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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Apocalipsis»
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Mensaje 63

LA NUEVA JERUSALEN

(4)

  Este mensaje es la continuación del mensaje anterior.

C. La apariencia unificada por sus cuatro lados

  Como hicimos notar, la apariencia de Dios es como de jaspe. El hecho de que el material del muro sea jaspe indica que la Nueva Jerusalén, como expresión corporativa de Dios en la eternidad, tiene la apariencia de El. Esta ciudad tiene la misma apariencia por sus cuatro lados. Esto indica que todas las diferencias se han desvanecido y que la ciudad es la única expresión del Dios Triuno. Esto dista bastante del concepto de muchos cristianos que piensan que todos debemos ser diferentes y expresar a Cristo en diferentes formas. De acuerdo con este concepto, usted expresa a Cristo a su manera, y yo a la mía. Se me enseñó anteriormente que tanto los creyentes como las iglesias debían ser diferentes entre sí y que ninguna iglesia debía ser igual a otra. No solamente se me enseñó esto, sino que yo mismo lo predicaba. Decía que no debemos imitar ni copiar a los demás. Usando las facciones de la cara como ejemplo, yo decía que cada rostro es único. Pero, al estudiar de nuevo el libro de Apocalipsis, vi que los siete candeleros eran exactamente iguales. Si los siete candeleros fueran colocados en una mesa frente a usted, no podría diferenciarlos. Cada candelero pierde su propia identidad, pues todos son iguales. Cuando vi esto, mi punto de vista fue radicalmente revolucionado, y me dije a mí mismo: “¡Qué concepto tan equivocado he recibido de esos insensatos que dicen que las siete iglesias son diferentes! Sí, ellas son diferentes en los aspectos negativos. Ciertamente la iglesia en Filadelfia no tenía los ídolos que había en Tiatira. Pero en el aspecto positivo, todas son iguales. Tienen un solo Dios y un solo Cristo”. Verdaderamente fui iluminado.

  Desde ese día, el Señor me ha mostrado este asunto una y otra vez, hasta que finalmente me hizo ver que los cuatro lados del muro de la Nueva Jerusalén son iguales. Cada lado es igual en apariencia. Aunque quizás millones de piedras de jaspe han sido juntadas para conformar el muro, cada lado del muro tiene la misma expresión. Cada lado es igual en material, substancia, color y apariencia. Por consiguiente, todos nosotros debemos ser iguales. Yo debo ser igual a usted, y usted debe ser igual a mí. Al final, seremos tan parecidos unos a otros que perderemos nuestra identidad. Ver esto nos ayuda a entender lo que dijo Pablo en 1 Corintios 1:10: “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer”. Debemos hablar una misma cosa y estar perfectamente unidos en un mismo sentir. Esto no implica que tenemos que ser controlados por otra persona. Ninguna de las piedras de jaspe edificada en el muro está controlada. Todas ellas son iguales en sustancia, en color, en apariencia, en resplandor y en gloria, porque han sido transformadas por la misma vida. De tal modo que debemos imitarnos unos a otros y ser réplicas el uno del otro. Las hermanas deben imitar a los hermanos, y los hermanos copiar a las hermanas. No me refiero a copiar las características naturales de los demás, sino a copiar el jaspe, la sustancia, el color y la apariencia.

  El jaspe no es una sustancia directamente creada. Primero Dios la creó, pero después fue transformada. Todas las piedras preciosas transparentes, especialmente los diamantes, son sustancias transformadas. Un diamante es un carbón que ha sido transformado en un cristal puro por medio del calor y la presión. Ninguno de nosotros fue creado de jaspe. Fuimos hechos de barro (Gn. 2:7). Alabado sea el Señor porque fuimos regenerados y estamos siendo transformados. Muchos de nosotros pasamos diariamente por un proceso de transformación. Con el tiempo, llegaremos a ser piedras preciosas. Seremos jaspe, poseeremos la vida de Dios y tendremos la apariencia de Dios. Tendremos el elemento de Dios y Su misma apariencia. Dios parece jaspe, y nosotros también luciremos como jaspe. Cuando nos miremos unos a otros, veremos en cada uno la apariencia de Dios. Hasta los más pequeños entre nosotros nos pareceremos a Dios.

