Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Estudio-Vida de Apocalipsis»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas


Mensaje 34

LA MUJER UNIVERSAL RESPLANDECIENTE

  La primera sección del libro de Apocalipsis, que consta de los primeros once capítulos, abarca todas las cosas del presente y de la eternidad. La segunda sección, que comprende los últimos siete capítulos, presenta los detalles de las cosas importantes y los eventos cruciales que suceden en los últimos tres años y medio de esta era, los cuales constituyen la gran tribulación, y la era del cielo nuevo y la tierra nueva. La primera de las cosas importantes y de los eventos cruciales que aparecen en esta sección es la mujer que da a luz al hijo varón (Ap. 12:1-18).

  Los primeros once capítulos de este libro incluyen los siete sellos y las siete trompetas. Los siete sellos y las siete trompetas nos dan un bosquejo de este libro, que es breve pero incluye muchas cosas. Los primeros cuatro sellos (Ap. 6:1-8) abarcan casi dos mil años de historia, desde la ascensión de Cristo hasta el fin de esta era. Ahora vivimos en los últimos días de esta era, muy cerca del tiempo en que se abrirá el quinto sello. Este contiene las oraciones de los santos que murieron como mártires (6:9-11). Cuando se abra este sello, los millares de mártires que fueron inmolados por causa del testimonio del Señor clamarán a Dios pidiendo venganza, y le rogarán que intervenga y castigue a la humanidad rebelde. El sexto sello (Ap. 6:12-17) será la respuesta de Dios al clamor de los mártires. Las calamidades sobrenaturales de este sello serán una advertencia para los que moren en la tierra. Estos seis sellos nos conducen al final de esta era.

  El séptimo sello, que incluye las siete trompetas, incluye muchísimas cosas. El séptimo sello equivale a las siete trompetas, puesto que éstas son el contenido de aquél. Las primeras cuatro trompetas (8:7-12) son las calamidades sobrenaturales, o sea los juicios que Dios trae sobre la tierra, el mar, los ríos, el sol, la luna y las estrellas. Estas cuatro trompetas destruirán los cielos y la tierra y harán que la tierra deje de ser habitable. Los cielos fueron creados para la tierra, y la tierra para que la humanidad morara en ella. Sin embargo, como la humanidad fracasó y se rebeló contra Dios, El declarará al final que Su tolerancia ha llegado al límite. El gran terremoto y la conmoción del cielo que sucederá cuando se abra el sexto sello será una advertencia para los moradores de la tierra. Esta advertencia será una introducción a las calamidades sobrenaturales que vendrán. Cuando suenen las primeras cuatro trompetas, estará cerca la gran tribulación. El sexto sello y las primeras cuatro trompetas del séptimo sello serán el preámbulo de la gran tribulación. La quinta trompeta (9:1-11), que infligirá daño directamente al hombre, marcará el comienzo de la gran tribulación. La quinta trompeta consta de los primeros tres ayes que se mencionan en 8:13. La sexta trompeta (9:12-21), que traerá más juicio sobre los hombres, será el segundo ay. El tercer ay (11:14), que es parte del contenido negativo de la séptima trompeta, lo formarán las siete copas de la ira de Dios, derramadas sobre el anticristo, su pueblo y su reino (16:1-12, 17-21). Cuando se hayan vertido las siete copas, que forman parte de las séptima trompeta, concluirá la gran tribulación. Después de esto, el Señor Jesús descenderá a la tierra para pelear contra el anticristo en la batalla de Armagedón. El anticristo será derrotado y, junto con el falso profeta, será arrojado al lago de fuego (19:19-21). Después de esto, comenzará el reino milenario, es decir, que durará mil años. Entonces habrá un cielo nuevo y una tierra nueva con la Nueva Jerusalén, y éstos permanecerán por la eternidad. La séptima trompeta perdurará por la eternidad. Ese es un breve esquema del libro de Apocalipsis.

