Mensaje 35
En la Biblia vemos ciertas señales cruciales. Una de ellas es el sueño que Jacob tuvo en Bet-el (Gn. 28:10-22). En ese sueño Jacob vio el cielo abierto y una escalera apoyada sobre la tierra, que se extendía hasta el cielo. Esta señal necesita toda la Biblia para desarrollarse. Otra señal es el sueño que tuvo Nabucodonosor (Dn. 2:1-45). En dicho sueño él vio una gran estatua que representaba el poder de los gentiles. Aunque parecía una señal muy sencilla, abarca la historia del dominio de los gentiles a partir de Babilonia, hasta los reinos que vendrán cuando resurja el Imperio Romano. Si deseamos comprender esa señal plenamente y con exactitud, debemos tener en cuenta la historia universal. En Ap. 12 aparece otra señal, la gran señal de una mujer resplandeciente con un hijo varón. En este mensaje tengo la carga de seguir compartiendo acerca de esta gran señal.
La idea de que la mujer de Apocalipsis 12 es María, es supremamente limitada. Decir que la mujer está constituida solamente por Israel, el pueblo judío, también es inexacto, pues la mujer de esta visión no es local sino universal. La mujer de este capítulo no está limitada a ninguna localidad en la tierra, sino que llena todo el universo. Como vimos en el mensaje anterior, ella representa la totalidad del pueblo de Dios, desde los tiempos de Adán hasta el final.
Antes de que el pueblo de Dios pueda llegar a ser el hijo varón, ellos tienen que ser primero una mujer delante de El. Esto indica que quienes estamos en la iglesia hoy, debemos ser primero la mujer delante de Dios, y luego el hijo varón. En la señal de Apocalipsis 12 vemos que la intención de Dios es producir un hijo varón por medio de esta mujer. La mujer ha sido, y sigue siendo, el medio por el cual Dios puede producir el hijo varón, aquel a quien Dios usará para derrotar a Su enemigo y para traer Su reino. En otras palabras, Dios usará a este hijo varón para llevar a cabo Su economía y para cumplir Su propósito. Esto es algo muy importante. A fin de lograr Su propósito El no sólo necesita al Cristo individual, sino también al Cristo corporativo, esto es, la iglesia, Su pueblo. No estamos de acuerdo con el concepto de que esta mujer es la madre de Jesús, ni con la idea de que es la nación de Israel. Ella es la colectividad universal del pueblo de Dios. Dios necesita al hijo varón para derrotar a Su enemigo y para traer Su reino, a fin de que Su propósito eterno se lleve a cabo. El necesita a la mujer para poder obtener al hijo varón.
Veamos ahora algunos puntos críticos en cuanto a la posición de la mujer en la Biblia. La Biblia revela que a los ojos de Dios, Su pueblo es Su esposa. En Isaías 54 Dios se refiere a Sí mismo como el marido de Su pueblo. Según la Biblia, a fin de que la mujer sea una esposa en todo el sentido de la palabra, debe someterse a su esposo. En el universo el único esposo, el único varón, es Dios. El, el hombre universal, el esposo universal, es nuestro esposo. Sea que hayamos nacido como varones o como mujeres, en cualquier caso somos mujeres ante Dios por ser Su pueblo. El es nuestro marido, y nosotros somos Su complemento. Por ser Su esposa, debemos someternos a El. Aunque digamos que somos la esposa de Cristo, es posible que tengamos nuestro propio plan e intención. Muy frecuentemente no hacemos que Su voluntad e intención sean nuestras. Esto significa que no lo recibimos verdaderamente como nuestro esposo ni nos sometemos a El.
Una esposa también recibe algo de su esposo a fin de quedar encinta. La Biblia revela que someterse a Cristo significa recibir algo de El, igual que una esposa se somete a su esposo, no con el fin de hacer algo para él, sino para recibir algo de él. Hacer obras en favor del esposo no es tan importante como recibir algo de él. De hecho, el deber de una esposa no es hacer actividades para su esposo, sino recibir de su marido aquello que le hará producir algo para él. En la gran señal de Apocalipsis 12, la mujer no es presentada haciendo algo para su esposo; se muestra encinta, a punto de dar a luz. Ella concibió de su esposo y va a dar a luz algo para El. La tarea de la iglesia no es principalmente hacer actividades para Cristo, sino recibir algo de El para poder concebir de Cristo y dar a luz algo para El.
