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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 46

ANDAR EN CRISTO, ARRAIGADOS Y SOBREEDIFICADOS EN ÉL

  Lectura bíblica: Col. 2:6-8, 16-17

  La idea principal y subyacente del libro de Colosenses es que, conforme a lo que Dios ha ordenado, Cristo debe reemplazar todos los elementos y factores de nuestra vida natural humana consigo mismo. Estos elementos y factores se pueden resumir en una sola frase: la cultura. Nuestra vida humana está constituida de varios aspectos de nuestra cultura, la cual se compone de muchos factores y elementos. Hemos visto que el libro de Colosenses trata de estos factores, elementos, componentes, constituyentes, de nuestro vivir humano. Esta epístola revela al Cristo extenso como Aquel que reemplaza todos estos elementos en nuestro vivir humano.

LA FILOSOFÍA, LAS TRADICIONES, Y LOS RUDIMENTOS DEL MUNDO

  En Colosenses 2:8 Pablo dice: “Mirad que nadie os lleve cautivos por medio de su filosofía y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”. La filosofía es un factor primordial de la cultura. Además, la cultura no puede existir sin las tradiciones. Las palabras “cultura” y “tradiciones” son prácticamente sinónimas. Los rudimentos del mundo mencionados en 2:8 se refieren a los principios elementales, a las enseñanzas rudimentarias. La filosofía, las tradiciones y los rudimentos del mundo componen la cultura. Todas estas cosas son contrarias a Cristo. Este versículo indica que Cristo ha venido para reemplazar la filosofía, las tradiciones y los rudimentos del mundo. Por consiguiente, aquí se nos presenta un fuerte contraste entre Cristo y la filosofía, las tradiciones, y los rudimentos del mundo. Si una persona no tiene a Cristo, indudablemente tendrá estos tres elementos culturales. Pero cuando recibimos a Cristo, estos elementos deben ser reemplazados por Él.

CRISTO EN CONTRASTE CON LAS SOMBRAS, LAS ORDENANZAS Y LAS DISTINCIONES CULTURALES

  En 2:16 y 17 Pablo añade: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; mas el cuerpo es de Cristo”. En el versículo 16, Pablo menciona cuatro asuntos como ejemplo: el comer y el beber, los días de fiesta, la luna nueva y los sábados. Estos asuntos representan todos los aspectos de nuestro vivir humano. En particular, todos ellos tienen que ver con el judaísmo y sus preceptos en cuanto a la comida y la bebida, a la observancia de los días y de luna nueva y en cuanto a los sábados. Por consiguiente, el versículo 16 habla de varias observancias que formaban parte de la vida judía. Sin embargo, como Pablo lo expresa en el versículo siguiente, todas estas cosas son “sombra de lo que ha de venir; mas el cuerpo es de Cristo”. Por lo tanto, en estos versículos, encontramos otro contraste, el contraste entre las sombras y Cristo.

  En los versículos 20 y 21 Pablo dice también: “Si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a ordenanzas: no manejes, ni gustes, ni aun toques”. En Romanos, Pablo dice que en Cristo estamos muertos al pecado, mientras que aquí en Colosenses, él dice que hemos muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, es decir, en cuanto a los factores que componen nuestra vida humana natural. En otras palabras Pablo nos dice que hemos muerto con Cristo en cuanto a nuestra cultura. Luego, él pregunta además, puesto que éste es el caso, por qué entonces nos seguimos sometiendo a las ordenanzas relacionadas con manejar, gustar y tocar. Por tanto, en estos versículos encontramos un contraste más: el contraste entre el Cristo con el cual hemos muerto y las ordenanzas, que componen nuestra cultura.

  En 3:10 Pablo menciona el nuevo hombre y en el versículo siguiente, se refiere a éste cuando dice: “Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. Aquí vemos una vez más el contraste entre la cultura y Cristo. El hecho de que Pablo usara los términos “bárbaro” y “escita”, indica que este versículo trata de las varias distinciones culturales. Cristo es contrario a todas estas distinciones.

CRISTO REEMPLAZA LA CULTURA

  Cristo ha venido para reemplazar todos los aspectos de la cultura mencionados en 2:8, 16-17, 20-21 y 3:11. Cristo debe llegar a formar parte de nuestro vivir humano de tal modo que reemplace la filosofía, las tradiciones y los rudimentos del mundo. Él debe reemplazar las ordenanzas en cuanto a la comida y la bebida, así como los días de fiesta, la luna nueva y los sábados. Él debe reemplazar las ordenanzas y todas las distinciones culturales. Una vez que Cristo reemplace completamente estas cosas, Él será lo único que permanecerá. Esto revela claramente que en Colosenses, Cristo es el sustituto de todos los factores y elementos culturales. Él debe llegar a formar parte de nuestra vida diaria de modo que lo reemplace todo. Ésta es la revelación divina contenida en la santa Palabra. ¡Oh, que nuestros ojos sean abiertos y veamos que cada factor, elemento y aspecto de nuestra vida humana natural es contrario a Cristo! En la economía de Dios, el Cristo extenso debe reemplazar todos estos elementos, factores y aspectos. Finalmente y por la eternidad, Cristo será lo único que permanecerá.

  Cristo es el factor fundamental con el cual se escribió la Biblia. Podemos afirmar a ciencia cierta que la Biblia fue escrita con Cristo. De hecho, las letras del alfabeto son símbolos de Cristo. Es por eso que Cristo dice en la Biblia: “Yo soy el Alfa y la Omega” (Ap. 22:13). Si Él es la primera y última letra, entonces debe de ser también todas las demás letras del alfabeto. En nuestro vivir humano, Cristo debe ser todo el alfabeto. Si Él es nuestro alfabeto, se convertirá automáticamente en cada palabra, frase, párrafo y capítulo, y finalmente, en todo el libro. Dios, en Su economía, desea que todo nuestro vivir humano sea escrito con Cristo como el único factor. Por esta razón, el libro de Colosenses revela al Cristo extenso, al Cristo que ha venido a llenar cada aspecto de nuestro vivir. Por consiguiente, el “diccionario” de nuestra vida cristiana deberá contener una sola palabra: Cristo, y el pie de página debe contener una breve nota que diga: “y la iglesia”. Ésta es la revelación que nos trasmite el libro de Colosenses.

DOS CONDICIONES

  Tomando esta revelación como base, llegamos al tema crucial de andar en Cristo (2:6). Los versículos 6 y 7 no dicen: “Andad en El, y arraigaos y sobreedificaos en El”. Al contrario, estos versículos dicen: “Andad en El, arraigados y sobreedificados en El”. “Arraigados” y “sobreedificados” son participios pasados que describen la manera en la cual debemos andar. Podemos andar en Cristo porque hemos sido arraigados en Él y porque estamos siendo sobreedificados en Él. Debemos cumplir estas dos condiciones si hemos de andar en Cristo. Nuestro andar en Cristo se basa en dos condiciones: hemos sido arraigados en Él y estamos siendo sobreedificados en Él.

  Puesto que estos dos versículos contienen palabras muy sencillas, es posible que los pasemos por alto y no los entendamos como es debido. En estos versículos vemos tres palabras cruciales: andad, arraigados y sobreedificados.

  En Colosenses Pablo abarca la revelación objetiva de lo que Cristo es y el ministerio subjetivo mediante el cual Cristo se imparte en los creyentes. Juntos, la revelación objetiva de Cristo y el ministerio subjetivo de Cristo nos conducen a experimentar a Cristo de manera concreta. En este mensaje y en los mensajes siguientes, nos ocuparemos particularmente de cómo experimentar a Cristo de un modo práctico. La revelación objetiva de la Biblia revela al Cristo extenso y todo-inclusivo, y el ministerio subjetivo imparte a este Cristo en nosotros para que Él reemplace cada elemento de nuestro vivir humano natural. Si vemos esto, entonces podremos entender lo que significa andar en Cristo.

ANDAR EN ALGO QUE NO ES CRISTO

  La palabra griega traducida andar significa vivir, actuar, moverse y ser, lo cual implica todos los aspectos de nuestra vida diaria. Andar en Cristo consiste en vivir, mover, actuar y tener nuestro ser en Cristo. No debemos vivir, andar, movernos ni tener nuestro ser inmerso en algo que no sea Cristo. Por ejemplo, cuando una hermana va de compras, debe hacerlo en Cristo. No obstante, no hay muchas hermanas que estén en Cristo cuando vayan de compras. En lugar de ello, salen de compras o toman la decisión de comprar algunos artículos fuera de Cristo. Por consiguiente, en el aspecto de comprar, muchas hermanas no viven ni se mueven en Cristo. Pasa lo mismo con hermanos cuando se cortan el pelo. En el aspecto práctico de cortarse el pelo, es posible que los hermanos no vivan ni se muevan en Cristo.

  Un hermano puede testificar que ama al Señor y la iglesia y que se ha entregado totalmente al recobro del Señor. Sin embargo, puede ser que en muchos aspectos no actúe en Cristo, sino que se comporte conforme a su manera de ser, su preferencia o su opinión. Por ejemplo, tal vez un hermano por ser cabeza de familia, aparente tener todo bajo control. Puede ser que trate de dar la impresión de que él es quien manda en su casa. Cada vez que un hermano actúa de esta forma, no está andando en Cristo. Este ejemplo muestra que en muchos aspectos, los que estamos en las iglesias locales no andamos en Cristo, aunque sin duda amamos al Señor y Su recobro.

  Andar en Cristo significa no tener ningún sustituto de Cristo. Debido a la caída del hombre, la cultura toma el lugar de Dios en la vida humana. El hombre fue hecho para Dios y necesita que Dios sea su vida, su deleite y su todo. Sin embargo, debido a que el hombre perdió a Dios, inventó la cultura para que fuera Su sustituto. Por esta razón, Dios en Su economía ordenó que Cristo, Su Hijo, efectuara la redención, trajera al hombre de vuelta a Sí mismo, y luego reemplazara todos los sustitutos con Él mismo. Hemos visto que cada uno de los factores y elementos de nuestra vida humana constituyen un sustituto de Cristo. Sin embargo, los factores y elementos que han llegado a sustituir a Dios deben ser ahora reemplazados por Cristo. Si queremos que ésta sea nuestra experiencia, debemos andar en Cristo.

  Cuando salimos de compras, debemos vivir simplemente a Cristo y no prestar atención a nada que no sea Cristo mismo. No razone cuáles artículos están en oferta ni de cuánto dinero dispone en su cuenta bancaria; más bien, viva simplemente a Cristo y preste atención a Él. Si un hermano vive en unión con el Señor, andará en Cristo cada vez que va a cortarse el pelo. Él sabrá espontáneamente como debe cortarse el pelo. Cristo no es solamente la esfera, el dominio, en la cual andamos, sino también cada factor y elemento de nuestra vida humana. Tener a Cristo presente en nuestra experiencia de esta manera, significa andar en Él.

  Yo aprecio el hecho de que tantos hermanos amen a Cristo y la iglesia, y se hayan entregado completamente al recobro del Señor. Lo lamentable es que en lugar de andar en Cristo, andan en su dignidad. Tal vez detesten el orgullo, pero tienen en alta estima su dignidad. Es posible que un hermano que lleve la delantera en la iglesia le guste actuar con dignidad. Asimismo es posible que los jóvenes recién casados actúen conforme a su propio sentido de dignidad en lugar de andar en Cristo, y que delante de sus esposas procuren mantener su dignidad como maridos. Tal vez se muestren descontentos si sus esposas hacen algo en contra de su dignidad, y consideren la conducta de ellas como un insulto a su autoridad y una falta de respeto hacia su dignidad. Piensan que puesto que Dios los ha puesto por cabeza de sus esposas, ellas deben respetarlos y darles el debido honor. Por consiguiente, en lugar de andar en Cristo, andan en su dignidad.

  En lugar de andar en Cristo, hay algunos que andan según su estado emocional. Cuando no están emocionados, se portan fríos, silenciosos e indiferentes hacia los demás y sus necesidades. No obstante, cuando sus emociones están en ebullición, son muy activos y locuaces. Hablan según su estado de ánimo y no según Cristo. Muchos santos andan conforme a su estado de ánimo en lugar de andar en Cristo. Si se sienten contentos, tienen la disposición de ayudar a otros; pero si no están contentos, se retraen y se muestran desinteresados, indiferentes y despreocupados con los que están a su alrededor. Esto muestra que, aunque estos santos aman a Cristo y la iglesia, no andan en Él.

  Conforme a la extensa revelación de Cristo presentada en el libro de Colosenses, no debemos andar en algo que no sea Cristo. Esto significa que no debemos andar en la filosofía, en las tradiciones, ni en los rudimentos del mundo. Tampoco debemos andar en ciertas observancias u ordenanzas.

  También nos resulta fácil andar en nuestras costumbres en lugar de andar en Cristo. Por naturaleza, todos vivimos y andamos en nuestras costumbres, y no en Cristo. Puede ser que cuando oremos, logremos entrar en nuestro espíritu, y que en esos momentos, nuestro ser esté en Cristo. No obstante, es posible que en cuanto terminemos de orar, volvamos a vivir y a andar en nuestras costumbres. Así, en lugar de andar en Cristo, andamos en nuestra cultura.

  ¿En qué medida logró usted andar hoy en Cristo? ¿Cuántas de sus palabras, acciones y actitudes estuvieron en algo que no es Cristo? Debemos admitir que en lugar de andar en Cristo, andamos en muchos otros factores o elementos de nuestra vida, los cuales reemplazan a Cristo. Sin embargo, según el libro de Colosenses, debemos andar en el Cristo extenso, en el Cristo que es universalmente amplio y que es todo para nosotros. No necesitamos de filosofías; Cristo mismo es nuestra filosofía. Tampoco necesitamos tradiciones; Cristo es nuestro mejor legado. No necesitamos principios rudimentarios; Cristo es cada principio para nosotros. Lo que necesitamos es tomar a Cristo como nuestro todo y andar en Él.

  Debemos reconocer que aun en las iglesias locales, casi todos andamos en algo que no es Cristo. Amamos al Señor y Su recobro, pero vivimos, andamos y tenemos nuestro ser sumergido en cosas que no son Cristo mismo. Debido a que un hermano anda conforme a su timidez, no se atreve a hablar la verdad a otros de manera franca y en amor. Sin embargo, tampoco debemos concluir con este ejemplo que tenemos que andar con denuedo en lugar de andar tímidamente. Lo que queremos resaltar aquí es que debemos andar en Cristo. Entre nosotros son muy pocos los santos que andan en pecado, pero son muchos los que andan en cosas que son buenas, morales y éticas. Andan conforme a su propia manera de vivir. Si verdaderamente andamos en Cristo, habrá ocasiones en las cuales reprenderemos a otros con firmeza. Por ejemplo, en Gálatas 2 leemos que Pablo reprendió públicamente a Pedro por retraerse y dejar de comer con los gentiles. No estamos diciendo que de ahora en adelante debemos reprender a los demás, sino que todo nuestro comportamiento debe estar en Cristo.

  Debemos vivir y actuar en Cristo. Los jóvenes no deben decir que no pueden dejar de ser jóvenes, y los más ancianos tampoco deben decir que no pueden dejar de ser viejos. Ya sea que seamos jóvenes o ancianos, todos debemos vivir y actuar en Cristo. En la iglesia, no existen los jóvenes ni los viejos, los tímidos ni los osados. El único que existe es Cristo, quien es todos los miembros del nuevo hombre y está en todos ellos. Por consiguiente, todos debemos andar en Cristo y no vivir conforme a ningún elemento de cultura. Repito que Cristo no sólo debe ser nuestra esfera, la esfera extensa en la cual andamos, sino también todos los elementos y factores de nuestro diario vivir.

  Es cierto que no es fácil andar en Cristo. Después de que Pablo nos exhorta a andar en Cristo, inmediatamente añade las palabras, “arraigados y sobreedificados en El”. Si queremos andar en Cristo, debemos cumplir los requisitos de ser arraigados y de ser sobreedificados en Él. La razón por la que podemos andar en Cristo es que hemos sido arraigados en Él. Por una parte, ya fuimos arraigados en Cristo; por otra, estamos en el proceso de ser sobreedificados en Él. Ser arraigados, lo cual ya es un hecho cumplido, constituye una condición para andar en Cristo. Ser sobreedificados, lo cual está en proceso ahora, constituye la otra condición. Para mostrar cómo hemos sido arraigados, Pablo usa el ejemplo de las plantas que están profundamente arraigadas al suelo; y para mostrar cómo somos sobreedificados en Cristo, él usa el ejemplo de las piedras.

UN PROCESO ORGÁNICO

  Sin importar cuál sea nuestra edad, todos nos encontramos profundamente arraigados a nuestra cultura, junto con todos los factores y elementos que componen nuestra vida diaria. Del mismo modo que fuimos arraigados a nuestra cultura, debemos ahora echar raíces en Cristo. Echar raíces es algo relacionado con la vida. El hecho de que una planta esté arraigada al suelo, implica un proceso orgánico. Aparte de este proceso, ninguna planta podría echar raíces. Cuanto más profundo se extienden las raíces de una planta en la tierra, más alcance tiene este proceso orgánico. Cuanto más se extienden las raíces de una planta, más ésta crece y se desarrolla. Ser arraigados en Cristo equivale a experimentar este desarrollo, crecimiento y actividad vital.

  Usemos una vez más el ejemplo del injerto. Podemos decir que nosotros, las ramas del olivo silvestre, fuimos injertados en Cristo, quien es el olivo cultivado. El injerto también está relacionado con el proceso del crecimiento orgánico. Sin este proceso, dos árboles no podrían crecer juntos; pero mediante el injerto, los dos árboles son entrelazados y sus vidas se mezclan. Esta mezcla resulta en un crecimiento orgánico. A medida que crece la rama injertada, la rama del olivo silvestre, ésta se arraiga profundamente en el olivo cultivado.

  El principio es el mismo tanto en el caso del injerto como en el de la planta que ha sido sembrada. Para trasplantar bien un árbol, debemos abrir un hoyo en el suelo que permita que las raíces del árbol crezcan y se desarrollen. Si las raíces reciben suficiente agua y si tienen el espacio necesario para crecer, se extenderán profundamente dentro de la tierra. Podemos aplicar el mismo principio a nuestra relación con Cristo. Por un lado, fuimos injertados en Cristo; por otro, fuimos plantados en Cristo, e incluso trasplantados a Él. En cualquiera de ambos casos, se requiere de un crecimiento interior y hacia abajo. Es posible que el crecimiento de las raíces de una planta sea lento, y que su crecimiento visible sea rápido. Algunos santos crecen como los hongos, que crecen en la superficie del suelo, pero que les falta el crecimiento de las raíces debajo del suelo.

ARRAIGADOS EN CRISTO PARA ANDAR EN CRISTO

  Si hemos sido arraigados en Cristo, espontáneamente andaremos en Él. Por ejemplo, si una hermana se arraiga profundamente en Cristo, con el tiempo esto afectará la manera en que hace sus compras. En cambio, si una hermana experimenta un cambio súbito en su forma de comprar, yo no me confiaría mucho de este cambio. Puede ser que sólo se trate de un crecimiento semejante al de los hongos, y no del crecimiento que resulta de estar profundamente arraigados en Cristo y de andar en Él. Debemos recordar que estar arraigados en Cristo constituye el requisito para poder andar en Él.

  Si los santos tienen contacto con el Señor y pasan tiempo en la Palabra con mucha oración, serán profundamente arraigados en Cristo. Si una hermana hace esto durante cierto tiempo, saldrá de compras en Cristo, y no en algo que no sea Cristo. Yo no tengo la menor confianza en un cambio de comportamiento que provenga de haber tomado una decisión después de escuchar un mensaje. Sólo confío en lo que resulta después de que hemos sido arraigados profundamente en Cristo, por medio de nuestro contacto con el Señor y al pasar tiempo en la Palabra con mucha oración. Cuando estamos arraigados en Cristo, no necesitamos proponernos hacer ciertas cosas, pues espontáneamente andaremos en Él.

  En un mensaje anterior, nos preguntamos cómo una planta puede andar. Colosenses 2:7 habla de ser arraigados, lo cual se refiere a las plantas, pero 2:6 habla de andar, lo cual alude a personas. ¿Qué somos entonces, plantas o personas? He aquí la respuesta: en cuanto a nuestra vida diaria, somos personas, pero en cuanto al hecho de que estamos arraigados en Cristo, somos plantas. En 1 Corintios 3 Pablo dice que nosotros somos labranza de Dios (v. 9). También dice que él plantó y Apolos regó, pero que el crecimiento lo da Dios (v. 6). Por lo tanto, con respecto al crecimiento, somos como plantas; pero en nuestro diario andar, por supuesto, no somos como plantas; somos personas. Podríamos decir que somos personas-plantas: personas con respecto a la capacidad de andar, y plantas, en el sentido de que estamos arraigados en Cristo.

  La única manera de llegar a estar profundamente arraigados en Cristo, quien es el suelo, es tener contacto con Él y absorber diariamente el agua en la Palabra. Cuanto más contacto tengamos con el suelo y absorbamos el agua, más creceremos. Primero, creceremos hacia abajo, y luego hacia arriba. Después de crecer hacia abajo por cierto tiempo, automáticamente dejaremos de andar en cosas que no son Cristo. Entonces, debido a que hemos sido profundamente arraigados en Cristo, viviremos, andaremos, actuaremos y tendremos nuestro ser inmerso en Cristo.

  A medida que andamos en Cristo, somos sobreedificados en Él. Es un hecho que estamos arraigados en nuestra cultura y que hemos sido sobreedificados en ella. Hasta los niños se encuentran profundamente arraigados en su cultura; y a medida que andan en ella, algo de la cultura es sobreedificado en ellos. Todos estamos sobreedificados en ciertas cosas. Por un lado, nos hallamos arraigados en nuestra cultura, y por otro, somos sobreedificados en ciertos aspectos de nuestra cultura.

SOBREEDIFICAR LA EXPRESIÓN DE CRISTO

  El pensamiento de Pablo es que Cristo, Aquel que es todo-inclusivo y extenso, debe llegar a reemplazar cada factor y elemento de nuestro vivir humano. Por consiguiente, debemos andar en Cristo. Pero para andar en Él, se requiere que estemos arraigados en Él. Del mismo modo que hemos sido arraigados en la cultura, ahora debemos ser arraigados en Cristo. Después de que seamos arraigados en Él, espontáneamente andaremos en Él. A medida que andamos en Él, la expresión de Cristo es sobreedificada en nosotros, y finalmente, dicha expresión se convertirá en el Cuerpo, la vida de iglesia corporativa, la morada de Dios en el espíritu sobre la tierra hoy. Si decimos que andamos en Cristo y no tenemos Su expresión, mentimos. El andar en Cristo exige de nosotros que estemos en el proceso de ser sobreedificados en Él. Esto significa que mientras andamos en Él, la expresión de Cristo debe ser sobreedificada en nosotros.

  Sabemos por experiencia que cuando tenemos contacto con el Señor y diariamente leemos la Palabra con mucha oración, cumplimos la condición para andar en Cristo, ya que estamos arraigados en Él. Así, mientras andamos en Él, la expresión de Cristo es sobreedificado diariamente en nosotros. Esto hace posible que otros vean a Cristo en nosotros. Finalmente, al vivir a Cristo de esta manera, se producirá la expresión corporativa de Cristo, la vida de iglesia. Ésta es la manera adecuada para llevar la vida cristiana.

  Nuestra vida no debe conformarse a algo que no sea Cristo. Los sustitutos más sutiles de Cristo son los diversos elementos de nuestra cultura. Ahora, Cristo debe reemplazar todos estos sustitutos consigo mismo. Si ésta es nuestra experiencia, no tendremos otra cosa que Cristo en nuestro diario vivir. Viviremos, nos moveremos, actuaremos y tendremos nuestro ser en Cristo. Para esto, existen dos requisitos: ser arraigados en Cristo y ser sobreedificados en Cristo para convertirnos en la expresión de Cristo. La expresión de Cristo, que es Cristo mismo manifestado en nuestro vivir, llegará finalmente a ser una expresión corporativa. Ésta es la iglesia como Cuerpo y nuevo hombre. Cuando la iglesia llegue a ser el nuevo hombre en realidad, ése será el momento en que Cristo regresará. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos conceda Su gracia, a fin de que le vivamos así en la iglesia.

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