Mensaje 16
Lectura bíblica: Col. 1:25-28; 2:4, 9; 3:4a; 4, Ef. 3:8-11; 1:23; Jn. 6:57; 14:19b; Gá. 2:20a; 13, Ef. 4:15b
En Colosenses 1:28 Pablo, refiriéndose al Cristo que mora en nosotros como esperanza de gloria, dice: “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre”. En el original griego, la palabra “perfecto” podría traducirse también plenamente crecido, completo o maduro. El ministerio de Pablo consistía en impartir a Cristo en otros para que fuesen hechos perfectos y completos al madurar en Cristo hasta obtener el crecimiento pleno. Sin embargo, en la actualidad muchos obreros cristianos ni siquiera tienen la noción de presentar perfecto en Cristo a todo hombre y laboran con metas diferentes. Nosotros, en cambio, debemos tener la misma meta que Pablo.
Incluso al predicar el evangelio, nuestra meta debe ser impartir vida, a fin de presentar a otros maduros, perfectos, en Cristo. Al predicar el evangelio a los incrédulos, al ministrarles a Cristo y al ayudarles a recibir al Señor, no debemos simplemente tener la meta de salvarlos del lago de fuego y de la condenación de Dios. Nuestra meta tampoco debe limitarse a que ellos experimenten el perdón de Dios; más bien, nuestra meta debe ser impartir a Cristo en ellos para que con el tiempo puedan ser presentados perfectos en Cristo. Si al predicar el evangelio no logramos impartir a Cristo en otros, nuestra predicación se encontrará por debajo de la norma de Dios. Debemos infundir a Cristo en todos aquellos con quienes hablemos. Al predicar el evangelio, nuestra meta debe ser impartir a Cristo.
Debemos tener la misma meta al tener comunión con los santos. Cuando nos relacionamos con los santos, nuestra meta debe ser ministrarles a Cristo para que maduren en Él. Examinemos ahora varios asuntos relacionados con el tema de presentar maduro en Cristo a todo hombre.
Si hemos de presentar perfecto en Cristo a todo hombre, debemos ministrarles el Cristo que es la porción de los santos (1:12). El Cristo que ministramos debe ser Aquel que es todo-inclusivo, Aquel que es la centralidad y la universalidad de la economía de Dios (1:15, 18-19, 27; 2:4, 9, 16-17; 3:4, 11). Si no experimentamos a Cristo en todos Sus aspectos, nos será muy difícil ministrar a este Cristo a otros. Por ejemplo, si no conocemos por experiencia lo que significa vivir por Cristo, no podemos ayudarle a nadie a vivir por Cristo. Pero si en nuestra vida diaria vivimos a Cristo, lo cultivamos y lo producimos como nuestro fruto, espontáneamente infundiremos a Cristo a otros cuando nos relacionemos con ellos. Cuanto más tomemos a Cristo como nuestra vida y nuestra persona, más capacidad tendremos para ministrar a Cristo en los demás. Al experimentar a Cristo y vivir por Él, influiremos en otros para que hagan lo mismo. Debemos disfrutar a Cristo como nuestra buena tierra; debemos laborar, vivir, andar y tener nuestro ser sumergido en Él. De este modo, infundiremos en los demás el mismo Cristo que experimentamos y por el cual vivimos. Lo que necesitamos en el recobro del Señor no es esforzarnos más por traer a otros a la vida de iglesia, sino ministrar las riquezas de Cristo en las personas para que crezcan y maduren. Por esta razón, nosotros mismos debemos experimentar más a Cristo como la porción de los santos.
En segundo lugar, si queremos presentar perfecto en Cristo a todo hombre, debemos ministrar las inescrutables riquezas de Cristo para que la iglesia sea edificada y se cumpla el propósito eterno de Dios (Ef. 3:8-11). Es posible ser buenos hermanos o hermanas, según el criterio humano, y al mismo tiempo carecer de las riquezas de Cristo. Al viajar, he conocido a muchos hermanos que carecen de las riquezas de Cristo en su vida diaria, aunque son considerados por todos como buenos hermanos o hermanas. Que el Señor despierte en nosotros la aspiración de ser ricos en Cristo. Debemos orar: “Señor, no quiero parecer bueno cuando en realidad soy pobre en cuanto a Tus riquezas. Por causa de la edificación de la iglesia, lléname de Tus riquezas, Señor”.
