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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 41

LA CULTURA QUE ELABORAMOS NOSOTROS MISMOS Y QUE NOS IMPONEMOS ES UN SUSTITUTO DE CRISTO

  Lectura bíblica: Col. 1:27-29; 2:2-4, 6-8, 16-18; 3:10-11

UNA REVELACIÓN EXHAUSTIVA DE CRISTO

  El libro de Colosenses revela a Cristo de una manera muy exhaustiva. Esta revelación supera grandemente a todo lo que la mayoría de los cristianos ha visto de Cristo. Los cristianos saben que Cristo es Dios y que Él se hizo hombre, que vivió sobre la tierra, que murió en la cruz por nuestros pecados como nuestro Redentor, que fue sepultado, que resucitó al tercer día, que ascendió a los cielos y que fue entronizado como Señor y Cabeza de todo. Ahora Cristo es el soberano Señor de señores y Rey de reyes. Un día, Él regresará para reinar sobre la tierra y establecer Su reino. En cuanto a esto se han escrito muchos libros. Por supuesto, esta revelación general de Cristo es correcta, pero es limitada. No se compara con la revelación exhaustiva de Cristo que encontramos en Colosenses.

  Conforme a la Biblia, Cristo encierra muchos aspectos, y la revelación de Cristo es igualmente exhaustiva. Tal como el universo, Cristo es inmensurable. Es debido a ello que la revelación acerca de Cristo es ilimitada. En Efesios 3, Pablo habla de la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. Cristo es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del universo. Puesto que Él es tan vasto, ¿cómo podríamos conformarnos con una revelación limitada acerca de Él? Sería necio de nuestra parte limitarnos a una revelación estrecha de Cristo.

  Algunas personas me han aconsejado que no traspase los límites de la teología general del cristianismo actual. Recomiendan que simplemente predique y enseñe de una manera general. Hace más de treinta años, vi que Cristo es el Espíritu vivificante, y sentí la carga de ministrar esta verdad a los demás. Algunos amigos íntimos se ofendieron y comenzaron a darme advertencias en amor hasta que finalmente se opusieron a mí. Algunos de ellos reconocieron que la Biblia sí revela que Cristo es el Espíritu. No obstante, me pidieron que no enseñara esto para evitar ofender a otros cristianos. Yo les contesté: “Ya que ustedes reconocen que la Biblia sí revela que Cristo es el Espíritu, les pido que por favor me concedan la libertad de ministrar acerca de este asunto. Tal vez ustedes le tengan miedo al cristianismo, pero yo no. Si Martín Lutero hubiera tenido una actitud como la de ustedes, ¿cómo habría tenido lugar la Reforma? La Iglesia Católica se aferraba a la idea de que la salvación es por obras. Sin embargo, Lutero vio que la salvación no viene por las obras, sino por la fe, y tuvo la valentía de declarar esto conforme a la Biblia”.

  No debemos permitir que la visión limitada de Cristo que tienen tantos cristianos nos impida avanzar. Cristo es infinitamente vasto; Él es ilimitado. La Biblia incluso habla de “las inescrutables riquezas de Cristo” (Ef. 3:8). Si bien las riquezas de Cristo son inescrutables, muchos cristianos lo limitan a Él con su teología y sus enseñanzas. Tienen solamente una comprensión básica acerca de Él. Cristo, el Salvador en quien hemos creído, no es limitado. Él es inagotable, todo-inclusivo e ilimitado. Nadie puede describir lo grande que Él es. Puesto que Él es ilimitado, la revelación acerca de Él debe ser también ilimitada. En este respecto, el libro de Colosenses es crucial. Sin esta epístola, sería difícil darnos cuenta de que la revelación de Cristo es ilimitada y exhaustiva.

  En 1970 algunos opositores en Hong Kong declararon que el Cristo en el cual creemos es el Creador, pero negaron que Él es también una criatura. Estaban seguros de tener la razón, y nos condenaron por decir que Cristo es tanto el Creador como el primero entre las criaturas. Yo les pregunté como Cristo podía ser un hombre y no ser una criatura. ¿No es acaso el hombre una criatura? Si Cristo no fuese una criatura, ¿cómo podría Él tener un cuerpo de carne y sangre? ¿Cómo pudo ser clavado en la cruz si fuese solamente el Creador divino y espiritual? Es muy peligroso tener solamente un poco de conocimiento, pues esto nos impide ver la revelación exhaustiva de Cristo según las Escrituras. Una razón por la cual se escribió el libro de Colosenses era presentar una revelación tan exhaustiva de Cristo.

