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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 24

CRISTO: EL CUERPO DE TODAS LAS SOMBRAS

  Lectura bíblica: Col. 2:16-18, 20-22

  En el mensaje anterior hicimos notar que Dios, en la economía de Su salvación, nos avivó, clavó la ley en la cruz y despojó a los principados y potestades. Conforme a las palabras de Pablo en 2:14, fue quitado de en medio el código escrito que consistía en ordenanzas, que había contra nosotros y nos era contrario. Durante algún tiempo, la ley estuvo de por medio. Aunque Dios usó la ley, le resultaba muy difícil seguir adelante y llevar a cabo Su economía con la ley de por medio. Por lo tanto, cuando Cristo fue crucificado, Dios intervino para quitar de en medio la ley, clavándola en la cruz.

UNA CONMEMORACIÓN DE LA NUEVA CREACIÓN

  Espero que muchos adventistas del séptimo día, que insisten en observar el séptimo día sabático, lleguen a ver la diferencia entre la economía de Dios y la observancia del sábado. Según el Antiguo Testamento, el sábado era un símbolo conmemorativo de la obra creadora de Dios. Después de laborar por seis días, Dios reposó en el séptimo día, el cual llegó a ser el sábado. Fue así que el séptimo día vino a ser un testimonio de la vieja creación, ya que testificaba que la creación vino a existir por mano de Dios. Por ser parte de la vieja creación, el hombre está obligado a guardar el séptimo día. Sin embargo, la nueva creación llegó a existir el primer día de la semana, el día en que el Señor Jesús resucitó de los muertos. Por medio de la resurrección de Cristo, se produjo la nueva creación, incluyendo la iglesia, la cual se compone de los que han creído en Cristo y han sido regenerados. Por lo tanto, así como el séptimo día era un símbolo conmemorativo de la vieja creación, el octavo día, el primer día de la semana, es un símbolo conmemorativo de la nueva creación. Es por eso que en ninguna parte del Nuevo Testamento vemos que los cristianos se reunían el séptimo día para adorar. En cambio hay por lo menos dos versículos que indican que los santos se reunían el primer día de la semana. Hechos 20:7 dice: “El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para partir el pan...”. Esto indica que en la época del apóstol Pablo, los santos se reunían para recordar al Señor en el primer día de la semana, lo cual nos muestra que este día nos recuerda de la nueva creación de Dios. Debido a que los creyentes estamos en la nueva creación, ya no estamos obligados a guardar el séptimo día; antes bien, nos reunimos en el primer día de la semana para recordar al Señor Jesús.

  En 1 Corintios 16:2 Pablo dice: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado”. Este versículo también confirma claramente el hecho de que los primeros cristianos se reunían en el primer día de la semana, y no en el séptimo día. Puesto que se reunían en ese día, ése era el mejor momento para traer sus ofrendas al Señor.

  Algunos adventistas del séptimo día afirman que la práctica de Pablo era ir a la sinagoga en el día de sábado. Es cierto que ésa era la práctica de Pablo, pero su propósito no era guardar el sábado ni adorar a Dios, sino aprovechar esa oportunidad para predicar el evangelio a los judíos.

  En Apocalipsis 1:10 encontramos otro indicio que nos muestra la importancia que tiene el primer día de la semana en el Nuevo Testamento. En este versículo el apóstol Juan dice que él estaba “en el espíritu en el día del Señor”. El día del Señor es el primer día de la semana, el día en que el Señor resucitó. Como hemos mencionado, la iglesia primitiva se reunía en ese día. En el día del Señor, que era un testimonio de la nueva creación de Dios, Juan estaba en el espíritu y vio visiones relacionadas con la economía de Dios.

  Inclusive los tipos que encontramos en Levítico 23 muestran la importancia del primer día de la semana. Los hijos de Israel debían traer una gavilla de los primeros frutos de la siega al sacerdote para que los meciera delante del Señor (vs. 10-11). Se nos dice específicamente que “el día siguiente del día de reposo la mecerá [el sacerdote]”. Por supuesto, el “día siguiente del día de reposo” es el octavo día, o sea el primer día de la semana. Aun más, Levítico 23:16 habla de “el día siguiente del séptimo día de reposo”. Éste era el día de Pentecostés, que también caía en el primer día de la semana. Estos versículos muestran una vez más el lugar que ocupa el octavo día en la economía de Dios.

  Hemos visto que en la economía de Dios el séptimo día es un símbolo conmemorativo de la vieja creación, mientras que el octavo día es un símbolo conmemorativo de la nueva creación. Debido a que los judíos aún permanecen en la vieja creación, siguen guardando el séptimo día. No obstante, puesto que nosotros, la iglesia, estamos en la nueva creación y ya no estamos en la vieja creación, no tenemos que guardar el séptimo día. En lugar de ello, nos reunimos el primer día de la semana, el día que marca un nuevo inicio en resurrección. Por tanto, los creyentes de Cristo que propugnan la observancia del séptimo día, del sábado, carecen del debido conocimiento de la Biblia. Para los creyentes de Cristo, el día conmemorativo ya no debe ser el sábado, sino el primer día de la semana, el día en que el Señor Jesús resucitó de entre los muertos. Mediante Su resurrección en ese día, nosotros fuimos regenerados (1 P. 1:3). Por consiguiente, ya no estamos en la vieja creación, sino en la nueva creación.