Le doy gracias al Señor por los santos cuyo vivir exhibe las riquezas de Cristo. Tales hermanos y hermanas son transparentes. En cambio, quienes están escasos de las riquezas de Cristo, son opacos, sin ninguna transparencia. No obstante, los que poseen las riquezas de Cristo son completamente diáfanos. Cada vez que usted tiene comunión con ellos sobre algún asunto, todo se hace tan evidente para usted porque ellos son tan diáfanos. Los que disfrutan las riquezas de Cristo llegan a ser tan transparentes como el cristal. Cuanto más experimentemos las riquezas de Cristo, más transparentes nos haremos. ¡Que todos anhelemos ser ricos en Cristo y completamente transparentes! Que podamos orar: “Señor, haz de mí un miembro de Tu Cuerpo, alguien que sea rico en Tu vida y completamente transparente. ¡Líbrame de ser un miembro éticamente bueno, pero carente de Cristo!”.
Solamente los que son ricos en Cristo pueden edificar el Cuerpo y cumplir el propósito eterno de Dios. Debemos reconocer que aún falta mucha edificación entre nosotros. Puede ser que nos preocupe más nuestra propia espiritualidad y crecimiento que la edificación de la iglesia. Si estamos escasos de Cristo y nos falta transparencia, no nos importará mucho la edificación de la iglesia; en cambio, si nos llenamos de las riquezas de Cristo y de este modo llegamos a ser transparentes, nos preocupará seriamente la edificación de la iglesia para que se cumpla el propósito de Dios.
Presentamos perfecto en Cristo a todo hombre al completar la Palabra de Dios con la plena revelación de Cristo y la iglesia (1:25-27). Para presentar perfectos en Cristo a otros, debemos ayudarles a que reciban la revelación que completó la Palabra de Dios, la cual gira en torno a Cristo como misterio de Dios y la iglesia como misterio de Cristo. Sin embargo, si analizamos nuestra situación, encontraremos que muy pocos de entre nosotros podemos completar la Palabra de esta manera. Es por eso que tengo la carga de que nos despertemos para ir en pos del Señor. Debemos tener hambre y sed de Él y seguirlo hasta llenarnos de Sus riquezas. Debemos orar: “Señor Jesús, no queremos ser indiferentes ni tibios. Anhelamos seguirte de forma absoluta y buscarte de todo corazón”. Si buscamos al Señor de esta manera, veremos más con respecto a Cristo y la iglesia. Pero si seguimos escasos de las riquezas de Cristo, en nuestra experiencia la Palabra de Dios estará incompleta. Por esta razón, debemos orar urgentemente y laborar en Cristo para completar en la práctica la Palabra de Dios, en lo que concierne a la revelación de Cristo y la iglesia.
En cuarto lugar, debemos ministrar a Cristo como el misterio de Dios, es decir, como la corporificación de Dios (2:2, 9). Debemos compartirles a otros cómo Cristo es la corporificación del Dios Triuno en nuestra experiencia. Debemos ser capaces de testificar cómo experimentamos cada día a Cristo como el Padre, el Hijo y el Espíritu. Puesto que tenemos a Cristo, tenemos también al Padre; y puesto que estamos en Cristo, estamos también en el Espíritu. El Espíritu que se mueve en nosotros es en realidad Cristo mismo. Cada día debemos ser un solo espíritu con el Señor y experimentar el hecho de que Él es uno con nosotros (1 Co. 6:17). En todos los aspectos de nuestra vida diaria y dondequiera que estemos, debemos experimentar cada vez más lo que significa ser un solo espíritu con el Señor. Esto no debe ser una doctrina ni una teoría para nosotros, sino una realidad en nuestra vida cristiana.
