitó a Pablo después de que éste fue arrestado y encarcelado por segunda vez. De todos modos, aunque encuentro difícil de creer que Tito hubiera abandonado a Pablo, el hecho es que a él se le menciona junto con Demas en el versículo 10. ¿Fue Pablo quien envió a Crescente a Galacia y a Tito a Dalmacia? No sabemos a ciencia cierta si ellos fueron enviados allí por Pablo o si se fueron por su propia cuenta.

  En el versículo 11 Pablo dice: “Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio”. El hecho de que Pablo hubiera declarado que sólo Lucas estaba con él podría indicar que Tito se había despedido de Pablo de manera negativa o que simplemente se había ido. Demas abandonó a Pablo porque amaba este siglo, y es probable que Tito se hubiera despedido de Pablo por otra razón. Ya que Pablo sufría encarcelamiento en Roma, ninguno de sus colaboradores debió haberlo dejado por ningún motivo, a menos que Pablo los hubiese enviado. Ellos debieron haber permanecido con Pablo para fortalecerlo. El hecho de que Pablo pidiera que le trajesen a Marcos indica que Pablo necesitaba algunos asistentes que lo fortalecieran. En última instancia, debemos dejar al Señor la cuestión de si Pablo envió a Tito a Dalmacia o si éste se fue allí por su propia cuenta.

  En el versículo 12 dice: “Pero [gr.] a Tíquico lo envié a Efeso”. La palabra que aparece al comienzo de este versículo es difícil de traducir; podría traducirse “ahora bien”, “pero”, “sin embargo” o “y”. En lo personal, me parece mejor usar la palabra “pero” o “sin embargo”. Era como si Pablo estuviese diciendo: “Es cierto que necesito algunos asistentes y que vengas pronto trayendo a Marcos contigo, sin embargo, envié a Tíquico a Éfeso”. Aunque resulte difícil saber cómo traducir la palabra griega al comienzo del versículo 12, podemos alabar al Señor porque había una iglesia en Éfeso, porque Pablo pudo enviar allí a un hermano y porque hubo un hermano que estaba dispuesto a ser enviado. ¡Alabado sea el Señor por este envío!

  Yo valoro mucho los versículos del 9 al 12 porque revelan que la relación entre Pablo y sus colaboradores estaba regida por Dios y no por las reglas de una organización humana; es decir, los colaboradores de Pablo tenían libertad de actuar por su propia cuenta. Pablo no dijo: “Tito, te prohíbo que te vayas a Dalmacia. Tienes que quedarte aquí conmigo. Si te vas, te despediré de la obra”. Sin embargo, aunque no estaban regidos por ninguna organización humana, fue por designación divina que el principal apóstol fuera la autoridad. Por consiguiente, Pablo pudo encargarle a Timoteo que fuera pronto a verle.

  Durante los años que pasé con el hermano Nee, muchos colaboradores vinieron a él para pedirle consejo, queriendo que él les dijera qué hacer con respecto a ciertos asuntos. En muy pocas ocasiones, si acaso hubo alguna, el hermano Nee les dio una respuesta. Sin embargo, puedo testificar —junto con otros que estuvimos con él—, que siempre que yo le preguntaba algo al hermano Nee, siempre me daba una respuesta directa. A veces, cuando me encontraba lejos en otra ciudad, él me enviaba un telegrama pidiéndome que fuera a verle o que fuera a cierto lugar.

  Si comparamos los libros de 2 Timoteo y Tito, veremos que hay un mayor grado de intimidad entre Pablo y Timoteo que entre Pablo y Tito. Si bien Pablo le escribió una epístola a Tito, no le logró expresar las mismas cosas que expresó a Timoteo. A un colaborador tan íntimo suyo como era Timoteo, Pablo pudo encargarle que llegara pronto.

  La relación entre Pablo y sus colaboradores no era regida por los términos de una organización; en otras palabras, Pablo no se consideraba un jefe que podía contratar o despedir a sus colaboradores según su criterio. Asimismo hoy en día, puesto que no nos regimos por las normas de una organización, en el recobro del Señor no se emplea ni se despide a nadie.

