Mensaje 22
Muchos cristianos comprenden que, según Ap. 5, Cristo, el Cordero inmolado, es digno, y algunos himnos cristianos alaban al Señor por Su dignidad. Sin embargo, la mayoría de los himnos que proclaman que Cristo es digno, lo alaban por ser digno debido a que efectuó la redención. Es difícil encontrar un himno que vaya más allá de la redención en su proclamación de que el Señor es digno. Es bíblico decir que el Cordero es digno de alabanza porque nos redimió y nos compró. No obstante, de acuerdo con Apocalipsis 5, el Cordero es digno no por Su redención primeramente, sino por revelar el secreto de la economía de Dios. Cristo es digno de abrir los sellos de la economía de Dios porque El derrotó al enemigo y nos redimió. Este Cristo, quien trajo la autoridad de Dios a la tierra, es el León vencedor y victorioso de la tribu de Judá y el Cordero que efectuó la redención completa para el pueblo escogido de Dios. Por lo tanto, El está plenamente calificado para abrir el misterio de la economía de Dios y tiene la posición para hacerlo. Este es uno de los puntos cruciales del capítulo cinco de Apocalipsis.
Otro punto principal en Apocalipsis 5 es que Cristo como León-Cordero tiene “siete ojos, los cuales son los siete Espíritus de Dios” (v. 6). Estos siete ojos también son las siete lámparas que arden delante del trono de Dios (Ap. 4:5). Así que en estos capítulos tenemos las siete lámparas, los siete ojos y los siete Espíritus. Apocalipsis es el único libro de la Biblia que menciona los siete Espíritus. Aquí vemos que estos siete Espíritus son los siete ojos de Cristo, y que los siete ojos de Cristo son las siete lámparas que están delante del trono de Dios.
Las siete lámparas se mencionan por primera vez en Exodo 25, donde vemos siete lámparas que conforman un candelero. Pero si sólo tuviéramos Exodo 25, no conoceríamos el significado del candelero y de las siete lámparas. En nuestro entendimiento humano, simplemente diríamos que las siete lámparas intensifican la luz. Aunque esto es correcto y tiene sentido, el significado es más profundo. ¿Por qué el candelero no tiene seis ni ocho lámparas? En Zacarías vemos algo más acerca de las siete lámparas, pues en los capítulo 3 y 4 vemos que las siete lámparas son los siete ojos (3:9; 4:2, 10). Aunque en Zacarías 4:10 se habla de los siete ojos del Señor, es difícil precisar la relación que hay entre los ojos, las lámparas y el Espíritu. Por consiguiente, tenemos que ir más allá, e ir al Apocalipsis, donde vemos las siete lámparas, los siete ojos y los siete Espíritus. Necesitamos ver la secuencia progresiva que parte de Exodo, pasa por Zacarías y llega a Apocalipsis. En Exodo tenemos las siete lámparas; en Zacarías, los siete ojos; y en Apocalipsis, los siete Espíritus. En Exodo se mencionan las siete lámparas, pero no se dice nada de los ojos ni de los Espíritus. En Zacarías tenemos las siete lámparas y los siete ojos, con una somera alusión al Espíritu. Pero en Apocalipsis tenemos las siete lámparas, los siete ojos y los siete Espíritus.
Como dijimos en el mensaje ocho, el candelero es el símbolo del Dios Triuno. El oro representa la sustancia divina del Padre; el pie del candelero, hecho de oro, simboliza a Cristo, el cual es la corporificación del Padre; y las siete lámparas simbolizan al Espíritu como la expresión de Cristo, quien, a su vez, es la corporificación del Padre. Por consiguiente, tenemos al Padre (el oro) como la substancia, al Hijo (el pie del candelero) como la corporificación, y al Espíritu (las lámparas) como la expresión. Tenemos la substancia, la corporificación y la expresión. En Exodo no vemos que las siete lámparas sean los siete Espíritus de Dios. Tenemos que ir a Zacarías y por último a Apocalipsis para poder ver esto. Esto es completamente nuevo, pues es una revelación recobrada.
Las lámparas de Exodo 25 son necesarias en la edificación del tabernáculo. Sin luz, es imposible moverse. La luz es necesaria para el mover, y el mover para la edificación de la morada de Dios. De modo que las siete lámparas son útiles en la edificación del tabernáculo, el lugar donde Dios mora en la tierra.
