Mensaje 31
Lectura bíblica: Col. 4:7-18
En este mensaje, llegamos a los versículos 4:7-18, los cuales forman la conclusión del libro de Colosenses.
En los versículos del 7 al 17 se halla una comunión por parte Pablo, y en el versículo 18 su salutación. A menudo me he preguntado la razón por la cual se dedica una porción tan larga de esta epístola para estas palabras de conclusión. ¿Por qué Pablo no usó estos versículos para abundar más acerca del Cristo todo-inclusivo? Si examinamos la revelación presentada en este libro, veremos que el espacio destinado a la conclusión parece estar fuera de proporción. Después de que Pablo nos dice que nuestra palabra debe ir siempre acompañada de gracia, sazonada de sal, él podía simplemente haber concluido su epístola con las palabras del versículo 18, y eliminar así todos los detalles presentados en estos versículos. No obstante, Pablo no hizo esto. En lugar de ello, antes de dar sus palabras finales, él les dijo a los colosenses que Tíquico, un hermano amado y ministro fiel, les haría saber todo lo que a Pablo se refiere, y que para esto mismo él les había mandado a Tíquico y a Onésimo. Además, les dijo que Aristarco, su compañero de prisiones, les saludaba; que recibieran a Marcos, el primo de Bernabé; que Jesús, llamado Justo, también les mandaba sus saludos; que Epafras combatía por ellos en sus oraciones, y que Lucas y Demas los saludaban. Asimismo, les pidió que saludaran a los hermanos de Laodicea, y que hicieran que esta epístola fuera leída también en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leyeran también ellos. Por último, les mandó que le dijeran a Arquipo: “Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor”.
Si el libro de Colosenses no abarcara asuntos tan importantes, me sería más fácil entender que Pablo dedicara tiempo a lo mencionado en Col. 4:7-17. Pero observemos el contraste tan marcado entre los aspectos elevados de Cristo que se mencionan en esta epístola, y la comunión de Pablo al final del capítulo cuatro. Aun así, estos versículos que Pablo escribió, forman parte de las Escrituras y no podemos tomarlos a la ligera. Por lo tanto, es importante que entendamos la razón por la cual se incluyeron éstos al final de la epístola.
Si analizamos estos versículos a la luz de toda la epístola, nos daremos cuenta de que son una aplicación práctica de lo que Pablo abarca en este libro. Podemos considerar estos versículos como una ventana a través de la cual podemos ver cuál era la situación de las iglesias de la región mediterránea durante la época de Pablo. Lo que vemos aquí es el vivir práctico del nuevo hombre. En Col. 3:11 se nos dice que en el nuevo hombre “no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. En Col. 4:7-17 tenemos un modelo práctico de la revelación en cuanto al nuevo hombre, dada en Col. 3:10-11. En estos versículos enumeran diferentes clases de personas: judíos, griegos, los de la circuncisión y los de la incircuncisión, esclavos y amos. En 4:11 Pablo habla de los de la circuncisión. Onésimo, el cual había llegado a ser un “amado y fiel hermano” (v. 9), era un esclavo que pertenecía a Filemón, padre de Arquipo (1-2, Flm. 1:10-13). Por consiguiente, Arquipo era un amo. Por lo tanto, el propósito de Pablo en estos versículos era presentar un modelo de cómo vive el nuevo hombre.
Esta epístola fue enviada de Roma a Colosas. En tiempos antiguos, esto representaba un viaje largo. En la región geográfica que separaba a Roma de Colosas existían muchas clases de personas. No obstante, en esta región cerca del Mediterráneo, el nuevo hombre fue producido y vivía de una manera práctica. A pesar de lo incómodo que era viajar en esa época, había mucho tráfico entre las iglesias. Esto nos deja una lección. Aunque hoy en día disfrutamos de todas las comodidades modernas y de los medios de transporte, es posible que no haya tanto tráfico entre las iglesias hoy como lo hubo en la época de Pablo. Además, tengo que reconocer que nunca he escrito una carta con la cantidad de saludos que contiene el libro de Colosenses. Observe cuántos nombres se mencionan en 4:7-17: Tíquico, Onésimo, Aristarco, Marcos, Bernabé, Justo, Epafras, Lucas, Demas, Ninfas, y Arquipo. Pablo habla también de los hermanos de Laodicea, de la iglesia que se reunía en la casa de Ninfas, y de la iglesia de los laodicenses. (La iglesia que estaba en la casa de Ninfas era la iglesia en Laodicea, la cual se reunía en su casa). La mención de todos estos nombres indica que Pablo estaba muy consciente del nuevo hombre.
El nuevo hombre, que vivía en la tierra de una manera práctica, estaba constituido de aquellos que, conforme a la cultura y la condición social, eran griegos, judíos, circuncisos, incircuncisos, bárbaros, escitas, esclavos y libres. Sin embargo, como hemos hecho notar anteriormente, el verdadero constituyente del nuevo hombre es única y exclusivamente Cristo. Puesto que Cristo es el único constituyente del nuevo hombre, no debería haber diferencias ente los creyentes que forman parte de este nuevo hombre.
Además, no debería haber diferencias entre las iglesias, por ejemplo, no debería haber ninguna diferencia entre la iglesia en Laodicea y la iglesia en Colosas. Esto lo demuestran las instrucciones que Pablo dio en cuanto a la lectura de estas cartas: “Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros” (4:16). Lo que Pablo escribió a los colosenses era también para los laodicenses, y lo que él escribió a los laodicenses era para los colosenses. ¡Cuánta comunión, unidad, armonía y contacto íntimo implica esto!
En 4:7 Pablo dice: “Todo lo que a mí se refiere, os lo hará saber Tíquico, amado hermano y fiel ministro y consiervo en el Señor”. Pablo le había encargado a Tíquico que hiciera saber a los colosenses todo lo relacionado con él. Si Pablo no hubiese estado consciente del nuevo hombre, no habría visto necesario dar a Tíquico tal encargo; más bien, él podía haber pensado: “¿Por qué debería contarles a los de Colosas todos mis asuntos? Ellos están en Asia menor, y yo estoy aquí en Roma, muy lejos de ellos”. No obstante, Pablo estaba muy consciente del nuevo hombre.
Los colosenses también estaban conscientes del nuevo hombre. Si no estuviesen conscientes del nuevo hombre, que en aquel tiempo se expresaba en la región mediterránea, habrían considerado los asuntos de Pablo de su propia incumbencia y no les habría interesado escuchar de ellos. Sin embargo, tanto los santos de Colosas como Pablo y los que con él estaban, eran realmente miembros del nuevo hombre.
Al leer estos once versículos, podemos ver que proveen una descripción detallada del nuevo hombre, que vivía en la región mediterránea. La existencia y el vivir del nuevo hombre de una manera práctica, es un asunto de suma importancia. El Imperio Romano abarcaba un extenso territorio que incluía una gran variedad de pueblos. En un esfuerzo por unificar a la gente culturalmente, el Imperio Romano adoptó el idioma griego. No obstante, el Imperio Romano no tuvo éxito en unificar a los diferentes pueblos, y las diferencias entre las naciones, razas y clases sociales aún permanecieron. Los judíos siguieron siendo judíos, y los griegos siguieron siendo griegos. Las distinciones entre esclavos y amos no fueron eliminadas en absoluto. Sin embargo, a pesar de todas las diferencias de nacionalidad, raza y clase social, existía en la tierra de una manera práctica el nuevo hombre que fue creado en Cristo Jesús. Lo que existía en varias ciudades, no eran simplemente iglesias locales, sino un solo y nuevo hombre de una manera real y práctica.
