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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 30

LA VIDA QUE LLEVAN LOS SANTOS EN UNIÓN CON CRISTO: EXPRESAN A CRISTO EN LA VIDA HUMANA, ORAN CON PERSEVERANCIA Y ANDAN SABIAMENTE

  Lectura bíblica: Col. 3:18-25; 4:1-6

  En este mensaje examinaremos el pasaje 3:18—4:6. Este pasaje de Colosenses contiene asuntos cruciales para nuestra vida cristiana. No debemos separar esta sección de los capítulos y versículos precedentes. En lugar de ello, necesitamos ver que dicha sección es una continuación de todo lo que Pablo ha abarcado hasta ahora. Hemos mencionado en repetidas ocasiones que Colosenses revela quién es Cristo y qué es Cristo. Finalmente, en los versículos 3:10 y 11, vemos que Cristo es el nuevo hombre. Ya que Cristo es el nuevo hombre, nosotros y Cristo somos uno. Éste es el concepto básico y el más crucial de este libro.

  En los capítulos uno y dos, Pablo abarca muchos aspectos de Cristo. Cristo es la porción de los santos, la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación, el Primogénito de entre los muertos, Aquel en quien habita toda la plenitud del Dios Triuno; Él es el misterio de la economía de Dios, el misterio de Dios, nuestra esperanza de gloria y Aquel en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. En el capítulo dos, Pablo sigue adelante y declara que Cristo es la realidad de todas las sombras. Puesto que Cristo es el todo y en todos en el nuevo hombre, del cual formamos parte, Cristo finalmente llega a ser nosotros. Nosotros y Cristo somos uno. La meta final de Dios en Su economía consiste en obtener este nuevo hombre, el cual está constituido del Cristo preeminente y todo-inclusivo quien se ha forjado dentro de un pueblo corporativo. Es necesario que todos tengamos esta elevada visión de la economía de Dios. Esta visión revela que nosotros y Cristo somos uno, ya que ambos tenemos una sola vida y un solo vivir.

  La intención de Pablo al escribir el libro de Colosenses era impresionar a todos los creyentes con el hecho de que Cristo lo es todo. Los creyentes judíos debían olvidarse de sus ordenanzas y observancias, y los creyentes gentiles debían desechar sus conceptos filosóficos. No fuimos regenerados para guardar estas ordenanzas y observancias. Fuimos regenerados por causa de Cristo. Ahora necesitamos ser llenos, saturados e impregnados de Cristo hasta que Él llegue a ser nosotros.

  Hemos dicho que en la economía de Dios existen una sola persona, Cristo, y un solo camino, el cual es la cruz. Es por medio de esta persona única y este único camino que Dios obtendrá el nuevo hombre. El nuevo hombre es Cristo forjado en nosotros. Por una parte, el nuevo hombre es Cristo; por otra, nosotros, los creyentes, somos el nuevo hombre. Por esta razón, en este nuevo hombre, Cristo y nosotros somos uno.

  Como aquellos que forman parte del nuevo hombre, nosotros debemos permitir que la paz de Cristo sea el árbitro en nosotros, y dejar que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros. Si hacemos esto, espontáneamente expresaremos a Cristo en nuestra vida cotidiana. Esto significa que viviremos a Cristo, debido a que somos uno con Él, tenemos Su paz y tenemos Su palabra. Por tanto, llegamos a ser la expresión de Cristo de una manera práctica.

I. EXPRESAR A CRISTO EN LA VIDA HUMANA

  Dios desea que Cristo sea expresado por medio de la vida humana. Esto lo vemos en 3:18—4:1, un pasaje paralelo a Efesios 5:22—6:9, donde se describe la manera ética en que los creyentes se relacionan con los demás. En Efesios se pone énfasis en la necesidad de ser llenos en el espíritu para relacionarnos con los demás de una manera ética, a fin de que el Cuerpo sea expresado en la vida normal de la iglesia. En Colosenses se pone énfasis en el hecho de que debemos asirnos de Cristo, nuestra Cabeza, y tomarlo a Él como nuestra vida al dejar que Su palabra more ricamente en nosotros; esto con el fin de que expresemos a Cristo al relacionarnos con otros en el nivel ético más alto, no como resultado de valernos de nuestra vida natural sino de tomar a Cristo como nuestra vida.

