Mensaje 45
En este mensaje quisiera hacer notar la correlación que hay entre la visión de Ap. 12 y el libro de Efesios. En Apocalipsis 12 a todos nos impresiona la visión de la mujer con su parte fuerte, el hijo varón, el cual pelea contra el enemigo usando la palabra. En el libro de Efesios también vemos la mujer. Como todos sabemos, Efesios es un libro que trata de la iglesia, la cual es la mayor parte de la mujer que aparece en Apocalipsis 12. En Efesios esta mujer es la esposa de Cristo.
En Efesios 3:16 Pablo oró pidiendo que el Padre nos diera, “conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu”. Este fortalecimiento ocurre en nuestro hombre interior, el cual es nuestro espíritu regenerado en el que mora el Espíritu Santo. Cuanto más somos fortalecidos en nuestro hombre interior, más llegamos a ser la parte fuerte que está en esta mujer. La clave para llegar a ser la parte fuerte que está dentro de la mujer es ser fortalecidos en nuestro hombre interior. En el versículo 18 Pablo continúa orando para que seamos “plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la altura y la profundidad”. La expresión griega traducida “capaces” significa “fortalecidos con poder”. Necesitamos ser revestidos de poder para conocer las dimensiones de las riquezas de nuestro Cristo. A fin de ser el hijo varón no sólo tenemos que ser fortalecidos en nuestro hombre interior, sino también nutridos con todas las riquezas de Cristo. Además, Efesios 6:10 nos dice que nos fortalezcamos “en el Señor, y en el poder de Su fuerza”. Según dicho capítulo, la manera de ser fortalecidos es ponernos toda la armadura de Dios (vs. 11, 13), la cual es el Cristo todo-inclusivo. Ponernos toda la armadura de Dios equivale a vestirnos del Cristo todo-inclusivo. Debemos estar cubiertos de todos los aspectos de este Cristo. Por consiguiente, en Efesios 3:16 y 18 y 6:10 y 11, vemos que la manera de llegar a ser la parte fuerte que está dentro de la mujer es ser fortalecidos en nuestro hombre interior, ser fortalecidos, para experimentar las riquezas de Cristo, y ser fuertes por habernos vestido del Cristo todo-inclusivo como armadura. Por lo tanto, en el libro de Efesios hallamos tanto a la mujer como al hijo varón.
En el libro de Efesios también tenemos una guerra contra las tinieblas espirituales, contra principados y potestades en los lugares celestiales (Ef. 6:12). Estos poderes malignos son, por supuesto, los poderes de Satanás, el enemigo. Por lo tanto, en este libro vemos no sólo la mujer y el hijo varón, sino también un tercer personaje, a saber: Satanás, la serpiente. Efesios revela que hay una guerra entre la parte fuerte que está en la mujer y el enemigo, y además, que esta guerra se libra en oración. La manera en que el hijo varón pelea contra el enemigo es la oración. Finalmente, todo el libro de Efesios nos conduce a un punto cimero: velar y orar.
Leemos en Efesios 6:17 y 18: “Y recibid el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios; con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu, y para ello velando con toda perseverancia y petición por todos los santos”. Según estos versículos, se lucha tomando la palabra de Dios con toda oración. No debemos simplemente tener un solo método de oración, sino todo tipo de oración, ejercitando nuestro espíritu orando de varias maneras para ingerir la palabra de Dios. Este pasaje habla de orar-leer, de tomar la palabra de Dios con toda oración. Hacer guerra contra el enemigo usando nuestros pensamientos y nuestras palabras no conduce a nada. No podemos usar nuestra mente ni nuestras expresiones para luchar contra él. La manera más eficaz de hacer guerra contra el enemigo es orar-leer la Palabra, y la mejor porción de la Palabra que podemos orar-leer es el libro de Efesios. Si ustedes oran-leen dicho libro concentrados en él por cierto tiempo, serán fortalecidos. En vez de tratar de comprender el libro de Efesios, deberían más bien orar-leerlo, aunque se demoren dos semanas. Si hacen esto, podrán testificar que están llegando a ser la parte fuerte que está dentro de la mujer.
Lo dicho en Juan 6 está allí para nutrirnos. En Juan 6:57 el Señor dice: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí”, y en 6:63 dice: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Lo dicho en Juan 6 nos alimenta, mientras que las palabras de Efesios 6 principalmente matan. Las palabras de Juan 6 son pan, pero las de Efesios 6 son una espada. Una espada no nutre sino que mata. Pero esta espada no lo mata a uno; da muerte al enemigo y a todas las cosas negativas que hay dentro de uno. Si hemos de pelear contra los principados y potestades que están en los lugares celestiales, tenemos que matar primero todos los “bichos” que haya en nosotros.
Usted podría preguntarse cuáles son estos “bichos”. En cuanto a doctrina, podría responder que estos “bichos” son su mente, su parte emotiva y su voluntad. Pero en la práctica, los “bichos” que más necesitan ser erradicados son nuestras opiniones. Necesitamos una iluminación intensificada para ver que estamos llenos de opiniones. Cuando usted oye un mensaje, tiene comunión con otros santos o lee la Biblia, usted defiende muchas opiniones y conceptos. Casi cada santo se aferra a alguna opinión o concepto. A lo que quiero llegar es a esto: si deseamos ser la parte fuerte de la mujer, y pelear contra el enemigo en oración, debemos tomar la palabra de Dios y renunciar a toda opinión. En otras palabras, la manera de tomar la palabra de Dios al orar-leer consiste en darle muerte a nuestras opiniones. En el mensaje 87 del Estudio-vida de Génesis hicimos notar que guardar la palabra del Señor significa recibir al Señor y matar nuestras opiniones. De no ser por la misericordia del Señor, todos nosotros estorbaríamos la palabra del Señor con nuestras opiniones. ¡Cuánto necesitamos orar-leer la palabra que da muerte a nuestras opiniones y conceptos!
En la experiencia que tengo de la vida de iglesia, muchas veces he entorpecido la obra del Señor con mis opiniones. El problema de los que están en el recobro del Señor es las opiniones. No quiero decir con esto que debemos ser insensibles, como si fuéramos un tronco. Cuando nos acercamos a la Palabra, por ser personas que tenemos vida e ideas, sentimientos y determinaciones firmes, debemos dejar que el Señor dé muerte a nuestras opiniones. No son muchos los santos que oran pidiendo esto. Pero debemos orar así: “Señor, voy a orar-leer Tu palabra. Señor mata mis opiniones”. Lo que ha impedido que usted sea edificado con otros no es principalmente su debilidad, ni siquiera su mundanalidad, sino sus opiniones. Todos nosotros amamos al Señor de todo corazón y deseamos ser edificados como parte de la iglesia. No obstante, con frecuencia el resultado no concuerda con nuestro deseo. Algunos han estado en la vida de iglesia más de diez años, pero todavía no son parte del edificio. Pese a que están muy cerca del edificio, no están ligados a él. No importa cuán cerca estén del edificio si al fin y al cabo no son parte de él. Sus opiniones les han impedido ser edificados con otros. Por lo tanto, todos debemos orar así: “Señor, deseo ser fortalecido en mi hombre interior; deseo ser revestido de poder para poder conocer las riquezas de Cristo, y deseo ser fuerte al ponerme toda la armadura de Dios. Pero mi problema es que todavía no he dejado que Tu palabra mate mis opiniones”.
De vez en cuando, algunos amigos me han preguntado por qué recibo tanta luz de la Palabra y por qué ellos reciben tan poca. Pese a que leemos la misma Biblia, ellos no reciben mucha luz. El secreto para recibir luz de la palabra radica en permitir que la Palabra mate las opiniones de uno. Muchas personas leen la Palabra de un modo selectivo, reciben lo que concuerda con su opinión y rechazan lo demás. Pero cuando uno ora-lee la Palabra, debe recibir la Palabra misma y dejar que ella mate las opiniones. Efesios 6 nos muestra la manera de orar-leer. Es tomar la Palabra con toda oración. Al orar-leer, lo primero que la Palabra hará será matar nuestras opiniones. Si usted no permite que la Palabra dé muerte a sus opiniones, no podrá llegar al enemigo que está en los aires para pelear contra él. Nuestra experiencia demuestra que lo primero que hace el orar-leer no es nutrirnos, sino matar nuestras opiniones. Cada vez que oramos-leemos, nuestras opiniones mueren.
Usted podría preguntarse qué son sus opiniones. Los esposos se aferran a una opinión, y la esposa no desiste de su propio parecer. Usted podría pensar que usted es un buen marido, pero no se da cuenta de la manera tan fuerte como se aferra a su opinión al hablar con su esposa. Usted la ama y sólo discute con ella ocasionalmente, pero en lo más recóndito de su ser abriga opiniones que difieren de las de ella. Obviamente, lo mismo sucede con las esposas. De modo que, los esposos y las esposas sostienen puntos de vista diferentes. Como resultado, no sólo han estorbado la edificación de ellos con los hermanos y las hermanas en la vida de iglesia, sino también su mutua edificación en la vida matrimonial. Aunque usted y su esposa hayan sido salvos por muchos años y hayan pasado esos años amando al Señor y buscando la verdad, es posible que hasta este momento ustedes estén aferrados a sus opiniones. Ustedes aman al Señor, aman la iglesia y se aman mutuamente, pero todavía están asidos de sus opiniones, las cuales les impiden ser edificados en la iglesia.
Todos nosotros somos dogmáticos. Confieso que yo solía ser muy dogmático, pero alabo al Señor porque mis opiniones han pasado por bastante muerte. Aunque no me jacto de no aferrarme a nada, puedo decir que por la obra exterminadora del Señor, me es difícil aferrarme a algo. Según lo que está implícito en Efesios 6, al orar-leer tomamos la palabra que mata, la espada que puede exterminar nuestras opiniones.
Si seguimos asidos de nuestras opiniones, no podremos vestirnos de Cristo como armadura nuestra. A fin de ponernos toda la armadura de Dios, debemos dejar que se les ponga fin a nuestras opiniones. Para muchas personas, la armadura que las cubre no es Cristo sino sus opiniones. Sus pensamientos, sus deseos y sus preferencias se rigen por sus opiniones. Ellos no tienen toda la armadura de Dios debido a que tienen todas esas opiniones. Es posible que tengan estas opiniones en su cabeza, en vez de tener a Cristo como yelmo y cubierta de su cabeza. La única manera de ponerse el yelmo de salvación como cubierta es dejar que nuestras opiniones y conceptos sean subyugados y se les dé fin. Debemos orar así: “Oh Señor, ten misericordia de mí y mata mis pensamientos, mis opiniones y mis conceptos”. Si hacemos esta oración con sinceridad, estaremos bajo el amparo del yelmo. Esto también se aplica a la coraza. Usted tal vez tenga su propia preferencia y gusto, y tal vez sea bastante dogmático en ciertos gustos y aversiones. Pero si ésta es su condición, usted no puede ponerse la coraza. Solamente cuando sus preferencias sean eliminadas podrá vestirse de Cristo como coraza que abrigue su conciencia.
Aunque conozco Efesios 6 de un modo doctrinal hace muchos años, le doy gracias al Señor porque hoy conozco este capítulo por experiencia. He visto que si nos vestimos del Cristo todo-inclusivo como toda la armadura de Dios, todos nuestros pensamientos, opiniones, afectos y preferencias tendrán que morir. Sólo entonces estaremos completamente bajo la cubierta del Cristo todo-inclusivo. Una vez que estemos vestidos de toda la armadura de Dios podremos pelear contra los poderes malignos que hay en los lugares celestiales.
Muchos están descalificados de pelear contra los principados y potestades de los lugares celestiales porque están enredados en sus conceptos, opiniones y preferencias. La única lucha que conocen es su propio conflicto interno, no la batalla que se libra en los aires. Ellos no pueden salir de sí mismos y penetrar en el territorio del enemigo en los aires. Son semejantes a un avión de combate que está en la base por causa del mal tiempo. Este “mal tiempo” es el yo, lleno de opiniones, preferencias, intenciones, decisiones, gustos y aversiones. Puesto que muchos están enredados en estas cosas y, por ende, no pueden vestirse del Cristo todo-inclusivo como su armadura, la cual los protegería y los equiparía, no pueden elevarse por los aires para pelear contra el enemigo que está en los lugares celestiales. Por el contrario, todavía están envueltos en todas sus opiniones y puntos de vista.
En Apocalipsis 12 tenemos la visión, y en Efesios tenemos la manera práctica de entrar en la experiencia de la misma. Aunque Apocalipsis 12 presenta la parte fuerte que está en la mujer, no nos muestra la manera de llegar a ser dicha parte. La manera, descrita en el libro de Efesios, es ser fortalecidos en nuestro hombre interior, ser revestidos de poder para experimentar las riquezas de Cristo, y ser fuertes por vestirnos de la armadura de Dios mediante la oración y lectura de la palabra que mata. La palabra que tomamos al orar-leer pondrá fin a todo lo negativo de nuestro ser. Cuantas más cosas negativas sean exterminadas, más equipados seremos con la armadura de Dios. Después de haber sido equipados, podremos despegar y pelear contra los principados y las potestades que están en los lugares celestiales. Por consiguiente, la manera de pelear la batalla como hijo varón se halla en Efesios 6.
Tengo la carga de compartir con ustedes de este modo, puesto que he visto que todos los que están en las iglesias del recobro del Señor aman al Señor. Aunque ustedes aman al Señor, de todos modos tienen muchas opiniones a las cuales debemos poner fin. La palabra exterminadora tiene que hacer esta obra en nosotros. Esto no puede suceder con las enseñanzas ni sólo oyendo mensajes; es el resultado de la manera adecuada de orar-leer la Palabra. Al penetrar en nuestro ser esta palabra, son eliminadas nuestras opiniones, conceptos, deseos y preferencias. Les sugeriría que usaran dos semanas para comprobar esto al orar-leer todo el libro de Efesios. Esto pondrá al descubierto todas sus opiniones y conceptos, y los conducirá a ustedes al punto donde estarán dispuestos a renunciar a todo eso. Entonces podrán decir: “En la vida de iglesia junto con los hermanos y las hermanas y en mi vida matrimonial, no me aferro a ninguna opinión. Señor, ya que no estoy enredado en nada terrenal, puedo en cualquier instante despegar y elevarme a los lugares celestiales para pelear contra el enemigo. Nada me puede detener”. Si ustedes oran-leen el libro de Efesios, verán la condición en que están y sabrán lo que necesitan.