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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 3 Juan»
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Mensaje 2

NO IMITAR LO MALO, SINO LO BUENO

  Lectura bíblica: 3 Jn. 1:9-14

  En el mensaje anterior mencionamos que el tema de esta epístola es: Aliento a los que son colaboradores en la verdad. Los versículos del 1 al 4 constituyen la introducción y hablan acerca de amar con veracidad (v. 1), de prosperar en todas las cosas y tener salud (v. 2), y de andar en la verdad (vs. 3-4). Luego, los versículos del 5 al 8 hablan de la hospitalidad brindada a los obreros que viajan. Ahora, en este mensaje examinaremos los versículos del 9 al 14.

DIÓTREFES, QUIEN SE EXALTABA A SÍ MISMO Y SE ENSEÑOREABA DE LOS CREYENTES, ERA UN EJEMPLO DE MALDAD

  En 3 Juan 9-12 Juan da dos ejemplos: el ejemplo negativo de Diótrefes (v. 9) y el ejemplo positivo de Demetrio (v. 12). En el versículo 9 Juan dice: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, el cual quiere ser el primero entre ellos, no nos recibe”. Aquí “la iglesia” era aquella de la cual Gayo era miembro.

  El nombre Diótrefes se componía del vocablo Dios (que proviene del nombre Zeus, el dios principal del panteón griego) y de tréfo, que significa nutrir; por consiguiente, significa “nutrido por Zeus”. Esto indica que Diótrefes, un cristiano profesante, nunca se quitó su nombre pagano, contrario a la práctica de los primeros creyentes, quienes adoptaban un nombre cristiano al ser bautizados. Según la historia, Diótrefes era partidario de la herejía gnóstica, la cual blasfemaba contra la persona de Cristo.

  Juan dice que a Diótrefes le gustaba ser el primero entre los creyentes de la iglesia y no recibía al apóstol. Esto significa que Diótrefes no lo recibía de manera hospitalaria.

  El hecho de que a Diótrefes le gustara ser el primero va en contra de lo que el Señor dijo en Mateo 20:25-27 y 23:8-11, lo cual sitúa a todos Sus creyentes en el mismo nivel, el de hermanos. En 2 Juan 9, los gnósticos cerintianos fueron los primeros en ir más allá de la enseñanza acerca de Cristo. En 3 Juan 9 vemos a alguien que estaba bajo la influencia de la doctrina herética del gnosticismo y que quería ser el primero en la iglesia. El problema relacionado con la doctrina gnóstica tenía que ver con la arrogancia intelectual; mientras que el problema de querer ser el primero tenía que ver con acciones con las que uno busca exaltarse a sí mismo. Estos dos males son armas agudas usadas por Satanás, el enemigo de Dios, para llevar a cabo su conspiración maligna contra la economía de Dios. Uno de estos males debilita la fe de los creyentes en la realidad divina; mientras que el otro, estorba la obra de los creyentes en el mover de Dios.

  El mismo principio se aplica tanto a los gnósticos cerintianos, quienes deseaban ser avanzados en la doctrina, como a Diótrefes, quien quería ser el primero; todos ellos querían estar por encima de los demás. Los cerintianos querían estar por encima de otros al tener una forma de pensar más avanzada, y Diótrefes quería ser primero. Los modernistas de hoy podrían ser comparados a los cerintianos en que desean tener una filosofía más elevada y más avanzada. Es posible que los modernistas piensen que las creencias que los creyentes sostienen en común son muy bajas. Por tanto, ellos desean estar por encima de los demás en cuestión de pensamiento o filosofía. El deseo de estar por encima de los demás y el deseo de ser el primero son casos en los que se pone de manifiesto el orgullo y la arrogancia, y ambos son productos de la herejía.

  Estos dos problemas persisten entre los cristianos hoy en día. El primer problema, el deseo de estar por encima de otros en pensamiento, tiene que ver con la doctrina; el segundo, querer ser el primero, está relacionado con la práctica. En cuanto a doctrina, muchos desean ser más avanzados, desean ir más lejos que los demás; y en cuanto a la práctica, muchos quieren ser los primeros. Este deseo hace que alguien incluso desee ser “papa”. A veces este maligno principio logra infiltrarse en la vida de iglesia. Por ejemplo, cuando nos ponemos en pie para dar un testimonio, es posible que queramos decir algo más avanzado, algo que supere a lo que otros puedan decir. Asimismo, es posible que en la vida de iglesia queramos ser los primeros. Incluso en un pequeño grupo de servicio, tal vez queramos ser los primeros, ser cabeza. En principio, en esto consiste la actitud maligna de Diótrefes.