  ¿Cree usted que cuando todos tengamos la sustancia, el color y la apariencia del jaspe, continuaremos debatiendo o teniendo diferencias de opinión? ¡Por supuesto que no! Se puede decir que la Nueva Jerusalén es una ciudad de jaspe: no es una ciudad de madera. Un día esta ciudad aparecerá con un color verde brillante que expresa a Dios. En la Nueva Jerusalén no expresaremos el carácter alemán, británico, chino, estadounidense ni ningún otro carácter humano. Expresaremos un carácter único, el carácter divino, el cual es Dios mismo en Su apariencia. La iglesia hoy tiene que ser así. En ella todos expresaremos a Dios.

  Ya vimos que la ciudad, la Nueva Jerusalén, es sólida y su substancia es oro. Esto indica que la iglesia en su totalidad debe ser sólida y estar substancialmente constituida de la naturaleza divina. Este es el contenido de la iglesia. La iglesia no debe tener nada que no sea Dios mismo en Su naturaleza como su sustancia y su contenido. Vemos también que el muro de la ciudad tiene la apariencia de Dios. Ante toda la gente y todo el universo la iglesia debe expresar a Dios mismo.

  La edificación de la iglesia depende de la sustancia contenida en la vida de iglesia. Si el contenido no es Dios mismo, será imposible tener la edificación apropiada y genuina. Pero si nuestro contenido es la naturaleza divina, este contenido nos transformará y nos conformará a Su imagen. Por esta transformación, todos nuestros conceptos, puntos de vista y opiniones serán absorbidos. Esto es lo que significa ser transformado por medio de la renovación de nuestra mente, como lo menciona Romanos 12:2. La mente es renovada por el contenido de la iglesia, la naturaleza divina. Cuando la naturaleza divina llena la iglesia y viene a ser su contenido, dicha naturaleza renueva nuestra mente y absorbe nuestras ideas, conceptos, puntos de vista y opiniones. Cuanto más llenos por dentro estemos de la naturaleza divina, más espontáneamente abandonaremos nuestros conceptos y nuestras opiniones. Como resultado, ya no tendremos un entendimiento natural de las cosas, sino uno que corresponda a la naturaleza divina. Por lo tanto, espontáneamente adquiriremos el mismo sentir y la misma opinión, hablaremos una misma cosa, tendremos una sola expresión, la apariencia de Dios, y seremos edificados en esta expresión.

  Supongamos que usted está aferrado a sus conceptos naturales, y yo a mi punto de vista natural. Es posible que ni su concepto ni mi punto de vista sean pecaminosos. Sin embargo, por ser diferentes nuestros conceptos, no pueden estar hechos del mismo jaspe. Pero cuando ambos estamos llenos de la naturaleza divina y somos absorbidos por ella, nuestros conceptos son cambiados y somos del mismo jaspe. Entonces tenemos un solo sentir, un solo concepto y una sola opinión. Esta es la manera de ser edificados como iglesia. Debemos abandonar todas nuestras diferencias y ser edificados en el mismo muro a fin de que todos tengamos una sola expresión, la de Dios.

