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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Apocalipsis»
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Mensaje 67

CONCLUSION

  Ap. 22:6-21 es la conclusión de este libro. En este mensaje examinaremos varios elementos que encontramos en esta conclusión.

  En el versículo 6 leemos: “Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado Su ángel, para mostrar a Sus esclavos las cosas que deben suceder pronto”. El Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, quien envió a Su ángel para enseñar las cosas contenidas en este libro, es el Señor Jesús (Ap. 1:1; 22:16). El versículo 16 dice: “Yo Jesús he enviado Mi ángel con este testimonio para las iglesias”. El testimonio de este libro fue dado por el Señor Jesús para las iglesias. Por consiguiente, para entenderlo y guardarlo necesitamos estar en las iglesias y poner todo nuestro interés en ellas.

  En este libro el Señor Dios es llamado el Dios de los espíritus de los profetas. Esto significa que todas las profecías de este libro fueron inspiradas por el mismo Dios que inspiró los espíritus de los profetas tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo. También significa que estas profecías están relacionadas con las del Antiguo Testamento y las del Nuevo, las cuales fueron pronunciadas por los profetas en su espíritu bajo la inspiración de Dios. De manera que para comprender estas profecías, también necesitamos estar en nuestro espíritu bajo la unción de Dios.

I. LA ADVERTENCIA DE QUE EL SEÑOR VIENE PRONTO

  En los versículos 7, 12, y 20 tenemos la advertencia de que el Señor viene pronto. En cada uno de estos versículos el Señor Jesús dice: “Vengo pronto”. Esta es la advertencia del Señor. Si la acatamos, seremos bienaventurados; de no ser así, perderemos la bendición. No piense que el Señor, por tolerar la situación durante más de diecinueve siglos, es lento en Su venida. Observe la situación mundial de hoy. No sabemos que pasará en los próximos días. En esta era las cosas suceden rápidamente. Por eso, debemos orar y velar. Debemos estar preparados en espíritu y en nuestra vida diaria. Es nuestra oración que el Señor nos cubra para que oremos, velemos y estemos preparados.

II. LA BIENAVENTURANZA DE GUARDAR LAS PALABRAS DE LA PROFECIA DE ESTE LIBRO

  En el versículo 7 el Señor dice: “Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”. Aquí el Señor nos dice claramente que si guardamos las palabras de esta profecía seremos bienaventurados. El Señor dijo algo parecido en 1:3: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas”. Este libro fue escrito principalmente como bendición para el pueblo de Dios. El deleite que tengamos de esta bendición depende de la manera en que tomemos las palabras de este libro. Tenemos que recibir estas palabras y guardarlas. Aquellos que lo hagan serán bienaventurados.

III. LA ADVERTENCIA DE NO SELLAR LA PROFECIA DE ESTE LIBRO

  El versículo 10 dice: “No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca”. Las profecías de Daniel fueron selladas, porque fueron dadas mucho tiempo antes del tiempo final, mientras que las de este libro no deben ser selladas, porque el tiempo está cerca. El libro de Apocalipsis debe estar constantemente abierto a nosotros y a otros; no debe estar sellado. Sin embargo, por siglos este libro estuvo cerrado, y junto con el resto de la Biblia estuvo escondido de la gente por la Iglesia Católica Romana. Por medio de Martín Lutero, la Biblia fue puesta al alcance de la gente, aunque no estaba abierta del todo. Después de leer los mensajes de este estudio-vida, no podemos decir que el libro de Apocalipsis está cerrado para nosotros. Este libro ha quedado verdaderamente abierto a los santos. Por lo tanto, no lo cierre para usted mismo ni para otros. Al contrario, debe de mantenerlo abierto, estudiar cada aspecto de esta profecía y perseverar en el fluir. Cuanto más vivamos en las palabras de este libro, más abierto será para nosotros. Si hacemos esto, el libro de Apocalipsis permanecerá abierto para nosotros, para nuestra familia y para todos los que nos rodean.

  El versículo 11 dice: “El que comete injusticia, cometa injusticia todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo santifíquese todavía”. Ser injusto o justo, inmundo o santo, es un asunto serio en la era que abarca este libro. Ser justo es andar externamente de acuerdo con los caminos justos de Dios, mientras que ser santo es vivir internamente de acuerdo a la naturaleza santa de Dios. En esta era debemos andar y vivir de este modo para poder recibir el galardón; de no ser así, seremos condenados como injustos e inmundos y seremos castigados cuando venga el Señor (v. 12).