SOMBRAS DE COSAS ESPIRITUALES

  En este mensaje hablaremos de cómo Cristo es el cuerpo de todas las sombras. En 2:16 y 17 Pablo dice: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; mas el cuerpo es de Cristo”. La comida y la bebida representan satisfacción y fortalecimiento. Los días de fiesta denotan los festivales anuales judíos, los cuales representan gozo y disfrute, y la luna nueva representa un nuevo comienzo con luz en la oscuridad. Además, los sábados representan completamiento y descanso. Los días de fiesta se llevan a cabo anualmente; las lunas nuevas, mensualmente; los sábados, semanalmente; y el comer y el beber, diariamente.

  Todos estos aspectos de la ley ceremonial son sombra de las cosas espirituales en Cristo, “sombra de lo que ha de venir”. El cuerpo mencionado en el versículo 17 denota la sustancia misma, como lo es el cuerpo físico del hombre; y como lo es la sombra del cuerpo humano, los ritos de la ley son sombra de las cosas reales del evangelio. Cristo es la realidad del evangelio. Todas las cosas buenas del evangelio pertenecen a Él. El libro de Colosenses revela que el Cristo todo-inclusivo es el foco de la economía de Dios.

  Yo vine a entender correctamente 2:16 y 17 después de muchos años de ser cristiano. El concepto de Pablo aquí es que los distintos aspectos de la ley ceremonial son sombra de las cosas que han de venir, de las cosas espirituales en Cristo, así como la sombra de una persona tiene la misma forma de su cuerpo. Por tanto, los festivales, las lunas nuevas, los sábados y los preceptos en cuanto a la comida y bebida eran sombras. Pero el cuerpo, la sustancia sólida, de las sombras es Cristo.

LA REALIDAD DE TODAS LAS COSAS POSITIVAS

  Muchas de las cosas de nuestro entorno cotidiano también son sombras de Cristo. Por ejemplo, los alimentos que comemos son una sombra, y no la verdadera comida. La verdadera comida es Cristo. Cristo es también la verdadera bebida. La ropa que sirve para cubrirnos, embellecernos y calentarnos es también una sombra de Cristo. Cristo es Aquel que verdaderamente cubre nuestra desnudez, quien nos calienta y nos imparte belleza. Cristo es también nuestra morada y descanso verdaderos. Las casas en que vivimos son una sombra de Cristo como nuestra morada. El descanso que disfrutamos por la noche es también una figura de Cristo como nuestro descanso. Incluso la satisfacción que sentimos después de una buena comida no es la verdadera satisfacción, sino una sombra de Cristo como la realidad de la satisfacción.

  En el versículo 16, Pablo abarca asuntos relacionados con la vida diaria, la vida semanal, la vida mensual y la vida anual. Como hemos mencionado, el comer y el beber se lleva a cabo diariamente; los sábados, semanalmente; las lunas nuevas, mensualmente, y las fiestas, anualmente. Todos los aspectos de nuestro vivir son sombras de Cristo. La comida y la bebida representan la satisfacción y la fortaleza que se disfrutan diariamente, y el sábado representa el completamiento y el descanso semanales. Si uno no acaba una tarea, no puede descansar. El descanso siempre viene después que uno ha terminado un trabajo y se siente satisfecho por ello. Cuando uno acaba cierta tarea y se siente satisfecho con lo que ha hecho, entonces puede descansar. Después de que Dios puso el toque final a Su obra creadora en el sexto día, reposó en el séptimo día. Puedo testificar que sólo encuentro reposo cuando mi trabajo está completo y me siento satisfecho con él. Por consiguiente, el sábado representa el completamiento y el descanso semanales.

  La luna nueva representa un nuevo comienzo mensual con luz en la oscuridad. Así como la luna nueva marcaba un nuevo comienzo en la época del Antiguo Testamento, de la misma manera, Cristo nos da un nuevo comienzo ahora con luz en la oscuridad. Hace poco escuché el testimonio de un hermano judío que fue salvo hace unos meses. Antes de venir al Señor, él estaba en tinieblas, al igual que todos los judíos incrédulos de hoy. Pero ahora Cristo es su luna nueva con luz en la oscuridad.