En cuanto a mi ministerio, muchas veces he orado así: “Señor, concédeme la gracia de ser un solo espíritu contigo mientras comparto Tu palabra. Oro para que Tú hables por medio de mí. Creo que Tú eres un solo Espíritu conmigo, pero te pido que me concedas ser un solo espíritu contigo cuando ministro la Palabra”. El impacto que este ministerio pueda tener, proviene de esta unidad con el Señor.
El hecho de que el Señor es la corporificación del Dios Triuno, implica que todas las riquezas del Padre se hallan corporificadas en el Hijo. Además, el Hijo es plenamente hecho real a nosotros como el Espíritu, el cual es ahora un solo espíritu con nosotros. En 1 Corintios 6:17 Pablo dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Ser un espíritu con el Señor no debe ser una simple doctrina para nosotros. Por el contrario, debe ser nuestra experiencia cotidiana. Debemos saber en la práctica lo que es ser un espíritu con el Señor, con Aquel que es la corporificación del Dios Triuno. Si lo experimentamos de esta manera, podremos ministrarlo a las personas para el nutrimento y enriquecimiento de ellas, y ellas, como resultado, crecerán en Él. El crecimiento proviene de la alimentación. Si ellas se nutren del Cristo que les ministramos, esto es, del Cristo que es el misterio de Dios, serán perfeccionados y madurarán en Cristo.
Si hemos de presentar maduros en Cristo a los demás, debemos ministrar acerca de la iglesia como el misterio de Cristo, como la expresión de Cristo (Ef. 3:4; 1:23). Satanás sutilmente ha causado que muchos cristianos eviten el tema de la iglesia.
Mi experiencia con el hermano T. Austin Sparks es un ejemplo de cómo algunos evitan persistentemente el tema de la iglesia. Él vino a Taiwán por invitación nuestra en 1955. Pasamos un tiempo maravilloso juntos mientras él nos ministraba sobre Cristo. Él se identificaba plenamente con lo que habíamos visto acerca de Cristo. En 1957, vino a Taiwán por segunda vez, y en esa ocasión se refirió negativamente acerca del terreno de la iglesia. En 1958 yo acepté su invitación de visitarle en Inglaterra. Durante los días de mi estancia, tuvimos muchas conversaciones prolongadas acerca de la iglesia. Sin embargo, él no pudo cambiar mi manera de pensar, ni yo logré cambiar la suya. Mientras él hacía todo lo posible por evadir el tema de la iglesia, yo permanecía firme en que debíamos laborar para la edificación de las iglesias. Él quería convencernos de que debíamos abandonar el terreno de la iglesia, pero yo le señalé que sin dicho terreno era imposible tener la iglesia de manera práctica. El hermano Sparks trató de asegurarme que, en realidad, no se oponía a la iglesia. Luego añadió que en los primeros años de su ministerio fue invitado a compartir en Edimburgo, y allí observó algo particular. Notó que cuando hablaba de Cristo, el salón de reuniones se llenaba completamente y la audiencia respondía positivamente; y que cuando hablaba de la iglesia, el número de oyentes disminuía. Esto le hizo ver que no le convenía hablar de la iglesia.
Entonces le pregunté al hermano Sparks cómo podíamos practicar los principios que ambos habíamos visto en cuanto al Cuerpo de Cristo. Aunque reconoció que tales principios no podían aplicarse en las denominaciones, no quiso aceptar que sólo podían practicarse sobre el terreno apropiado de la iglesia. En lugar de ello, insistió en el hecho de que la iglesia sólo podría ser producida por medio de mucha oración y mediante el Espíritu. Entonces le dije: “¿No cree usted que todas las iglesias de la isla de Taiwán han llegado a existir por la oración y mediante el Espíritu?”. Le pregunté también lo que debía hacer un grupo de santos después de haber orado acerca de la iglesia, pero él aún no quiso reconocer que deberían tomar la posición de ser la iglesia al mantenerse firmes sobre el terreno de la iglesia, el cual es el terreno de la unidad. Simplemente respondió que lo importante era que ellos se aseguraran de que todo lo que hicieran proviniera del Espíritu. Estas palabras concluyeron nuestra conversación acerca de la iglesia.