  Puesto que Diótrefes había sido influenciado por los gnósticos, él defendía y fomentaba el gnosticismo. En esto vemos la sutileza del enemigo, quien intentaba anular el disfrute del Dios Triuno. Satanás en su sutileza trata de distraernos del disfrute del Dios Triuno, de alejarnos de este disfrute, o incluso anularlo por completo. Consideremos la condición entre los creyentes hoy en día en relación con el disfrute del Dios Triuno. Aun las enseñanzas de la Biblia son utilizadas por el enemigo para mantener alejados a los creyentes del disfrute del Dios Triuno. Al respecto, hoy se libra una intensa batalla, en la que nosotros peleamos por la verdad. No peleamos por doctrinas, sino por la realidad, la cual es el disfrute que hemos de tener del Dios Triuno.

  Al leer 3 Juan 10, vemos cuán dominante era el malvado Diótrefes: “Por esta causa, si yo voy, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se los prohíbe, y los expulsa de la iglesia”. La palabra griega traducida “parloteando”, fluaréo, viene de flúo, que significa “hervir”, “hacer burbujas”, “rebosar de palabras”, “hablar ociosamente”; por ende, significa “parlotear”, “hablar necedades o tonterías”.

  El parloteo de Diótrefes era con “palabras malignas”. La palabra griega traducida “malignas” aquí es ponerós, y denota algo que es pernicioso. Ponerós difiere de kakós, que significa “vil y maligno en carácter”; también difiere de saprós, que alude a algo que es inservible y se ha corrompido, algo que se ha degenerado y ha perdido su virtud original. La palabra ponerós denota a alguien que es maligno de manera perniciosa y dañina, a alguien que afecta a otros, influyendo en ellos para hacerlos malignos y viciosos.

  En el versículo 11 Juan dice además: “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios”. Aquí la palabra griega traducida “malo” es kakós, que significa “carente de valor”, “malvado”, “depravado”. La frase hace lo bueno proviene de la palabra griega agathopoiéo (de agathós, bueno), y significa ser alguien que hace el bien (como un favor o una obligación); por ende, se traduce, hace lo bueno.

  En este versículo Juan dice que el que hace lo bueno es “de Dios”. La palabra griega traducida “de” significa “proveniente de”. Por haber sido engendrados por Dios, procedemos de Él, poseemos Su vida y participamos de Su naturaleza. Dios es la fuente del bien. Por lo tanto, un bienhechor, una persona que hace lo bueno, es alguien cuyo fuente es Dios, es decir, alguien que procede de Dios.

  En el versículo 11 Juan nos dice que el que hace lo malo no ha visto a Dios. La palabra griega traducida “hace lo malo” es kakopoiéo (de kakós, despreciable), y se refiere a un malhechor, a uno que practica el mal; por consiguiente, se traduce, hace lo malo. Un malhechor, además de ser una persona que no proviene de Dios, tampoco ha visto a Dios. Esto significa que él no ha disfrutado ni experimentado a Dios.

  En el versículo 11, ver a Dios de hecho equivale a disfrutarle y experimentarle. No es posible ver a Dios sin que le disfrutemos, ni tampoco es posible conocer a Dios sin que le experimentemos. Para ver y conocer a Dios es preciso disfrutarle y experimentarle.

  Últimamente me he sentido muy animado con todos los testimonios que han dado los santos jóvenes en las reuniones. Estos testimonios indican que estos santos jóvenes están disfrutando y experimentando a Dios. También indican que ellos han visto a Dios y han tenido oportunidad de conocerle. Si no hubieran visto y conocido a Dios, si no le hubieran disfrutado y experimentado, no podrían haber dado tales testimonios. Nuestros testimonios indican si hemos disfrutado y experimentado a Dios o no. Como dijimos, disfrutar a Dios equivale a verle, y experimentarle equivale a conocerle.

EL ELOGIADO DEMETRIO ES UN BUEN EJEMPLO

  En el versículo 12 Juan dice: “Todos dan testimonio de Demetrio, y aun la verdad misma; y también nosotros damos testimonio, y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero”. Demetrio, quizá uno de los hermanos que viajaban laborando para el Señor (vs. 5-8), tal vez haya sido quien le llevó esta epístola a Gayo. Por lo tanto, era necesario que recibiera una recomendación muy favorable de parte del escritor.

  Juan dice en el versículo 12 que todos dan testimonio de Demetrio. La palabra todos alude a muchos santos de diferentes iglesias. Lo que dice Juan indica que Demetrio debe de haber sido un hermano que laboraba entre las iglesias, y que por ende era muy conocido.

  Juan también dice que “la verdad misma” da testimonio de Demetrio. Ésta es la verdad de Dios revelada, que es la realidad de la esencia de la fe cristiana. Esta verdad es la regla divina según la cual todos los creyentes deben andar, y la cual determina el andar de ellos. Por consiguiente, esta verdad da buen testimonio del que anda en ella, como lo hizo en el caso de Demetrio.

  Finalmente, en el versículo 12 Juan dice: “También nosotros damos testimonio, y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero”. La palabra nosotros aquí denota al apóstol Juan y a sus compañeros. La palabra griega traducida “verdadero” es alethés (un adjetivo similar a alétheia), que significa “genuino”, “real”; por ende, “verdadero”.

