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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Apocalipsis»
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Mensaje 36

EL HIJO VARON Y EL RESTO DE LA DESCENDENCIA DE LA MUJER

  Vimos ya que la mujer mencionada en Ap. 12 no es una mujer individual sino una mujer universal y colectiva que simboliza la totalidad del pueblo de Dios. En Génesis 3:15 la mujer era una persona específica e individual; la simiente, Cristo, también era un individuo; y la serpiente era una pequeña culebra. Estos tres —la mujer, la simiente y la serpiente— eran individuos y todavía no se habían desarrollado. Pero en Apocalipsis 12 la mujer que vemos es universal y colectiva, y simboliza todo el pueblo de Dios: los patriarcas, representados por las doce estrellas; Israel, representado por la luna; y la iglesia, los creyentes neotestamentarios, representados por el sol. En Apocalipsis 12 la serpiente se ha convertido en un dragón. La serpiente se arrastra sobre la tierra, mientras que el dragón vuela por los aires. Ahora Satanás no sólo se mueve sobre la tierra, sino que también está muy activo en el aire. La simiente que se menciona en este capítulo no es solamente el Cristo individual sino una entidad corporativa, el Cristo corporativo, que consta de Cristo, quien es la Cabeza, y de todos los santos vencedores, el Cuerpo. Así que los tres personajes de Génesis 3:15 se presentan en una forma desarrollada en Apocalipsis 12. En este mensaje vamos a considerar al hijo varón y al resto de la descendencia de la mujer.

I. EL HIJO VARON

A. La parte fuerte que está dentro de la mujer

  El versículo 2 dice que la mujer estaba encinta, y el versículo 5 dice que “dio a luz un hijo varón”. Este hijo, un varón, representa la parte fuerte del pueblo de Dios. Aunque en el versículo 2 este niño estaba dentro de la mujer, la Palabra no lo llama un niño, sino un hijo varón. Al leer y orar con respecto a este pasaje, nos damos cuenta de que el hijo varón no es un niño. Por el contrario, se refiere a la parte fuerte dentro de la mujer. Esta representa la totalidad del pueblo de Dios. Ahora bien, a lo largo de las generaciones han vivido algunos que han sido los fuertes entre el pueblo de Dios. Estos son considerados en la Biblia la unidad colectiva que pelea la batalla por Dios y que trae a la tierra el reino de Dios.

  La historia demuestra que no todos los que componen el pueblo de Dios son fuertes. No, los fuertes sólo constituyen una minoría del pueblo de Dios. Tal fue el caso durante el tiempo de los patriarcas. ¿No cree usted que en los días de Noé había otros que pertenecían a Dios aparte de él? Yo creo que Dios tenía centenares de personas. Sin embargo, Noé era fuerte. A lo largo de la historia de Israel hubo centenares de millares que pertenecían a Dios, pero sólo unos pocos eran fuertes. Por ejemplo, Elías y Jeremías eran fuertes. Sin duda alguna, la mayoría del pueblo de Dios era Su pueblo verdadero, pero no eran fuertes. Hallamos lo mismo en el Nuevo Testamento. Hubo millares de cristianos en los primeros días; no obstante, solamente unos pocos eran verdaderamente fuertes. Aun en la actualidad, hay millares, millones, de cristianos, pero no son muchos los fuertes. Los animo a todos ustedes a ser fuertes.

  No debemos ser solamente parte de la mujer, sino que debemos ser parte del hijo varón. En la Biblia la mujer representa a los débiles, y el hombre a los fuertes (1 P. 3:7). El hijo varón, la parte fuerte, está dentro de la mujer, la parte débil. Aunque la mujer resplandece y es universal, no es nada fuerte. Sólo una parte de ella lo es. Esto también se cumple en las iglesias locales, aun aquí en Anaheim. No todos los que se reúnen en Anaheim son fuertes. De hecho, creo que hay más débiles que fuertes. ¿Cuál es el caso en su propia localidad? En todas partes los fuertes son pocos, y los débiles son muchos.