  Si vivimos en unión con Cristo, Cristo se expresará a través de nuestra humanidad. Cristo ha de ser expresado en la vida humana, no en la vida angelical. Los ángeles no pueden expresar a Cristo. El Padre ha dispuesto que nosotros, Sus escogidos, seamos la expresión de Su Hijo. Nuestra oración debe ser: “Vive en mí, Señor, Tu vida” (véase Himnos, #177).

  Si queremos que Cristo viva por medio de nosotros, los dos primeros capítulos y medio del libro de Colosenses deben formar parte de nuestra experiencia cristiana. Después, al llegar a 3:15 y 16, vemos que debemos ser personas en las cuales la paz de Cristo es el árbitro y en las cuales la palabra de Cristo mora ricamente. Entonces Cristo se expresará en nuestro vivir humano.

  Muchos de los que están en el hinduismo, el budismo y el catolicismo valoran muy poco la vida humana. Como resultado, ellos no se preocupan por el matrimonio ni por la vida familiar apropiada; antes bien, prefieren permanecer solteros y aspiran a llevar una vida angelical. Sin embargo, la vida angelical no puede expresar a Cristo. Cristo, por otro lado, necesita ser expresado en aquellos que son esposos, esposas, padres, hijos, amos y esclavos. Si queremos expresar a Cristo, debemos llevar una vida humana que sea normal y apropiada.

  Por ser una persona avanzada en edad con ocho hijos y más de veinte nietos, yo puedo testificar que el Señor sabe escoger el mejor esposo o esposa para nosotros y la clase de hijos que debemos tener. Él sabe también cómo quebrantarnos y hacernos transparentes a fin de que expresemos a Cristo. Por medio de nuestra vida familiar, el Señor nos enseña muchas lecciones valiosas. Yo creo que los ángeles nos están observando para ver si vivimos o no a Cristo en nuestra vida familiar. No es tan difícil vivir a Cristo en la iglesia como vivirlo en nuestra casa. Pero, ¡qué maravilloso es cuando un hermano o hermana expresa a Cristo en su vida matrimonial! Ningún hermano o hermana que esté en el recobro del Señor debe aspirar a vivir como un monje o una monja. En el debido tiempo, los hermanos y hermanas deben casarse y luego aprender a expresar a Cristo en su vivir humano en las experiencias de su vida matrimonial.

  El vivir de los santos en unión con Cristo debe traer como resultado la expresión de Cristo en la vida humana. Si vemos esto, alabaremos al Señor por nuestro vivir humano. Además, tendremos un nuevo aprecio por la vida matrimonial. Yo puedo testificar que estoy agradecido por mi esposa, hijos y nietos. Estoy agradecido por todas las lecciones que el Señor me ha enseñado a través de ellos. Cuanto más sigo avanzando en edad, más aprecio las lecciones que he aprendido en el transcurso de mi vida humana. En las relaciones entre esposa y esposo y entre hijos y padres, debemos vivir a Cristo y expresarle a Él.

  El mismo principio se aplica a la relación entre amos y siervos. En los versículos del 22 al 25 Pablo exhorta a los esclavos. En el versículo 24, él dice: “Sabiendo que ... recibiréis la herencia por recompensa”. Este aspecto no está tan claro en Efesios 6:8 como lo está aquí. Hay una herencia reservada para los creyentes (Ro. 8:17; Hch. 26:18; 1 P. 1:4). La expresión “la herencia por recompensa” indica que el Señor usa la herencia que Él dará a Sus creyentes como un incentivo para que ellos sean fieles en el servicio que le rinden. Los que sean infieles indudablemente perderán esta recompensa (Mt. 24:45-51; 25:20-29).