  Los días de fiesta representan el gozo y el deleite que se tiene anualmente. El pueblo escogido de Dios se reunía tres veces al año para celebrar las fiestas anuales. Éstos eran tiempos de deleite y de mutuo regocijo delante del Señor. Sin embargo, aunque las fiestas traían disfrute, eran simplemente sombras de Cristo. Él es la comida, la bebida, el completamiento, el descanso, la luna nueva y la fiesta verdaderos. Diariamente comemos y bebemos de Él, semanalmente tenemos completamiento y descanso en Él, mensualmente experimentamos un nuevo comienzo en Él, y durante todo el año Él es nuestro gozo y disfrute. Por lo tanto, diaria, semanal, mensual y anualmente Cristo es para nosotros la realidad de todas las cosas positivas.

  En el capítulo uno, Pablo muestra que Cristo es la porción de los santos, la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación, la Cabeza del Cuerpo, el Primogénito de entre los muertos, Aquel en quien toda la plenitud se agradó habitar y la esperanza de gloria que mora en nosotros. Luego, en el capítulo dos, él prosigue diciendo que Cristo es el misterio de Dios y Aquel en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Después de todo esto, Pablo comienza a hablar de nuestro vivir práctico, el cual incluye asuntos que se llevan a cabo diaria, semanal, mensual y anualmente.

  Los asuntos que Pablo menciona en 2:16 tienen que ver con la rotación de la tierra sobre su eje, o con la traslación de la tierra en su órbita alrededor del sol. Sin esta rotación y traslación, no podríamos conservar nuestra vida física. Pero debido a los movimientos de rotación y traslación de la tierra, tenemos días, semanas, meses y años. Como hemos hecho notar en repetidas ocasiones, Cristo es la realidad de todas estas cosas diarias, semanales, mensuales y anuales.

  En el versículo 17 Pablo dice que Cristo es el cuerpo de todas las sombras, lo cual significa que Él es la realidad de nuestra comida y bebida, de nuestro completamiento y descanso, de nuestro nuevo comienzo con luz en la oscuridad, y de nuestro gozo y deleite. Cada día, semana, mes y año, necesitamos a Cristo. Todas las cosas positivas de nuestra vida diaria, semanal, mensual y anual, deben ser Cristo. Cristo debe llegar a ser nuestro todo no solamente de manera doctrinal, sino en nuestra experiencia. Puedo testificar que Cristo es mi completamiento, mi descanso, mi nuevo comienzo, mi deleite, mi gozo, mi comida, mi bebida y mi satisfacción. Aunque Cristo es universalmente vasto, Él es también cada uno de los muchos aspectos de nuestra vida diaria. Día a día, Él es para nosotros nuestro aliento y nuestro todo.

NO ES NECESARIO EXPRESAR NUESTRAS OPINIONES

  En 2:16 Pablo dice: “Por tanto, nadie os juzgue”. En el versículo 18, él añade: “Que nadie ... os defraude juzgándoos indignos de vuestro premio”. Conforme a los versículos del 20 al 22, no hay ninguna necesidad de que nos sometamos a ordenanzas. Puesto que Cristo es el cuerpo de todas las sombras, podemos ser libres del juicio u opinión de los que promueven el gnosticismo y el ascetismo.

  Desde que yo vine a este país y empecé el ministerio aquí, le he dicho a la gente que renuncie a sus doctrinas y opiniones. Según las matemáticas divinas, solamente Cristo tiene valor; las doctrinas y las opiniones no tienen ninguna importancia. Lo único que cuenta es el Cristo que podemos aplicar en nuestra vida diaria, semanal, mensual y anual.

  Con el paso de los años he aprendido a no aferrarme a mis opiniones ni a expresarlas. Otros, sin embargo, son fuertes al expresar sus opiniones, incluso al recomendar qué clase de aspiradora se debe comprar para limpiar el salón de reuniones. No vale la pena argumentar sobre asuntos tan insignificantes. Aunque también puedo tener una opinión al respecto, he aprendido a no expresarla. Discutir para defender nuestras opiniones es una gran pérdida de tiempo.

  En la vida de iglesia sólo debemos tener un factor, una razón, un elemento y una fuente: Cristo. Puesto que Cristo es nuestro factor, razón, elemento y fuente, no necesitamos expresar nuestras opiniones ni argumentar. Aunque tengamos muchas opiniones, debemos aprender, por la misericordia del Señor, a no expresarlas. Algunas personas prefieren comer con palitos chinos, mientras que otras prefieren hacerlo con cuchillo y tenedor o incluso con sus manos. ¿Cuál es la diferencia? Lo importante es que ingieran el alimento. No es necesario expresar opiniones con respecto a los utensilios que debemos usar para comer.

  Las opiniones son el recinto fortificado del yo. Aunque tengamos opiniones muy categóricas, podemos aprender a no expresarlas en la vida de iglesia. No obstante, esto no quiere decir que aprobemos cosas como la idolatría. Debemos oponernos firmemente a asuntos semejantes; pero en cuanto a muchas otras cosas, no necesitamos expresar nuestras opiniones. Si Cristo es verdaderamente nuestro todo en nuestra vida diaria, semanal, mensual y anual, no tendremos ninguna necesidad de expresar nuestras opiniones. En lugar de ello, Cristo será nuestro único factor, razón, elemento y fuente.

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