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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 47

ARRAIGADOS Y SOBREEDIFICADOS EN CRISTO, CON EL DIOS PROCESADO

  Lectura bíblica: Col. 2:2, 7, 19; 4:2; Ef. 4:13

  Hemos visto anteriormente que el libro de Colosenses primero nos da una revelación objetiva del Cristo extenso y todo-inclusivo, y después presenta el ministerio subjetivo, la mayordomía, por la cual el Cristo todo-inclusivo se imparte en nosotros. Por último, nos explica cómo experimentamos de manera práctica al Cristo que nos ha sido ministrado. Por consiguiente, en Colosenses tenemos la revelación objetiva, el ministerio subjetivo y la experiencia práctica.

EL CRISTO TODO-INCLUSIVO MORA EN NUESTRO ESPÍRITU

  Nosotros los que experimentamos a Cristo tenemos una relación cercana, profunda, íntima y personal con Él. Sin embargo, debemos hacernos tres preguntas: ¿Quién es Cristo? ¿Qué es Cristo? ¿Dónde está Cristo? Puesto que Cristo es tantas cosas, es difícil decir exactamente quién es Él y lo que Él es. En primer lugar, podemos decir que Cristo es Dios mismo. Según lo que consta en Colosenses, Él es el Primogénito de toda creación. La Biblia indica que Cristo es la realidad de muchas especies de árboles, como la higuera, el olivo, la vid y el cedro. Cristo es también el verdadero buey, cordero, león, águila y paloma. Además, Cristo es nuestro verdadero alimento, agua, leche, miel, aire, rayos de sol, lluvia, rocío y nieve. Finalmente, Cristo llega a ser nuestra tierra todo-inclusiva, una tierra en la cual tenemos montañas, colinas, valles, fuentes, arroyos, riachuelos, piedras, hierro y bronce. Puesto que Cristo es una persona todo-inclusiva, cuando Él estuvo en la tierra, usó varios objetos de la naturaleza como ejemplos de Sí mismo.

  En cuanto al lugar donde está Cristo, debemos saber que, a pesar de que Él es omnipresente y está sobre todo a la diestra de Dios en el tercer cielo, Él mora en nosotros (1:27). No obstante, no es nada fácil tomar conciencia de que en realidad Cristo está en nosotros. Somos personas complicadas, con muchas cámaras, muchas partes internas. Proverbios 20:27 habla de lo más profundo del corazón del hombre, de sus cámaras interiores. Entre estas cámaras están la mente, la parte emotiva, la voluntad, el corazón, el alma, el hombre interior y el hombre escondido. En 1 Pedro 3:4 se menciona el hombre escondido en el corazón, y en Efesios 3:16, el hombre interior. Tal vez creamos que Cristo está en nosotros, pero ¿en qué cámara de nuestro ser? En 2 Timoteo 4:22 vemos que el Señor está en nuestro espíritu.

  Ahora debemos preguntarnos lo que es el espíritu y en qué difiere del corazón y del alma. La versión china de la Biblia usa la extraña expresión: “corazón-espíritu”. Sin embargo, en nosotros no existe tal cosa llamada “corazón-espíritu”. ¡Qué lastima que los traductores de la versión china usaron este término para referirse al espíritu humano! Aunque eran eruditos, los traductores erraron al respecto. Otros dicen que el espíritu y el alma se refieren a lo mismo. El espíritu humano no es el corazón ni tampoco el alma. La mente, la parte emotiva, la voluntad, el alma y el corazón se incluyen entre las partes internas del hombre, pero ninguna de ellas es el espíritu. El espíritu humano está en lo más profundo del ser hombre. Por consiguiente, el hecho de que Cristo esté en nuestro espíritu, significa que Él está en lo más profundo de nuestro ser.