II. PERSEVERAR EN LA ORACIÓN Y ANDAR SABIAMENTE

A. Perseverar en la oración

  En Colosenses 4:2-4, Pablo pasa al tema de la oración. Leamos lo que él dice en el versículo 2: “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias”. Perseverar significa continuar de manera persistente, incesante y ardiente. En la oración necesitamos estar vigilantes y estar alertas; no debemos ser negligentes. Tal vigilancia debe ir acompañada de acción de gracias.

  Si queremos expresar a Cristo en nuestro vivir humano y conservar la gracia que hemos recibido del Señor, debemos perseverar en la oración. Mientras dedicamos tiempo a considerar la revelación del Cristo todo-inclusivo en Colosenses, ciertamente recibiremos gracia de parte del Señor. Finalmente, veremos que nosotros y Cristo somos uno, que Su paz está arbitrando dentro de nosotros, y que Su palabra nos está llenando. Entonces seremos capaces de vivirlo y expresarlo. Sin embargo, por más gracia que recibamos del Señor, ésta se esfumará si dejamos de perseverar en la oración. La oración es lo único que puede ayudarnos a conservar la gracia que recibimos y hacer de ella algo prevaleciente y viviente en nuestra experiencia. No cabe duda de que la vida cristiana es una vida que consiste en recibir gracia, pero dicha vida debe ser sostenida mediante la oración.

  Lo más vital para la subsistencia de nuestra vida física es la respiración. Respirar es aun más importante que comer y beber. Podemos dejar de comer y beber por varios días, pero no podemos dejar de respirar más de unos cuantos minutos. La oración es la respiración espiritual. Orar es respirar.

  Cuando algunos santos oyen algo relacionado con la oración, enseguida preguntan cómo se debe orar. Debemos dejar de averiguar cuál es la mejor manera, y simplemente orar. Por ejemplo, un niño aprende a andar caminando. Son pocos los padres que les enseñan a sus hijos cómo andar. Aplicando el mismo principio, nosotros aprendemos a orar, orando.

  En 4:2 Pablo nos exhorta a perseverar en la oración. Esto significa que no sólo debemos orar con continuidad, sino que aun debemos luchar para tener esta continuidad. Casi todo lo que nos rodea obstaculiza nuestra oración. Por esa razón, si queremos orar, debemos ir en contra de la marea, en contra de la corriente de nuestro medio ambiente. Si dejamos de orar, nos arrastrará la corriente. Sólo la oración nos capacita para ir en contra de la corriente. Por consiguiente, debemos perseverar en la oración, debemos orar con persistencia.

  Día tras día, tenemos que ejercitarnos para orar. Incluso deberíamos apartar ciertos momentos durante el día para orar. No debemos excusarnos diciendo que no tenemos la carga de orar. Ore aun cuando no sienta ninguna carga, o cuando aparentemente no tenga nada que decirle al Señor. Usted siempre tiene muchas cosas que contarles a los demás. ¿Por qué no va al Señor y le cuenta las mismas cosas que les contaría a ellos? Si no sabe qué decirle al Señor, puede orar así: “Señor, vengo a Ti, pero no sé qué decir, ni sé cómo orar. Señor, enséñame a orar y dime qué debo decir. Señor, ten misericordia de mí en este asunto”. Si usted ora de esta manera, se dará cuenta de que a menudo surgirá una oración genuina. De hecho, cuando usted cree que tiene la carga de orar, tal vez su oración no sea genuina. Pero si usted acude al Señor en oración, aun sin ninguna carga, y le dice que no tiene nada que decir, se sentirá refrescado en el Señor y capaz de orar genuinamente. Cuando abrimos nuestro ser al Señor y reconocemos que no sabemos qué decirle, respiramos un aire espiritual fresco, y somos preservados en la gracia del Señor.

  Pablo nos alienta también a velar en oración. Debemos velar en contra del enemigo. No sabemos lo que pueda suceder en los minutos que siguen. Debemos velar porque la vida cristiana es una vida de luchas, una vida de guerra.