  El libro de la economía de Dios que Cristo abrió, requiere la eternidad para ser abierto plenamente. Hoy sólo podemos ver parte. Cuando lleguemos al cielo nuevo y la tierra nueva y vivamos en la Nueva Jerusalén, tendremos una visión mucho más amplia. El libro que veremos por la eternidad será infinitamente largo. La séptima trompeta, que perdura por la eternidad, incluye muchas cosas importantes: la última parte de la gran tribulación; la resurrección y el arrebatamiento de la mayoría de los creyentes; el galardón dado a los santos; la caída de la gran Babilonia; las bodas del Cordero; las siete copas; el descenso de Cristo a la tierra en compañía de los vencedores, que son Su ejército, para pelear contra el anticristo en Armagedón; el encarcelamiento de Satanás; el reino milenario; la última rebelión de la humanidad; el lanzamiento de Satanás al lago de fuego; el juicio ante el gran trono blanco; el cielo nuevo, la tierra nueva y la Nueva Jerusalén.

  Cuando el hermano Nee era joven, presentó un estudio acerca del Apocalipsis. Después de aquel estudio, él vio más luz acerca de dicho libro. En 1933 le pedimos que nos diera un estudio exhaustivo del Apocalipsis. Nos respondió que sólo haría tal cosa si nosotros leíamos ese libro tantas veces que conociéramos todos los capítulos y pudiéramos casi repetir de memoria todo el libro. En ese entonces, yo consideré esta condición exagerada. Pero con los años he aprendido que si deseamos entender el libro de Apocalipsis, tenemos que estar familiarizados con todos los detalles que contiene. Tenemos que conocer al dedillo cada capítulo.

  Vimos que los primeros once capítulos de Apocalipsis son un esbozo general y que los últimos once nos dan los detalles de ciertas cosas importantes y de algunos eventos cruciales. No piensen que los últimos once capítulos son la continuación de los primeros once. No, en cierto sentido, los últimos once capítulos son un recorrido o una ampliación de los primeros once. Leer el libro de Apocalipsis es como leer el mapa de una ciudad. Primero buscamos las calles principales y observamos el esquema general de toda la ciudad. Luego nos fijamos en la calles pequeñas, las callejuelas y los demás detalles. Después de tener una idea general del mapa, vamos a las diferentes secciones.

  El primer detalle importante de la segunda mitad de Apocalipsis es la mujer mencionada en 12:1. Este versículo dice: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”. Esta mujer es revelada en los cielos y se le llama “una gran señal”. Esta gran señal no es un hombre fuerte, sino una mujer. La mujer de esta asombrosa visión no está en la tierra sino en los cielos. Está vestida del sol, y tiene la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Ella está bajo el resplandor de doce estrellas, y por encima del brillo de la luna, y está envuelta en el resplandor del sol. Por eso vemos que ella es plenamente libre. Todo lo que está en las tinieblas ha de ser encarcelado, pero todo lo que está en luz es libre.

  ¿Quisieran ustedes ser parte de la mujer? Permítanme hacerles esta pregunta: ¿Son ustedes masculinos o femeninos? Obviamente, todas las hermanas responderán fácilmente a esta pregunta. Pero ¿qué dirían los hermanos? Si ellos dicen que son varones, entonces no tienen parte en la mujer de esta visión. ¿Está usted incluido en esta mujer? Si este es el caso, entonces a los ojos de Dios usted es una mujer.