La mujer de este capítulo denota, en primer lugar, sumisión a Dios. En segundo lugar, indica que nosotros no necesitamos hacer obras para Dios. Lo que necesitamos es recibir algo de Dios. El no necesita nada de nosotros, pero sí necesita que algo procedente de Cristo entre en nuestro ser y nos fecunde a fin de que así podamos dar a luz algo para El. La iglesia necesita a Cristo. El cristianismo de hoy carece totalmente de esta visión. Cuando los cristianos hablan de sumisión, la idea que tienen es hacer algo para Cristo o realizar actividades para Dios. Pero si somos la mujer apropiada, debemos en primer lugar someternos a nuestro esposo, no con el fin de hacer algo para El, sino de recibir de El algo. Si hacemos esto, seremos fecundados, y de nosotros nacerá algo.
Consideremos qué significa la fornicación. La fornicación consiste en someterse una mujer a otro hombre a pesar de tener su propio marido. Cometemos fornicación cuando, por un lado, reconocemos que Cristo es nuestro esposo, mientras que, por otro lado, nos sometemos a muchas otras cosas. Si nos sometemos a algo que no sea Cristo, fornicamos. Si tenemos la luz y la visión, veremos que el cristianismo de hoy está lleno de este tipo de fornicación. Usted, como una esposa casta, no debe someterse a nadie más fuera de su esposo, y no debe recibir nada de nadie excepto de su esposo. Si usted recibe algo de alguien que no sea su esposo, comete fornicación. Pero mire el cristianismo de hoy. Semana tras semana y día tras día los cristianos reciben cosas que no son Cristo. Nosotros los que estamos en la vida de la iglesia debemos cuidarnos de no recibir nada que no sea Cristo. No debemos recibir ni enseñanzas ni doctrinas ni prácticas ni formalismos. Recibir algo que no sea Cristo, aunque sea una cosa buena o espiritual, es cometer fornicación espiritual. Debemos recibir solamente a Cristo y permitirle que nos fecunde.
Sólo al recibir a Cristo en nuestro ser podemos dar a luz al hijo varón. El hijo varón está constituido solamente de Cristo. A fin de dar a luz al hijo varón, primero tenemos que ser uno con Cristo y recibir algo de El. Cuando recibamos algo exclusivamente de Cristo, concebiremos únicamente de El para producir al hijo varón. Si tenemos esta visión, nos dolerá ver la situación predominante en el cristianismo de hoy. ¿Dónde está el hijo varón? El cristianismo ha producido muchas cosas, pero no se ve casi nada del hijo varón. Debido a que el cristianismo ha sido fecundado por tantas cosas que no son Cristo, casi nada de lo que produce es parte del hijo varón.
Dios no desea que la mujer pelee contra el dragón. Su intención es usar al hijo varón para que éste pelee contra el dragón. El dragón sigue activo en los cielos debido a que todavía no ha nacido el hijo varón. Podemos ver que este estudio-vida de Apocalipsis no es una coincidencia; fue planeado y sincronizado por Dios para que nosotros pudiéramos ver que debemos ser la mujer que se somete solamente a Cristo, y no a nada ni a nadie más, y que debemos recibir solamente lo que Cristo es. Cuando nosotros, como esta mujer, recibamos algo exclusivamente de Cristo, nacerá el hijo varón.