LA IGLESIA FUE INVADIDA POR LA CULTURA

  Cuando el libro de Colosenses fue escrito, Asia Menor consistía en un crisol de culturas. En Asia Menor, había una mezcla de cultura griega y judía, y más concretamente, de filosofía griega y religión judía. Por medio del ministerio de Pablo, se habían establecido iglesias en esa región. A estas iglesias les resultó muy difícil resistir la invasión de la religión judía y de la filosofía griega. La iglesia en Colosas era como una isla en medio del océano de las culturas judía y griega. Finalmente, la ola de la cultura irrumpió en la iglesia e inundó la vida de iglesia. A causa de ello, la iglesia fue saturada de conceptos judíos y de ideas filosóficas griegas. En particular, se introdujo una forma de gnosticismo en la vida de iglesia. El gnosticismo enseñaba que las cosas materiales son intrínsecamente malignas. Había varias ordenanzas acerca del manejo de las cosas materiales. Puesto que la iglesia en Colosas había sido invadida por estas ideas filosóficas, Cristo fue reemplazado, y los santos no vivieron por Él. En lugar de ello, vivieron por sus conceptos filosóficos.

TODAS LAS COSAS FUERON CREADAS EN CRISTO

  A fin de derrumbar el concepto gnóstico según el cual la materia es maligna, Pablo presentó la revelación más exhaustiva de Cristo. Mientras que los gnósticos afirmaban que las cosas materiales son intrínsecamente malignas, Pablo indicó que todas las cosas fueron creadas en Cristo, por medio de Él, y para Él, y que ahora en Él se conservan unidas. Pablo fue valiente; su enseñanza significaba la muerte de la filosofía gnóstica. Él declaró con denuedo que todas las cosas, incluyendo los animales y los reptiles, que los judíos consideraban inmundos, fueron creados en Cristo, por medio de Él y para Él. Además, dijo que todas estas cosas se conservan unidas ahora en Cristo. Esto debe de haber sido un golpe muy duro para la mentalidad judía, que había sido enseñada para distinguir entre lo que es limpio y lo que es inmundo. Recuerde la reacción de Pedro cuando tuvo la visión que consta en Hechos 10. Cuando Pedro vio el lienzo en el que había toda clase de animales y reptiles, y oyó una voz que le ordenaba matar y comer, él contestó: “Señor, de ninguna manera; porque de ninguna cosa profana o inmunda he comido jamás”. No obstante, conforme a las palabras de Pablo en Colosenses, todas estas cosas fueron creadas para Cristo y se conservan unidas en Él.

  Muchos científicos reconocen que en el universo existe cierta clase de poder que conserva todas las cosas unidas. Este poder que sostiene, el cual es el eje, el centro, del universo, es Cristo. Puesto que Cristo es este poder que sostiene, todas las cosas, incluyendo las serpientes, los escorpiones y las ranas, se conservan unidas en Él. Sin Cristo, el universo y todo lo que contiene se derrumbaría. Lo que nos sostiene no es la tierra, sino Cristo. Nuestra existencia es sustentada por Cristo, en quien todas las cosas se conservan unidas.

SÓLO HAY LUGAR PARA CRISTO

  Pablo presentó una revelación tan exhaustiva de Cristo con el fin de ayudar a los santos a liberarse de sus conceptos culturales. Conforme a Hechos 10, para Dios no hay ninguna diferencia entre los animales y reptiles que son limpios y los que son inmundos. Pedro, al no estar dispuesto a obedecer a la voz que le ordenaba matar y comer, seguía actuando conforme a su preferencia cultural. Aferrarnos a nuestras preferencias nos hace disensiosos y nos impide tomar consciencia del nuevo hombre. En el nuevo hombre, no hay lugar para judío ni griego, ni para circuncisión ni incircuncisión. Tampoco hay lugar para bárbaros ni escita. En el nuevo hombre, todo el espacio es para Cristo. Cristo es el todo y está en todos. Esto significa que Cristo es cada parte del nuevo hombre y que Él está en cada parte. La meta de esta revelación exhaustiva es que todos vivamos a Cristo. Si vivimos a Cristo, no nos importará la clase de comida que nos sirvan. Al visitar otros lugares, no diremos que por ser cristianos no podemos comer de ciertos alimentos. Estas preferencias no forman parte del vivir del nuevo hombre.