Las siete lámparas de Zacarías 3 y 4 se emplean para recobrar el edificio de Dios. En la reedificación del templo el principio es el mismo que en la edificación del tabernáculo, y vemos ese mismo principio en el libro de Apocalipsis. Si nos acercamos al libro del Apocalipsis con una visión corta, no podremos ver los siete Espíritus, que son los siete ojos del Cordero y las siete lámparas que arden delante del trono para que se edifique la morada de Dios. Pero si tenemos una visión amplia, veremos que los siete Espíritus son indispensables para la edificación de la morada de Dios. Apocalipsis comienza con las siete iglesias locales y termina con la Nueva Jerusalén. Aunque este libro contiene el juicio de Dios, dicho juicio no es la meta. El juicio no se ejecuta simplemente por juzgar, sino para edificar la morada de Dios. La Nueva Jerusalén, la eterna morada de Dios es el resultado de este juicio. Así que las siete lámparas, los siete ojos y los siete Espíritus producen la edificación de la morada de Dios. Nuestro único interés es alcanzar la eterna meta de Dios en Su edificio divino.
Zacarías 3:9 dice: “Porque he aquí ésta es la piedra que puse delante de Josué; sobre esta única piedra hay siete ojos; he aquí Yo grabaré su escultura, dice Jehová de los ejércitos, y quitaré el pecado de la tierra en un día”. Este versículo revela que los siete ojos no solamente son los siete ojos del Señor, sino también los siete ojos de la piedra. Esta piedra fue grabada en un día por la iniquidad del pueblo de Dios al ser juzgada por la justicia de Dios en la cruz para nuestra redención. Cristo, el Cordero redentor, también es la piedra en la cual están los siete ojos. Esos siete ojos son las siete lámparas del edificio de Dios. Cuando llegamos al libro de Apocalipsis, vemos claramente que las siete lámparas son los siete ojos del Redentor, y los siete ojos del Redentor son los siete Espíritus de Dios que edifican Su morada.
De acuerdo con el libro de Apocalipsis, el Señor Jesús tiene siete ojos que despiden fuego. Aunque estos ojos nos escudriñan, nos juzgan, nos refinan y nos traen luz, realmente nos infunden la esencia de Dios, Su elemento divino. ¿Cómo puede ser forjada en nuestro ser la esencia divina del Señor? Por lo que nos infunden Sus siete ojos. Cuando somos escudriñados, purgados, purificados, refinados y juzgados por los ojos consumidores de Cristo, ganamos algo de El. No solamente cierto elemento nuestro es purificado, sino que cierto elemento Suyo es infundido en nosotros. Las cosas naturales son purgadas, y las cosas divinas son infundidas en nosotros. Mediante este proceso, el Señor nos edifica y edifica la morada de Dios. El libro de Apocalipsis no tiene la sola función de escudriñar y juzgar; nos muestra cómo se produce y se edifica la Nueva Jerusalén, que es la máxima consumación de este libro. Cuando los siete ojos de Cristo nos infunden Su elemento, es edificada la Nueva Jerusalén. Los siete ojos de Cristo miran al pueblo escogido, alumbrándolo, escudriñándolo, juzgándolo, purificándolo, refinándolo y, por último, infundiéndole lo que El es. Al infundirnos Su esencia, nos hace iguales a El y, haciendo esto, nos transforma en lo que El es. Entonces nos convertimos en el material transformado con el que se edifica la Nueva Jerusalén. Debemos de ver que los siete ojos, los cuales son los siete Espíritus de Dios y del Cordero, tienen la función primordial de edificar la morada de Dios.
Los siete Espíritus son el Espíritu Santo. Es por esto que no están separados de Cristo. Desde el punto de vista doctrinal, el Espíritu y Cristo son dos entidades separadas, pero en la experiencia, son una sola. Del mismo modo que una persona y sus ojos son uno, así Cristo y el Espíritu son uno solo. Cuando alguien lo mira a usted, lo mira con los ojos, y cuando los ojos de él lo miran, es él quien lo hace. Es absurdo decir que los ojos estén separados de la persona misma. En nuestra experiencia, el Espíritu es los ojos de Cristo. Los que discuten sobre esto tal vez tengan doctrinas en su mente, pero carecen de la experiencia. Si ellos ponen todas sus doctrinas en la experiencia, descubrirán que no es correcto separar a Cristo del Espíritu. Uno no puede experimentar al Dios Triuno de una manera doctrinal. Algunos tratan de definir o explicar al Dios Triuno, pero cuando lo experimentamos, podemos entender que el Hijo es la corporificación del Padre, y que el Espíritu es la expresión del Hijo. Ellos son uno. El Padre está corporificado en el Hijo, y el Hijo es hecho real, expresado y experimentable como el Espíritu.