El hijo varón es la parte fuerte de la mujer. Por una parte, nosotros tenemos que ser la mujer; y por otra, también debemos ser el hijo varón. No es suficiente ser celestiales y resplandecientes; tenemos que ser plenamente constituidos del elemento de Cristo. La diferencia entre la mujer y el hijo varón es la siguiente: no es mucho el elemento de Cristo que constituye el ser mismo de la mujer, mientras que todo el ser del hijo varón está saturado e impregnado del elemento de Cristo. Por consiguiente, el hijo varón está constituido del propio Cristo. ¿Cómo puede ser dado a luz el hijo varón? El es dado a luz cuando Cristo se hace parte de la mujer y constituye esa parte de ella con Su rico elemento. No piensen que esto es cuestión de interpretación; más bien, aplíquenlo todos los días en su experiencia. Aun si ustedes se someten a Cristo y reciben de El algo, de todos modos son la mujer y no el hijo varón. Ustedes sólo serán fuertes cuando hayan dejado que el elemento de Cristo sea forjado en su ser. Cuanto más sea forjado en ustedes el elemento de Cristo, más fuertes se harán. Esto es lo que constituye al hijo varón.
No consideren al hijo varón simplemente desde el punto de vista doctrinal, pensando que sólo representa a los vencedores que murieron y resucitaron. Doctrinalmente eso es acertado, pero no nos interesa comprender la Biblia de una manera exclusivamente doctrinal. Más bien, debemos conocer la Palabra en una forma práctica. Incluso hoy, antes de la resurrección, podemos ser el hijo varón. Si usted no es parte del hijo varón hoy, ¿cómo espera ser parte de él en la resurrección?
El principio de llegar a ser las primicias es el mismo: tenemos que seguir al Cordero por dondequiera que vaya (14:4). Sin embargo, en mis primeros años de ministerio no comprendía que seguir al Cordero no es una actividad externa. No debemos decir: “El Cordero fue paciente y humilde; así que nosotros debemos imitar Su paciencia y Su humildad. El Cordero estaba entregado por completo a Dios, y nosotros tenemos que darnos también por entero a El. El Cordero es nuestro ejemplo, y nosotros tenemos que seguirlo”. Hace cuarenta años compartí muchos mensajes siguiendo ese planteamiento. Pero más adelante me di cuenta de que seguir al Cordero de ese modo es un concepto de la mente humana. Si el elemento del Cordero no está en nosotros, no podemos seguirlo. Nosotros no somos corderos; somos como “monos” o como “burros”. ¿Cómo podría un “simio” o un “asno” seguir al Cordero? Es imposible. Seguir al Cordero significa permitir que El entre en uno. Cuando el elemento del Cordero constituye nuestro ser, verdaderamente llegamos a ser parte del Cordero. No podemos volver a ser lo éramos, porque hemos sido transformados. El ser nuestro que ha sido transformado es el hijo varón. Ahora somos la mujer que se somete al esposo y recibe de El algo. Si permitimos que el elemento que recibimos de nuestro esposo nos llene, impregne nuestro ser y nos constituya, dejaremos de ser simplemente la mujer y vendremos a ser el hijo varón.
Aunque es cierto que necesitamos orar más, si solamente oramos de una manera corriente, no recibiremos la provisión necesaria. Debemos estar abiertos constantemente a nuestro esposo. Debemos permitir que el elemento de Cristo, el constituyente divino de Cristo, se forje en nosotros continuamente saturando e impregnando todo nuestro ser. Hoy el Señor desea que muchos de Sus hijos vean que, por ser el pueblo de Dios, son la esposa, cuyo fin es dar a luz al hijo varón. No podemos hacer ni fabricar al hijo varón; tenemos que recibir de Cristo algo que nos deje encinta. Algo de nuestro Cristo tiene que entrar en nuestro ser. La cuestión no es ser humildes, pacientes, agradables o buenos, sino abrir completamente nuestro ser a Su elemento divino, y permitir que ese elemento sea forjado en nosotros. Para que esto suceda necesitamos “nueve meses”; es decir, se requiere un largo tiempo para que el hijo varón se forme completamente en nosotros.
El apóstol Pablo dijo en Gálatas 4:19: “Vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Esto indica que él se dio cuenta de que era parte de esta mujer que tenía dolores de parto y que iba a dar a luz al hijo varón, el cual es Cristo formado en nosotros. Luego, en Filipenses 1:21, dijo: “Porque para mí el vivir es Cristo”, lo cual indica que él llegó a ser parte del hijo varón al experimentar a Cristo. Por un lado, él era parte de la mujer que estaba a punto de dar a luz, y, por otro, era parte del hijo varón. Dios puso a Pablo como ejemplo para los creyentes (1 Ti. 1:16). Todos debemos ser como él. Por un lado, debemos ser parte de la mujer que sufre dolores de parto a fin de dar a luz al hijo varón, y por otro, debemos ser el hijo varón que derrota al enemigo de Dios y trae el reino de Dios para que Su propósito se realice.