  Cualquiera que se endurezca y no mantenga este libro abierto, o que no se abra a este libro, permanecerá en una condición lamentable. Si es injusto e inmundo, permanecerá injusto e inmundo. Pero si es justo y santo y se mantiene abierto a este libro, y este libro abierto a usted, seguirá siendo justo y santo. Esto significa que si usted guarda esta palabra abierta ante usted, se hará más justo y más santo. Pero si no la mantiene abierta, se volverá más injusto y más inmundo, y permanecerá en esta triste condición hasta que el juicio venga.

IV. LA ADVERTENCIA RELACIONADA CON EL GALARDON DEL SEÑOR

  El versículo 12 dice: “He aquí Yo vengo pronto, y Mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”. “Yo vengo pronto” es la advertencia que el Señor repite a fin de que tengamos en cuenta Su galardón para Su venida. La palabra griega traducida “galardón” significa “salario”. Cuando el Señor venga, todos los creyentes serán recompensados después del arrebatamiento, ante el tribunal de Cristo (2 Co. 5:10; 1 Co. 4:5; Ro. 14:10; Mt. 16:27).

  El versículo 13 dice: “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y el Fin”. Esta es la declaración que hace el Señor al final de este libro, lo cual corresponde a lo que Dios declaró al comienzo (1:8). Esto indica que el Señor Jesús es Dios mismo. El Dios a quien servimos es el Alfa y la Omega. El también es todas las letras que figuran entre la primera y la última. Esto significa que El es apto para cumplir todo lo que se dijo de El en este libro. No debemos excusarnos diciendo: “Esta visión es maravillosa, pero es muy elevada para mí. No puedo estar a su nivel”. El Señor como el Alfa y la Omega respalda Su palabra y la lleva a cabo. Debemos ejercitar todo nuestro ser para creer Su palabra. No se mire a sí mismo, no crea en usted y no estime lo suyo propio. Nosotros no somos nada. Si nos miramos a nosotros mismos no podremos hacer nada. Por lo tanto, debemos volver nuestros ojos a El y creer Su palabra. No importa cuán fuera de nuestro alcance esté Su palabra, debemos decir “Amén” a lo que El diga. Cuando decimos “Amén” a Su palabra, somos fortalecidos y tenemos una fe viva. La fe no proviene de nosotros; se origina en El. Si dejamos de poner nuestros ojos en las cosas y lo miramos a El, le disfrutaremos como nuestro Alfa, nuestra Omega y nuestro todo, y El ciertamente cumplirá todo lo que prometió en este libro. Lo único que nosotros debemos hacer es ejercitar la fe en El.

  Según el versículo 13, el Señor Jesús no es solamente el Primero, sino también el Principio; no solamente el Último sino también el Fin. El Primero indica que ninguno es antes que El, y el Último, que nadie viene después de El; el Principio significa que El es el origen de todas las cosas, y el Fin, que El es la consumación de todas las cosas. Por consiguiente, lo que aquí se indica no es sólo que nada precede al Señor Jesús ni le sucede, sino también que nadie puede tener origen ni consumación sin El. Esto nos asegura que el Señor es fiel en Sus promesas, nos anima y nos fortalece. El cumplirá todo lo que dijo en este libro.

  Debido a que El es poderoso y a que lo es todo para nosotros, no debemos disculparnos diciendo: “Cuán débil soy, la situación con mi familia es difícil, y las circunstancias me son adversas”. Cuanto más difícil sea nuestra situación, más rico será el Señor para nosotros. Cuanto más difíciles sean nuestras circunstancias, más poderoso será el Señor para con nosotros. Debemos ejercitar nuestra fe en el todo-inclusivo, quien es nuestro Alfa y Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y Fin; en El no hay problemas. Por lo tanto, tenemos que sumergirnos en El, creer en El y descansar en El.

V. PROMETE EL ARBOL DE LA VIDA Y LA CIUDAD SANTA

  En los versículos 14 y 19 tenemos las promesas del Señor relacionadas con el árbol de la vida y la ciudad santa. El árbol de la vida provee el suministro de vida, y la ciudad santa es nuestra morada y el lugar donde servimos.

VI. LA ADVERTENCIA EN CUANTO A LA PERDICION DE LOS PECADORES

  El versículo 15 dice: “Mas los perros estarán fuera y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira”. “Estar fuera” se refiere a estar fuera de la ciudad, donde el lago de fuego guarda a todos los pecadores, los que perecen. Todas las personas inmundas y pecaminosas serán lanzadas al lago de fuego, “el basurero universal”. Todos nosotros debemos tomar esto como una advertencia.