Yo hice lo posible por convencerlo acerca de la iglesia, y él hizo lo posible por evadir el tema de la iglesia. Pero al final, ninguno de los dos cambió de parecer.
Hoy en día se libra una ardua batalla en cuanto a la iglesia como expresión de Cristo. Debido a la sutileza del enemigo, la mayoría de las librerías cristianas vende los libros del hermano Nee que tratan de asuntos espirituales, pero no vende aquellos que tratan de la iglesia. No obstante, los cristianos no podrán madurar plenamente fuera de la vida de iglesia. Los libros del hermano Nee que tratan de asuntos espirituales han sido apreciados por los cristianos de todo el mundo y durante muchos años. Pero a pesar de lo populares que han sido estos libros, la condición del cristianismo no ha mejorado mucho. Mientras que no se tenga la vida de iglesia, la ayuda que aportan los libros del hermano Nee termina escapándose, puesto que la vida de iglesia es la única vasija apropiada para preservar esta ayuda. Para algunos, los libros espirituales del hermano Nee sirven mayormente para proporcionar nuevos conceptos doctrinales; no se ha ganado mucho para el cumplimiento del propósito de Dios. ¿Acaso desea el Señor que la gente busque meramente la espiritualidad sin participar en la vida de iglesia apropiada? ¡Por supuesto que no! Sin la iglesia, el propósito de Dios no puede realizarse. Nosotros estamos conscientes de esto y, por eso, pesa tanto la carga del Señor sobre nosotros con respecto a la iglesia. Debemos practicar la vida de iglesia para que se cumpla el propósito eterno de Dios. Asimismo, debemos ser fieles al presentar la iglesia como misterio de Cristo, como expresión de Cristo.
El Señor desea obtener el Cuerpo, la iglesia. Él no quiere que la iglesia sea mera terminología: Él quiere la iglesia en un sentido práctico. Para que la vida de iglesia sea práctica, las iglesias locales deben existir. Esto se define claramente en el libro La expresión práctica de la iglesia. Hoy en día, la expresión práctica de la iglesia sólo se puede ver en las iglesias locales. ¡Oh, que todos aprendamos a ministrar la verdad de la iglesia como misterio de Cristo, como Su expresión, para que otros puedan ser presentados perfectos en Cristo!
Algunos han dicho que el ministerio acerca de la iglesia no tiene futuro, debido a la inmensa oposición que viene de todas partes. Efectivamente, si este ministerio es simplemente la obra del hombre, no tiene futuro; pero si en verdad es el ministerio en el recobro del Señor, el futuro será muy prometedor. Cuanto más nos aconsejen que no ministremos acerca de la iglesia, más debemos ministrar fielmente acerca de ella. Debemos ser valientes y fieles, no sólo para hablar de Cristo, la Cabeza, sino también de la iglesia, Su Cuerpo. No debemos seguir el cristianismo de hoy; por el contrario, debemos seguir la Palabra pura para poder presentar la iglesia como misterio de Cristo.
Por último, Cristo como vida a Sus miembros debe ser lo que impartimos a los creyentes, a fin de que ellos vivan por Él y crezcan con Él hasta la madurez. Colosenses 3:4 dice que Cristo es nuestra vida, y en Juan 6:57, 14:19 y Gálatas 2:20 leemos que debemos vivir por Él. De este modo, creceremos con Él hasta la madurez (13, Ef. 4:15).
Si deseamos presentar a otros perfectos en Cristo, debemos ministrarles todos los asuntos abarcados en este mensaje. ¡Cuán necesario es infundir en los creyentes todos los asuntos que pertenecen a la economía de Dios! Si somos fieles ministros de estos asuntos tan cruciales, podremos presentar a los demás perfectos en Cristo.