  El espíritu, donde Cristo mora en el creyente, difiere del cuerpo y del alma. La Biblia revela que el hombre es un ser tripartito, compuesto de espíritu, alma y cuerpo. Puesto que el espíritu es distinto del alma, debemos decir con exactitud dónde reside Cristo en nosotros. Conforme a la Biblia, debemos decir que Cristo está en nuestro espíritu. Expresando esto con las palabras de 1 Corintios 6:17, somos un solo espíritu con el Señor. El Señor es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), el cual es uno con nuestro espíritu; por consiguiente, los dos espíritus son uno. El Señor no solamente mora en nuestro espíritu, sino que incluso se ha hecho uno con nuestro espíritu. De esta manera, los dos espíritus —el Espíritu vivificante y nuestro espíritu— han venido a ser un solo espíritu. ¡Cuán cercana e íntima es nuestra relación con el Señor! Él y nosotros, nosotros y Él, somos un solo espíritu. ¿Qué clase de relación podría ser más cercana y más íntima que ésta? Ciertamente, esta relación es la más cercana e íntima que pueda existir. Si queremos experimentar a Cristo adecuadamente, debemos darnos cuenta de que tenemos una relación muy íntima con Él.

VIVIR SIENDO UN SOLO ESPÍRITU CON EL SEÑOR

  No obstante, una cosa es estar conscientes de esto, y otra es practicarlo. Quizás sepamos que somos un solo espíritu con el Señor, pero en nuestro vivir diario es posible que no nos ejercitemos para ser un solo espíritu con Él. Por el contrario, tal vez mantengamos al Señor recluido en nuestro espíritu y vivamos conforme a nuestros pensamientos, sentimientos y preferencias. Puede ser que insistamos en que se nos deba dar libertad para escoger lo que más nos guste, para pensar por nosotros mismos, y para dejar que nuestros sentimientos sigan su propio curso. Tal vez no queramos que el Señor que mora en nuestro espíritu nos haga sentir incómodos. Debido a ello, es posible que en nuestra vida diaria, lo tengamos restringido en nuestro espíritu. Incluso podemos llegar al extremo de negar nuestro espíritu, y vivir como si no tuviésemos espíritu, sino cuerpo y alma solamente. Por ejemplo, si queremos enojarnos o ser locuaces según nuestra preferencia, sencillamente no nos ejercitamos para ser un solo espíritu con el Señor. Al orar-leer la Palabra, quizás alabemos al Señor por el hecho de que somos un solo espíritu con Él, pero es posible que en muchos asuntos prácticos no le prestemos la más mínima atención al Señor, que está en nuestro espíritu.

EL MISTERIO DE DIOS

  La primera parte de 2:7 dice: “Arraigados y sobreedificados en El”. El antecedente del pronombre Él es Cristo, según se menciona en el versículo anterior. Además, conforme a 2:2, Cristo es el misterio de Dios. Esto nos lleva a otra pregunta: ¿Cuál es el misterio de Dios? Puesto que Cristo es el misterio de Dios, ser arraigados en Él significa ser arraigados en el misterio de Dios. Todos los cristianos saben cuál es el nombre de Cristo, pero pocos entienden la expresión “el misterio de Dios”. Dios es un misterio. Además, Dios tiene una historia. ¿Cuál es la historia de Dios? Dios es infinito y eterno, sin principio ni fin. Conforme a Su beneplácito, Él creó los cielos y la tierra y las miles de millones de cosas que componen el universo. Así pues, Dios culminó Su obra creadora. Cristo es la historia de Dios. Él no es solamente Dios mismo, sino también la historia de Dios. La historia de Dios se refiere al proceso por el cual Él tuvo que pasar para entrar en el hombre y para que el hombre pudiera entrar en Él.

  Génesis 1:1 nos dice que en el principio Dios creó los cielos y la tierra; pero Mateo 28:19 nos manda bautizar a los creyentes en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Sabemos que el Padre, el Hijo y el Espíritu son el propio Dios mencionado en Génesis 1:1. Sin embargo, la diferencia es que para la época de Génesis 1:1, Dios no había pasado por el proceso de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Las palabras de Mateo 28:19 las dijo el Señor después de haber entrado en la resurrección, es decir, después de haber pasado por la encarnación, el vivir humano y la crucifixión. Después de Su resurrección, Él mandó a Sus discípulos que hicieran discípulos a todas las naciones y los bautizaran no en el nombre del Creador, al que podríamos llamar “el Dios sin procesar”, sino en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu. Esto es bautizar a los creyentes en el Dios procesado. El Dios procesado es el Dios que está disponible para Su pueblo escogido, y Su pueblo puede ser bautizado en Él. Aunque es imposible bautizar a los creyentes en el Dios que se revela en Génesis 1:1, sí podemos bautizarlos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu, es decir, en el Dios Triuno procesado.