LA CONCLUSIÓN DE ESTA EPÍSTOLA

  En los versículos 13 y 14, a manera de conclusión, Juan expresa la esperanza de tener una comunión más íntima (vs. 13-14a) y extiende saludos recíprocos (v. 14b): “Yo tenía muchas cosas que escribirte, pero no quiero escribírtelas con tinta y pluma, más bien, espero verte en breve, y hablaremos cara a cara. La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno por nombre”. Aquí vemos que el apóstol expresa su deseo de tener una comunión más profunda y más rica con Gayo a fin de que el gozo en el disfrute de la vida divina sea cumplido (1 Jn. 1:2-4).

EL PENSAMIENTO SUBYACENTE A LAS EPÍSTOLAS DE JUAN

  Las Epístolas de Juan contienen un pensamiento subyacente. Este pensamiento está relacionado con el hecho de que cuando se escribieron estas epístolas, se habían infiltrado ciertas herejías tocante a la persona de Cristo. El efecto de tales enseñanzas heréticas fue que se perdiera el disfrute que los santos tenían del Dios Triuno. Este disfrute se centra en lo siguiente: Dios se hizo hombre, y este Dios-hombre efectuó la redención, y en la resurrección, se hizo el Espíritu vivificante.

  Para comprobar que este pensamiento subyacente de hecho se encuentra en las Epístolas de Juan, repasemos algunos asuntos. En la primera epístola, Juan dice que Dios envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados (4:10). Juan también dice que Dios envió a Su Hijo, el Unigénito, al mundo para que tuviéramos vida y viviéramos por Él, y también para que el Hijo fuera el Salvador del mundo (vs. 9, 14). En 3:8 Juan dice que el Hijo de Dios se manifestó “para destruir las obras del diablo”.

  El hecho de que Dios hubiera enviado al Hijo hace alusión a la encarnación. ¿De qué manera envió Dios a Su Hijo? Dios envió a Su Hijo por medio de la encarnación. Ahora debemos preguntarnos qué es la encarnación. La encarnación es el medio por el cual el Hijo viene con el Padre y por el Espíritu para ser un hombre. Según el Nuevo Testamento, el Señor Jesús fue concebido por el Espíritu y vino con el Padre. Así, pues, vemos que la Trinidad participó en la encarnación. La encarnación, en la cual participó la Trinidad, produjo a un Hombre maravilloso llamado Jesús. Por lo tanto, la encarnación no fue un acto meramente del Hijo, en el que no tuvieran parte el Padre o el Espíritu; todo lo contrario, cuando el Hijo se encarnó, Él vino con el Padre y por el Espíritu. Por lo tanto, los Tres de la Trinidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu— participaron en la encarnación.

  Como Dios encarnado, el Señor Jesús vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. Luego fue a la cruz y murió para efectuar nuestra redención, y finalmente en la resurrección, llegó a ser el Espíritu vivificante.

  En las Epístolas de Juan, la verdad incluye todos estos asuntos cruciales relacionados con la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección de Cristo. Esto significa que la verdad de la que se habla en estas epístolas incluye la divinidad, la humanidad, la encarnación, la crucifixión, la redención y la resurrección. Esta verdad incluye todo lo que el Dios Triuno es, todo lo que Él hizo y todo lo que Él obtuvo y alcanzó. Esta realidad todo-inclusiva es la verdad que constituye la estructura básica de las Epístolas de Juan.

  Hemos visto que el enemigo introdujo diferentes herejías acerca de la persona de Cristo. La intención del enemigo era distraer a las personas de la verdad, o confundirlas con respecto a la verdad, con el fin de anular por completo el disfrute que los santos tenían del Dios Triuno.

  Juan escribió sus tres epístolas a fin de combatir la obra del enemigo. Estas epístolas revelan un pensamiento principal, el cual consiste en que la verdad divina debe llegar a ser nuestra realidad, nuestra vida y nuestro vivir, que esta verdad debe estar presente en la comunión divina y que esta verdad debe ser aplicada a todo nuestro ser en todo y en cada forma posible. Éste es el cuadro que se presenta en estas epístolas.

  Es imprescindible que todos veamos el cuadro de la realidad divina que nos presenta Juan en sus Epístolas. Según este cuadro, el Dios Triuno llega a ser nuestro disfrute al pasar por el proceso de encarnación, vivir humano, crucifixión, resurrección y ascensión. Todo aquel que se oponga a este disfrute es un falso profeta, un engañador, un anticristo; pero, por otra parte, todo aquel que esté a favor de que se disfrute al Dios Triuno es un obrero honesto y fiel, alguien que labora en favor de la verdad, y debemos unirnos a tal persona y participar en su obra. Asimismo, todo aquello que reemplace a esta realidad divina, es un sustituto de ella y es un ídolo, y debemos guarnecernos en contra de ello. Debemos guardarnos, guarnecernos, de todos los ídolos, de todo lo que reemplaza la realidad divina. Si recibimos esta visión, tendremos claridad con respecto a la situación que predomina en la religión de hoy, y también con respecto a nuestra carga en el recobro del Señor.

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