  Desde el principio de la Biblia hasta el final, a los ojos de Dios, el pueblo de Dios se considera una mujer. Isaías 54:5 dice: “Tu marido es tu Hacedor”. En Jeremías 3:14 el Señor les dice a Sus hijos que El está casado con ellos, y en Jeremías 31:32 dice que El es su marido. Más aún, en Oseas 2:19-20 el Señor dice que El nos desposará consigo para siempre. Aunque bien sabemos que el Señor Jesús vino como Salvador y como Cordero, en cierta ocasión dio a entender que El vino como Esposo (Mt. 9:15; Jn. 3:29). Además, en 2 Corintios 11:2 Pablo dice: “Os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. Hermanos, ¿tienen ustedes un esposo? Gloria al Señor que nuestro esposo es Cristo. Naturalmente, nosotros los hermanos somos varones, pero espiritualmente, en cierto sentido, somos mujeres a los ojos de Dios. En al economía eterna de Dios, hay un solo hombre: Cristo. Adán fue un símbolo, un tipo, de Cristo como Esposo, y Eva, la esposa de Adán, fue un símbolo, un tipo, del pueblo de Dios como complemento, como esposa, de Cristo. Por lo tanto Dios, en Su economía, siempre ha considerado a Su pueblo redimido como Su esposa, y se considera a Sí mismo como esposo. En Apocalipsis 12 vemos a la mujer y su hijo, aunque allí no se nos dice quién es el esposo. Pero este capítulo revela que ella está encinta y a punto de dar a luz. Pero ¿quién la dejó encinta, y quién es el padre del hijo que va a tener? Al leer la Biblia, vemos que el esposo es Dios en Cristo.

I. UN SIMBOLO DEL PUEBLO DE DIOS EN SU TOTALIDAD

  Es difícil entender el libro de Apocalipsis. Si deseamos interpretar correctamente dicho libro, necesitamos los otros sesenta y cinco libros de la Biblia. Así que necesitamos toda la Biblia para comprender quién es esta mujer. Algunos maestros cristianos tienen la idea de que esta mujer es María, la madre de Jesús, y que el hijo varón es Jesús. Esta interpretación no concuerda con el contexto del capítulo, puesto que Jesús ascendió a los cielos hace casi dos mil años. Pero en 12:5-6 se nos dice que el hijo varón será arrebatado al trono de Dios y que, después, la mujer será sustentada por “mil doscientos sesenta días” (v. 6). Estos días equivalen a tres años y medio o cuarenta y dos meses (12:14; 11:2-3; 13:5), que son lo que dura la gran tribulación. Esto demuestra que el hijo varón no es el Señor Jesús y que la mujer no es María. María fue simplemente una mujer que vivió en la tierra, pero la mujer de la cual estamos hablando es una mujer universal y colectiva, y en la revelación aparece en los cielos.

  Otros afirman que esta mujer es Israel, el pueblo judío. Algunos de los que sostienen este punto de vista se basan en Génesis 37:9. Según este versículo, José tuvo un sueño en el cual “el sol y la luna y once estrellas se inclinaban” ante él. Dado que la mujer está vestida del sol, tiene doce estrellas y está de pie sobre la luna, lo cual parece concordar con el sueño de José en cuanto a su familia, dicen ellos que la mujer de Apocalipsis 12 debe representar a Israel, el pueblo judío. Pero 12:17 demuestra que esta mujer no sólo incluye a “los que guardan los mandamientos de Dios”, sino también a los que “tienen el testimonio de Jesús”. Los primeros son los judíos; pero los últimos deben de ser los creyentes neotestamentarios, no los judíos. Eso es una prueba contundente de que la mujer no sólo está compuesta de los judíos sino de dos grupos: los judíos que guardan el testimonio de Dios y los creyentes que tienen el testimonio de Jesús. Por consiguiente, decir que esta mujer sólo incluye a Israel no cabe dentro del contexto.

  La mujer de este capítulo es la totalidad del pueblo de Dios. Según la visión, todo este pueblo está agrupado en tres secciones: la cabeza con las doce estrellas, el cuerpo vestido del sol, y los pies apoyados sobre la luna. Así, esta mujer es universal y está compuesta de las doce estrellas, la luna y el sol. En el sueño de José, la luna y las once estrellas junto con el mismo José, representaban la totalidad del pueblo de Dios sobre la tierra. Según el principio de ese sueño, el sol, la luna y las estrellas deben de representar la totalidad del pueblo de Dios sobre la tierra, el cual es representado en este capítulo por una mujer.

