Mensaje 7
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Lectura bíblica: Cnt. 6:4-13
En este mensaje seguiremos considerando el llamado más intenso a vivir detrás del velo por medio de la cruz después de la resurrección.
Cantar de los cantares 6:4-13 habla de una vida que se lleva detrás del velo. El significado intrínseco de esta sección es que la amada que sigue en pos de Cristo debe experimentar la ascensión al vivir en el Lugar Santísimo celestial detrás del velo, por medio de la cruz y después de haber experimentado la resurrección.
En los versículos del 4 al 10, vemos que el amado la alaba.
“Hermosa eres tú, oh amor mío, como Tirsa; encantadora como Jerusalén” (v. 4a). Su amado, quien la valora como Su amor, la alaba por ser hermosa como el santuario celestial (Tirsa, 1 R. 14:17) y encantadora como la Jerusalén celestial (Gá. 4:26; He. 12:22), lo cual indica que ella vive en el Lugar Santísimo detrás del velo, experimentando la ascensión de Cristo por medio de la cruz después de haber experimentado la resurrección.
En los cielos se halla el santuario de Dios, que está dividido en dos secciones. La primera sección se llama el Lugar Santo, y la segunda, el Lugar Santísimo. Entre estas dos secciones hay una pared intermedia, una separación, un velo. Hebreos 10:20 nos revela que el velo en el santuario representa la carne. En el santuario celestial está la carne; esto es conforme a la economía de Dios.
En la economía de Dios hay un principio básico, a saber: Dios no es un Dios sujeto a tiempo ni espacio. En El, no existe ningún elemento de tiempo, porque El es el Dios de la eternidad. Nos preocupamos por el lugar, pensando que no existe ninguna carne en los cielos, pero a Dios sólo le interesa el hecho. Estamos en los cielos; no obstante, aún tenemos la carne, y seguiremos con ella hasta que Dios lleve a cabo y consume totalmente Su economía.
En nuestras experiencias espirituales, el amor del Señor nos cautivó y el Señor mismo con Su dulzura nos atrajo. Fuimos en pos de El al seguir los pasos que dieron los santos de la iglesia durante el transcurso de los siglos. Entonces entramos en comunión con El en nuestro espíritu. En esta comunión, se nos instruyó cómo entrar en la vida de iglesia, y en ella estamos siendo transformados. Tenemos hermosura por medio de la transformación, y tenemos también descanso, abrigo y satisfacción. Todos estos significados espirituales corresponden a lo que escribió Salomón.
La etapa siguiente consiste en vivir en los lugares celestiales como nueva creación de Dios en resurrección. Después de experimentar esta etapa, debemos seguir adelante y experimentar la rasgadura del velo. El velo en el templo fue rasgado por la muerte de Cristo (Mt. 27:51). Sin embargo, el velo de la carne no fue quitado. Por el contrario, el velo sigue existiendo para que Dios lo use con miras a perfeccionar a los santos que le buscan. Por ejemplo, Pablo ciertamente era un hermano maduro, pues tenía la experiencia de vivir en los cielos como nueva creación de Dios en resurrección, pero según 2 Corintios 12, Dios permitió que se le diera un “aguijón en la carne” (v. 7). Aquí vemos que incluso una persona tan madura y tan espiritual como Pablo, podía ser molestada por la carne. Esto indica que, aunque tengamos mucho del elemento de Dios en nuestro espíritu regenerado, o aunque nos hayamos santificado, renovado, transformado y conformado a la imagen del Hijo primogénito de Dios, mientras vivamos en la tierra, todavía tendremos la carne.
Ciertamente la regeneración de nuestro espíritu fue instantánea, pero la transformación de nuestra alma es progresiva. La redención de nuestro cuerpo también es progresiva. Pablo declaró que nuestro hombre interior se va renovando y que nuestro hombre exterior, nuestro cuerpo, se va desgastando día a día. Dios determinó esto conforme a Su economía. El no planeó la desaparición de la carne mediante una espiritualidad elevada. La economía de Dios consiste en mantenernos en ascensión como nueva creación en resurrección, independientemente de cuán espirituales seamos. Tal vez pensamos que en resurrección ya no debe haber carne, pero Dios aún la necesita para forjar algo en nosotros.