  La iglesia no puede ser edificada con nuestros esfuerzos, ni nuestra bondad, ni por ser pacientes el uno con el otro. Edificar no significa que yo acceda a su opinión y usted a la mía. Eso es simplemente buena conducta, algo parecido a las enseñanzas de Confucio; mas no es lo que enseña la Biblia. La edificación genuina consiste en ser uno absorbido por la naturaleza divina, ser lleno, saturado e invadido de la naturaleza divina. Para que esto suceda tenemos que amar al Señor y consagrarnos a El sin reservas y decirle: “Señor, no quiero nada de mí mismo. Quiero entregarte todo mi ser y permitirte que tomes posesión de mí y me invadas hasta lo más profundo de mi ser. Señor, quiero que me llenes contigo mismo”. Esta es la manera correcta. El ser edificado en la iglesia no es un asunto de tratar de amar a diferentes clases de personas ni tratar de ensanchar nuestro corazón para incluir a los que tienen una manera de ser diferente. Este es un concepto natural. Lo que necesitamos es que nuestro carácter, ya sea estadounidense, chino, británico o alemán sea absorbido y sustituido por el oro divino. Si uno está lleno del oro divino, su corazón será más grande que el de Salomón (1 R. 4:29), pues será tan grande como el de Dios. Cuando todos estamos llenos e invadidos de la naturaleza divina, tenemos la misma expresión y apariencia porque tenemos la misma opinión y hablamos una misma cosa. Cuando todos tenemos la misma expresión, tenemos la apariencia de Dios, representada en el Apocalipsis por el jaspe. Esta es la expresión de la vida de iglesia.

D. Separa y protege

  Aunque el muro principalmente expresa, espontáneamente también se convierte en separación y protección. Nos separa de todo lo que es común (21:27), nos protege y nos mantiene en la esfera de la apariencia de Dios. Todo lo que es apartado, también es preservado y protegido. En la vida de iglesia tenemos que ser la expresión de Dios. La expresión divina es nuestra separación, y esta separación es nuestra protección y preservación. Si expresamos a Dios, seremos separados de cualquier cosa mundana. Esto no es simple doctrina. Si uno vive de esta manera, experimentará exhaustivamente lo que estoy diciendo. Si yo expreso a Dios en la apariencia de jaspe, estaré completamente separado del mundo. Entonces seré protegido, preservado y guardado en la expresión de Dios. Algunos son atrapados por las distracciones del mundo debido a que no expresan a Dios en la apariencia de jaspe; lo que expresan es otra cosa. Cuando perdemos la expresión divina y expresamos algo de nosotros en su lugar, nuestra separación y protección desaparecen. Como resultado el muro se nos desvanece. Entonces no hay expresión ni separación ni protección. Alabado sea el Señor porque hoy en la vida de iglesia nuestra protección consiste en expresar a Dios como nuestra separación.

XI. SUS CIMIENTOS

A. Una ciudad que tiene fundamentos

  Ahora llegamos a los cimientos de la ciudad. Esto es muy importante. Hebreos 11:10, refiriéndose a Abraham, dice: “Porque esperaba con anhelo la ciudad que tiene fundamentos, cuyo Arquitecto y Constructor es Dios”. La ciudad que tiene fundamentos, la Nueva Jerusalén, fue diseñada y edificada por Dios.

  El recobro del Señor tiene un fundamento sólido. Desde que el recobro del Señor fue establecido entre nosotros hace más de cincuenta años, este testimonio ha sido cada vez más establecido. Durante mi vida he visto desaparecer el testimonio de muchos grupos cristianos, los cuales se formaron y luego desaparecieron. Muchos grupos libres que empezaron en este país hace algunos años ya no existen, porque no tenían un cimiento sólido. La iglesia, una ciudad con fundamentos, no es diseñada por hombres. Es diseñada y edificada por Dios. Todas las iglesias del recobro del Señor han sido diseñadas y edificadas por Dios, y no por el hombre. Debido a que tenemos un cimiento tan sólido, cuanto más oposición y ataques tenemos, más sólidos llegamos a ser.