  La mayor parte de su ser está cubierta del sol. El sol representa el pueblo de Dios en la era neotestamentaria. Antes de que Cristo viniera al mundo, existió la noche oscura del Antiguo Testamento. Cuando vino Cristo, nos visitó desde lo alto el sol naciente (Lc. 1:78). Antes de eso, estábamos en la era de la luna, que representa al pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. La luna está debajo de los pies de la mujer debido a que la era de la luna fue la era de la ley, la cual no debe ser tenida tan en alto como las estrellas. Las estrellas, que representan a los patriarcas, el pueblo de Dios que existió antes de que se diera la ley, están en la cabeza de ella como corona. Todo el pueblo de Dios de estas tres edades, quienes constituyen a la mujer, son portadores de luz. Por lo tanto, ella es una mujer resplandeciente, que ha irradiado luz a lo largo de las generaciones.

A. Los patriarcas están simbolizados por las doce estrellas

  Si leemos la Biblia con detenimiento, veremos que el pueblo de Dios se agrupa en tres secciones. En primer lugar tenemos los patriarcas, quienes vivieron desde el tiempo de Adán hasta los días de Moisés; en segundo lugar, a los que han estado bajo la ley desde los días de Moisés hasta la primera venida de Cristo; en tercer lugar, vemos a los que viven desde la primera venida de Cristo hasta Su segunda venida, o sea los creyentes, quienes constituyen la iglesia. Estos son la mayoría del pueblo de Dios en el universo. Los patriarcas están representados por doce estrellas (Dn. 12:3) que resplandecen individualmente con luz celestial en la noche. Todos los patriarcas fueron estrellas individuales. Ellos moraban en la noche porque en su tiempo Cristo todavía no había venido, y el día no había empezado. Como estrellas individuales, ellos son una corona para esta mujer universal y representan la gloria de la gracia de Dios y Su economía elevada. El número doce denota culminación en la economía eterna de Dios. Los patriarcas, quienes estaban bajo el principio de la gracia de Dios, no estaban bajo la ley; en consecuencia, eran una corona de exaltación puesta sobre la cabeza de la mujer. Todos los patriarcas, tales como Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac y Jacob, se consideran la corona.

B. Los hijos de Israel están representados por la luna

  Después de los patriarcas, tenemos a los hijos de Israel, representados por la luna, reflejan la luz del sol (Cristo) y resplandecen colectivamente a Su luz. Los hijos de Israel estaban en la noche bajo la ley. Aunque la ley era buena, no debía tenérsele muy en alto. Por el contrario, en este capítulo es presentada como la luna debajo de los pies de la mujer. Según esta visión, la luna no está sobre la cabeza de la mujer sino bajo sus pies. La luna es brillante y resplandece, pero está por debajo de la mujer. Esto significa que el principio de la ley no es tenido muy en alto a los ojos de Dios.

C. La iglesia se compone de todos los creyentes y es representada por el sol

  Esta mujer está vestida del sol, de Cristo. De acuerdo con lo dicho en Lucas 1:78-79, cuando Cristo vino, ésa fue la aurora. En Mateo 4:13-16 dice que Cristo vino como una gran luz para alumbrar a los que estaban en tinieblas. Esto significa que antes de la venida de Cristo todo era noche. La iglesia, compuesta de todos los creyentes y representada por el sol, ilumina colectivamente en el día irradiando la gloria de Dios (Fil. 2:15; 2 Co. 3:18). Es evidente que la iglesia es la mayor parte del pueblo de Dios por el hecho de que corresponde a todo el cuerpo de la mujer. Nosotros vivimos en el día puesto que Cristo ya vino. Aunque en cierto sentido vivimos en la noche y hemos de entrar en el gran día cuando vuelva el Señor, en todo caso este día que comenzó con la primera venida de Cristo es un día, un día pequeño. El reino milenario será un día mayor porque en ese entonces la luz del sol se intensificará siete veces (Is. 30:26). Vivimos en un pequeño día y esperamos que llegue el día más grande. Estamos en un día brillante, y esperamos un día en el que el resplandor del sol será siete veces mayor. Algunos alegan que en Romanos 13:12 dice que la noche está avanzada y que Apocalipsis 22:16 dice que Cristo es el lucero de la mañana. Yo conozco esos versículos. Recuerden que las verdades de la Biblia tienen dos caras. Debemos tomar en cuenta ambas caras, ambos lados. Cristo ya vino, y por ende, no estamos en la noche; estamos en el día. ¿Qué somos nosotros, estrellas o parte del sol? Por un lado, somos las estrellas que resplandecen en la noche (1:20); por otro, somos parte del sol que alumbra en el día.