  Hay un proverbio que dice que si no tenemos cantidad, no podemos tener calidad. La calidad resulta de la cantidad. Supongamos que Dios tiene cien mil personas. Si el uno por ciento de éstas fueran fuertes, entonces El tendría mil personas fuertes. Primero tenemos cantidad, y luego calidad. Dios es sabio. Primero El obtiene la cantidad; llama a muchos; pero escoge a unos cuantos. Como dice en Mateo 22:14: “Muchos son llamados, y pocos escogidos”.

  Aunque todos hemos venido al recobro del Señor, no debemos decir que todos los que están en el recobro serán vencedores. No tenemos garantía alguna para afirmar tal cosa. Sólo podemos decir que los que están en el recobro tienen una mayor posibilidad de ser vencedores. Ser un vencedor depende de cuánto participe uno de la gracia de Dios. La medida de la gracia de Dios que tenga usted, determinará si usted es fuerte entre el pueblo de Dios que está en el recobro del Señor. Le doy gracias al Señor porque todos nosotros somos parte de la mujer, pero no me atrevo a decir que todos seamos parte del hijo varón. Tenemos que acudir al Señor para ser enriquecidos, fortalecidos y hechos más firmes, a fin de crecer y pasar de la mujer a su parte fuerte. Pero no importa cuán fuerte llegue a ser usted, no se separe prematuramente de la mujer. Si lo hace, será un abortivo. Tenga cuidado con ser “demasiado fuerte”. Si usted es demasiado fuerte, saldrá de la mujer prematuramente. Permanezca en la mujer como parte del hijo varón hasta que llegue el día del alumbramiento.

  ¿Cómo podemos ser parte del hijo varón? Si usted desea ser parte del hijo varón, tiene que comer más, crecer más y fortalecerse. En términos específicos, usted debe orar más, pasar más tiempo con el Señor, comer más de la Palabra, experimentar más al Señor, crecer más en vida, y ser juzgado y castigado por el Señor a un mayor grado. Si otros esparcen chismes, usted no lo hará. Si otros no oran, usted orará más. Usted no debe separarse de la mujer, pero sí debe ser diferente a los demás en cierta medida. Hablar de la mujer es bastante general. Los que forman parte del hijo varón son, en cierto modo, peculiares. Muchos de los amados hermanos que están en el recobro del Señor son indiferentes; tienen poco apetito y no les llama la atención comer. Pero si usted desea estar en el hijo varón, no debe ser indiferente. Debe ser una persona peculiar, sobria y determinada. Debe tener un buen apetito y tener contacto directo con el Señor cada momento. Si hace esto, es posible que llegue a constituir la parte fuerte del recobro del Señor, la parte fuerte que está dentro de la mujer. Estar en el hijo varón depende de la manera en que reaccionemos al deseo de Dios, a Su mover, y a Su economía eterna. Si día y noche usted no puede vivir sin entregarse plenamente a la economía de Dios, es muy posible que usted sea parte del hijo varón.

  La economía del Señor depende de los fuertes y no de los indiferentes; el caso es el mismo con el recobro del Señor. Es posible que haya millares de personas en el recobro del Señor; mas no todas son fuertes. Alabado sea el Señor por los fuertes. El recobro del Señor depende en su totalidad de ellos. No todos los que están en el recobro del Señor en los Estados Unidos son fuertes. Algunos dicen: “Aprecio el recobro del Señor, pero a mí me es imposible llegar al final”. Una persona así toma el recobro en serio y lo aprecia, pero no tiene una entrega absoluta. Damos gracias al Señor por los que son francos y fieles, ya que ellos se dan por completo; ésta es su afirmación: “¡He llegado a lo verdadero! Me entregaré plenamente a esto. No quiero ser neutral”. Debemos ser o fríos o calientes, pero no tibios. Si somos tibios, sólo serviremos para ser vomitados de la boca del Señor (3:16).

  En primer lugar, la economía del Señor está relacionada con Su pueblo, el cual está representado por la mujer, pero la mujer sola no puede llevarla a cabo. Se necesitan los fuertes. Este principio siempre se aplica. Debemos ser fuertes y entregarnos sin reservas. Si seguimos este camino, debemos hacerlo sin la más mínima reserva. Pero si no tomamos este camino, debemos olvidarlo. No sólo debemos ser parte de la mujer, sino también del hijo varón que está en ella. No es suficiente solamente estar en el recobro del Señor. Tenemos que estar entre los que constituyen la parte fuerte del recobro del Señor. Tenemos que resistir toda prueba y tribulación que venga. Todos ustedes han oído bastante del hermano Watchman Nee. El estuvo encarcelado por más de veinte años. Durante esa larga prueba, él estuvo tentado todos los días a ceder. Pero alabado sea el Señor porque durante más de veinte años él permaneció en su posición y no cambió. El estaba verdaderamente en la parte fuerte. No busquen pretextos. Más bien, díganse a sí mismos: “Débil ego, vete. No tengo lugar para ti y no me interesas. Sólo me interesa el Señor, Su testimonio y Su recobro”. Todos tenemos que entregarnos plenamente y ser fuertes.

  Si usted se da sin reservas y es fuerte, su apetito aumentará. Algunos creen que los tres mensajes que publica la estación de este ministerio son demasiado material para digerir. Cuando yo era joven, podía absorber treinta mensajes a la semana. Qué fácil es digerir solamente tres mensajes por semana. Sólo necesitamos leer seis páginas al día. Sin embargo, si usted no tiene apetito, aun un pequeño dulce será demasiada comida. Nosotros comemos según el hambre que tengamos. ¿Tiene usted un gran apetito? Si es así, usted querrá devorar toda la Biblia. Tres mensajes por semana no son demasiado. Incluso tres mensajes por día no serían nada exagerado. Muchos de ustedes tienen tiempo de esparcir chismes, pero no tienen tiempo para leer unas cuantas páginas de los mensajes del Estudio-vida. ¿Está usted en el hijo varón? Si lo está, entonces tendrá apetito. Las madres saben que si un niño no tiene buen apetito, no puede crecer ni ser fuerte. Si usted no come, no será fuerte ni crecerá. El recobro del Señor depende de los que tienen apetito. Estar en el hijo varón depende de cuánta hambre y sed tenga uno. Si usted verdaderamente tiene sed, aborrecerá los chismes y las sandeces. Usted dirá: “Estoy aquí para recibir adiestramiento, para ser fortalecido, nutrido y edificado. No tengo ni interés ni tiempo para regar chismes. No tengo interés alguno en conversaciones ociosas”. Si usted obra de este modo, demuestra que tiene la posibilidad de ser parte del hijo varón. Nuestro único interés es el recobro del Señor. Recuerden que el recobro del Señor es la expresión práctica de Su economía hoy. Solamente el hijo varón puede llevar a cabo la economía del Señor.

  A la mayoría de los cristianos le es difícil entender Apocalipsis 12. Muchos no pueden entender quién es la mujer y quiénes son el resto de la descendencia de ella. Uno no puede comprender esto según el entendimiento natural. La mujer está compuesta de toda su descendencia. Si ella tuviera mil hijos, éstos, en conjunto, constituirían la mujer. No piense que esta mujer es una entidad separada de sus hijos. La mujer, la madre, es los hijos, y los hijos son la mujer.

  Este capítulo no se aplica al futuro solamente, pues empezó en Génesis 3:15. Abel era descendiente de la mujer. Como tal, él era pare de la mujer y fue perseguido por Caín su hermano, quien era parte de la serpiente. La serpiente que hizo daño a Eva en Génesis 3, se introdujo sutilmente en Caín en Génesis 4, y así lo hizo parte de sí. Según Juan 8:44 no fue Caín quien mató a su hermano, sino Satanás, la serpiente. En Génesis 4 vemos que la mujer está representada por Abel, y la serpiente por Caín. Al avanzar en el Antiguo Testamento, vemos que Elías y Jeremías eran parte de la mujer y que los que se les oponían eran parte de la serpiente. El Señor Jesús era, sin lugar a dudas, la simiente de la mujer. En frente de El estaba la simiente de la serpiente, la “cría de víboras” (Mt. 23:33), o sea los fariseos. Todos los que se oponían al Señor Jesús eran parte de la serpiente. Cuando el apóstol Pablo era Saulo de Tarso y perseguía a la iglesia y la asolaba, era parte de la serpiente. Pero el Señor lo llamó, y Saulo vino a ser parte de la mujer. Todas las sinagogas de Satanás (2:9) también eran parte del dragón. En los días en que se escribió el Nuevo Testamento, la serpiente había llegado a ser un gran dragón. Todas las sinagogas judías habían llegado a ser uno con la serpiente en la persecución de la mujer.

  Esto ha continuado por todas la generaciones hasta el presente. Hoy en día, en cierto sentido, somos la mujer, pero en otro sentido, somos el hijo varón. Directamente frente a nosotros está el dragón. Aun mientras hablo, puedo ver al dragón delante de mí. No le teman, pues nosotros tenemos al que es más fuerte que él (1 Jn. 4:4). El dragón puede enviar aguas, pero Dios usará la tierra para que las trague (12:15-16). Abel fue el primer miembro del hijo varón. Todos los mártires también son parte del hijo varón. Ya veremos que todos los vencedores que murieron están incluidos en el hijo varón.

  El período en el que la mujer está encinta no es nueve meses, sino aproximadamente seis mil años. Su preñez dura desde la muerte de Abel hasta los días de la gran tribulación cuando Satanás será uno con el anticristo y juntos perseguirán a los creyentes que queden en la tierra durante la gran tribulación. Los cristianos que se rehúsen a adorar la imagen del anticristo serán los vencedores tardíos mencionados en Apocalipsis 15. Desde los días de Abel hasta Apocalipsis 15 habrán transcurrido unos seis mil años. Este es el lapso en el que la mujer está encinta.

  Frente a la mujer que está a punto de dar a luz al hijo varón está la serpiente que se ha convertido en el dragón. Este ser insidioso ha estado peleando a lo largo de los siglos con la intención de destruir al pueblo de Dios. El ha usado todos los medios, incluyendo al judaísmo y al catolicismo, para lograr su cometido. En la historia de los mártires escrita por Foxe, él dice que la Iglesia Católica Romana llegó a matar más santos que el Imperio Romano. Si usted va a España, no tendrá la misma libertad de hablar que tenemos en Estados Unidos. Si usted habla públicamente, probablemente será perseguido por los religiosos. Aunque ellos lo persiguen tratando de preservar la religión de ellos, no se dan cuenta de que son parte del dragón. En la actualidad se sigue librando esta guerra de persecución. Algunas veces me preguntan por qué somos confrontados con tanta oposición, y por qué no se habla bien de nosotros. En tanto que estemos firmes proclamando el testimonio de Jesús, hallaremos oposición. Satanás nunca duerme; día y noche hace lo posible por destruir el testimonio del Señor. Pero alabado sea el Señor que Su recobro está aquí. La verdadera mujer está aquí, y dentro de ella está el hijo varón.

  No crean que Apocalipsis 12 habla solamente de eventos futuros. No, empezó en Génesis 3:15 y ha continuado desde entonces. En Gálatas 4:29 Pablo dice que los que son de la carne persiguen a los que son del espíritu. Los carnales son uno con el dragón, y los espirituales son los que están en la mujer y en el hijo varón. La mujer está ahora sobre la tierra. En ella se encuentra la parte fuerte, el hijo varón. Esta es la razón por la cual hallamos tanta oposición y tanta lucha. Esta oposición es una señal de que somos la mujer que lleva en su vientre el hijo varón, pues si no lo fuésemos, no afrontaríamos ninguna oposición. ¡Alabado sea el Señor por la oposición! Es una evidencia de que estamos en la mujer y en el hijo varón que está en ella.

B. Resucitan los vencedores de todas las generaciones

  El hijo varón consta de los vencedores que resucitan. El hijo varón “pastoreará con vara de hierro a todas las naciones” (v. 5), lo cual indica que él consta de todos los vencedores, como se indica en 2:26-27. Estos son los vencedores que ya han muerto.

1. “Dado a luz”

  El versículo 5 dice que la mujer “da a luz” un hijo varón. En este pasaje “ser dado a luz” alude a la resurrección, como en Hechos 13:33-34. El hijo varón está compuesto de los santos vencedores que murieron y fueron resucitados. Esto se demuestra con la expresión hasta la muerte que se usa en el versículo 11. El Señor Jesús fue engendrado en resurrección y así fue hecho el Hijo primogénito de Dios. Ese fue un nacimiento. Hechos 13:33-34, donde se cita Salmos 2:7, revela que cuando Jesús resucitó, fue engendrado como Hijo primogénito de Dios. Antes de eso, El era el Hijo unigénito de Dios y sólo tenía divinidad, pero mediante Su resurrección fue engendrado como Hijo primogénito de Dios, y ahora tiene divinidad y humanidad. Todos los vencedores que mueran serán parte del hijo varón. El hijo varón llegará a existir por la resurrección. Abel, los apóstoles y muchos mártires y santos que murieron, esperan el momento de la resurrección. La resurrección de todos los vencedores que murieron será el nacimiento del hijo varón. Por consiguiente, el hijo varón se compone de todos los vencedores que hayan muerto antes de que se produzca esta resurrección. Si usted es un vencedor en el presente y vive hasta que regrese el Señor, no será parte del hijo varón; será parte de las primicias, las cuales se mencionan en el capítulo 14. Pero si es un vencedor y muere antes del regreso del Señor, será resucitado como parte del hijo varón. De modo que el hijo varón no representa a los vencedores que vivan hasta la venida del Señor, sino a los vencedores que hayan muerto y que serán resucitados inmediatamente antes de que el Señor vuelva. Esta resurrección será el nacimiento de ellos como hijo varón.

2. Se compone de “los hermanos”

  El hijo varón que es dado a luz en el versículo 5 se compone de los hermanos, mencionados en el versículo 10, a quienes Satanás, el enemigo de Dios, se ha opuesto y a quienes acusa. Ellos lo vencieron mediante la sangre del Cordero, mediante la palabra de su testimonio y por despreciar la vida de su alma hasta la muerte (v. 11).

3. Hasta la muerte

  Indudablemente “hasta la muerte” (v. 11) alude al martirio. Algunos hermanos que componen el hijo varón mueren como mártires por causa del testimonio del Señor. Esto demuestra que el hijo varón dado a luz por la mujer constará de los vencedores que hayan muerto y que sean resucitados.

4. Vencen al diablo, a Satanás

  Ya vimos que la guerra se libra entre el dragón y la mujer. Sin embargo, ésta no pelea la batalla. La batalla la pelea el hijo varón. Ahora hay guerra entre el dragón y el recobro del Señor. Pero la batalla la pelean los fuertes, el hijo varón. Los hermanos que constituyen el hijo varón pelean contra Satanás, y al final lo vencen. Ellos lo vencen valiéndose de tres cosas: la sangre del Cordero, la palabra de su testimonio y el menosprecio de la vida de su alma hasta la muerte.

a. La sangre del Cordero

  La sangre del Cordero, derramada por nuestra redención, responde delante de Dios a todas las acusaciones del diablo en contra nuestra, y nos da la victoria sobre éste. Necesitamos aplicar dicha sangre cuando percibamos la acusación del diablo. Si usted está en guerra contra Satanás, el acusador lo condenará constantemente. Muchos de nosotros podemos atestiguar que cuando somos indiferentes no somos acusados. Pero cuando despertamos y empezamos a guerrear contra Satanás, entonces vienen las acusaciones. Satanás dice: “Mírate, no eres muy bueno que digamos. No te portas muy bien con tu esposa ni con los hermanos”. Algunas acusaciones son válidas, pero otras son calumnias inventadas por el acusador. Día tras día necesitamos que la sangre no sólo nos limpie sino que también nos defienda. No sólo tenemos la sangre redentora, sino también la sangre prevaleciente, la sangre que vence. Si usted ha hecho algo malo, necesita limpiarse de ello, pero no acepte las acusaciones del enemigo. Cuando usted despierta y, como parte fuerte de la mujer, asume una posición definida en contra del dragón, inmediatamente él siembra acusaciones en su conciencia. No preste atención a las acusaciones que le trae. Diga más bien: “Señor, cubre mi conciencia y mis pensamientos con Tu sangre prevaleciente. Tu sangre derrota al enemigo”. Usted debe fortalecer su conciencia bajo la sangre que cubre. Los hermanos vencen al acusador por medio de la sangre del Cordero.

  Según nuestra experiencia, cuando nos volvimos al Señor para que El lograra Su propósito, las acusaciones no se tardaron. Pero no sabíamos que esas acusaciones venían del enemigo. Pensábamos que se trataba de la función normal de nuestra conciencia al ser iluminada. Satanás, la serpiente, es un ser insidioso. El siempre obra encubiertamente, fingiendo ser algo que no es. Muchas veces Satanás finge ser nosotros. Cuando éramos indiferentes para con el propósito de Dios, no teníamos problema alguno en nuestro ser. Pero cuando nos volvimos al Señor y a Su propósito, parece que nuestra conciencia trabajaba continuamente recordándonos las ocasiones en que habíamos obrado indebidamente. Quien lo acusaba no era su conciencia, sino Satanás. ¿Cómo podemos comprobar que es Satanás? Si su conciencia funciona debidamente bajo la luz de Dios, entonces cuando usted confiesa su pecado y aplica la sangre, la condenación cesa y usted tiene paz verdadera. Si ésta es su experiencia, entonces la acusación proviene de su conciencia iluminada, la cual ejerce su función en usted. Pero muchos de nosotros podemos testificar que después de confesar el asunto y de aplicar la sangre, la acusación permaneció. Esta no es la reprensión de nuestra conciencia, sino la acusación del diablo. La reprensión viene de Dios, pero la acusación procede del acusador. Cualquier condenación que no cese después de que confesamos el asunto y de que aplicamos la sangre, indudablemente proviene del diablo. Una vez que nos percatamos de esto, debemos decirle a Satanás: “¡Detente! No voy a confesar esto otra vez. Esto no proviene de mí; procede de ti. Diablo, ésta no es la iluminación de Dios; es tu acusación. Yo no soy perfecto, pero tienes que entender que estoy bajo la sangre del Cordero, y la sangre es mi perfección. ¿No ves que estoy bajo la sangre? Soy uno de los hermanos que te vencen, no por mi perfección, sino por la sangre de mi Redentor”.

  Ninguno de nosotros sabe cuánto significado tiene la sangre. Sólo Dios lo sabe. El diablo sabe más que nosotros en cuanto a las implicaciones que tiene la sangre. En mis primeros años de ministerio tuvimos la experiencia de expulsar demonios. En esa época predicábamos bastante el evangelio en China y con frecuencia teníamos que lidiar con casos de posesión demoníaca. Muchas veces mientras orábamos para echar fuera un demonio, se suscitaban acusaciones penetrantes en contra nuestra. El demonio decía: “¿Vas a orar para expulsarme? ¿No te acuerdas que anoche te enojaste con tu esposa? ¿Y vienes ahora a echarme fuera?”. Inmediatamente nuestra oración se debilitaba y nuestra boca se cerraba. En vez de orar, declarábamos: “Sí, anoche me enojé con mi esposa. Pero demonio, ¿no sabes que yo estoy bajo la sangre?”. Cuando uno menciona la sangre, los demonios son derrotados. Ellos saben más que nosotros acerca del poder de la sangre. En varias ocasiones, algunas mujeres que estaban poseídas de demonios tomaron tijeras y, mientras nosotros orábamos, nos amenazaban con cortarnos. Entonces declarábamos: “Estamos bajo la sangre. Recuerden, demonios, que su líder y rey, Satanás, el diablo, fue crucificado y que él y ustedes han sido juzgados”. Cuando uno dice esto, la persona poseída por el demonio se calma. En nuestra experiencia hemos visto el poder y la autoridad que tiene la sangre del Cordero. Tenemos que aplicar la sangre siempre y decirle al diablo que no somos perfectos, pero estamos bajo la sangre perfecta. No es la perfección nuestra la que cierra la boca de los demonios, sino la sangre del Cordero. Ninguno de nosotros es completamente perfecto. Nuestra perfección es fragmentaria. No confíe en su perfección y no pelee la batalla usando su perfección. Aun ahora mientras ministro, no lo hago basándome en mi perfección. Tengo que venir a ministrar basándome en la sangre. ¡Aleluya, la sangre está aquí! Todos debemos ver la sangre y declarar que estamos cobijados por ella. Esta sangre es la sangre que prevalece, la que habla y la que está llena de implicaciones. Solamente Dios, y hasta cierto punto el diablo, sabe cuánto significa esta sangre. Pero sepamos o no todo lo que significa la sangre, de todos modos, si la aplicamos tenemos a nuestra disposición todo lo que ella significa.

b. Por la palabra del testimonio de ellos

  Ellos también han vencido al enemigo por “la palabra del testimonio de ellos”. Esta es la palabra que testifica que el diablo fue juzgado por el Señor. Cuando percibimos la acusación del diablo, debemos testificar verbalmente que el Señor ya lo juzgó. Tenemos que declarar audiblemente la victoria del Señor sobre él. Debemos testificar no sólo ante los hombres sino también ante los demonios, diciendo: “Demonios, recuerden que Satanás, el rey de ustedes, ya fue derrotado por el Señor Jesús. Ustedes no tienen por qué estar aquí molestándome”. Junto con este testimonio a los demonios, usted debe predicarle a Satanás, diciéndole: “Satanás, ¿no sabes que fuiste clavado en la cruz? Ya fuiste juzgado y tu sentencia es el lago de fuego”. Este es el testimonio que expresan verbalmente. No guarde estos pensamientos en su mente; dígalos a Satanás. Aunque no haya nadie con usted en su cuarto, Satanás está ahí. He predicado a los demonios y a Satanás. Dicha predicación no la hice para que él se arrepintiera, sino que sirvió de repelente. Al rociar a los “bichos” con el veneno celestial mediante nuestro testimonio audible, los matamos a todos. Tal vez usted no vea a los demonios, pero ahí están. Algunos hermanos se preguntan cómo puedo yo ser tan osado. La razón es que al predicarles a los “insectos”, soy fortalecido. Pero mi fuerza no viene de lo que soy yo, sino de lo que es la sangre. Yo no soy el veneno. Los demonios no temen a lo que soy yo, pero sí le temen a la sangre del Cordero. Debemos aplicar esta sangre.

  Poco después de mudarnos a nuestra nueva casa, nos empezaron a perturbar los topos. Algunos hermanos echaron veneno en los agujeros que habían hecho los topos, y éstos fueron exterminados. Nuestro “veneno” hoy es la sangre de Jesús y la palabra de nuestro testimonio.

  Debemos proclamar la palabra de nuestro testimonio. En ocasiones, usted tal vez deba predicarle a Satanás durante varios minutos, diciendo: “Satanás, tú me has engañado por años. Un día mi Señor vino a mí y me dijo que fui redimido en la cruz. Satanás, ¿no sabes esto?”. Háblele de ese modo. Muchos entre nosotros nunca le han predicado a Satanás, pero debemos aprender a hacerlo. Si usted desea predicar de una manera prevaleciente, la primera persona a quien debe predicar es Satanás. Esta predicación dirigida al enemigo es la palabra de nuestro testimonio.

  Nosotros atestiguamos que somos pecadores y que el Señor es nuestro Redentor. El murió en la cruz por nuestros pecados, y ahora tenemos Su sangre a nuestra disposición. ¡Díganle esto a Satanás! Después de hablarle de esto, díganle: “Satanás, no tienes por qué estar aquí. Tu destino es el abismo y luego el lago de fuego. Pero quiero que te quedes aquí hasta que yo acabe el mensaje que tengo para ti. Sólo entonces te dejaré ir”. Si usted le predica así a Satanás, el acusador no se atreverá a perturbarlo más puesto que usted lo perturba a él. Después de terminar su mensaje, dígale al enemigo: “Satanás, no regreses; si lo haces te daré un sermón más largo”.

  Los hermanos le vencieron no sólo por medio de la sangre, sino también por la palabra del testimonio de ellos. La sangre es el hecho firme, y la palabra es nuestra predicación. La sangre implica que nuestros pecados fueron perdonados y quitados, que fuimos crucificados, que Satanás fue juzgado, y que su cabeza fue aplastada. Cuando aplicamos la sangre, aplicamos todos estos hechos. Después de aplicar la sangre, debemos declararle a Satanás los hechos. Es así como vencemos al enemigo.