El Dios Triuno produce la morada de Dios. El Dios Triuno tiene que ser impartido en nosotros a fin de que Dios obtenga Su edificio. Esto es revelado claramente en el libro de Apocalipsis. El ángulo que debemos asumir al ir a la Biblia es la construcción del edificio de Dios. Si usted no ha visto el edificio de Dios, le será difícil entender correctamente la Biblia, puesto que ella está relacionada con la edificación de la morada de Dios, y el edificio se obtiene cuando el Dios Triuno es impartido en nosotros. Debemos tener esta perspectiva cuando leemos el Apocalipsis; si la tenemos, entenderemos que no se trata de un libro sobre el juicio, sino sobre la edificación de la morada de Dios.
La construcción del edificio de Dios requiere juicio. El juicio de Dios es llevado a efecto por Cristo, quien tiene los siete ojos de fuego que nos queman, nos iluminan, nos escudriñan, nos purifican y nos refinan. Al final estos ojos nos infunden todo lo que El es y nos transforman metabólicamente hasta hacernos como El. Toda la ciudad, la Nueva Jerusalén, tendrá la misma esencia y la misma apariencia que Dios. Como hemos dicho, la apariencia de Dios, quien está sentado en el trono, es jaspe (4:3), y la apariencia de la Nueva Jerusalén, especialmente sus paredes, también son jaspe (21:11, 18, 19). Por consiguiente, la esencia y la apariencia de Dios y las de la ciudad son iguales. ¿Cómo puede ser esto? Solamente teniendo a Dios mismo forjado en nosotros. La esencia de Dios es forjada en nosotros cuando El es infundido en nosotros.
No pase por alto los siete ojos, los siete Espíritus. El Apocalipsis no es un libro que contiene un solo Espíritu; contiene siete Espíritus, los siete ojos de Cristo, con los cuales el Cristo que redime, vence y edifica se infunde en todos Sus miembros. Mientras El se infunde en nosotros, nos escudriña, nos ilumina, nos juzga, nos purifica y nos refina. Es así como nos transforma. ¡Cuánto necesitamos recibir esta visión! En esto consiste el recobro del Señor.
Aunque es imposible mejorar la Biblia, la verdad que ella contiene es progresiva, y el recobro de la verdad divina que hay en la Biblia también es progresiva. Hace cuatrocientos años, muy pocas de las verdades en la Palabra de Dios habían sido recobradas, pero ése no es el caso en la actualidad. Las verdades que se han recobrado son más ricas ahora que hace veinte años. Esto no significa que la Biblia cambie ni que nosotros cambiemos la Biblia, pues nadie tiene derecho a hacer tal cosa, más bien, significa que el Señor continúa avanzando en lo que concierne a recobrar Sus verdades.
El único fin del recobro de las verdades bíblicas es el edificio de Dios. En 1958, el año en que comenzó la oposición en mi contra, fue precisamente el año en que recibí la carga de ministrar sobre el edificio de Dios. Esta fue la causa de toda la oposición y las críticas. Pero de todos modos, lo único que me interesa es la edificación de la morada de Dios. Agradecemos al Señor por haber vindicado el recobro. La palabra del hombre no tiene ningún valor; lo único que cuenta es lo que dice Dios. El ha dicho que Su único interés es obtener Su edificio. Toda la Biblia tiene este solo fin. Al principio, en el libro de Génesis, tenemos el árbol de la vida y un río que riega la tierra, en el que hay oro, bedelio (perla) y piedras preciosas (Gn. 2:9-12). Al final de la Biblia, en Apocalipsis, tenemos una ciudad construida con estos materiales preciosos, con oro, perlas y piedras preciosas (Ap. 21). Vemos, pues, que toda la Biblia gira en torno al propósito eterno de Dios, que consiste en la obtención de la morada eterna de Dios, lo cual se consigue al impartirse El mismo como vida en Sus escogidos. Esta es la visión que se extiende por toda la Biblia.
Si tenemos una visión diferente, significa esto que estamos cortos de vista. Dios no busca santidad ni espiritualidad. El busca la edificación de Su morada. En 1958 dije que nuestra espiritualidad tiene que ser probada por la edificación, es decir, por la vida de la iglesia. Cuando dije que a Dios no le interesa nuestra espiritualidad, los opositores tomaron mis palabras fuera de contexto y me censuraron, diciendo: “Oigan, el hermano Lee dice que a Dios no le interesa nuestra espiritualidad. ¿No es esto herético?” Si usted deja estas palabras dentro del contexto en que fueron dichas, no tienen nada de herético. A Dios no le interesa nuestra espiritualidad; lo que a El le interesa es cuánto hemos sido edificados en Su iglesia. La espiritualidad centrada en el individuo es un cáncer. Cualquier miembro individualista de la iglesia es un cáncer en el Cuerpo de Cristo. Usted puede decir que es espiritual o santo, pero su espiritualidad y su santidad tienen que ser probadas por la vida de la iglesia. Tal vez su santidad sea individualista. Si es así, esto quizá no sea saludable, ya que la verdadera santidad edifica la morada de Dios.