  Hemos visto que Demas, por haberse dejado atraer por este siglo, abandonó al apóstol. En los versículos 8 y 10, vemos un contraste entre amar la manifestación del Señor y amar este siglo. Si amamos la manifestación del Señor, nos pondremos de Su lado y combatiremos junto con Él por Sus intereses; pero si amamos este siglo, nos pondremos del lado del mundo. Aunque Demas amó este siglo y abandonó a Pablo, Pablo no dice que lo hubiera despedido de la obra. Además, es probable que Crescente y Tito se hubieran ido sin que Pablo los hubiera enviado. Quizás Pablo, en lo profundo de su ser, hubiera deseado que Tito se hubiera quedado con él para asistirlo y darle apoyo. En cualquier caso, estos versículos dejan claro que Pablo no usó su autoridad como se acostumbra hacer en las organizaciones humanas.

  Muchos de los que han sido colaboradores por más de treinta años pueden testificar que el recobro del Señor no es una organización humana en la que hay un jefe que usa su autoridad para contratar o despedir a sus colaboradores. En vez de ello, vemos cómo Dios coordina con Su autoridad delegada. Debido a que entre Pablo y sus colaboradores había tal coordinación y tal principio de autoridad, el apóstol pudo pedirle a Timoteo que viniera pronto a verle y también pudo enviar a Tíquico a Éfeso.

  Según Filipenses 2, Timoteo era absolutamente uno con Pablo. Él era del mismo ánimo que Pablo e incluso muchas veces estuvo dispuesto a arriesgar su propia alma por la obra de Cristo. Debido a esta unidad y al nivel de intimidad que había entre ellos, Pablo pudo pedirle a Timoteo que fuera pronto a verle. Fue también por ello que pudo enviar a Tíquico a Éfeso. No obstante, esto no era como las decisiones que se toman en una organización, sino que, más bien, eran las decisiones espirituales que tomaban aquellos que estaban en la coordinación de Dios. La libertad con la que puedan hablar con usted los que están en el liderazgo y coordinan con Dios, depende de la medida en la que usted sea uno con el ministerio. No depende en absoluto de políticas organizativas, sino del grado de unidad que se tenga.

  En el versículo 13 Pablo añade: “Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los rollos, mayormente los pergaminos”. Estas palabras también revelan el grado de intimidad que había entre Pablo y Timoteo. Troas era un puerto marítimo al noroeste de Asia Menor, donde Pablo recibió el llamado de Macedonia (Hch. 16:8-11). Los rollos y los pergaminos eran materiales que se usaban para escribir en la antigüedad. La palabra griega traducida “capote” era probablemente una capa o se refería a una funda en la que se podía guardar algo.

II. CAUSAR MUCHOS MALES

  El versículo 14 dice: “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pagará conforme a sus hechos”. Aunque Pablo no maldijo a Alejandro, sí expresó una palabra de justicia, diciendo que el Señor le pagaría conforme a sus hechos.

  En los versículos 10 y 14 vemos dos aspectos del resultado de la decadencia. Por una parte, vemos que algunos, afectados por la decadencia, amaban este siglo; por otra, vemos que otros le causaron muchos males al apóstol. En tiempos de degradación, estas cosas ocurren vez tras vez.

  En 1 Timoteo 1:20 Pablo habla de Himeneo y de Alejandro. En 2 Timoteo 2:17 él se refiere de nuevo a Himeneo, y en 4:14, a Alejandro. ¿Eran Himeneo y Alejandro creyentes verdaderos o impostores? Esto hace que nos preguntemos dónde se halla la línea divisora entre la casa grande (2 Ti. 2:20) y la casa de Dios (1 Ti. 3:15). Sólo el Señor puede trazar la línea de una manera definitiva. Sólo Él tiene el pleno conocimiento de quién es un creyente verdadero y quién es un creyente falso.

  Los que han conducido un estudio científico de la diferencia entre el trigo y la cizaña mencionados en Mateo 13, señalan que el trigo y la cizaña son iguales en apariencia, tamaño, color y forma, hasta que dan fruto. En esa etapa, el trigo produce espigas doradas y la cizaña produce espigas negras. Antes de ese momento, nadie es capaz de diferenciar el trigo de la cizaña. Sin embargo, eso no significa que no debamos hacer ninguna distinción entre los verdaderos creyentes y los falsos. Mientras que sepamos que cierta persona no es trigo, no debemos recibirla ni reconocerla como trigo. Pero si en determinado caso no estamos seguros, debemos recibir a esa persona. Hacer esto no va en contra de nuestra conciencia. Es posible que algunos de los que recibamos no sean creyentes genuinos. Es posible que Himeneo hubiera sido un verdadero creyente que naufragó en cuanto a la fe. Tal vez algunos piensen que Himeneo no era un verdadero creyente, y otros opinen que sí era un verdadero creyente, pero que después cayó en herejía. Puesto que el Señor es el único que sabe esto a ciencia cierta, no debemos dedicar demasiada atención al caso de Himeneo.