  Hoy en día, el Dios Triuno procesado es el Espíritu. En la época en que se escribió Juan 7:39, aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado, es decir, no había pasado todavía por la muerte ni entrado en la resurrección. Puesto que Cristo ya pasó por la muerte y entró en resurrección, ahora tenemos al Espíritu. El Espíritu es Cristo mismo, y Cristo es la historia de Dios, el misterio de Dios. Cristo, como historia de Dios, es el Dios procesado, el Dios que pasó por un proceso para llegar a ser el Espíritu todo-inclusivo, el cual mora ahora en nuestro espíritu y es uno con nuestro espíritu.

ABSORBER LAS RIQUEZAS DE CRISTO

  El Cristo en el cual hemos sido arraigados es el Espíritu todo-inclusivo. Esto significa que en nuestro espíritu reside el Dios Triuno procesado como nuestra fuente. Ésta es una fuente que salta en nuestro interior. El Espíritu todo-inclusivo que mora en nosotros contiene los elementos de divinidad, humanidad, encarnación, vivir humano, muerte y resurrección. Hemos sido arraigados en Él, en esta fuente maravillosa, que es el Dios Triuno procesado como Espíritu vivificante y todo-inclusivo.

  Debido a que un árbol está arraigado, puede absorber los ricos elementos que se hallan en el suelo. A medida que absorbe dichos elementos, éstos se convierten en sus nutrientes. Es debido a estos elementos que el árbol crece y se desarrolla. Si no fuera por las riquezas del suelo, el árbol no podría crecer. Además, cuanto más profundamente arraigado esté en el suelo, más absorberá de los ricos nutrientes. Lo mismo sucede con respecto a nuestro crecimiento en Cristo. Nosotros hemos sido profundamente arraigados en Cristo, nuestro suelo, quien es el Dios Triuno vivificante y todo-inclusivo que mora en nuestro espíritu. Ahora estamos absorbiendo en nuestro ser las riquezas de Cristo, nuestro suelo. Como resultado, estamos siendo sobreedificados con las riquezas que hemos absorbido de Cristo. Aquello que absorbemos llega a ser el material con el cual somos edificados.

INCREMENTAR EN ESTATURA ESPIRITUAL

  Al usar la palabra “sobreedificados” en 2:7, Pablo no se está refiriendo estrictamente a la edificación del Cuerpo de Cristo. En lugar de ello, dicha palabra denota un aumento en nuestra estatura espiritual, lo cual podemos comparar al aumento en la estatura de una persona a medida que ésta crece. La única manera en que un niño puede crecer físicamente es que asimile alimentos nutritivos. Del mismo modo, nosotros crecemos espiritualmente al asimilar el rico alimento que proviene de Cristo. Esto es lo que significa ser sobreedificados en Cristo, como se menciona en 2:7. Pablo primero nos dice que hemos sido arraigados en Cristo, y después dice que estamos siendo sobreedificados en Él. Un árbol no puede crecer si primero no ha sido arraigado. Así pues, el crecimiento del árbol constituye también la “edificación” del árbol.

  Si no tenemos la debida estatura espiritual, es inútil hablar de la edificación del Cuerpo. En Efesios 4:13 Pablo dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. El Cuerpo de Cristo tiene una estatura, y la estatura del Cuerpo tiene una medida. Todos debemos crecer hasta la medida de la estatura del Cuerpo de Cristo. Ser sobreedificados no significa que de primera instancia somos edificados como la iglesia, el Cuerpo; más bien significa que somos sobreedificados en el Señor y que experimentamos un aumento de estatura. De ahí que, conforme a Colosenses 2:7, ser sobreedificados en realidad significa crecer. Primero somos arraigados en Cristo, en el Espíritu todo-inclusivo, y luego crecemos en Él. Nos edificamos a nosotros mismos creciendo. El grado de nuestra edificación depende de la medida en que asimilemos las riquezas de Cristo, nuestra tierra. Después que hayamos asimilado dichas riquezas, creceremos y seremos sobreedificados. Una vez que hayamos crecido plenamente, seremos edificados. Por consiguiente, ser sobreedificados significa simplemente crecer. Para crecer, necesitamos alimento. La medida de nuestro crecimiento depende de la cantidad de alimento que asimilamos en virtud de estar arraigados en Cristo. Debido a que estamos arraigados en Él, podemos absorber las riquezas del Espíritu todo-inclusivo. Luego crecemos con el alimento que obtenemos de estas riquezas.