Dios no quiere un grupo de personas espirituales individualistas; El desea obtener Su morada. El no quiere un montón de piedras preciosas que sólo sirvan de exhibición. Dios obviamente necesita individuos, pero necesita individuos que sean material para la edificación. Todas las piedras individuales deben ser puestas en el edificio. Esto no es una simple doctrina sino un hecho importantísimo. ¿Ha sido puesto usted en el edificio de Dios? ¿O es usted una persona salva, temerosa de Dios, que ama al Señor y ora pero que dice: “No me interesa la iglesia”? ¿Es usted uno de los que dice que no es bueno hablar mucho sobre la iglesia, y que es mejor estar solo con el Señor y leer la Biblia? Es posible que usted se complazca en ello, pero Dios no estará tan contento como usted. El quiere que usted pierda su misma persona. Debe ser iluminado, escudriñado, purificado, refinado, y luego recibir todo lo que El es, a fin de ser transformado en una piedra preciosa útil para el edificio de Dios. Esto es lo que Dios desea hoy.
¿Por qué llamó Dios a los israelitas a salir de Egipto? Para edificar Su morada en la tierra. Más tarde, el tabernáculo, la morada de Dios en la tierra, vino a ser el centro del pueblo de Israel. Siempre que su relación con el tabernáculo estaba incorrecta, perdían todas sus guerras. Pero cuando estaban bien con el tabernáculo, tenían victoria. Después de que los israelitas entraron en la buena tierra, construyeron el templo como el centro de su vida como pueblo de Dios. Cuando su relación con el templo estaba bien, su relación con Dios estaba bien, y cuando estaba mal con el templo, estaba mal con Dios. Este es un breve resumen del Antiguo Testamento. ¿Qué tenemos en el Nuevo Testamento? Tenemos la iglesia en esta era y la Nueva Jerusalén en el futuro. Por lo tanto, el edificio de Dios es una breve síntesis de la Biblia.
Dios se ha visto obligado a obrar como el Espíritu siete veces intensificado a fin de iluminarnos, por causa de las tinieblas y la degradación de esta era. Necesitamos el escrutinio y la iluminación de los siete Espíritus. Tal vez usted haya estado aferrado a doctrinas durante años. ¿De qué le ha servido? La iglesia recobrada que cayó en degradación tiene muchas doctrinas, ¿pero qué dijo el Señor de ella? Dijo que ellos no eran fríos ni calientes, sino tibios; por consiguiente, estaban a punto de ser vomitados de la boca del Señor (3:16). Esta es la condición de la iglesia en Laodicea.
Damos gracias al Señor porque hoy la luz relacionada con Su edificio es más clara que nunca. La luz brilla sobre nosotros. No es asunto de ser un vencedor individualista en cosas pequeñas, sino de ser un vencedor en las cosas importantes relacionadas con la edificación de la morada de Dios. Muchos cristianos no entienden qué significa ser vencedor en el libro Apocalipsis. Vencer en este libro significa vencer el cristianismo degradado. Tenemos que vencer la situación degradada de la autodenomidada iglesia, para poder edificar el edificio de Dios. Lea el libro de Apocalipsis varias veces, y descubrirá que la visión en torno a la cual gira el libro es la edificación de la morada de Dios. Debemos recordar esto. Todo debe redundar en la edificación de la morada de Dios. Cristo es revelado en el capítulo uno para que el edificio sea construido; las siete epístolas dirigidas a las siete iglesias de los capítulos dos y tres tienen como objetivo edificar la morada de Dios; y la escena que se produce en el cielo después de la ascensión de Cristo y la visión de Cristo como el León-Cordero en el capítulo cinco también está relacionada con la edificación de la morada de Dios. Los siete ojos de Cristo, que son las siete lámparas y los siete Espíritus de Dios, no tienen como fin que nosotros seamos santos individualistas, sino que se obtenga el edificio de Dios. Tenga el Señor misericordia de nosotros. En esta era estamos en una noche oscura y necesitamos que el Espíritu siete veces intensificado como las siete lámparas resplandecientes nos ilumine, nos escudriñe, nos purgue y nos refine. Finalmente, lo que necesitamos es que el Señor sea infundido en nosotros de una manera intensificada. Necesitamos que El se infunda en nuestro ser a fin de que seamos transformados en piedras útiles para la edificación de la morada de Dios.