LA PREOCUPACIÓN DE PABLO CON RESPECTO A LA CULTURA

  El libro de Colosenses revela a Cristo de una manera exhaustiva con el fin de acabar con nuestra cultura. La cultura es un sustituto de Cristo, que es muy sutil y oculto. Todos condenamos el pecado, pero no la cultura. Hace poco, el Señor me mostró que mientras en 1 Corintios se confrontan asuntos pecaminosos y en Gálatas se habla en contra de la religión y la ley, en Colosenses se hace frente a la cultura. La filosofía, las tradiciones, y los rudimentos del mundo constituyen aspectos de la cultura. Del mismo modo, los distintos “ismos”, como el ascetismo y el gnosticismo, son aspectos de la cultura. Así comencé a prestar más atención al paralelo entre 1 Corintios 12:12 y 13, Gálatas 3:27 y 28, y Colosenses 3:10 y 11. Si usted lee estos versículos detenidamente, observará que en 1 Corintios 12:12 y 13 y Gálatas 3:27 y 28, no se hace ninguna mención de bárbaros ni escitas, mientras que en Colosenses 3:11 se menciona la circuncisión, la incircuncisión, los bárbaros y los escitas. Esto indica que en Colosenses, Pablo está confrontando la cultura. Los escitas eran el pueblo más salvaje. En su libro Word Studies in the New Testament [Estudios de palabras del Nuevo Testamento], M. R. Vincent comenta acerca de 3:1 que los escitas ofrecían sacrificios humanos, que después de matar a sus enemigos les quitaban el cuero cabelludo y en ocasiones los desollaban, y que incluso usaban el cráneo de sus enemigos como vasos para beber. Los bárbaros mencionados en este versículo incluían a todos aquellos que no eran ni griegos ni judíos. Esto es una clara evidencia de que en Colosenses Pablo estaba preocupado con respecto a la cultura humana. Incluso la circuncisión y la incircuncisión, aunque están relacionadas con la religión, también tienen que ver con la cultura.

  En el transcurso de los siglos, no son muchos los cristianos que han podido entender plenamente el libro de Colosenses. Por un lado, no han visto cuán exhaustiva es la revelación de Cristo presentada en esta epístola. Por otro, no han visto que esta epístola fue escrita para hacer frente a la cultura. Es importante que nos demos cuenta de que la cultura es el mayor sustituto de Cristo.

VIVIMOS MÁS POR LA CULTURA QUE POR CRISTO

  Por la misericordia y la gracia del Señor, a nosotros, quienes estamos en el recobro del Señor, no nos importa nuestra cultura. Algunos pensarán que están exentos de la cultura, pero en realidad cada uno de nosotros, sin excepción alguna, tiene su cultura personal e individual, una cultura que nosotros mismos hemos elaborado y que nos hemos impuesto. Además, es posible que aquellos que llevan muchos años en la vida de iglesia tengan una cultura basada en la iglesia local. Después de entrar en el recobro y empezar a reunirse con los santos en la iglesia, algunos espontáneamente empezaron a conformarse a la vida de iglesia. Algunas hermanas dejaron de maquillarse y otros de ir al cine, mas no porque estuvieran viviendo a Cristo, sino por conformarse a la vida de iglesia. Tal vez algunos se corten el cabello de cierta manera por la misma razón. Otros quizás testifiquen que hacen ciertas cosas porque aman a Cristo y la iglesia. Sin embargo, una cosa es amar a Cristo, y otra es vivirlo. Podemos cortarnos el cabello porque amamos a Cristo y no vivir a Cristo en este asunto. Es probable que muy pocos santos en el recobro del Señor vayan al cine. ¿Por qué no van al cine? ¿Es por amor a Cristo y la iglesia o por vivir a Cristo? Debemos ser capaces de decir: “La razón por la que no voy al cine es que vivo a Cristo. Puesto que Cristo no hace eso, yo tampoco lo hago. Cristo es mi vida interior y mi vivir exterior. Yo vivo por Cristo, y no por ser conformado a la vida de iglesia”. Todos debemos ser capaces de declarar que nada externo nos regula y que no estamos tratando de conformarnos a ningún molde; que únicamente tenemos a Cristo. Deberíamos tener continuo contacto con Él y vivir en unidad con Él. Él vive en nosotros, y nosotros vivimos en Él. De esta manera, nosotros y Cristo somos uno. La razón por la cual hacemos o dejamos de hacer ciertas cosas no es simplemente que amamos al Señor, sino que lo vivimos.