  ¡Qué señal tan maravillosa es ésta! Esta es otra evidencia de que la Biblia fue inspirada y escrita por Dios. Nadie más podría haber tenido la sabiduría de usar la mujer como símbolo para representar a todo el pueblo de Dios. Moisés, David, Salomón, Isaías, Jeremías y Daniel, entre otros, eran parte de la luna. Pero alabamos al Señor porque nosotros los creyentes neotestamentarios somos parte del sol, puesto que somos parte de Cristo. Esta es la visión de la mujer universal que resplandece.

II. UNIVERSAL

  La mujer de la que habla este capítulo es universal tanto en tiempo como en espacio. Ella es universal en tiempo, pues abarca desde la creación de Adán hasta la eternidad. También es universal en espacio, puesto que incluye el cielo y la tierra. Esta es una sólida evidencia de que no se trata de María; aunque María sí está incluida en esta mujer, igual que todos nosotros. ¿Cómo puede decir la gente que esta mujer universal es María? María es demasiado pequeña. Ella no resplandece e indudablemente no es universal. María no lleva una corona de doce estrellas. Esta mujer tampoco está limitada al pueblo de Israel, pues Israel está representado por la luna. Observen de nuevo a esta mujer: sobre su cabeza brillan doce estrellas, que representan a los patriarcas. Sin lugar a dudas, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac y Jacob eran estrellas. Los hijos de Israel son representados por la luna. No importa cuán malos y derrotados hayan sido en ciertas ocasiones, comparativamente ellos eran un pueblo extraordinario, eran la luna. Solamente los hijos de Israel eran el pueblo de Dios en pie sobre el resplandor de la luna; los gentiles o los paganos no lo eran. ¿Acaso los egipcios, los babilonios, los griegos, los romanos o los chinos eran pueblos que estaban de pie sobre la luna? Por supuesto que no. Ellos tal vez se levantaron sobre carbones, pero no sobre el resplandor de la luna. Todos los demás pueblos se han levantado, y todavía están apoyados, sobre tinieblas. Entre el linaje humano, un solo pueblo, los hijos de Israel, está de pie sobre la luna. Sin embargo, ellos no comprenden que la luna es una señal de que vendrá el sol, Cristo. Alabamos al Señor porque hoy somos el sol. Entre nosotros hay algunos creyentes judíos, pero ellos ya no son parte de la luna sino del sol. La iglesia es el sol porque Cristo es el sol, y nosotros somos parte de Cristo. Cristo es la cabeza del sol y nosotros somos el cuerpo. Damos alabanzas al Señor porque estamos en la mayor parte de esta mujer universal esplendorosa.

III. RESPLANDECE CON LUZ CELESTIAL

  La mujer del capítulo 12 no sólo es universal en tiempo y espacio, sino que también resplandece con luz celestial. Ella está de pie sobre la brillante luna y vestida del sol resplandeciente. Ella resplandece por todas partes, y no está en tinieblas. Su resplandor es celestial. Nosotros, la iglesia, por constituir la mayor parte de ella, también debemos ser así.