B. De los apóstoles y ya no de los profetas

  El versículo 14 dice: “Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero”. Estos cimientos no son el fundamento, el cual es Cristo (1 Co. 3:10-11); son los doce apóstoles del Cordero. Ahora la iglesia es edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (Ef. 2:20). En la eternidad ya no habrá necesidad de profetas; así que el fundamento de la ciudad santa constará solamente de los apóstoles. Cuando entremos en el cielo nuevo y la tierra nueva, las cuatro dispensaciones se habrán completado, y no habrá necesidad de profecía. Todo se habrá completado y cumplido.

  Estos doce apóstoles representan la gracia del Nuevo Testamento, lo cual significa que la Nueva Jerusalén es edificada sobre la gracia de Dios. El acceso a la ciudad santa concuerda con la ley de Dios, pero la ciudad es edificada sobre la gracia de Dios.

C. Edificada con doce piedras preciosas

  El versículo 19 dice: “Y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa”. Este versículo y el siguiente mencionan doce piedras preciosas que son los doce apóstoles del Cordero, y cada uno de ellos es representado por una piedra preciosa. Cuando Pedro, el primero de los doce, fue traído delante del Señor, el Señor le cambió el nombre por Cefas, que significa “piedra” (Jn. 1:42). Más adelante, el Señor lo llamó por ese nombre cuando habló de la edificación de la iglesia (Mt. 16:18). Las piedras preciosas no son creadas, sino transformadas a partir de algo previamente creado. Todos los apóstoles fueron creados como barro, pero fueron regenerados y transformados en piedras preciosas para el edificio eterno de Dios. Esta regeneración y esta transformación se requieren de cada creyente que ha de ser parte de la Nueva Jerusalén.

  Los cimientos del muro de la ciudad tienen doce capas. Una vez más, el número doce muestra la consumación de la administración eterna de Dios. La primera capa es jaspe, lo cual indica que la semejanza de Dios es la apariencia predominante. La primera capa del fundamento, así como el muro entero de la Nueva Jerusalén, es jaspe. Esto indica que el material principal con que se edifica la ciudad santa es el jaspe. El jaspe representa a Dios expresado en Su gloria que puede ser impartida; por lo tanto, la función principal de la ciudad santa es tener la gloria de Dios por expresión (v. 11).

  Examinemos ahora un asunto muy importante en relación con los doce cimientos. Aunque el muro completo es de jaspe, los doce cimientos son diferentes piedras de diversos colores. Cada capa es diferente de las demás. Esto se debe a que los apóstoles tenían diferentes ministerios. El ministerio de Pablo era diferente al de Pedro, y el de Pedro era diferente al de Juan. No obstante, los doce fundamentos no están colocados de forma adyacente, el uno al lado del otro, sino uno sobre otro. La capa superior, la capa que toca la base del muro, era de jaspe, del mismo color del muro. De manera que toda la obra de los apóstoles llevaba la misma apariencia, el jaspe. Las doce capas producen y edifican el único testimonio y la única expresión.

  La obra de muchos que se llaman a sí mismos obreros cristianos conduce a una apariencia individualista. Pero la obra de los apóstoles conduce a una sola apariencia. En el presente los obreros cristianos no sólo tienen diferentes colores, sino que también, en vez de estar uno sobre otro, están el uno al lado del otro. Es por esto que tienen una expresión individualista, y en algunas ocasiones compiten entre sí. Por el contrario, la obra de los apóstoles se realiza en capas y producen una sola apariencia, el jaspe, la apariencia de Dios en Cristo.