  Incluso aquellos que aman mucho al Señor y le buscan, viven mucho más por la cultura que por Cristo. Si usted analiza su diario vivir, probablemente se dará cuenta de que la mayor parte del tiempo usted no vive por Cristo, sino por la cultura. Algunos ni siquiera oran durante varias semanas. No obstante, puesto que aman a Cristo y la iglesia, siguen viniendo a las reuniones. ¿Es esto lo que significa vivir por Cristo? Desde luego que no. Este vivir es conforme a la cultura, posiblemente la cultura de la iglesia local, pero no un vivir conforme a Cristo.

  Es muy posible que las personas más cultas y refinadas que existen, estén en las iglesias locales. Muchos se han vuelto más refinados en los años que llevan en la vida de iglesia. La vida de iglesia es la mejor “refinería” cultural. No tengo la menor duda de que los mejores maridos y esposas se encuentran en las iglesias locales. Muchos pueden testificar que han recibido mucha ayuda en su vida matrimonial durante los años que llevan en la vida de iglesia. No obstante, es posible que incluso nuestra buena vida matrimonial se deba mucho más a la vida de iglesia que al hecho de vivir a Cristo.

  Para mostrar cuánto la vida de iglesia nos refina, podemos usar como ejemplo el hecho de perder la calma. Tal vez usted sea una persona que se enoja fácilmente; sin embargo, después de estar muchos años en la iglesia, es posible que encuentre que le es más difícil enojarse. Esto se debe al hecho de que el ambiente de la iglesia no propicia el enojo. Así, es el ambiente de la vida de iglesia el que lo preserva del enojo, y no el hecho de vivir a Cristo.

  El Señor Jesús quiere ahora confrontar el problema oculto de nuestra cultura. Debemos reconocer que no vivimos mucho a Cristo. Lo que nos impide vivir a Cristo no es el pecado ni el mundo, sino nuestras virtudes y nuestro vivir humano refinado. Es el refinamiento de nuestra vida humana el que nos impide vivir a Cristo. Día a día, vivimos mucho más por nuestro carácter refinado que por Cristo. El apóstol Pablo podía decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). No obstante, nosotros no podemos decir esto mientras vivamos principalmente por nuestra cultura, incluyendo la cultura de la vida de iglesia, y no por Cristo. La cultura de la vida de iglesia ha invadido a las iglesias locales.

  Mi intención al exponer la cultura presente en la vida de iglesia es no dar ninguna oportunidad a los disidentes para que critiquen la vida de iglesia. Aprecio muchísimo la vida de iglesia, y puedo testificar que no existe un lugar mejor para vivir a Cristo. No obstante, en estos días el Señor nos está hablando acerca de la cultura, a fin de que seamos liberados hasta de la cultura más elevada para vivir a Cristo de una manera absoluta.

LA CULTURA CONSTITUYE UN IMPEDIMENTO PARA LA EDIFICACIÓN

  En este mensaje, siento la carga específica de hacerles ver que todos tenemos una cultura que nosotros mismos hemos elaborado y nos hemos impuesto. Esta cultura es un sustituto de Cristo. Probablemente usted no se dé cuenta de lo fuerte que es su propia cultura. Esta cultura nos separa de los demás y nos impide ser edificados con ellos. Nuestra cultura es semejante a una celda de acero en la que estamos confinados. Todos tenemos esta fuerte cultura, la cual hemos elaborado y nos hemos impuesto. Algunos santos quizás sean excelentes y muy preciosos. No obstante, están llenos de la cultura que ellos mismos han elaborado. Por ejemplo, es posible que un hermano sea franco y no sea diplomático en absoluto. Sin embargo, su franqueza puede ser sólo cuestión de cultura y no de Cristo. Otros son amables y apacibles; ellos jamás ofenderían a nadie. Esto también puede ser un aspecto de su cultura. Todos tenemos nuestra propia cultura. Siempre que los demás vivan de acuerdo con nuestra cultura, estaremos contentos; pero si no viven conforme a nuestra cultura, podríamos ofendernos.