IV. UNA GUERRA UNIVERSAL

  En Génesis 3 la pequeña serpiente se infiltró por medio de la mujer. Durante los siglos, los eruditos bíblicos han dicho que la serpiente entró por medio de la mujer porque ésta era más débil que el hombre. En mis primeros años de ministerio, yo también afirmaba lo mismo. Pero ahora entiendo que para llevar a cabo la economía de Dios tenemos que ser primero seres femeninos, y no varones. La serpiente, ese ser insidioso, sabía a quién tenía que envenenar. Hoy nosotros no somos parte de Adán sino de la mujer universal y resplandeciente. Satanás vino para destruir a la mujer universal porque sabía que ella sería usada por Dios para cumplir Su propósito. Quien no se considere primeramente un ser femenino a los ojos de Dios, no podrá llevar a cabo la economía de Dios. Uno debe considerarse primero una mujer y decir: “Señor, no soy el hombre. Señor, Tú eres el hombre, y yo soy parte de la mujer. Puesto que Tú eres el hombre, y yo soy la mujer, te tengo que tomar como mi esposo y mi cabeza, y tengo que someterme a Ti”.

  Después de que la serpiente hizo daño a la mujer, Dios intervino y juzgó a la serpiente con estas palabras: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Gn. 3:15). Apocalipsis 12 debe interpretarse basándose en Génesis 3. En Génesis 3:15 vemos a la mujer, la serpiente y la simiente de la mujer. En Apocalipsis 12 tenemos las mismas tres cosas, pero en una mayor escala. La mujer ahora es mucho más grande, la serpiente se ha convertido en un dragón, y la simiente de la mujer ha llegado a ser el hijo varón. La mujer de Apocalipsis 12 comenzó en Génesis 3:15. Necesitamos tener la visión para percibir en el universo la señal de la mujer resplandeciente universal que está con dolores de parto a punto de dar a luz un hijo. Frente a esta mujer está el dragón peleando con ella y procurando devorar al hijo tan pronto nazca. Esta enemistad, que se ve por primera vez en Génesis 3:15, fue puesta por Dios; Dios fue quien puso enemistad entre la serpiente y la mujer. Hoy en el universo existe una sola guerra: la guerra entre el pueblo de Dios, que es la mujer, y la serpiente, que es el dragón. ¿Han recibido ustedes esta visión? En la actualidad, todos nosotros somos la mayor parte de la mujer, y frente a nosotros está el dragón.

  ¿Cómo fue que la serpiente de Génesis 3 llegó a ser el dragón de Apocalipsis 12? Por comer en gran manera. Por comer la serpiente ha estado aumentando de tamaño continuamente. Muchos han estado alimentándola, y ella ahora trata de devorarnos. Pero nosotros jamás seremos devorados por la serpiente; al contrario, nosotros la heriremos de muerte. Cuando el Señor maldijo a la serpiente, le dijo que debía comer el polvo de la tierra (Gn. 3:14). En tanto que seamos seres de polvo y terrenales, somos comida para la serpiente. Pero si somos celestiales, no podrá devorarnos. No somos de polvo ni de tierra; somos parte de la mujer celestial que resplandece.

  Tenemos que recibir la visión de que en el universo se libra una guerra entre la mujer y el dragón. Todo aquel que persigue a la iglesia es parte del dragón. La Iglesia Católica, entonces, está unida con el dragón, puesto que ha perseguido a quienes aman al Señor. En el capítulo 17 vemos una bestia que tiene siete cabezas y diez cuernos, el mismo número de cabezas y cuernos, respectivamente, que el dragón (12:3; 17:3). Vemos una mujer vestida de púrpura y escarlata y adornada de oro, piedras preciosas y perlas, sentada sobre esta bestia (17:3-4). La Iglesia Católica apóstata, puesto que es la ramera que monta sobre la bestia, se une al dragón para perseguir a la mujer resplandeciente. Cuando el apóstol Pablo era Saulo de Tarso, perseguía a la iglesia. En ese entonces, ¿era él parte de la luna, o sea parte de Israel? Decididamente respondemos que no. Del mismo modo, los fariseos, aunque eran judíos, no eran parte de la luna. El Señor Jesús los llamó “serpientes” y “cría de víboras” (Mt. 23:33). Ellos eran “la simiente de la serpiente” que se menciona en Génesis 3:15. Junto con Saulo de Tarso, ellos se habían hecho parte del dragón. Pero alabado sea el Señor que Saulo se convirtió.