B. Andar sabiamente

  En 4:5 y 6 Pablo dice: “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”. Redimir el tiempo significa aprovechar cada oportunidad favorable para ministrar vida. En esto consiste ser sabios en nuestro andar. En este siglo maligno, cada día es un día malo lleno de cosas perniciosas; éstas hacen que nuestro tiempo sea usado de manera inadecuada, que sea reducido y arrebatado. Por lo tanto, tenemos que andar sabiamente para poder redimir el tiempo, aprovechando cada oportunidad disponible.

  Andar sabiamente significa aprovechar cada oportunidad para redimir nuestro tiempo. La exhortación a redimir el tiempo está relacionada con la amonestación en cuanto a la manera en que hablamos con los demás. Con frecuencia le confieso al Señor que hablo a la gente de manera insensata. Al hablar con ellos de cierta manera, desperdicié mi tiempo. No empleé la sabiduría necesaria para ministrar vida y de esa manera evitar fricciones. En lugar de ello, perdí tiempo en una conversación que no ministró vida. Debemos orar y pedirle al Señor que nos conceda sabiduría para saber cómo relacionarnos con los demás. Si andamos sabiamente al hablar con los demás, redimiremos nuestro tiempo. Todos hemos desaprovechado muchas oportunidades en las que podíamos haber ministrado vida, debido a que malgastamos el tiempo participando en conversaciones tontas.

  La mejor manera de redimir nuestro tiempo es orar con perseverancia, velar y andar sabiamente. Si hacemos estas cosas, aprovecharemos cada oportunidad favorable para ministrar vida. Pero si no perseveramos en la oración y si no velamos, dejaremos escapar las oportunidades en que podemos ministrar vida. Cada vez que contactemos a otros sin sabiduría, desperdiciamos el tiempo. En algunas ocasiones, podremos llegar a perder media hora en una conversación donde no se ministra nada de vida. Todos tenemos que aprender a orar, a velar y a buscar la sabiduría del Señor para redimir nuestro tiempo.

  En el versículo 6 Pablo dice: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”. En Efesios 4:29 Pablo se refiere a palabras que dan gracia a los oyentes. La gracia es Cristo como nuestro disfrute y suministro. Nuestras palabras deben trasmitir esta gracia a los demás. Las palabras que edifican siempre ministran esta gracia a los oyentes. Hablar con gracia significa que Cristo se expresa a través de nuestras palabras. Esto quiere decir que nuestras palabras deben ser la expresión y las palabras mismas de Cristo. Cada palabra debe ser la expresión de Cristo como gracia.

  Nuestras palabras deben ser también sazonadas con sal. La sal hace que los alimentos sean agradables y placenteros al gusto. Las palabras sazonadas con sal nos guardan en paz unos con otros (Mr. 9:50). Si nuestras palabras contienen gracia y están sazonadas con sal, ellas harán que las cosas sean placenteras y de buen gusto a los demás.

  En 4:2-6 Pablo abarca cinco asuntos importantes: orar, velar, andar sabiamente, redimir el tiempo y hablar con palabras llenas de gracia y sazonadas con sal. Es difícil determinar si la idea principal de estos versículos es la oración o el hecho de redimir el tiempo. Pero no importa cuál consideremos el enfoque, lo cierto es que la vida cristiana apropiada exige que redimamos el tiempo. En la actualidad, todas las personas de la tierra malgastan el tiempo y dejan pasar oportunidades valiosas. No obstante, nosotros debemos redimir cada momento y aprovechar cada oportunidad que se nos presente. Para poder llevar esta clase de vida, necesitamos estar llenos y saturados de Cristo. Debemos ser uno con Cristo y permitir que Su paz sea el árbitro en nosotros y que Su palabra nos llene. Entonces le expresaremos al orar, al velar y al andar sabiamente. Si somos esta clase de personas, redimiremos el tiempo y aprovecharemos cada oportunidad disponible para ministrar vida. Además, nuestras palabras no causarán problemas. En lugar de ello, mediante la disciplina minuciosa del Señor, todo lo que proceda de nuestra boca será una palabra de gracia, sazonada con sal. Tal palabra hará que las cosas sean agradables y placenteras al gusto. Espero que todos aprendamos estas cosas y las practiquemos.

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