  Tal vez una pareja tenga dificultades para vivir en unidad debido a que tienen diferentes culturas. El hermano espera que su esposa viva conforme a la cultura de él, mientras que la esposa espera que su esposo viva conforme a la cultura de ella. Esta diferencia de culturas llega a ser para ellos una fuente de problemas en su vida matrimonial. Puesto que tengo más de cincuenta años de experiencia en la vida matrimonial, puedo testificar que la vida matrimonial más feliz se tiene cuando ninguno de los dos espera que el otro viva conforme a su cultura. Sin embargo, cuando un cónyuge exige algo del otro, habrá dificultades. Por lo tanto, el problema es que todos tenemos nuestra propia cultura y esperamos que los demás vivan por ella. Esta cultura que nosotros mismos hemos elaborado es un obstáculo enorme que nos impide experimentar a Cristo. El sustituto más escondido y sutil de Cristo es nuestra cultura.

LA CULTURA Y LAS OPINIONES

  En el pasado me he referido en varias ocasiones a los problemas que nuestras opiniones han causado en la vida de iglesia. Hace poco, me enteré de que en cierto lugar algunas hermanas se opusieron mucho a que se tocara el piano en las reuniones, y así mismo estaban muy a favor de las guitarras. Estas opiniones provienen de nuestra cultura. La cultura es la fuente de las opiniones. Si nuestra cultura ha sido anulada, no tendremos opiniones con respecto al piano o a la guitarra. Lo único que nos importará es Cristo. No tener opiniones significa que no tenemos cultura. Si nos asimos de nuestra cultura, nos resultará muy difícil no tener opiniones. Nuestra cultura hace que tengamos opiniones. Yo soy muy férreo en mis opiniones, pero a través de los años he sido disciplinado por el Señor. Ahora no me importa si se toca el piano, la guitarra, ambos o ninguno de los dos. Asimismo, tampoco me preocupa la clase de comida que coman los santos. No obstante, si tenemos la cultura en lugar de Cristo, ciertamente nos preocuparán mucho estas cosas. ¡Cuánto necesitamos de la salvación del Señor! El obstáculo más escondido y sutil que nos impide vivir a Cristo es nuestra cultura. Esta fortaleza que está dentro de nosotros debe ser derrumbada por el Señor. Entonces no tendremos ninguna cultura, sino solamente a Cristo. En las diversas situaciones y circunstancias dejaremos de opinar según nuestra cultura, y lo único que nos preocupará será Cristo. Si los demás quieren tocar al piano o a la guitarra, no tendremos ningún sentir al respecto. Y si ellos no usan ningún instrumento, tampoco tendremos ningún sentir al respecto. Debido a que hemos sido rescatados de nuestra cultura, nos preocuparemos solamente por Cristo y por vivirlo a Él.

VIVIR A CRISTO EN EL ESPÍRITU

  La manera de ser liberados de la cultura que hemos elaborado y nos hemos impuesto no consiste en hacer un esfuerzo deliberado por abandonar a nuestra cultura. De hacer esto, nuestros esfuerzos por abandonar nuestra cultura se convertirán en otra clase de cultura, la cultura de la “anticultura”. Debemos ver que la manera de ser liberados de la cultura consiste simplemente en vivir continuamente a Cristo en el espíritu. Todos estamos constituidos de la cultura conforme a nuestra raza y nacionalidad, y aun conforme a la vida de iglesia. Ahora, la vida de iglesia desempeña un papel importante en nuestra cultura. Debemos condenar cualquier cultura que reemplace a Cristo. Nuestra necesidad es vivir a Cristo, vivir por esta persona todo-inclusiva en nuestro espíritu.

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