  En cuanto a nosotros los creyentes, no debe existir ninguna área gris. Esto significa que debe de resultarles fácil a los demás discernir si nuestro color es “negro” o “blanco”. Por ejemplo, nadie pone en duda que Timoteo era un creyente genuino. Timoteo no sólo era blanco; él era un blanco luminoso y resplandeciente. Asimismo debiera ser muy evidente para los demás que nosotros somos verdaderos creyentes del Señor.

  Hemos señalado que es difícil trazar la línea divisora entre la casa grande y la casa de Dios. (A los ojos del mundo, nosotros somos considerados parte del cristianismo institucional). En la casa grande puede haber ciertas cosas que sean usadas por Dios; sin embargo, nosotros no debiéramos ser usados por Dios de esa manera. En la casa grande no sólo hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro. ¿Le gustaría ser usado por Dios como un vaso de madera o de barro, o como un vaso de oro o de plata? Yo preferiría ser usado por Él como un vaso de oro y de plata en la casa de Dios.

  No dediquen demasiado tiempo tratando de discernir si Alejandro era o no un verdadero creyente. En vez de ello, concéntrense en asuntos que sean positivos, claros y nutritivos. Si Alejandro era un creyente verdadero o falso, si era trigo o cizaña, eso lo determinará el Señor. Sin embargo, debemos asegurarnos de una cosa: de no seguir su ejemplo. Debemos ser Timoteos, y no Alejandros.

  Con respecto a Alejandro el calderero, Pablo le aconsejó a Timoteo: “Guárdate tú también de él, pues en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras” (v. 15). Indudablemente, las palabras a las que se opuso Alejandro eran las sanas palabras de la economía de Dios. Hoy enfrentamos una oposición similar por parte de los que se oponen a las palabras de la economía de Dios.

  El versículo 16 continúa el tema: “En mi primera defensa ninguno se puso de mi parte, sino que todos me abandonaron; no les sea tomado en cuenta”. No sabemos si Demas abandonó a Pablo antes o después de su primera defensa; lo único que sabemos es que todos lo abandonaron y que nadie se puso de su lado.

  En el versículo 17 Pablo testifica: “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me revistió de poder, para que por mí fuese cumplida cabalmente la proclamación del evangelio, y que todos los gentiles oyesen. Y fui librado de la boca del león”. La expresión “la boca del león” es una figura retórica usada para referirse a algún asunto maligno (v. 18) o a una persona maligna (1 Co. 15:32). Quizás durante el juicio que pasó Pablo, alguien lo trató en algún momento de una manera extremadamente cruel. Es posible que Pablo, al usar la expresión “la boca del león”, hubiera tenido presente a esa persona.

  En el versículo 18 Pablo dice: “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me salvará para Su reino celestial. A El sea gloria por los siglos de los siglos. Amén”. El reino celestial es el reino de nuestro Padre (Mt. 13:43), el reino del Padre (Mt. 26:29), el reino de Cristo y de Dios (Ef. 5:5), y el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 P. 1:11), que será una recompensa para los santos vencedores. Esto equivale a la corona de justicia, mencionada en el versículo 8, y es un incentivo para que los creyentes corran la carrera celestial. Pablo tuvo la seguridad de declarar triunfalmente que habría de ser salvo para este reino celestial.

III. CONCLUSIÓN

  Después de saludar a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo (v. 19), Pablo declara: “Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo dejé en Mileto enfermo”. Mileto era una ciudad de Asia Menor que estaba cerca de Éfeso (Hch. 20:15, 17). ¿Por qué dejó enfermo el apóstol a uno que tenía una relación tan íntima con él, sin hacer una oración de sanidad por él? ¿Por qué no ejerció su don de sanidad (Hch. 19:11-12) para sanar a Timoteo de su enfermedad estomacal en vez de indicarle que usara métodos naturales para curarse (1 Ti. 5:23)? La respuesta a estas preguntas es que él y sus colaboradores estaban bajo la disciplina de la vida interior durante ese tiempo de sufrimiento, y no bajo el poder del don externo. Lo primero tiene que ver con la gracia en vida; y lo último, con el don en la esfera del poder, es decir, el poder milagroso. En la decadencia de la iglesia, y en el sufrimiento que uno padece por la iglesia, el don de poder no se necesita tanto como la gracia en vida.