CRECER AL ABSORBER LAS RIQUEZAS QUE PROVIENEN DE LA CABEZA

  Conforme a 2:19, al asirnos de la Cabeza crecemos con el crecimiento de Dios. En virtud de la Cabeza, el Cuerpo crece con el crecimiento de Dios. El Dios que se menciona aquí es el Dios Triuno procesado, al igual que en Mateo 28:19. En virtud del Dios Triuno procesado, quien es nuestra fuente, el Cuerpo crece al absorber las riquezas de la Cabeza. El Cuerpo no crece con conocimiento bíblico, sino con el crecimiento de Dios. Dios, en Sí mismo, es infinito, perfecto y completo. Por consiguiente, Dios no puede crecer en Sí mismo; pero en nosotros, Él sí puede crecer y necesita crecer. Nosotros crecemos a medida que Dios crece en nosotros. Debido a que tenemos muy poco del Dios Triuno en nosotros, necesitamos que más de Dios nos sea añadido para crecer espiritualmente. Crecemos con lo que absorbemos de la Cabeza.

  Lo más crucial y vital de lo que venimos diciendo es que nosotros crecemos a medida que absorbemos las riquezas de Cristo. Si hemos de absorber Sus riquezas, necesitamos estar arraigados en Él, en el Espíritu todo-inclusivo. Recordemos que este Espíritu mora en nuestro espíritu. El suelo no es nuestra mente, nuestra parte emotiva ni nuestra voluntad, sino el Dios Triuno procesado y todo-inclusivo, el cual mora en nuestro espíritu. La fuente de las riquezas que necesitamos para nuestro crecimiento es el Dios Triuno procesado que está en nuestro espíritu. Así como nos acercamos a un grifo para beber agua, de la misma manera debemos volvernos a nuestro espíritu para obtener las riquezas del Dios Triuno.

EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU

  Si hemos de ser arraigados más profundamente en el Dios Triuno procesado, debemos ejercitar nuestro espíritu, y no nuestra mente, parte emotiva o voluntad. Desafortunadamente, nuestro entorno no es propicio para el ejercicio de nuestro espíritu. Por el contrario, todo lo que nos rodea nos lleva a apartarnos del espíritu. Por ejemplo, durante la mayor parte del día domingo, una hermana puede haberse comportado muy amablemente con su esposo, pero justo antes de salir a la reunión de la mesa del Señor, tal vez le diga algo que le moleste. Al reaccionar a lo que ella le dice, inmediatamente se aparta de su espíritu. En medio de esta situación, el hermano necesita ejercitar su espíritu e invocar el nombre del Señor Jesús. Al ejercitar su espíritu, él se arraigará más profundamente en Cristo, el suelo, y automáticamente absorberá más de las riquezas del Espíritu todo-inclusivo. Esto redundará en más crecimiento.

  Debemos ejercitar continuamente nuestro espíritu. Es por eso que al final del libro de Colosenses, Pablo nos exhorta a perseverar en la oración (4:2). No obstante, si en lugar de ejercitar nuestro espíritu, ejercitamos nuestra mente, parte emotiva o voluntad, Satanás nos impedirá disfrutar al Espíritu todo-inclusivo, quien mora en nuestro espíritu. Satanás, quien es sutil y maligno, usa el entorno para mantenernos alejados del espíritu. Por tanto, debemos ejercitar continuamente nuestro espíritu invocando el nombre del Señor Jesús, a fin de arraigarnos más profundamente en el Espíritu todo-inclusivo. Así absorberemos las riquezas de Cristo, creceremos en Él y seremos espontáneamente sobreedificados en Él. Como resultado, andaremos en Él. Si entendemos esto, sabremos lo que significa andar en Cristo absorbiendo Sus riquezas y siendo sobreedificados con aquello que hemos absorbido. Ésta es la experiencia práctica de Cristo que todos necesitamos.

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