  No importa si usted es religioso o no, mientras que usted persiga a la iglesia, es parte del dragón, o por lo menos es uno con él. Los antiguos judíos pensaban que peleaban en favor de Dios. Pero no se daban cuenta de que estaban peleando del lado del dragón al perseguir al pueblo de Dios y al entorpecer la economía de Dios. Los cristianos hoy deben tener mucho cuidado. Su actitud para con la iglesia determina lo que ellos son y cuál es su posición. Cualquier cristiano que persiga a la iglesia es uno con el dragón, está de su lado, y está en contra de la economía de Dios. Si tenemos esta visión, veremos que no existe terreno neutral. Sólo existen dos partidos: la mujer y el dragón. ¿A cuál pertenece usted? Algunos que se llaman cristianos aborrecen a la iglesia y anhelan verla caer. Ellos profieren mentiras acerca de la iglesia y esparcen calumnias. Se oponen a la iglesia y hacen lo posible por estorbarla y hacerle daño. Esto proviene del espíritu maligno del dragón. Estas personas son uno con el dragón. Tal vez no sean parte del dragón, pero sí están de parte de él. Usted podría preguntarse: “¿No son cristianas estas personas?”. Yo respondería con otra pregunta: “¿No eran judíos religiosos los fariseos?”. Ciertamente lo eran. Ellos se aferraban a las Escrituras. En su opinión, todo lo que ellos hacían, incluyendo la sentencia de muerte que pronunciaron sobre Cristo, concordaba con las Escrituras. Pero, ¿qué eran ellos en realidad? Eran víboras, serpientes, parte del gran dragón, y con sus obras trataban de destruir la economía de Dios. Saulo era una parte activa del dragón, hasta que el Señor intervino cuando él iba camino a Damasco. Cuando el Señor se le apareció y lo derribó a tierra, parecía que le estuviese diciendo: “Saulo, ¿qué estás haciendo? Yo, Jesús, he venido a tu encuentro”. Allí Saulo se convirtió y fue trasladado de las tinieblas de Satanás al reino de la luz de Dios. Cuando se convirtió, el Señor lo envió a abrir los ojos del pueblo, diciendo: “Para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados por la fe que es en Mí” (Hch. 26:18). Con el ejemplo de Saulo de Tarso vemos que todo el que persigue a la iglesia hoy, es parte del dragón, o si no, por lo menos es uno con él.

  El dragón ahora persigue a la iglesia y planea hacerle daño. La oposición está activa en el condado de Orange, y por todo este país. El dragón está por toda la tierra y procura devorar todo lo que la iglesia dé a luz. ¿Han recibido ustedes esta revelación? No es algo insignificante. Nuestro único interés es el recobro del Señor. Debemos afrontar el ataque del dragón, pero ¿quién saldrá victorioso? Aleluya, el dragón será arrojado, y nosotros tendremos la victoria. En primer lugar, el dragón será lanzado de los cielos a la tierra, luego de la tierra al abismo, y por último, del abismo al lago de fuego. Podemos declarar: “Satanás, vete al lugar preparado para ti, al lago de fuego. No puedes permanecer en la tierra. La tierra ha sido creada para Cristo, no para ti. Nuestro Cristo viene a tomar posesión de la tierra, y tú te tienes que ir. Satanás, no tienes opción. ¡Vete al lago de fuego!”.

  El Apocalipsis, el último libro de la Biblia, revela cuál es el destino de Satanás. Entre todos los puntos importantes y los eventos cruciales de la segunda mitad de Apocalipsis, el primero es la mujer universal del capítulo 12. Nosotros somos el punto de suprema importancia, lo más crucial. Este no es el momento para dormir; es hora de pelear. Dondequiera que estemos, tenemos que decir a la oposición y a la persecución: “¡Vete al lago de fuego!”. Nosotros somos la mujer, y Satanás está en el lago de fuego.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración