Mensaje 56
En este mensaje llegamos al tema del reino milenario. Muchos versículos del Antiguo Testamento están relacionados con el reino milenario (Sal. 2:6, 8-9; Is. 2:2-5; 11:1-10; 65:20-25; 30:26; Zac. 8:20-23; Sal. 72:1-17; Is. 4:2-6; 9:7; 12:1-5; 16:5; 32:1-2; 40:9-11; 61:4-9; Zac. 14:16-21). El reino era la buena nueva que proclamada a través de los profetas en el Antiguo Testamento para la humanidad.
Entre el arrebatamiento de los vencedores y el comienzo del reino milenario sucederán muchas cosas. Inmediatamente después del arrebatamiento del hijo varón, una gran voz del cielo dice: “Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de Su Cristo” (12:10). Sin embargo, el reino no viene en ese momento, pues los tres años y medio de la gran tribulación todavía no habrán venido. No obstante, a los ojos de quienes ya fueron arrebatados a los cielos, el reino ya vino. Durante los últimos tres años y medio de esta era sucederá lo siguiente: el arrebatamiento de la mayoría de los santos; la destrucción de la Babilonia religiosa, esto es, el aniquilamiento del catolicismo; la destrucción del judaísmo, y la caída de la Babilonia material. Después se peleará la batalla de Armagedón. Toda la tierra tiene que ser purificada como preparación para la venida del reino de Dios. Ya para el capítulo veinte casi todo estará limpio. Solamente quedará Satanás, el origen de todos los problemas. Por eso, lo primero que se menciona en el capítulo veinte, el cual se relaciona con el milenio, es atar a Satanás.
En 20:1-3 vemos que Satanás es encarcelado. Después de la derrota del anticristo, Satanás es atado y encarcelado a fin de limpiar la tierra rebelde para que venga el reino de Cristo (vs. 4-6). Satanás será atado y lanzado al abismo, que está en el corazón de la tierra. Estará encerrado allí por mil años, después de los cuales “debe ser desatado por un poco de tiempo” (v. 3). El Señor Jesús arrojará al anticristo y al falso profeta directamente al lago de fuego porque ya no le serán útiles. Sin embargo, aun después de la batalla de Armagedón, Satanás le será útil en cierta medida al Señor.
Después de la batalla de Armagedón, el Señor establecerá Su trono de gloria en Jerusalén y reunirá ante El a las naciones que queden en la tierra y ejecutará Su juicio sobre ellas. Ya dijimos que éste será el juicio que Cristo ejecutará sobre los que estén vivos, el cual se llevará a cabo según el evangelio eterno predicado por un ángel en medio del cielo (14:6). Los “cabritos” irán al fuego preparado para el diablo y sus ángeles, y las “ovejas” entrarán al reino milenario como ciudadanos (Mt. 25:34). Aunque estas “ovejas” serán restauradas, no serán regeneradas. Conservarán la naturaleza rebelde, así que necesitarán una prueba adicional mil años después. Puesto que el Señor usará a Satanás para ponerlos a prueba, no lo echará al lago de fuego al comienzo del milenio, sino que será encerrado en el abismo por mil años. Cuando hayan pasado los mil años, el Señor soltará a Satanás del abismo y lo utilizará para poner a prueba a los ciudadanos que hayan quedado en la tierra durante el milenio. En el mensaje siguiente veremos que Gog y Magog, los rusos, no pasarán la prueba. Bajo la instigación de Satanás, se rebelarán una vez más contra Dios. En esto podemos ver que Satanás sigue siendo útil en las manos de Dios para purgar a la humanidad.
Hechos 3:21 se refiere a “los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de Su santos profetas desde tiempo antiguo”. Esta restauración afectará no solamente al hombre, sino también a toda la creación: los cielos, la tierra, los animales y hasta los árboles. Todo lo que fue maldito en la caída del hombre será restaurado. Isaías 30:26 dice: “Y la luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol siete veces mayor, como la luz de siete días”. Hoy el sol y la luna no están en su condición normal debido a que fueron malditos cuando Satanás se rebeló y el hombre cayó. Según se indica en Génesis 3:17 y 18, la tierra fue maldita por causa de la caída del hombre. Es por eso que la tierra hoy no es normal.
Cuando los hijos de Israel se preparaban para entrar en la buena tierra, la tierra donde fluyen leche y miel, Moisés envió doce espías a reconocer la tierra (Nm. 13:1-2). Estos regresaron con un racimo de uvas tan grande que se necesitaban dos hombres para cargarlo (Nm. 13:23). En 1958 visité esa región, y traté intencionalmente de ver qué clase de uvas eran ésas. El guía trajo un racimo de uvas pequeñas. Pregunté por qué eran tan pequeñas, y se me respondió que el suelo no es fértil y la lluvia escasa. Con el paso de los siglos el viento ha ido arrastrando la capa fértil del suelo. Por esta razón no se puede cultivar casi nada allí. Según las profecías de Deuteronomio, esta tierra ha sido maldita por causa del pecado de los hijos de Israel. Así que la tierra se ha vuelto anormal. De la misma manera, el universo en su totalidad es anormal. Sin embargo, cuando el milenio venga todo será restaurado.
En Isaías, Zacarías y en los Salmos hay muchas profecías acerca del milenio. En el tiempo de la restauración, no solamente la humanidad sino también toda la creación será restaurada a su condición original. Las fieras y el ganado serán restaurados a tal extremo que “morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará” (Is. 11:6). Esto no será un milagro, sino una relación común y normal. Isaías 11:8 dice: “Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora”. Hasta los molestos zancudos serán incluidos en la restauración. Cuando un zancudo me pica, recuerdo que los zancudos necesitan ser restaurados. Después que sean restaurados, harán sonidos musicales, y no picarán a nadie. No debemos odiar a los zancudos, las moscas ni los topos. Debemos culpar a Adán, ya que su caída trajo la maldición a toda la creación. Pero cuando Cristo vuelva, todo será restaurado. Los árboles florecerán abundantemente. Isaías 35:1-2 dice: “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo”. Más aún: “aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manantiales de aguas” (Is. 35:6-7). Además dice: “Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad” (Is. 35:8). El libro de Isaías es una descripción completa del milenio.
De acuerdo con las profecías de la Biblia, el reino milenario consta de dos secciones, a saber, la parte superior, que es la celestial, y la parte inferior, que es la terrenal. A la sección superior del milenio se le llama el reino del Padre (Mt. 13:43), y la sección inferior es llamada el reino del Hijo del Hombre (Mt. 13:41). El reino del Mesías, o el reino mesiánico, es otro nombre dado a la sección terrenal del milenio.
En el reino milenario habrá tres pueblos. El primero constará de los santos que venzan, incluyendo tanto a los vencedores del Antiguo Testamento como a los del Nuevo. Estos vencedores serán correyes de Cristo. Cristo es el Rey supremo, y nosotros seremos Sus correyes. Por lo tanto, la porción celestial será conformada por la realeza del milenio.
El segundo grupo, que se halla en la sección inferior, son los judíos legítimos que hayan sido preservados, los cuales serán salvos cuando venga el Señor. Según Zacarías 12:10-14 estos judíos mirarán a aquel a quien traspasaron y se arrepentirán. Ellos serán la tercera parte que será pasada por fuego para ser refinada (Zac. 13:9). Estos judíos salvos entrarán en el milenio como sacerdotes, y enseñarán a las naciones a buscar y conocer a Dios. Isaías 2:2-3 se cumplirá en ese entonces. El versículo 3 dice: “Y vendrán muchos pueblos y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacobo; y nos enseñará Sus caminos, y caminaremos por Sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová”. Las naciones recibirán instrucción de Dios mediante la enseñanza de los judíos, quienes serán los sacerdotes. Isaías 61:6 dice expresamente: “Y vosotros seréis llamados sacerdotes de Jehová, ministros de nuestro Dios seréis llamados”. Esto también se cumplirá durante el milenio, cuando las naciones reconozcan a los judíos como sacerdotes de Dios.
Zacarías 8:23 dice: “Así dice Jehová de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros”. Este versículo indica que cada judío será valioso. En ese entonces los judíos salvos serán tan escasos que diez personas de cada nación tomarán del manto a un judío y le dirán: “Ayúdanos a conocer a Dios. Queremos que tú nos enseñes; hemos oído que Dios os ha bendecido. Queremos participar de vuestras bendiciones. Queremos que nos enseñéis a conocer a Dios y a adorarlo”. En esos días los judíos serán muy bien recibidos.
El tercer grupo de personas que estará en el reino milenario será las “ovejas” de las que habla Mateo 25. Hemos visto que estas “ovejas” serán trasladadas al reino milenario y serán los ciudadanos allí.
En la parte inferior del reino milenario, llamado el reino del Hijo del Hombre, Jesús como la simiente de David será rey de los judíos y por medio de ellos reinará sobre todas las naciones. El estará en el trono de David, a fin de ser Rey de las naciones a través de los judíos. Este es el reino del Hijo del Hombre y el reino del Mesías; también es el tabernáculo de David del cual se habla en Hechos 15:16. El tabernáculo de David está caído. Pero cuando el milenio venga, Cristo lo erigirá de nuevo. El tabernáculo de David es el reino de David. En 2 Samuel 7:16 Dios prometió establecer el reino de David para siempre. Este reino eterno será la parte terrenal durante el milenio, el reino del Hijo del Hombre y del Mesías. Los vencedores, que serán reyes, estarán en la parte superior, y los sacerdotes judíos y los ciudadanos estarán en la parte inferior.
Es una gran ayuda entender claramente estos asuntos. Si uno los entiende, entonces al leer la Biblia sabrá cuáles versículos se refieren a la parte superior y cuáles a la parte inferior. Sabrá cuáles versículos se refieren a los reyes, cuáles a los sacerdotes y cuáles a las naciones.
Apocalipsis 20:4 dice: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar”. Los que se sentaron son los vencedores. Ahora ellos están sentados en tronos, y se les ha dado autoridad para juzgar. Tener la facultad de juzgar equivale a tener el reino (Dn. 7:10, 18, 22). Así que, este versículo indica que los vencedores han recibido el reino y lo disfrutan.
El versículo 4 también dice: “Y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, y los que no habían adorado la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.” Los que fueron “decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios” son los mártires que murieron en la era de la iglesia (véase 6:9). Indudablemente, Pedro, Pablo, Jacobo, Esteban y muchos otros que han muerto como mártires a lo largo de los siglos serán incluidos en esta categoría. Estos santos martirizados por el testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, serán resucitados para ser correyes de Cristo.
Los que mueren como mártires en la gran tribulación son los que no adoran a la bestia ni a su imagen, ni reciben la marca en su frente ni en su mano. Después del arrebatamiento de los vencedores, muchos santos serán martirizados por rehusarse a adorar al anticristo o a recibir su marca en la frente o en la mano. Estos santos también serán resucitados para ser correyes en el reino milenario.
En principio, entre estos correyes deben de estar incluidos también a los vencedores que hayan sido arrebatados vivos. Si los santos que constituyen el hijo varón serán correyes, sin duda los que componen las primicias también serán correyes.
En Mateo 25:21, 23 el Señor dice: “Bien, esclavo bueno y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Estos versículos se refieren al disfrute que tienen los vencedores en el reino milenario. Al siervo diligente el señor dirá: “¡Bien hecho, siervo fiel! Entra en el gozo de tu Señor. Tengo ciertas cosas que deseo que tú gobiernes”. Este será el deleite que los creyentes vencedores tendrán en el reino milenario.
Los vencedores disfrutarán la mejor resurrección. El versículo 6 habla de “la primera resurrección”. La palabra griega traducida “primera” es la misma que se traduce “mejor” en Lucas 15:22, donde el padre del hijo pródigo dice: “Sacad pronto el mejor vestido, y vestidle”. Por consiguiente, la primera resurrección, mencionada en el versículo 6, puede traducirse “la mejor resurrección”. Los vencedores disfrutarán esta resurrección.
La primera resurrección es la superresurrección, es decir, la resurrección sobresaliente, buscada por el apóstol Pablo (Fil. 3:11). La palabra griega puede traducirse “la resurrección extraordinaria”. Esto significa que es una resurrección separada o apartada de la resurrección común. Es una resurrección con honores, similar a una graduación con honores. Esta resurrección es una resurrección de reyes, como recompensa a los vencedores para que puedan reinar como correyes junto a Cristo en el reino milenario. Por consiguiente, “bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección” (20:6). No solamente los vencedores resucitados, como el hijo varón en 12:5 y los mártires tardíos en 15:2, sino también los que serán arrebatados vivos, como las primicias en 14:1-5, tendrán parte en esta resurrección.
En mi juventud pensaba que solamente los creyentes resucitarían y que los incrédulos no. Me parecía que la resurrección era un bendición especial otorgada a los creyentes. Hasta que me di cuenta de que los incrédulos también resucitarán. Juan 5:29 habla de la “resurrección de vida” y de la “resurrección de juicio”. La resurrección de vida es la resurrección de los creyentes antes del milenio, y la resurrección de juicio es la resurrección de los incrédulos después del milenio. Los creyentes muertos resucitarán para disfrutar la vida eterna cuando venga el Señor. Así que, a esta resurrección se le llama resurrección de vida. Los incrédulos muertos serán resucitados después de mil años para ser juzgados ante el gran trono blanco (20:11-15). Por tanto, a esta resurrección se le llama la resurrección de juicio.
La primera resurrección también será la resurrección con recompensa. Lucas 14:14 dice: “Y serás bienaventurado; porque ellos no tienen con qué recompensarte, pero te será recompensado en la resurrección de los justos”. Esta resurrección es una resurrección con recompensa.
No todos los santos muertos resucitarán al mismo tiempo. Por lo menos, los dos testigos del capítulo once resucitarán aparte de los demás. Ellos resucitarán tres días y medio después de morir (11:11). Además, el hijo varón, el cual será arrebatado antes de sonar la quinta trompeta, resucitará antes que la mayoría de los creyentes, los cuales resucitarán cuando suene la séptima trompeta. Podemos usar 1 Corintios 15 y 1 Tesalonicenses 4 para hablar de la resurrección de un modo general, diciendo que los creyentes muertos resucitarán cuando el Señor venga. Sin embargo, es necesario conocer los detalles relacionados con la resurrección de los creyentes. El hijo varón resucitará antes de la gran tribulación, y la mayoría de los santos que hayan muerto resucitarán casi al final de la gran tribulación. Además, es posible que la resurrección de los vencedores tardíos que estarán en pie en el mar de vidrio se produzcan en otro momento. Ciertamente ellos no serán arrebatados junto con el hijo varón, debido a que serán martirizados durante la gran tribulación. Es dudoso que ellos resuciten junto con la mayoría de los santos muertos. De modo que habrá tres o cuatro resurrecciones diferentes: la resurrección del hijo varón, la resurrección de los dos testigos, la resurrección de los vencedores tardíos y la resurrección de la mayoría de los creyentes que hayan muerto. No debemos estar conformes con participar en la resurrección general de los creyentes; debemos aspirar a la mejor resurrección.
El versículo 6 dice: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección”. La bendición más elevada es heredar el reino manifestado en la tierra y ser correyes en el reino.