  Según el Nuevo Testamento, los dones milagrosos pueden ser de alguna utilidad en el establecimiento de una iglesia, pero para que la iglesia resista la decadencia o la persecución, los dones o poderes milagrosos no son muy eficaces. Lo único que tiene gran eficacia es la vida eterna, de la cual debemos echar mano. Es por medio de esta vida que somos capaces de resistir la decadencia y la persecución.

  Algunos pensarán que Pablo, por haber atendido a las enfermedades de Timoteo y Trófimo de manera muy humana, actuó como si fuera un incrédulo. En ningún lugar leemos que él hubiera orado pidiendo sanidad, y nos queda muy claro que él no ejerció el don de sanidad. En lugar de ello, leemos que aconsejó a Timoteo tomar un poco de vino, y que dejó a Trófimo en Mileto enfermo. Pablo atendió a sus colaboradores de una manera muy humana. Él no actuó de forma espectacular buscando exhibirse. De la misma manera, en el recobro del Señor nadie debe procurar exhibirse. Sólo debemos hacer hincapié en la vida eterna, mediante la cual podemos resistir las pruebas, las tribulaciones, las persecuciones, los ataques y la oposición. El sólido fundamento permanece firme. Este fundamento no depende de los milagros, sino de la vida eterna, que no es otra cosa que la gracia que reside en nosotros.

  Después de encargarle a Timoteo que procurara con diligencia venir antes del invierno y de enviarle los saludos de todos los hermanos que estaban con él, Pablo concluye, diciendo: “El Señor esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros” (v. 22). Aquí vemos que Pablo concluye con dos de los principales elementos de la estructura de 2 Timoteo, los cuales son: un espíritu fortalecido y la gracia de Dios. El libro de 2 Timoteo, en el cual se dan instrucciones acerca de cómo hacer frente a la degradación de la iglesia, hace un marcado énfasis en nuestro espíritu. Al principio, se recalca que nos ha sido dado un espíritu de poder, de amor y de cordura, un espíritu con el cual podemos avivar el fuego del don de Dios y sufrir el mal junto con el evangelio según el poder de Dios y la gracia del Señor, la cual nos imparte vida (1:6-10). En la conclusión de este libro, se nos bendice recalcando que el Señor está con nuestro espíritu a fin de que le disfrutemos como gracia para estar firmes contra la corriente de degradación de la iglesia en decadencia y para llevar a cabo la economía de Dios en virtud de Su Espíritu que mora en nosotros (1:14) y de la palabra que nos equipa (3:16-17).

  En tiempos de pena, cuando la degradación de la iglesia empeora, lo que se necesita es la eterna gracia de Dios, la cual nos fue dada en la eternidad (1:9) y de la cual debemos apropiarnos en esta era. Esta gracia, la cual está en la vida indestructible, es nada menos que Cristo, el Hijo de Dios, la corporificación misma de la vida divina, quien mora y vive en nuestro espíritu. Necesitamos ejercitar nuestro espíritu para poder disfrutar de las riquezas de este Cristo (Ef. 3:8), la gracia suficiente (2 Co. 12:9). De esta manera, podemos vivirle a Él como nuestra piedad (1 Ti. 4:7-8) para la edificación de la iglesia como Su testimonio, teniendo todas las realidades divinas conforme a la economía de Dios.

  Como santos que están en el recobro del Señor, todos debemos aprender a tocar al Señor en nuestro espíritu, teniendo muy claro que la gracia que está con nosotros es nada menos que el Dios Triuno, quien pasó por un proceso para llegar a ser el Espíritu todo-inclusivo, vivificante y compuesto que mora en nosotros. Ahora nuestro espíritu humano es uno con el Espíritu, uno con la máxima consumación del Dios Triuno procesado. Día tras día podemos disfrutar a este Espíritu en nuestro espíritu. Mientras sepamos que el Señor está con nuestro espíritu y que el Dios Triuno procesado es nuestra gracia, y mientras ejercitemos nuestro espíritu para disfrutar de esta gracia, tendremos la realidad de la economía neotestamentaria de Dios. Así, en medio de la degradación del cristianismo actual, habrá un testimonio de la realidad de la economía de Dios.

  Según Juan 1:14, el Verbo, que es Dios mismo, se hizo carne, lleno de gracia y de realidad. Esto indica que mientras tengamos la gracia, tendremos también la realidad. Si ejercitamos nuestro espíritu y disfrutamos de esta gracia, tendremos la realidad. Entonces llevaremos a cabo la economía neotestamentaria de Dios.

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