Es vergonzoso que una iglesia se aísle de las demás. Es un gran error tener la actitud de mantenernos apartados de otras iglesias locales, temiendo que otros puedan interferir en nuestros asuntos o molestarnos de alguna manera. Esto es totalmente contrario al hecho de tomar conciencia del nuevo hombre. Una iglesia que sostenga tal actitud sólo está consciente de sí misma, y no del nuevo hombre en su totalidad. Los que insisten en esta actitud hacen que el nuevo hombre sea fragmentado, quebrado en pedazos. Sin embargo, son muchas las iglesias y también muchos los creyentes que adoptan la actitud de que jamás se meterán con los demás y de que las demás, a su vez, no deben meterse en los asuntos de ellos. No se preocupan por las iglesias que están en otros lugares, ni quieren que las demás iglesias participen en sus asuntos. Los que tienen esta actitud no han tomado conciencia del nuevo hombre. ¡Alabado sea el Señor por la descripción del vivir del nuevo hombre en estos versículos! En estos versículos podemos ver la expresión práctica del nuevo hombre.
Muchos santos secretamente sienten mayor aprecio por la iglesia de su localidad que por las iglesias de otros lugares. No se han dado cuenta de que, aunque están en una determinada iglesia local, pertenecen a la iglesia que está en todas partes. Yo puedo testificar que si usted me pregunta donde está mi iglesia, le contestaré que mi iglesia está en todas partes. Mi iglesia está en cualquier localidad donde me encuentre en un momento determinado. En este momento, estoy en Anaheim; por lo tanto, mi iglesia está en Anaheim. Pero en pocos días, puede ser que esté en otra localidad. En ese caso, mi iglesia será la iglesia en ese lugar.
En 1977 visité a la iglesia en Tokio. Mientras los hermanos me mostraban su nuevo local de reuniones, me dijeron que a un lado estaba un terreno en venta. Les animé enseguida a orar para adquirir aquella propiedad para la iglesia. Aunque vivo en Anaheim y soy parte de la iglesia en Anaheim, mi preocupación en ese momento fue la iglesia en Tokio. Les animé diciendo que el Señor ciertamente proveería los medios para construir un local más grande en Tokio, pese a que el precio de la tierra en la ciudad era extremadamente elevado. Tan pronto me enteré de la necesidad en Tokio, mi corazón se llenó de sentimientos. La razón es que mi iglesia es la iglesia que está en todas partes. Todas las iglesias de la tierra constituyen un solo y nuevo hombre.
Al leer la conclusión del libro de Colosenses, descubrimos que en el corazón de Pablo no solamente estaba una iglesia particular o un determinado santo, sino el nuevo hombre. Pablo conocía a muchísimos santos, pero en los versículos que destinó a la comunión, él mencionó a algunos como representantes de los diferentes pueblos que, teniendo a Cristo como su elemento constitutivo, componían el nuevo hombre. De este modo, él presenta un cuadro completo del vivir del nuevo hombre. Mi carga en este mensaje es impresionarlo a usted con este punto crucial.
Si hemos tomado conciencia del nuevo hombre, debemos dejar de pensar que las iglesias de nuestro país no tienen nada que ver con las iglesias de otras naciones. En lugar de ello, veremos que todas las iglesias son el nuevo hombre de hoy. Espero que acudamos al Señor para que no seamos sectarios de ninguna manera. No queremos ser sectarios ni como creyentes, individualmente, ni como iglesias locales, corporativamente. Por el contrario, todos nosotros, todos los santos en todas las iglesias, simplemente somos un solo y nuevo hombre. Si en la época de Pablo, cuando viajar era una incomodidad, pudo haber tráfico entre las iglesias, ¿cuánto más tráfico debería haber hoy con todas las comodidades del mundo moderno? Es el tráfico entre las iglesias lo que nos permite experimentar el vivir del nuevo hombre de una manera práctica.
Después de su comunión, el apóstol Pablo saluda a los santos de su propia mano y les pide que se acuerden de sus prisiones (v. 18). Finalmente, concluye su epístola con las siguientes palabras: “La gracia sea con vosotros”. Esto indica que los santos necesitan la gracia para permitir que el Cristo todo-inclusivo se haga realidad en ellos y para participar de Él como su porción, con miras a la vida práctica del nuevo hombre.