VII. EL TESTIMONIO DE QUE EL SEÑOR ES LA RAIZ Y EL LINAJE DE DAVID Y LA ESTRELLA RESPLANDECIENTE DE LA MAÑANA

  En el versículo 16 Jesús dice: “Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”. Cristo en Su divinidad es la raíz de David, su origen; en Su humanidad El es el linaje de David, su descendencia. De manera que El es el Señor como raíz y simiente, y también el renuevo de David como su linaje (Mt. 22:42-45; Ro. 1:3; Jer. 23:5).

  Cristo, cuando venga, será el sol para Su pueblo en un sentido general (Mal. 4:2), y en un sentido particular será la estrella resplandeciente de la mañana para los que le aman y le esperan. Esto será un galardón para los vencedores (2:28). Cristo como raíz y linaje de David se refiere a Su relación con Israel y con el reino, mientras que ser la estrella resplandeciente de la mañana se relaciona con la iglesia y con el arrebatamiento. La estrella de la mañana aparece antes de la hora más oscura, antes del amanecer. La gran tribulación será esta hora más oscura, después de la cual el reino surgirá. En el reino el Señor aparecerá a Su pueblo públicamente como el sol, pero antes de la tribulación El aparecerá en secreto a los vencedores como estrella resplandeciente de la mañana.

VIII. EL ESPIRITU Y LA NOVIA RESPONDEN A LAS PALABRAS DEL SEÑOR

  El versículo 17 dice: “Y el Espíritu y la novia dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. En los capítulos dos y tres era el Espíritu quien hablaba a las iglesias; mientras que al final del libro son el Espíritu y la novia, la iglesia, los que hablan conjuntamente a una voz. Esto indica que ha mejorado la experiencia que tiene la iglesia del Espíritu.

  La respuesta del Espíritu y la novia a lo dicho por el Señor en el versículo 16 y a Sus repetidas advertencias en los versículos 7 y 12, es “ven”, que expresa el deseo de que el Señor venga. Quien oiga esta respuesta debe decir: “Ven”, expresando igualmente el deseo de que el Señor venga. Todos los creyentes que aman la venida del Señor (2 Ti. 4:8) deben expresar este mismo anhelo.

  En los versículos que preceden el versículo 17 tenemos las palabras del Señor. Ahora en el versículo 17, el Espíritu y la novia responden a esas palabras. Dicha respuesta es el deseo entrañable de que el Señor venga. El clamor “ven” proferido por el Espíritu y la novia está dirigido indudablemente al Señor. El hecho de que el Espíritu y la novia hablen al unísono, indica que han llegado a ser uno. En los capítulos dos y tres el Espíritu habla, y las iglesias reciben lo dicho por el Espíritu. Pero al final del libro el Espíritu y la novia son uno solo. La iglesia no es sólo el receptor del oráculo divino, sino que ha llegado a ser una sola entidad con el Dios que habla.

  La expresión “ven” se encuentra tres veces en este versículo. La primera vez se refiere a la venida del Señor Jesús. Como ya vimos, estas palabras proceden del Espíritu y de la novia. Ahora bien, el que oye al Espíritu y a la novia también dice “ven”. Por un lado, el Espíritu y la novia desean que el Señor venga; y por otro, anhelan que el pecador sediento también venga a tomar del agua de vida para hallar satisfacción. Cuando tenemos un deseo sincero de que venga el Señor, también tenemos una profunda preocupación por la salvación de los pecadores. En consecuencia, la tercera vez que aparece el verbo venir, se refiere a la venida de los pecadores arrepentidos. Todo el que tenga sed, venga y beba gratuitamente del agua de la vida. Así, este versículo abarca tres asuntos: la respuesta del Espíritu y la novia; lo que dice el que oye la declaración del Espíritu y la novia; y el deseo de que los pecadores sedientos, los no salvos, vengan y beban del agua de la vida.