En cuanto a aquellos que tengan parte en la primera resurrección, el versículo 6 dice: “La segunda muerte no tiene potestad sobre éstos”. Esto es difícil de comprender. El lago de fuego es llamado la segunda muerte (20:14). Algunos podrían decir: “Los creyentes resucitarán y nunca serán lanzados al lago de fuego, la segunda muerte”. La Biblia no es tan sencilla. Ya vimos que Satanás es útil en las manos de Dios. De igual manera, la muerte le es útil en cierta forma. Todas las situaciones negativas están relacionadas con la muerte. Tomemos por ejemplo la debilidad. Todas las debilidades físicas, sicológicas y espirituales pertenecen a la muerte. La debilidad es una tarjeta de visita de la muerte. Cuando la muerte se prepara para visitar a una persona, no viene directamente. Primero viene en forma de debilidad. Esta es seguida por la enfermedad, y la enfermedad, a su vez, es seguida por la muerte. Por consiguiente, la debilidad y la enfermedad pertenecen a la muerte. Además, todos los inconvenientes y problemas que confrontamos pertenecen a la muerte. Cuando los vencedores entren en la sección celestial del milenio para ser los correyes de Cristo, no tendrán debilidades, enfermedades, problemas ni inconvenientes. En otras palabras, la muerte ya no los turbará.
La muerte que viene antes de la resurrección es la primera muerte, y la segunda muerte, el lago de fuego, es la muerte que viene después de la resurrección. En la primera muerte el espíritu y el alma abandonan el cuerpo; el cuerpo es enterrado; y el espíritu y el alma van al Hades. El espíritu y alma del creyente van a la sección de consuelo del Hades, y el espíritu y alma del incrédulo, a la sección de tormento. El Señor Jesús determinará quiénes de entre los muertos resucitarán antes del milenio y quiénes serán dejados en la tumba otros mil años para ser resucitados después del milenio. Después de que los incrédulos resuciten, serán juzgados ante el gran trono blanco (20:11-15). Los incrédulos muertos serán lanzados al lago de fuego, la segunda muerte. Esto significa que después de resucitar, sufrirán la segunda muerte.
No piense, como muchos cristianos, que después de su resurrección todo estará bien. Después de nuestra resurrección, tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo (2 Co. 5:10). Si no hay posibilidad de tener problemas, entonces ¿por qué seremos juzgados después de la resurrección? Cuando estemos delante del tribunal de Cristo, estaremos en temor y temblor, en suspenso, esperando lo que el Señor nos dirá. Sí, usted es salvo por la eternidad. No hay problema en cuanto a esto. No creemos que una persona salva pueda perderse. Juan 10:28-29 indica que una vez que uno recibe la vida eterna, jamás puede perecer. No obstante, en 1 Corintios 3:15 Pablo dice: “Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. Aunque somos salvos, podemos sufrir pérdida, o sea que es factible que tengamos problemas. No piense que después de haber sido resucitado y arrebatado, inmediatamente irá al cielo. No, primero tiene que ser examinado. No espere ir directamente al reino milenario como un co-rey de Cristo. Primero debe comparecer ante el tribunal de Cristo.
Mientras estemos delante de este tribunal “cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Ro. 14:12). Tal vez usted tenga que decir: “Señor, después de ser salvo, seguí bebiendo y yendo al cine. Me dijeron que debía amarte, pero sencillamente no tenía interés en hacerlo. Oí los mensajes referentes al reino, pero fui muy descuidado. Por favor, Señor, perdóname”. Tal vez usted critique a otros hoy, pero cuando esté en pie ante el tribunal de Cristo tendrá que criticarse a sí mismo. El juicio ante el tribunal de Cristo determinará si como recompensa vamos a entrar en Su reino o seremos castigados. Este castigo se relaciona con la segunda muerte, así como la debilidad, la enfermedad, los problemas y los contratiempos se relacionan con la primera muerte.
En el presente, Dios usa la debilidad, la enfermedad, los problemas y los inconvenientes para disciplinarnos a fin de que crezcamos en vida. Si usted muere sin madurez, no piense que después de resucitar va a madurar espontáneamente. No, usted va a resucitar y a ser arrebatado en su condición inmadura. Si muere sin madurez, resucitará sin madurez. Tome el ejemplo de una graduación. Si usted se sale de la escuela antes de graduarse y luego regresa, tiene que terminar todos los cursos requeridos para graduarse.
Necesitamos crecer y madurar temprano. No demore el proceso de crecer y madurar. Tema el riesgo de morir inmaduro. Si usted muere inmaduro, después de resucitar, comparecerá inmaduro ante el tribunal del Señor Jesús. No habrá necesidad de que el Señor le diga nada. Al contrario, usted dirá: “Señor, lamento mucho haber muerto inmaduro, continúo siendo inmaduro. Señor, ten misericordia de mí y concédeme más tiempo para madurar”. El Señor quizá le diga: “La dispensación ha cambiado. Tienes que ser puesto en una situación en la cual puedas crecer”. Tenga la absoluta certeza de que esta situación no será muy placentera. Todos los que están en esa situación serán confrontados con algo de la segunda muerte. Esto significa que después de resucitar, el creyente puede ser afectado por la segunda muerte, la cual posiblemente tendrá potestad sobre él. Solamente los vencedores, aquellos que tengan parte en la mejor resurrección, no estarán sujetos a nada de la segunda muerte. Ellos se habrán graduado y no tendrán debilidades, enfermedades, problemas, inconvenientes ni sufrimientos. Así debe entenderse el versículo 6.
No crea las enseñanzas erradas que afirman que si usted ha sido lavado en la sangre y regenerado por el Espíritu, todo va a estar bien. Aunque sea salvo por la eternidad, necesita crecer, madurar y ser perfeccionado a fin de ser uno de los correyes de Cristo. Si usted no madura, sufrirá pérdida. Si sufre pérdida antes de la resurrección, su pérdida corresponde a la primera muerte. Pero si sufre pérdida después de la resurrección, su pérdida se relaciona con la segunda muerte. Aunque sea un creyente resucitado estará bajo el poder de la segunda muerte, y algo de ésta lo perturbará. Esta es la pura y sobria verdad que ilumina. ¡Todos necesitamos iluminación, sobriedad y seriedad para con Dios!
¿En qué condición se encuentra usted hoy? ¿Sigue siendo carnal, amando el mundo todavía? ¿Pelea con su esposa, o se rebela contra su esposo? Si ésta es su condición hoy, ¿qué le dirá al Señor cuando esté delante de El después de la resurrección? ¿Y qué le dirá El a usted? El le dirá que usted tiene que sufrir para madurar, que necesita algo de la segunda muerte para madurar. ¡Pero alabado sea el Señor por los vencedores, los cuales tienen parte en la mejor resurrección y sobre los cuales la segunda muerte no tiene potestad!
El versículo 6 dice que los vencedores “serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con El mil años”. Los vencedores serán sacerdotes y, por ende, tendrán contacto con Dios y serán correyes de Cristo para reinar sobre las naciones en el milenio (2:26-27; 12:5). Ellos como sacerdotes traerán al hombre y sus necesidades a Dios, y ministrarán Dios al hombre; y como reyes traerán a Dios en Su autoridad al hombre y representarán a Dios en el pastoreo. Este es un galardón para los vencedores. Los creyentes que sean derrotados en esta era, perderán ese galardón. Pero después de ser juzgados en el milenio, participarán en el servicio de Dios y en el reino en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad (22:3-5).
El cristiano apropiado de hoy conduce el hombre y sus necesidades a Dios y a Cristo, y también le ministra a Dios y a Cristo. Traen la autoridad de Dios al hombre y representan a Dios ante el hombre. Al participar de la parte celestial del milenio, seremos reyes y sacerdotes. Debemos satisfacer la necesidad de Dios y del hombre, trayendo el hombre a Dios y Dios al hombre. Por medio de nuestro sacerdocio y nuestro reinado, tanto Dios como el hombre serán completamente satisfechos. Seremos sacerdotes y reyes, un pueblo en el cual no hay nada de la segunda muerte. En esta esfera no habrá debilidades, enfermedades, problemas ni inconvenientes. ¡Qué maravilloso será!