  Si usted observa el ministerio de los apóstoles en el Nuevo Testamento, verá que cada ministerio estaba apoyado sobre otro, no al lado. El hermano Nee en su libro ¿Qué haré Señor? describe los diversos ministerios de los apóstoles. Pedro, un pescador, traía los peces, el material; Pablo, un constructor de tiendas, edificaba la tienda con los materiales traídos por Pedro. Finalmente cuando la tienda se rasga, el apóstol Juan viene y la repara. Por lo tanto, el ministerio de Pedro era un ministerio de pescador, el de Pablo era un ministerio de edificación, y el de Juan era un ministerio de reparar o restaurar. Estos tres apóstoles laboraban basándose el uno en el otro. La obra de Pablo se basaba en la de Pedro, y la de Juan en la de Pablo. Como resultado ellos produjeron una sola edificación y no tres. En la actualidad, los supuestos obreros cristianos, a diferencia de Pedro, Pablo y Juan, construyen sus propias casas, cada una con su propio diseño, estilo, color y expresión. Por eso en el cristianismo hay miles de casas diferentes. Pero en todo el universo solamente habrá una sola Nueva Jerusalén, edificada sobre el fundamento de muchos ministerios colocados uno sobre otro. Ojalá que este asunto nos quede bien claro.

  Por la misericordia del Señor puedo testificar que laboré con el hermano Nee por muchos años; sin embargo, mi apariencia no difiere de la suya. Tengo la certeza y la convicción suficientes para decir que mi ministerio tiene la misma apariencia que el del hermano Nee. No importa cuánto use el enemigo a los opositores para separarme del ministerio del hermano Nee, yo sigo apoyado en sus hombros. Por esta razón, en nuestros ministerios no hubo división ni divergencia de opinión. Pero esto no significa que mi ministerio sea exactamente igual al del hermano Nee. Si el Señor retrasa Su venida, espero que algunos de los jóvenes que hay en nuestro medio continúen el recobro del Señor. De todos modos, debemos darnos cuenta de que es un gran error tener una obra adyacente. La obra de uno debe ser una capa colocada sobre la capa existente, y tiene que producir la misma apariencia.

  Tarde o temprano muchos de los que buscan del Señor, muchos de los que han estado en Su obra por años, incluyendo algunos que son bastante conocidos se volverán al recobro del Señor. Pero nosotros no creemos que el Señor levantará ninguna obra adyacente. Aunque habrá diferentes ministerios, serán edificados uno sobre otro, y el resultado será una sola apariencia o expresión: Dios en Cristo. No importa cuántos ministerios podamos tener en el recobro, debemos tener una sola intención, la misma idea, la misma opinión y hablar una misma cosa. Sin embargo, esto no significa que todos los ministerios tienen que ser iguales. Necesitamos diferentes ministerios; sin embargo tienen que llevarse a cabo capa sobre capa. Todos los ministerios deben producir una sola apariencia, la apariencia de la iglesia de hoy y la de la Nueva Jerusalén en el futuro.

  Hace poco vi este asunto de las doce capas del fundamento que yacen una sobre otra y constituyen un solo edificio con una sola apariencia. Todos estos ministerios respaldan el mismo testimonio. Pero en el cristianismo de hoy hay muchos testimonios diferentes. El testimonio de un grupo, por ejemplo, puede ser el de lavar los pies, y el de otro grupo es el hablar en lenguas. Pero esas cosas no constituyen nuestra meta. Nuestro objetivo es la expresión del Dios Triuno, no defender ningún tipo de práctica ni doctrina particular. Aunque nuestros ministerios puedan diferir, nuestra expresión, nuestro testimonio, es uno solo. No estamos edificando lateralmente, sino que lo hacemos verticalmente capa sobre capa para producir el testimonio único de Dios en el universo.

D. Su apariencia tiene el color del arco iris

  Los colores de las doce piedras preciosas del fundamento, las cuales representan los doce apóstoles, son éstos: el primer color es verde, el segundo y el tercero son azules, el cuarto es verde, el quinto y sexto son rojos, el séptimo es amarillo, el octavo es aguamarina, el noveno es amarillo, el décimo verde claro, el undécimo y el duodécimo son púrpura. Las doce capas del fundamento, con los colores mencionados, dan la apariencia de un arco iris, lo cual significa que la ciudad es edificada y asegurada por la fidelidad con que Dios guarda Su pacto (Gn. 9:8-17). Debido a que el fundamento está basado en la fidelidad con que Dios guarda Su pacto, es digno de toda confianza.

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