El enemigo aborrece a esta mujer y procura devorar al hijo varón. La guerra se debe al deseo del enemigo de que esta mujer deje de realizar su función. Aun hoy, somos pocos los que estamos en Anaheim. Algunas veces me pregunto por qué la gente se nos opone tanto y hace lo posible por exterminarnos. Humanamente es difícil entender este fenómeno. Incluso muchos de los que se nos oponen y nos critican no saben por qué lo hacen. Pero el gran dragón sí lo sabe. El sabe que algunos del pueblo de Dios están reasumiendo su verdadera posición como la mujer. Una vez que asumimos esta posición, Dios tiene la oportunidad de producir al hijo varón. Satanás, el insidioso que está detrás de los opositores, sabe que algunos del pueblo de Dios han tomado la posición de la mujer y que van a ser fecundados por Cristo y darán a luz al hijo varón. En esta guerra tenemos que tocar el trono, apelar a la más alta autoridad y ejercitar nuestro espíritu para pelear la batalla.
En la actualidad es crucial que comprendamos que somos la mujer. Como tal, tenemos que someternos a nuestro esposo, estar abiertos a El y recibir de El algo, a fin de que Su elemento pueda ser forjado en nuestro ser. Como resultado, no sólo quedaremos encinta, sino que al final daremos a luz al hijo varón. En esto consiste la economía de Dios. Espero que todos veamos la señal, tan simple y tan profunda a la vez, de la mujer resplandeciente, quien da a luz al hijo varón, el cual se opone al gran dragón. Si recibimos esta visión, nuestra idea acerca de nuestra vida cristiana cambiará radicalmente. ¿Qué significado tendría ser humildes, amables, santos o espirituales sin tener a la mujer ni al hijo varón?
Usted y yo como individuos no somos la mujer. Sólo colectivamente, como una unidad corporativa, podemos todos nosotros ser la mujer. Puesto que sólo hay una mujer, todo aquel que disienta en el pueblo de Dios deja de ser parte de esta mujer. La única forma en que podemos ser uno es sometiéndonos a Cristo y recibiendo algo de El. Si no nos sometemos a Cristo, no podemos ser uno. La verdadera unidad sólo proviene de nuestra sumisión a nuestro único esposo, a nuestra única cabeza. Además, solamente debemos recibir el elemento de Cristo. Es posible que tengamos diferentes conceptos, pero no debemos recibir nada de nuestros conceptos. Si usted recibe algo de sus conceptos, inmediatamente se dividirá de los demás.
Satanás, la serpiente, es muy astuto. No me ha sido fácil perseverar en casi cincuenta años de la vida de iglesia. ¡Cuántas ideas e imaginaciones sutiles existen! A veces, aun los queridos santos son usados por el enemigo para suscitar preguntas, hacer sugerencias y plantear interrogantes que causan dudas. Ninguna de estas cosas proviene de Cristo. Cuando uno reciba estas cosas, se dividirá. Pero si usted ha recibido la visión, nunca aceptará ningún concepto, ninguna propuesta, ninguna crítica, ninguna sugerencia ni ninguna duda. Usted solamente recibirá lo que provenga de Cristo. Aunque miles de ideas le sean presentadas, usted dirá: “No voy a recibir nada de esto. Solamente voy a recibir lo que venga de Cristo. Si yo recibo algo que no proceda de Cristo, cometo fornicación”. Si nos sometemos a nuestro esposo y sólo recibimos lo que proceda de El, seremos castos y puros y seremos uno. De no ser así, seremos fornicarios y estaremos divididos. La fornicación es la confusión causada por la división. Necesitamos recibir esta visión que nos regula. Entonces seremos uno y daremos a luz al hijo varón, el cual derrotará al enemigo de Dios y traerá el reino de Dios.