  Si ustedes aplican la sangre y le predican a Satanás, él estará atemorizado. El los acusa a ustedes, los perturba y los inutiliza. El desea destruirlos con sus acusaciones. Me temo que muchos queridos hermanos todavía son destruidos por las acusaciones del diablo. Ellos dicen: “Amo al Señor, pero no soy perfecto. He cometido muchos errores y he fracasado muchas veces”. El resultado de estas acusaciones es que lo apabullan a uno. Al ser incapacitados por estas acusaciones, el enemigo los lleva presos. Pero ustedes deben declararle al diablo: “Diablo, mi base no es mi perfección. Mi base y mi cubierta es la sangre”. Cualquiera que esté bajo la acusación de Satanás debe predicarle un largo sermón. Si usted hace esto, inmediatamente será fortalecido.

c. Desprecian la vida de su alma

  Los hermanos también vencieron al enemigo despreciando la vida del alma. Por la caída de Adán, Satanás se unió a la vida anímica del hombre, a su yo (Mt. 16:23-24). Por lo tanto, para vencerlo debemos aborrecer la vida de nuestra alma, y negarnos a ella (Lc. 14:26; 9:23). Los creyentes que vencen, quienes constituirán el hijo varón, “despreciaron la vida de su alma hasta la muerte”. Los que desprecian la vida de su alma están dispuestos a morir como mártires. Tenemos que aborrecer nuestro yo. Siempre que amemos la vida de nuestra alma, somos polvo, que es la comida de Satanás. Pero si menospreciamos la vida de nuestra alma, nuestro yo, no habrá polvo, y Satanás morirá. Cuando damos muerte a la vida de nuestra alma, también muere Satanás. Esta es la manera en que nosotros, como la parte fuerte de la mujer, vencemos a Satanás.

  Si ustedes le predican a Satanás, él se irá de ustedes. De manera que deben estar preparados para decir: “Satanás, aun si tú me odias, estoy muerto para ti. Estoy dispuesto a hacer a un lado la vida de mi alma, pues cuando muera, tendré una graduación gloriosa”. Si ustedes están dispuestos a perder la vida de su alma, Satanás no podrá hacerles nada. Si él los molesta, ustedes le pueden predicar; si los aborrece, ustedes mueren para él. ¿Qué podrá hacer él entonces? No podrá hacer nada y se tendrá que rendir. Es así como se derrota al enemigo.

5. Es dado a luz por la mujer que sufre

  El hijo varón es dado a luz por la mujer sufriente, por el pueblo de Dios que padece (vs. 2, 4-5). La expresión clamaba, que hallamos en el versículo 2, indica que estaba orando. “Con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento” significa que a lo largo de las generaciones el pueblo de Dios ha sufrido dolores de parto (Is. 26:17-18; Jer. 6:24; 13:21; 30:6; Mi. 4:9-10; 5:3; Gá. 4:19) para dar a luz al hijo varón que peleará por el reino de Dios.

6. Rige a todas la naciones

  El versículo 5 dice que el hijo varón “pastoreará con vara de hierro a todas las naciones”. Esto se refiere a la autoridad de Cristo (Sal. 2:9), la cual da a los vencedores (2:26-27). El hijo varón, que consta de los vencedores que resucitaron, ejercerá la autoridad de Cristo sobre las naciones y las regirá junto con Cristo en el reino milenario (20:4, 6).

C. Fueron arrebatados

  El versículo 5 también dice que el hijo varón “fue arrebatado a Dios y a Su trono”. El arrebatamiento del hijo varón difiere del arrebatamiento de la mayoría de los creyentes, lo cual se menciona en 1 Tesalonicenses 4:17. Allí la mayoría de los creyentes será arrebatada a los aires cuando suene la trompeta final (1 Co. 15:52; 1 Ts. 4:16), la séptima trompeta (11:15). Pero aquí el hijo varón es arrebatado al trono de Dios antes de los “mil doscientos sesenta días”, que será el tiempo de la gran tribulación, los tres años y medio (o cuarenta y dos meses, v. 14; 13:5; 11:2), los cuales comienzan al sonar la quinta trompeta (9:1).

II. EL RESTO DE LA DESCENDENCIA DE LA MUJER

  El resto de la descendencia de la mujer que se menciona en el versículo 17 es la parte débil de ella, la cual incluye a los israelitas que guardan los mandamientos de Dios y a los creyentes que tienen el testimonio de Jesús. Tanto los israelitas como los creyentes débiles serán dejados y pasarán por la gran tribulación. Ellos serán perseguidos y atacados por el dragón.

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