Puesto que la carne sigue presente en nosotros, debemos luchar contra ella todos los días, vigilando y orando. Si no vigilamos, la carne actuará. En nuestra oración, debemos estar en alerta, orando en el espíritu.
En Cantar de los cantares 6:4, Jerusalén es una señal de realeza. Cuanto más celestiales somos, más reales nos hacemos. Ser reales significa reinar como un rey. Romanos 5 declara que aquellos que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia reinarán en vida (v. 17). No obstante, a pesar de ser reales y de vivir en ascensión como nueva creación de Dios en resurrección, aún hay un velo en el santuario celestial. Esto indica que por muy espirituales que seamos, todavía estamos en la carne, la cual es el velo. Por consiguiente, debemos aprender a penetrar el velo por la obra de la cruz que experimentamos día tras día. Entonces viviremos detrás del velo, en el Lugar Santísimo, que es Dios mismo. Esta es la etapa más elevada en la experiencia de la que ama a Cristo según lo presentado en Cantar de los cantares. Cuando alcancemos esta etapa, no tendremos nada más que hacer sino esperar ser arrebatados.
La que ama a Cristo también es “imponente como ejércitos con banderas” en alto, en señal de victoria (v. 4b).
Las alabanzas del Amado indican que ella ha llegado a ser el santuario celestial y la Jerusalén celestial porque ganó la victoria sobre los enemigos. Sólo un vencedor, aquel que vence a los enemigos, puede vivir detrás del velo.
Anteriormente, la amada fue comparada con una yegua, un caballo de los carros de Faraón, una rosa en Sarón, un lirio en los valles y entre los espinos, una paloma, una columna de humo, una litera, un palanquín, un huerto y una fuente con un manantial, pero ahora se le compara con la morada celestial de Dios y con la Jerusalén celestial, lo cual muestra que ha llegado a la madurez en vida necesaria para el edificio de Dios.
Si hemos de edificar el Cuerpo de Cristo, necesitamos la madurez en vida. Efesios 4:12-16 habla de la edificación del Cuerpo, y afirma que debemos crecer y alcanzar la madurez a fin de que el Cuerpo de Cristo sea edificado. Edificar la iglesia en general sólo requiere la capacidad de administrar, disponer y cuidar las cosas, lo cual no es nada orgánico, sino simplemente organizar conforme al orden humano. Sin embargo, la edificación del Cuerpo no tiene nada que ver con nuestra capacidad para organizar, administrar o disponer las cosas. El Cuerpo de Cristo es un organismo, y no una organización; por consiguiente, la edificación de dicho organismo depende del crecimiento y de la madurez en vida, por ende, la edificación del Cuerpo es orgánica.
Si queremos edificar orgánicamente el Cuerpo, tenemos que madurar. Esta es la razón por la cual ahora recalcamos mucho más la edificación del Cuerpo que la edificación de la iglesia. El libro de 1 Timoteo trata de la iglesia como casa de Dios (3:15); no contiene nada acerca de la edificación del Cuerpo de Cristo. En 1 Timoteo 3 se habla del arreglo de los ancianos y de los diáconos en su servicio, pero Efesios no hace mención de ellos; por el contrario, habla del crecimiento de los miembros. Primero, debemos crecer, luego podemos perfeccionar a los demás. Este perfeccionamiento se lleva a cabo en conformidad con 2 Corintios 13, en el cual Cristo vive y crece en nosotros (v. 5), y nosotros disfrutamos al Dios Triuno en el amor del Padre, en la gracia del Hijo, y en la comunión del Espíritu (v. 14). Esta es la edificación del Cuerpo, y no la edificación de la iglesia como si fuese alguna organización. Esta edificación, por la cual necesitamos madurar en vida, es única en su género; es el Cuerpo orgánico de Cristo, que tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén orgánica en el cielo nuevo y en la tierra nueva.