  El versículo 17 indica que si deseamos que el Señor venga, estaremos preocupados por la salvación de otros. ¿Desea usted la venida del Señor? Si es así, sentirá una preocupación por la salvación de las personas. Cuando usted dice: “Ven, Señor Jesús”, es posible que surja en usted una carga por sus padres, sus primos, sus vecinos, sus compañeros de clase y sus amigos. Después de leer estos mensajes, tal vez tenga un deseo profundo de que venga el Señor. Estoy seguro de que este deseo le hará preocuparse por la salvación de otros. Usted dirá al Señor: “Ven”, y se volverá a los incrédulos diciendo: “El Señor Jesús viene. ¿No deseas venir tú también? Ven y serás salvo. Ven y recibe tu salvación a fin de estar preparado para recibir a tu Salvador cuando venga”. Nuestra experiencia da testimonio de que esto es lo que significa el versículo 17.

IX. EL LLAMADO ACERCA DEL AGUA DE LA VIDA

  El versículo 17 dice: “Y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. Este es un llamado a los sedientos para que tomen gratuitamente del agua de la vida. Si comparamos este versículo con el 14, veremos que en el versículo 17 tenemos un llamado y en el 14 una promesa. Por consiguiente, el libro de Apocalipsis concluye con una promesa y un llamado. La promesa es el árbol de la vida, y el llamado es una instancia a beber del agua de la vida.

X. LA ADVERTENCIA DE NO QUITAR NADA DE LA PROFECIA DE ESTE LIBRO

  Los versículos 18 y 19 dicen: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade algo, Dios le añadirá a él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida, y de la santa ciudad, de los cuales se ha escrito en este libro”. El que habla en el versículo 18 debe de ser el Señor Jesús, según los versículos 16 y 20, aunque es posible que sea Juan, de acuerdo con 1:2. En cualquier caso, Juan era uno en el espíritu con el Señor en esta solemne advertencia.

  El primer aspecto de esta advertencia es no añadir nada a las palabras de la profecía de este libro, y el segundo es no quitar nada de las palabras de la profecía. Aquellos que añadan algo, recibirán las plagas que están escritas en este libro, y a los que quiten algo, Dios les quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa. La principales plagas reveladas en el libro de Apocalipsis son los tres ayes de la gran tribulación y la segunda muerte, esto es, perecer totalmente en espíritu, alma y cuerpo, en el lago de fuego. Las características sobresalientes de las bendiciones reveladas en el libro de Apocalipsis son el árbol de la vida y la ciudad santa. Disfrutar de las bendiciones o sufrir las plagas depende de la manera en que uno reciba las profecías de este libro. No debemos añadir ni quitar nada de esta profecía. Debemos recibirla tal como es. No añada a este libro sus conceptos, pensamientos, ideas, opiniones, doctrinas, enseñanzas ni su teología. Y tampoco quite nada de él. Si añade algo, sufrirá los ayes; y si quita algo perderá las bendiciones, principalmente la bendición del árbol de la vida y de la ciudad santa. Esta es una advertencia seria. Si atendemos a esta advertencia, tomaremos las palabras de este libro exactamente como están escritas.

XI. EL ESCRITOR ANHELA LA VENIDA DEL SEÑOR Y ORA POR ELLA

  Leemos en el versículo 20: “El que da testimonio de estas cosas dice: Sí, vengo pronto. Amén. ¡Ven, Señor Jesús!” La primera parte de este versículo es la tercera advertencia que hace el Señor en este capítulo en cuanto a Su pronta venida. La última parte es la oración del apóstol Juan y su respuesta a la advertencia del Señor. También es la última oración de la Biblia. Después de leer este libro, nosotros debemos hacer la misma oración y tener la misma respuesta: “Ven, Señor Jesús!” Este era el deseo de Juan expresado en su oración. Así que, la Biblia concluye con el deseo de que el Señor venga expresado como una oración.

XII. LA BENDICION DEL ESCRITOR PARA TODOS LOS SANTOS

  Después de esta oración de conclusión, el escritor da a los lectores esta bendición: “La gracia del Señor Jesús sea con todos los santos. Amén!” Necesitamos esta gracia para recibir el libro, guardarlo y vivir en él. Después de recibir todas las visiones y oír todas las profecías de este libro, seguimos necesitando la gracia del Señor. Solamente la gracia del Señor Jesús puede capacitarnos para vivir y andar de acuerdo a estas visiones y profecías. No solamente este libro, sino la Biblia en su totalidad, concluyen con esta gracia, la gracia necesaria para experimentar al Cristo todo-inclusivo y participar del Dios Triuno a fin de llegar a ser Su eterna expresión corporativa, la cual cumple Su propósito eterno, y a fin de que El y nosotros podamos disfrutar descanso completo y satisfacción mutua por la eternidad.

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