“Aparta tus ojos de delante de mí, porque ellos me vencen” (Cnt. 6:5a) es lo que el Señor le dice a modo de aparente rechazo (cfr. Mr. 7:25-27; Jn. 11:5-7 Ex. 32:10; Gn. 32:26) pero, en realidad, con esto le invita a ella a expresar su amor vencedor para con El. En realidad, con este aparente rechazo le extiende a ella una clase de bienvenida. Cuando el Señor declara: “Aparta tus ojos de delante de mí”, en realidad, El está diciendo que debemos fijar continuamente nuestros ojos en El. Cuando amamos a alguien, queremos que esa persona nos mire todo el tiempo. Las palabras del Amado le invitan a la que lo ama a expresar su amor vencedor para con El.
“Tu cabello es como manada de cabras que se recuestan en el monte de Galaad” (Cnt. 6:5b). El significado aquí es igual que en 4:1b.
“Tus dientes, como manadas de ovejas que suben del lavadero, todas con crías gemelas, y ninguna ha perdido su cría” (6:6). El significado aquí es idéntico a 4:2.
“Como cachos de granada son tus mejillas detrás de tu velo” (6:7). El significado aquí es igual que en 4:3b.
“Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas, y las doncellas sin número; mas una es la paloma mía, la perfecta mía; es la única de su madre, la escogida de la que la dio a luz. La vieron las hijas, y la llamaron bienaventurada; las reinas y las concubinas la alabaron” (6:8-9). Aquí vemos que su Amado (Salomón, que tipifica a Cristo en un sentido positivo) es amado por muchos y diversos creyentes, algunos como reinas, otros como concubinas, y otros como vírgenes (todos en un sentido positivo dentro de la poesía), pero El la considera a ella Su amor, aquella que es perfecta, y la alaba como Su único amor, la única escogida y regenerada por la gracia.
“¿Quién es ésta que se muestra como el alba, hermosa como la luna, esclarecida como el sol” (v. 10a). Su Amado la alaba llamándola el alba y diciéndole que es hermosa como la luna y esclarecida como el sol, que hace resplandecer la luz sobre los demás.
En el versículo 10b, el Amado declara nuevamente que ella es tan imponente como un ejército con banderas. El significado aquí es igual que en el versículo 4b.
“Al huerto de los nogales descendí a ver el verdor del valle, y para ver si brotaba la vid, si florecían los granados” (v. 11). Aquí vemos la obra de la amada. Ella labora en sí misma como si fuese un huerto que crece, como el valle donde florece el verdor, como la vid que brota, y como la granada que florece. Ella labora sobre sí misma como sobre un huerto particular donde crecen nogales, alimentos fuertes y duros. Ella no sólo se considera como un huerto de verduras ligeras sino un huerto donde crecen nogales particulares para Cristo.
Los versículos 12 y 13 describen el progreso y la victoria de la amada.
“Antes que lo supiera, mi alma me puso entre los carros de mi pueblo noble” (v. 12). Ella no se percata de que progresa rápidamente así como corren los carros de los nobles.
“Vuélvete, vuélvete, oh sulamita; vuélvete, vuélvete, para que te contemplemos. ¿Por qué habéis de contemplar a la sulamita, como la danza de dos campamentos?” (v. 13). Los que son atraídos por ella le piden que regrese para contemplarla como a dos campamentos de un ejército que celebra con danzas su victoria (cfr. Gn. 32:2).
El Cantar de los cantares 6:13 usa por primera vez el nombre de la amada, Sulamita, que es la forma femenina del nombre Salomón, lo cual indica que, a estas alturas, ella es la réplica de Salomón, su complemento, igual a él en vida, naturaleza e imagen, como lo era Eva con respecto a Adán (Gn. 2:20-23). Esto significa que la que ama a Cristo llega a ser igual que El en vida, naturaleza e imagen, a fin de estar a la par de El (2 Co. 3:18; Ro. 8:29) y tener una vida de matrimonio con El.